Presentación
Durante la última década del siglo XX, la integración global de los mercados fue celebrada abiertamente como el primer paso hacia el cumplimiento de un viejo sueño de las élites intelectuales occidentales que, por lo menos desde la década de 1950, pugnaban por desterrar a la ideología del debate público y la práctica política. Al tiempo que la consolidación de la globalización neoliberal prometía a las masas del mundo la prosperidad y la abundancia, las diferencias que habían definido durante siglos el espectro político se desdibujaban como resultado del entusiasta abrazo del mercado promovido por líderes tan distintos entre sí como Tony Blair, Carlos Salinas de Gortari, Atal Bihari Vajpayee, Bill Clinton, Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso.

La llegada de este “fin de la historia” vino acompañado de una reconceptualización de las coordenadas políticas, como resultado del cual la izquierda se acercó al centro en la mayoría de las sociedades del mundo y la lógica neoliberal se convirtió en un nuevo sentido común global. En este nuevo mundo pretendidamente postideológico de administración gerencial de la política y entronizamiento del mercado, el fanatismo irracional parecía ser patrimonio exclusivo de grupos identificados con posiciones “premodernas” o irreflexivas como el yihadismo o el nativismo.
Sin embargo, a medida que el siglo XXI comenzaba a arder sobre las cenizas del XX, los riesgos intrínsecos a la fantasía tecnocrática y el utopismo liberal del fin de las ideologías se hacían cada vez más evidentes. En el Atlántico Norte —azotado por una creciente crisis de desempleo, precarización y falta de crecimiento— emergieron como hongos grupos que revivían el entusiasmo ideológico de la ultraderecha de la primera mitad del siglo XX: neonazis en Grecia, Alemania y Ucrania; franquistas en España; supremacistas blancos en Estados Unidos y el Reino Unido; y regionalistas xenófobos en Inglaterra, Italia, Francia y Escandinavia.
A diferencia de la época de entreguerras, a la que tanta referencia se ha hecho en el debate público global en los primeros años del nuevo siglo, este malestar se extendió también por las calles del Tercer Mundo, alimentando el origen del oscurantismo fársico del bolsonarismo en Brasil, la consolidación de la agenda abiertamente fascista de la Derecha Hindú transnacional, el etnonacionalismo conservador turco encabezado por Recep Tayyip Erdogan, el gangsterismo genocida del gobierno de Rodrigo Duterte en Filipinas, el régimen ultraseguritario de Bukele y el resurgimiento de la ultraderecha reaccionaria, clasista, católica y racista en México.
En todo el mundo, esta enfermedad reaccionaria está a la alza. Esto nos obliga a ir más allá de los límites de las viejas fijaciones interpretativas que guiaron el análisis durante décadas e insistieron en asociar a la ultraderecha con la defensa de agendas premodernas y concepciones sociales arcaicas o anacrónicas. Si aceptamos, entonces, que pensar a las nuevas derechas es pensar el mundo actual, se hace urgente el cuestionamiento en torno a las razones de su rápida expansión e indudable centralidad.
Reducir el fenómeno a sus líderes es un problema. También lo es creer que las victorias de sus formaciones políticas se reducen a la arena electoral. La lógica de la polarización y las tendencias fascistas que han permeado la política partidista de muchos países del mundo tienen su origen en procesos de derechización de la sociedad, alimentados por la desprotección, la precarización, el cinismo, la aceptación del discurso del odio y el fracaso de los proyectos colectivos de transformación de la realidad. Como resultado, la agenda política global se ha desplazado hacia la derecha en temas tan delicados como la migración, los derechos humanos, la militarización de los espacios de vida, el rechazo a las reivindicaciones de género o el lugar de la verdad y la ciencia en nuestras sociedades.
En medio de una conmoción generalizada por la pandemia de COVID-19 y sus crisis aparejadas, es urgente entender las lógicas políticas y resultados que ofrecen las ultraderechas. Dar cuenta de sus estrategias de seducción hacia los sectores populares para robustecer la explicación sobre la llegada al poder de figuras carismáticas y las promesas que encarnan por fuera de los desdibujados partidos históricos del centro derecha (liberalismo social) y centro izquierda (socialdemocracia).
En este dossier nos preguntamos por la relación entre las condiciones sociales y sentidos políticos heredados de las gestiones neoliberales, con los idearios y programas de estas nuevas ultraderechas. También nos cuestionamos sobre las pasiones e ideas políticas que las ultraderechas actuales concitan dado que, en algunos casos paradigmáticos, su llegada al poder ha sido impulsada por vigorosos movimientos de masas. ¿Cuáles son sus estrategias organizativas, formas de comunicación y valores? ¿Cómo funcionan y qué transformaciones sufren cuando alcanzan el poder político del Estado?
Estos movimientos son el último capítulo de añejas tradiciones en el pensamiento de las derechas: ¿Qué elementos ideológicos del liberalismo, el fascismo histórico y el conservadurismo podemos rastrear en estas formaciones y gobiernos? ¿Cuáles son sus vínculos con el capital y las pasiones de clase que exaltan?
Partiendo de estas reflexiones, los textos incluidos en este dossier ofrecen múltiples miradas a la génesis, ideario político y formas de interacción de diversas ultraderechas en el mundo. Buscamos aportar elementos para poder afrontar la tarea conceptual de distinguir entre neofascismos, regímenes autoritarios y populismos de derecha, pero sobre todo nos interesa alertar sobre las consecuencias que éstos generan: la degradación de la política; la normalización del odio y el racismo como agendas de movilización y reorganización del debate público; y la vampirización de espacios y prácticas sociales como la religión, la familia o las organizaciones sociales, ahora puestas al servicio de agendas violentas, jerarquizadoras, excluyentes y destructivas.
En estos tiempos de encierro y separación resulta urgente enfatizar que, más allá de las amenazas virales, la pandemia más peligrosa a la que nos enfrentamos es ideológica. En el mundo nuevo que está tomando forma a partir de las ruinas dejadas atrás por la globalización neoliberal la ultraderecha representa una fuerza central a la que hay que hacer frente en la página impresa, los espacios digitales, las instituciones y las calles.