A menudo se piensa que las políticas neoliberales se implementaron en los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados Unidos. Ambos políticos dominaron la década de 1980 porque influyeron en el cambio de paradigma económico en gran parte del mundo. Sin embargo, años antes un país latinoamericano había experimentado con la génesis del neoliberalismo cuando este esquema aún no monopolizaba las políticas gubernamentales. Chile fue la nación que implementó la desregulación económica con la llegada de la dictadura de Augusto Pinochet en 1974, después del golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende.
La periodista chilena Carola Fuentes investiga en Chicago Boys (Debate, 2021) al grupo de economistas chilenos que moldearon las políticas de su país desde los tiempos de la dictadura hasta nuestros años. El libro es, además, la base del documental del mismo nombre estrenado en el 2015. A través de las biografías de académicos como Rolf Lüders, Sergio de Castro, Ricardo Ffrench-Davis, Carlos Alberto Massad, entre otros, Fuentes muestra cómo un pequeño grupo de estudiantes chilenos —pertenecientes a la clase media y alta— influyeron en la dictadura de Augusto Pinochet después de haber cursado sus estudios superiores en la Universidad de Chicago, institución en donde conocieron a Milton Friedman, quien se convertiría, en el último tercio del siglo XX, en referente ineludible de la ideología neoliberal.
Una de las primeras cosas interesantes que se descubren a través de la historia de los Chicago Boys es que, contrario a lo que se piensa, su ingreso a la burocracia de alto nivel no ocurrió de inmediato y tuvieron que dar varias batallas hasta que sus políticas se implementaron. Es cierto, varios convenios fueron ampliamente impulsados para que estos jóvenes estudiantes chilenos se educaran en el departamento de Economía de la Universidad de Chicago; pero no se esperaba que, a su regreso, tuvieran influencia inmediata en el gobierno de su país. Durante la década de 1960 y principios de 1970, el neoliberalismo promovido por académicos como Milton Friedman aún no se convertía en la corriente dominante. La desregulación económica que incluía la privatización de grandes sectores estatales era vista como una utopía que, incluso, encontraba reticencias en los empresarios más conservadores de Chile.
Chicago Boys narra cómo el gobierno de Salvador Allende enfrentó los primeros problemas económicos debido a la injerencia de Estados Unidos y, también, a una política que apostó por la fluidez de efectivo sin tener la correspondiente base fiscal. El caos generado (boicots, inflación, huelgas y una prensa controlada por los opositores) sirvió como prólogo al golpe de Estado de 1974 con las consecuencias conocidas por todos. Con el tiempo, las recetas de los académicos egresados de Chicago comenzaron a implementarse gracias a la confianza que les tenía el dictador y a un entorno internacional favorable al país, a pesar de que, en aquel entonces, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, recelaba de los métodos violentos (asesinatos, desaparecidos, presos políticos) que convirtieron a Chile en un Estado de excepción, como cualquier dictadura militar de la época.
Siguiendo las enseñanzas de Milton Friedman, se llevó a cabo la privatización de grandes sectores de la economía chilena. Sin embargo, la utopía del libre mercado —la idea fantasiosa de que éste es capaz de autorregularse— se convirtió en una pesadilla cuando los préstamos en dólares fueron impagables por las altas tasas de interés y, sobre todo, porque la concentración de poder económico en manos de un puñado de empresarios condujo a la especulación con activos públicos y, por supuesto, por la corrupción. La prosperidad —como ocurrió en la década de 1980— sólo fue para unos cuantos y la desigualdad avanzó en Chile a pesar de que los intelectuales liberales promovían al país como un ejemplo de modernidad para Latinoamérica. El último clavo en el ataúd de la herencia de los Chicago Boys fueron las protestas del 2019 y 2020 que tuvieron, como punto de inflexión, el alza en las tarifas del transporte público.
Más allá de la fortuna que corrió el grupo de economistas chilenos educados en Chicago, su historia nos debe servir como una reflexión para nuestro futuro. Los funcionarios que sometieron al país a un shock económico creían, en todo momento, que los modelos matemáticos en los cuales fundaban sus políticas eran adecuados sin importar lo que sucedía en las calles de su país. Muchos de ellos, incluso, afirmaron tiempo después que desconocían los métodos violentos de la dictadura (o que éstos ocurrieron sólo al inicio) y que el plan económico que les fue encargado —conocido popularmente como “El ladrillo”— fue un simple ejercicio que hicieron sin saber que los militares que les pidieron el encargo estaban a punto de dar un golpe de Estado. Los dos elementos que caracterizaron la implementación del neoliberalismo en Chile, las políticas económicas que acabaron con la regulación del Estado y el autoritarismo necesario para implementarlas, por lógica, encontraron resistencia en las clases populares, pero siguen presentes en nuestras sociedades. En un futuro que nos ha alcanzado, en el cual la guerra y la escasez de recursos serán la norma, vemos cómo la pulsión autoritaria se fortalece para desechar cualquier gestión democrática de la economía e imponer medidas dacronianas que echarán atrás décadas de avances en justicia social y derechos humanos.