
Perspectivas
Astrid Yulieth Cuero Montenegro
“Vengo del ashé que la travesía transantlántica me despojó
Y que reencontré bailándole a Shangó
el orisha que se escondió en la Santa Bárbara y la burló
Vengo de una tierra donde la opresión se endulza con azúcar
Donde el negro machetero corta la caña a ritmo de Celina y Reutilio.
(…) Vengo de la experiencia de la negritud
que mira de frente la alienación a la que la han sometido las contradicciones impuestas
Soy del legado de la negritud que bailando y cantando espiritualiza las contradicciones abyectas (…)”
Fragmento pieza de Spoken Word, Astrid Cuero
Situando la producción de conocimiento. Mi lugar de enunciación como feminista negra antirracista
“Vengo de una tierra donde la opresión se endulza con azúcar, donde el negro machetero corta la caña a ritmo de Celina y Reutilio”. Con estos versos he intentado expresar mi experiencia de negritud, mi experiencia como mujer negra, que me llevó a politizarla años después en un sentido feminista negro. Comienzo contando de manera muy breve mi propia historia, en tanto este artículo tiene como objetivo reconstruir algunos de los principales aportes que han realizado las mujeres negras en Latinoamérica y el Caribe para la consolidación de un pensamiento y una práctica política feminista negra. Considero fundamental situar mi lugar de enunciación dentro de este proceso de sistematización de las principales genealogías feministas negras caribeñas y latinoamericanas, justo porque como han señalado Angela Davis y Gina Dent, la historia del feminismo negro ha sido la historia de un movimiento social y político basado en la experiencia (Davis y Dent, 2019, p. 46). La experiencia ha sido entonces el fundamento central de la teoría feminista negra.
Provengo de una familia negra atravesada por procesos de mulataje de la zona del Valle del río Cauca, nacida y criada en Cali, la capital del Departamento del Valle del Cauca, la tercera ciudad más importante de Colombia. Cali es una ciudad habitada por un importante porcentaje de migrantes negros del Pacífico colombiano y de pueblos aledaños que llegaban a esta ciudad en la búsqueda del progreso y de oportunidades laborales (Arboleda, 1998). Este proceso de proletarización urbana que vivieron mis padres al migrar de sus pueblos de origen a la Ciudad de Cali implicó procesos de despojo cultural y de vivencia de racismo y clasismo que por mucho tiempo les configuraron subjetividades alienadas respecto a la reivindicación de su negritud. Efectivamente sabían que eran negros, pero en el sentido negativo que la opresión nos hace interiorizar. Lo negro como marca de inferiorización y vergüenza (Cejas, 2021). Reivindicar la negritud como algo positivo era complicado en una ciudad como Cali gobernada por mucho tiempo por élites blancas y por una profunda ideología racista. Crecí con este desarraigo ancestral, socializándome desde niña en un ambiente urbano, aunque en los barrios empobrecidos y con mayor población afrodescendiente de una de las zonas más marginadas de Cali: el Distrito de Aguablanca. Logré por mi dedicación al estudio y el esfuerzo de mis padres llegar a la universidad, a estudiar la carrera de Sociología y fue allí donde comencé a acercarme al movimiento afroestudiantil mixto y a hacer parte de procesos de reivindicación de la afrodescendencia. En ese momento comencé a construir un posicionamiento crítico antirracista y a hacer un trabajo interno de fortalecimiento de mi identidad como mujer negra.
El grupo afroestudiantil GAUV (Grupo Afrocolombiano de la Universidad del Valle) fue muy importante dentro de mi proceso de formación política, principalmente en lo que tenía que ver con la reivindicación identitaria afrocolombiana y la historia afrodescendiente a nivel mundial. Más aún cuando inicié mi activismo político dentro de la izquierda estudiantil de la Universidad del Valle. Y aunque el pensamiento marxista con toda su complejidad fue fundamental dentro de mis primeros procesos de subjetivación política, lo cierto es que el problema del racismo no tenía gran centralidad dentro de sus demandas políticas. A través del GAUV tuve mis primeros acercamientos al pensamiento del giro decolonial, el pensamiento de algunos autores anticoloniales y poscoloniales como Frantz Fanon, Walter Rodney, Angela Davis, Malcolm X, y al trabajo de antropólogos negros y no negros que han realizado estudios sobre la cultura y la etnicidad afrodescendiente en América Latina, el Caribe y particularmente en Colombia.
La última etapa que viví en el grupo GAUV estuvo marcada por diversos conflictos con los compañeros negros que integraban el grupo y que hacían parte de su primera generación, lo que llevó a que ellos lo abandonaran y quedara integrado exclusivamente por mujeres negras. Algunos de estos compañeros fueron importantes referentes políticos para nosotras, mientras que con otros tuvimos más distancia por algunas conductas sexistas. Este proceso coincidió con el acercamiento que algunas de nosotras comenzamos a tener con el pensamiento feminista negro y los procesos de organización política de mujeres negras a nivel latinoamericano y caribeño. En ese momento, también desarrollamos la línea de investigación de base llamada «Ser mujer afro en Cali» en el año 2008, que tuvo como objetivo dar cuenta de los efectos de la discriminación sobre las mujeres afrodescendientes en esta ciudad, en múltiples niveles sociales como el empleo, la salud, el acceso al espacio público y la educación. En ese contexto, me adentré en la lectura y reflexión mucho más a nivel personal, —aunque motivada también por el intercambio con las compañeras del colectivo Gauv—, de algunas de las principales referentes del feminismo negro estadounidense.
