Irmgard Emmelhainz (2023). Envíos desde otros mundos posibles: Ejercicios de imaginación radical. Bajo Tierra.


En 2019, soñaba con un libro como el de Irmgard Emmelhainz.

Un semestre antes de la pandemia del COVID-19, me obsesioné con Mark Fisher y Nick Land. Ante la concepción de que el capitalismo colapsó la imaginación; que el neoliberalismo desde 1970 se ha encargado a fuerza de violencia militar y mediática de erradicar la idea de que el mundo pudo ser libre; de que todos los estallidos sociales utópicos y reales del siglo XX fueron una farsa; y ante el debilitamiento del Estado, la precarización de la vida, la acumulación de capital por unos pocos y el imperio del libre mercado, nos hemos quedado con la sensación de que “no hay alternativa”. Me obsesioné buscando libros, películas y obras de arte donde pudiera haber un espacio no capitalista y los despliegues imaginativos no perpetuaran el statu quo. Seguir con el problema de Donna Haraway fue un espacio seguro, pero toda la ficción que encontraba se reducía a mantener de pie las megalópolis.

Mi ansiedad ante la crisis imaginativa la fui publicando a lo largo de 2020 y 2021 en Tierra Adentro y Terremoto. Deseaba un libro no intergaláctico que diera respuestas, hiciera un mapa conceptual y arrojara luz. Un día de la pandemia Irmgard subió la nota del McDonald’s francés que fue tomado por los empleados despedidos para convertirlo en un banco de alimentos (el cual aparece en la portada de su libro), y dije: algo como eso. Ahora existe la máquina textual que conjuga análisis político con imaginación no capitalista: Envíos desde otros mundos posibles.

Todo empieza así: un día de la guerra global en curso alguien halló una USB mientras buscaba a una antigua amante en Estambul. Varios años más adelante de nuestro presente. Esa persona cuenta que ahí encontró relatos de cómo el mundo se fue segmentando, de cómo la Gran Tierrificación, “la nueva distribución de la vida en la tierra”, tuvo lugar. Algo parecido a un gran cisma o el big bang. Primero las epidemias y luego la desconexión anularon la idea de globalización y viajes; después, las nuevas políticas de siembra, comunalidad y alianzas autónomas delinearon otro orden. Quienes crecieron en ese mundo conocían su forma de organización, pero no las demás. Aquella USB contenía relatos de cuando aún existía Internet y las personas comenzaron a organizarse, de cómo fueron tomando los medios de producción y gobernanza que antaño ocupaban el Estado y las empresas, historias transicionales de modos de vida. Posiblemente, la hija de Emmelhainz fue quien recogió esas historias y las presentó en el libro para entender los movimientos del imperio capitalista hacia nuevas formas de organización.   

En el mundo de donde vienen los Envíos desde otros mundos posibles hay la consciencia de que no existe el mundo. La Gran Tierrificación, como la autora la nombra, es la desaparición evidente del mundo o el de las catástrofes individualizadas. No existe el mundo, tal como lo entiende el realista especulativo Markus Gabriel. Su tesis es que el mundo no existe porque no hay nada como una idea general de mundo. Por lo que esa entidad abstracta, abarcadora y universal no tiene lugar. Los personajes que aparecen en los Envíos dan cuenta de ello al narrar en primera o segunda persona del singular cómo atacaron un residencial de lujo, cómo tomaron la radio o transformaron un centro comercial en Universidad Popular. Todas esas acciones se emprenden de manera desconectada, sin un proyecto que imponer a otras comunidades de las que, además, no se sabe.

Imágenes inspiradas en el libro. Cortesía del autor.

Si no hay proyecto de mundo, lo que existe es una multitud de mundos que se agencian y que son independientes, pero que se traslapan con otros. El escenario planetario que propone Irmgard es múltiple, descabellado, violento y contradictorio. Aunque muchas de las narraciones tienen lugar en México, se llega a hacer mención de otras partes del mundo y formas de organización. Menciona la existencia de la República de Gilead, la cual se desarrolla dentro de la novela  The Handmaid’s Tale de Margaret Atwood, lo que construye una textualidad extraña dentro del libro, porque el pacto como lector es de cierta verosimilitud, sin embargo, incluir este mundo enrarece el relato. Esa referencia, además, liga mis intuiciones de 2019 con las de Irmgard. En la novela de Atwood, se presenta un escenario ficcional punitivista, heteropatriarcal y misógino donde hay una forma de deseo no capitalista. Es un mundo retrofuturista infértil, donde se construye una sociedad sin consumo y en cuestión de unos años la crisis climática se erradica. Todo lo que rodea ese nuevo deseo es horrible, pero es imposible creer que un nuevo mundo vendrá con iphones y ropa a la moda.

