El resultado de la elección del domingo pasado en la Ciudad de México es un golpe de realidad a la asumida imagen de que acá se vota siempre por la izquierda electoral. El mapa de una ciudad dividida entre azul y guinda parece una parodia, pero en los hechos no lo es, pues demuestra los fallos de la Jefa de Gobierno en materia de dirección política, así como la ausencia de una estructura en favor de su proyecto en cada una de las demarcaciones. Y es también una cruda realidad que anticipa lo que será una fuerte y organizada oposición al gobierno de Claudia Sheinbaum y, por supuesto, al gobierno federal, en los próximos tres años. 

Con el triunfo en nueve alcaldías de la Ciudad, la alianza PRI-PAN-PRD no sólo pagará las cuotas comprometidas a los grupos que operaron el triunfo en lo local, sino que tendrá las condiciones ideales para maquinar las elecciones de 2024, que en buena medida será lo verdaderamente importante. Sin duda, la alianza agrupó una fuerza política que ninguno de los partidos que la integran hubiera conseguido por sí mismo en la presente coyuntura. Esto supuso que muchos grupos, en sus respectivos distritos, agilizaron sus bases y también una gran cantidad de recursos para acarreo, compra del voto y comercio de conciencias; pero de lejos se puede afirmar que los resultados globales sólo se deban a ello, a la innegable campaña sucia que se ha financiado en todo el país o a la natural ductilidad política de la clase media.

Basta mirar los nombres de algunos de los derrotados para ver la profundidad de lo sucedido y las posibles causas. En Cuauhtémoc perdió Dolores Padierna que, junto con René Bejarano –de conocida y malavenida trayectoria–, se convirtió en dirigente como líder de los damnificados del sismo de 1985, pero que tiene décadas en la escena política sólo como funcionaria o legisladora y que perdió la elección frente a una candidata de la coalición Va por México, de quien se afirman vínculos con Ricardo Monreal. En tanto que, en Coyoacán Morena sufrió su segunda derrota consecutiva; en 2018, cuando la ciudad se pintaba de guinda, en esta alcaldía triunfó la alianza Por México al frente (PAN-PRD-MC). Ese triunfo, como el de ahora, es inimaginable sin la maquinaria orquestada por un grupo que opera en los pedregales, encabezado por Mauricio Toledo, alias “El Tomate”, señalado públicamente por corrupción. Tlalpan es el caso en el que una elección muy cerrada se pierde por la ineficacia de un aparato electoral que promueva y defienda el voto en cada casilla. Sirvan estos tres casos para mostrar que el voto de castigo no se traducirá en un mejor desempeño administrativo ni representativo.

La salida de bote pronto de muchos espectadores y de militantes del partido en el poder ha sido que, en la Ciudad de México –que concentra a la población con mayor escolaridad del país y la más próxima al uso de redes social e información de internet–, la clase media ha interiorizado lo que Andrés Manuel López Obrador ha llamado la guerra sucia en contra de la 4T. Esto último es un hecho que bien puede documentarse, pues un chilango promedio recibió llamadas telefónicas, mensajes de texto y otros avisos de procedencia anónima, para convencerlo del peligro que representaba la permanencia de Morena en el poder. A esto se suma la también innegable debacle en los más importantes medios del país entre una fuerte tendencia de suyo antiobradorista –afiliada al PAN, al PRI y a sus partidos aliados– más otra línea que se ha ido sumando a la crítica a las políticas gubernamentales, por razones de muy diversa índole –con una pluralidad que abarca sectores muy conservadores y otros de una izquierda crítica–. Sin embargo, es un error suponer que el reposicionamiento del PRI, PAN y PRD en la Ciudad de México, sólo se debe a la permeabilidad y la apropiación de la clase media de los discursos de la reacción, que ha capitalizado todas las contradicciones y los descalabros de la 4T. Esta posición es una salida fácil, equivocada y peligrosa.

Para quienes participaron en la contienda electoral, es claro que en las colonias residenciales la derecha salió a votar de manera decidida, como también es cierta la movilización que operó la alianza PRI-PAN-PRD de una enorme cantidad de recursos para compra del voto, por otra parte, fue visible intervención del Instituto Nacional Electoral (INE), que a nivel federal y local sacó a terreno a verdaderos operadores políticos para garantizar una cierta tendencia final, o que abandonó otros para que las fuerzas locales se confrontaran. Con todo, en el entramado de factores a considerar, el desplazamiento del voto de la ciudad de México no se puede reducir a estos elementos, pues éste expresa también un voto castigo en todos los sectores que integran esta compleja ciudad.