Mi participación en GAUV, ligada a mi participación en el Semillero de Investigación en Género, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género “Mujer y Sociedad” de la Universidad del Valle, me llevaron a adentrarme en el conocimiento de algunas feministas blancas europeas y estadounidenses, pero sobre todo me llevaron a profundizar en el feminismo negro. Dentro del Semillero fue donde conocí por primera vez el libro Esta puente, mi espalda y por la vía de la investigación «Ser mujer afro en Cali», una compañera me hizo conocer el libro Mujeres, raza y clase de Angela Davis. De igual forma, en el año 2011 realizamos como colectivo de mujeres negras GAUV el seminario Conspiración afrofemenina en Cali, en donde confluyeron intelectuales feministas negras como Ochy Curiel y Mara Viveros y activistas del movimiento afrodescendiente y de mujeres negras del suroccidente colombiano como Francia Márquez y Yaneth Valencia de Lila Mujer (Cuero, 2019). Coincidentemente, poco después, en el año 2010, Angela Davis realizaría una visita a Colombia invitada por la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, que incluyó la visita a territorios y ciudades afrodescendientes como Cali y Suárez (Cauca), en el suroccidente colombiano. Y esto sería definitivo en la consolidación de mi posicionamiento feminista negro. Además me adentraría en la teoría de la interseccionalidad y la matriz de dominación como conceptos fundamentales del feminismo negro vía el pensamiento de Patricia Hill Collins y Mara Viveros que conocí casi por el mismo tiempo.

La visita de Angela Davis a Colombia, constituyó para muchas de nosotras, mujeres negras jóvenes, los primeros acercamientos al feminismo negro, no sólo como un movimiento social y político, sino como un paradigma epistemológico y teórico, cuyo fundamento central estaba en el conocimiento experiencial que ha sido subalternizado. El feminismo negro estadounidense se convirtió para mí en la plataforma política y la teoría social que de mejor manera me permitía explicar mi experiencia, tanto en el sentido de las violencias que había vivido como de las resistencias que había desarrollado. Su abordaje del carácter múltiple de la opresión, lo que en ese tiempo llamábamos interseccionalidad, porque era el concepto más común y legitimado en la academia para nombrar aquello, me dio las claves para explicar las luchas de las mujeres negras y sus comunidades más allá de los lentes de la clase y del género. Y me dio las claves también para entender mi propia experiencia personal y familiar, en la que sin duda el peso de la clase social había sido significativo, pero en la que claramente nuestra pertenencia de clase estaba racializada.
Justamente esto era lo que más me llamaba la atención del feminismo negro, la forma en la que me permitía enlazar raza y clase sin verlas o comprenderlas como categorías opuestas o mutuamente excluyentes. Yo provenía de una formación marxista, tanto en términos académicos como políticos por mi activismo en el movimiento estudiantil de izquierda, y eso había influido a la hora de explicar las desigualdades sociales a nivel mundial, estructural y las particulares de mi historia familiar y personal en términos de clase social. El racismo dentro de este paradigma se entendía como un derivado de la explotación de clase, una forma de dividir a la clase obrera, pero no se asumía a la raza como un eje de opresión estructural, del mismo nivel que la clase. Las primeras feministas negras estadounidenses que me influenciaron establecían esta conexión entrelazada e inseparable entre raza y clase, y no sólo entre estos dos ejes de opresión, sino también entre el sexo y la sexualidad. Particularmente Angela Davis y el Manifiesto de la Colectiva del río Combahee, me influenciaron mucho en este sentido.
Este primer acercamiento al feminismo negro, hace unos 12 años, me permitió adentrarme en el conocimiento de diferentes legados de lucha desde las mujeres negras tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica y el Caribe, y de figuras históricas que han contribuido al pensamiento y la práctica feminista negra. Personalmente, me considero heredera de este legado de luchas de ancestras negras que abrieron camino para que las mujeres negras más jóvenes podamos vivir con mayor dignidad, libertad y para enfrentar con mejores herramientas las violencias de carácter múltiple que vivimos cotidianamente.
Poner en el centro la experiencia, la personal y la colectiva, me permite dar cuenta del lugar encarnado desde el cual se construye el conocimiento, y de la gran cantidad de mujeres negras luchadoras que han quedado anónimas y subalternizadas en la historia hegemónica y visible del feminismo occidental. Que han quedado anónimas, además, en la historia de los movimientos antirracistas, pero que sin sus experiencias de resistencia no habría podido consolidarse el pensamiento feminista negro tal y como lo conocemos actualmente. Por ello, ubicarme experiencialmente me permite dar cuenta del proceso a través del cual me acerqué al feminismo negro y la forma cómo me transformó profundamente tanto a nivel político como subjetivo. Ubicarme experiencialmente con el fin de destacar la forma cómo las prácticas políticas de algunas de las principales figuras históricas entre las ancestras cimarronas que han aportado a la lucha anticolonial, antiesclavista y antirracista, han inspirado mi propia práctica política feminista negra.