En ese sentido, Envíos busca una política del hacer singular y no una utopía unificadora que nos lleve como humanidad al futuro globalista; muestra que la manera de operar de las izquierdas ante la parálisis política e imaginativa es hacer las cosas en pequeña escala y de forma constante. Porque no hay nada, por ahora, que se pueda hacer que modifique el mundo completamente, idea ilusoria que traiciona el acceso a lo real. Lo que se puede hacer, y de eso van los Envíos, tiene que ver con los mundos singulares. Irmgard muestra que la política es el reino de la imaginación material. Esta imaginación que propone trabaja con formas literarias y políticas, cuyas densidades textuales tienen distintos niveles de autonomía y distancia con nuestra realidad.

Algunas de estas densidades y modos de leer el libro son las siguientes:

Como artilugio quimérico antiguo que a manera de gran literatura utiliza el recurso de matrioshka para establecer un pacto de ficción. Es decir, funciona como Cyclonopedia, el libro de Las mil y una noches o La Máquina de hacer pájaros, donde lo que se escribe no son cuentos, sino una forma de sabiduría de vida testimonial y poética transmitida mediante los exempla. “Largo es el camino de la argumentación, corto mediante el ejemplo”, decía Horacio. O como una serie de relatos de ciencia ficción, pues desplaza la película a un futuro cercano, narra escenarios utópicos locales concatenados con lo que nombra la Gran Tierrificación. Propone un mundo y lo desarrolla.  

Otra forma de leerlo sería como un plan razonado de ataques sistemáticos al heteropatriarcado corporativo capitalista global disfrazado de literatura para no ser interceptado por la inteligencia estatal, la cual probablemente está al tanto de lo que hace Irmgard por tener el Sistema Nacional de Creadores de Arte. Los Envíos también son la materialización del sueño benjaminiano de juntar materiales para formar la constelación que expone la crisis y el necesario desmantelamiento del statu quo. Si Benjamin hubiera completado el libro de los pasajes sería algo como esto. O bien el sueño de Fisher de activar las luchas perdidas del pasado para el presente. Lo que Irmgard hace en este sentido es establecer una serie de cartografías de modos de lucha, resistencia y autonomías que contrapone a puntos estratégicos del presente para construir los espacios donde pueda caber la imaginación futura. Guiada por la impronta de la gestión radical de contrahistoria, dice: miren, esto existe.

Y, finalmente, la que me interesa dejar como provocación aquí: leer el libro como una metodología de arte contemporáneo que expone el papel que se le ha delegado al arte en la guerra global en curso: como el lugar para datar la catástrofe y para rehacer el vínculo social. Podríamos decir que el arte contemporáneo es la mímesis de la “promesa de felicidad” incumplida no sólo del arte, sino del capitalismo mismo. El arte como agente secreto del descontento de las sociedades capitalistas. El modo de escritura de Irmgard fractura regímenes de verdad, agrieta la realidad en ruinas y presenta el juego doble entre exponer una cartografía política e ideológica de forma crítica junto al desarrollo de una hipótesis imaginativa para pensar en otros mundos posibles.

La máquina literaria de Irmgard incorpora, además, una serie de ensayos sobre nuestro presente. Es la respuesta a dos libros de imaginación liberal bienpensante: El futuro es hoy: Ideas radicales para México, coordinado por Humberto Beck y Rafael Lemus, y el libro colectivo ¿Y ahora qué? México ante el 2018. Ambos, desde el principio de la democracia, quieren trazar reformas desde una oposición binaria de México como el bueno (democrático institucional) y el malo (corrupto, pobre, criminal) sin enfatizar los lazos complejos que ambos mantienen y perpetúan en codependencia. La autora critica la falta de matices para proponer objetivos que construyan un mejor país, pues al hacerlo de forma maniquea se quedan en utopías sin contexto. También dialoga con el clásico Cómo terminará el capitalismo, de Wolfgang Streeck, en el que se propone que, más que terminar, el colapso del capitalismo se verá como un interregnum de entropía, desorden social, desaceleración e intensificación de conflictos y la desaparición de las macroeconomías. La autora mapea el terreno ideológico para traer al presente distópico al Consejo Nocturno que, en Un habitar más fuerte que la metrópoli, clama por formas sociales autónomas, antagónicas y destituyentes que se opongan al imaginario del Estado y la economía global. De ese choque surgen los ejercicios de imaginación radical o relatos especulativos al interior del libro. 

Imágenes inspiradas en el libro. Cortesía del autor.

Irmgard arma una serie de escenarios que se antojan reales y al mismo tiempo lanza la provocación a la imaginación radical para tensar presupuestos y no repetir la política tecnócrata en generalidades vacuas. Entre el modelo del Research Based Artist y la ficción se da una metodología del arte como lugar habitable. Aunque explícitamente en el libro sólo salgan dos obras de arte, un artista y un museo y en general se condene lo cultural como entretenimiento, la petición de principio del libro es que éste (el libro) es un espacio autónomo como de arte o de conocimiento. Es lo que a principios del siglo XXI se quería bautizar como literaturas postautónomas: escrituras que formarían parte de la fábrica de presente que es la imaginación pública.