La ciudad más progresista del país, con una población que ha mostrado su más rotunda solidaridad colectiva en los momentos de profunda crisis, no es reductible a la clase media que se identifica ideológicamente con la agenda conservadora. Esto sería tan absurdo como suponer que los habitantes de la CDMX son mayoritariamente clasemedieros. Hay un voto de castigo que se traduce en ausentismo en las urnas o en abierta inclinación por lo que no sea Morena, debida a una falta de liderazgos locales que organizaran el voto y congregaran la voluntad colectiva, tanto como a la ausencia de posicionamientos y medidas claras y contundentes respecto a la tragedia en la línea 12 del metro o al manejo social de la pandemia y la crisis económica. Es también una muestra de que no ha sido suficiente que las fuerzas al interior de Morena se acuerpen en torno a la defensa del proyecto de la 4T en oposición a la reacción, lo que en muchas ocasiones las ha inclinado al silencio o la aceptación acrítica, pues ha hecho falta ver que disputan entre sí posiciones críticas que fortalezcan la vida democrática y una verdadera agenda de izquierda –tan ausente en muchos temas–. Esto no niega, por supuesto, el hecho de que la intervención del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en el proceso de la elección de Morena, que logró la imposición de Mario Delgado como Presidente del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido, sometió a la militancia a una disputa interna que descuidó el trabajo hacia afuera en el complejo escenario del confinamiento social.

Pero, la falta de un trabajo de base, capaz de crear y atraer nuevos liderazgos explica parcialmente el triunfo de un Quadri frente a un Pablo Gómez, ambos igualmente desconocidos para la mayoría de los votantes locales jóvenes, por ejemplo. O la diputación que se embolsó Margarita Zavala, contra toda ética mínima. Estos son los costos del alejamiento efectivo de las más sentidas movilizaciones sociales que, en un país tan centralista como éste, siempre congregan a una gran fuerza activa en la capital. Así, el alejamiento, la represión y el silencio ante las demandas de las movilizaciones de las mujeres, que apenas en 2020 abarrotamos las calles, se expresa también en el voto de castigo de un sector de las capitalinas, que contradictoriamente pone en riesgo el avance de las causas contra la violencia de género en la Ciudad. Este tipo de fenómeno tiene que ver con aquello que los sectores más activos y de izquierda de esta ciudad esperamos de un gobierno que se hizo del poder bajo consignas de justicia social. 

Por lo tanto, reducir el triunfo de la alianza opositora a la presencia masiva de las clases medias es un análisis sesgado que también omite el fuerte deslizamiento del voto en muchas colonias populares. Lo que también serviría de muestra de que los programas sociales no se traducen en automático en voto duro. Además, se ha supuesto durante mucho tiempo que en las colonias que votaban invariablemente por cualquier candidato del PRD –por lo que la verdadera disputa de las candidaturas era la interna–, incluso aceptando perfiles bajísimos, como el Miguel Ángel Mancera, iban a mantenerse fieles ahora a Morena. La falta de dirección política, los acuerdos cupulares y los consecuentes dedazos han mermado a una parte muy significativa de ese electorado.

No hay que olvidar que muchas de las colonias populares en esta ciudad se construyeron por la organización activa de habitantes, que pelearon por servicios, seguridad, educación, y que hoy son la resistencia activa a la gentrificación y los megaproyectos urbanos. Son esos los que salieron masivamente a poner el cuerpo en las tragedias de 1985 y 2017; son los habitantes que nunca han optado por manifestarse en contra del derecho a la interrupción del embarazo; son los mismos que han apoyado las movilizaciones de estudiantes de la UNAM, la UAM y el Poli. Esta ciudad, que hoy cuenta con una de las más esperanzadoras Fiscalías Especializadas para la Investigación del Delito de Feminicidio, ha forjado a muchas y muchos dirigentes sociales que han mantenido a raya a la derecha conservadora con la que comparten territorio. Por lo tanto, un sector muy importante de esta misma ciudad, que no se puede identificar con la clase media conservadora, es la que está lanzando un poderoso mensaje al que, si no se presta atención adecuadamente, se le abandona al oportunismo y el clientelismo de las clases acomodadas y sus intereses. 

Morena, sus bases y su dirigencia tienen mucho que pensar, pero también lo tiene el gobierno de la 4T, porque también existe el riesgo de que se asuma que el triunfo en otras entidades y a nivel federal será suficiente para recuperar la Ciudad de México.