A continuación, presento algunas experiencias de mujeres negras fundamentales dentro la lucha antirracista y antisexista desde sus experiencias de dominación y resistencia en el intento de abonar a una genealogía de feministas negras caribeñas y latinoamericanas.

Genealogías feministas negras caribeñas y latinoamericanas
Las genealogías feministas negras en América Latina y el Caribe se remontan a las luchas anticoloniales, cimarronas y antirracistas que libraron las mujeres afrodescendientes en la búsqueda de libertad frente a la condena de la esclavitud y posteriormente contra el racismo reproducido por los Estados-nación y sus élites con los procesos de blanqueamiento vía la imposición del mestizaje. Estas luchas cimarronas, es decir, las luchas asociadas a la fuga y a la construcción de comunidades de resistencia para la liberación y prácticas antirracistas desde las mujeres negras, fueron auténticos procesos pedagógicos (Walsh, 2014), es decir, procesos de construcción de conocimiento y sabiduría que se constituyeron en legados y memorias de lucha para las mujeres y feministas negras contemporáneas. Es necesario señalar que existe una gran deuda historiográfica respecto a la reconstrucción y socialización de las prácticas de resistencia de las mujeres negras en nuestro contexto latinoamericano y caribeño. Aunque han existido algunos esfuerzos por rescatar los nombres de algunas luchadoras negras cimarronas durante los procesos de colonialismo y esclavización y durante las independencias, no existe un trabajo historiográfico ni de sistematización de la magnitud de lo realizado por las feministas negras en Estados Unidos que dé cuenta de las luchas antipatriarcales y antirracistas desde la experiencia de las mujeres negras. A pesar de esta deuda historiográfica, voy a mencionar algunos nombres de luchadoras negras anticoloniales, antiesclavistas y antirracistas que han sido rescatadas del anonimato y que se constituyen como antecedentes del movimiento de mujeres negras y afrofeministas en Latinoamérica y el Caribe que surgió a finales de la década de los ochenta del siglo XX. Además, nos permite dar cuenta que las genealogías feministas negras trascienden la historización eurocéntrica del feminismo bajo la metáfora de las olas y confrontan la colonialidad del feminismo latinoamericano que ha invisibilizado los legados de resistencia de las mujeres negras.
La primera referente que quiero mencionar dentro del legado de luchas de las mujeres negras desde este contexto latinoamericano es Casilda Cundumí Dembelé, más conocida como la “Negra Casilda”, originaria de Malí, pero llevada en condición de esclavitud desde el puerto de Cartagena de Indias a una plantación de caña de azúcar en la región del Valle del Cauca, específicamente en lo que actualmente es conocido como el municipio de Palmira. Casilda fue participante activa de la causa por la abolición de esclavitud en Colombia, liderando procesos de fuga de negras y negros cimarrones y la creación en el año 1840 de un palenque de resistencia en lo que actualmente es el corregimiento de Los Ceibos, entre Palmira y El Cerrito. En ese proceso, Casilda junto a otras personas negras cimarronas enfrentó directamente a los grandes hacendados del Valle del río Cauca, que buscaban recapturarlos. Casilda fue una luchadora activa desde finales del siglo XIX, hasta las primeras décadas de la primera mitad del siglo XX, quien también destacó por sus conocimientos en hierbas para la sanación y para el encantamiento que usaba contra los hacendados. En esa lucha la acompañaron los dos esposos que tuvo a lo largo de su vida, el primero un criollo mestizo que la apoyó como intermediario para los procesos de fuga de los negros esclavizados, y el segundo un hombre negro liberto originario de Guapi (Cauca).
Dentro del contexto colombiano, también destaca la lucha de Felicita Campos, una líder afrodescendiente de la Costa Atlántica durante la década de 1920, quien defendió los derechos de los campesinos y campesinas a la tenencia de la tierra y organizó a su comunidad en San Onofre (Sucre) para enfrentar a los terratenientes despojadores del caribe colombiano. Por su parte, Ana María Matamba, dio una lucha de tipo espiritual-cultural-político para poder usar su apellido africano, de origen angolano, al ser llevada como esclavizada y conseguir su libertad en lo que es el actual municipio de Honda, en el Departamento de Tolima.
Las mujeres quilombolas también hacen parte del legado de luchas cimarronas desde las mujeres negras en Latinoamérica. Ellas fueron lideresas de la resistencia negra contra la esclavitud en Brasil durante los siglos XVII y XVIII, antes de que se declarara la Independencia y la abolición de la esclavitud en este país. Una de las líderes más importantes dentro de la organización de las mujeres quilombolas fue Dandara dos Palmarés, la esposa de Zumbi, líder y fundador del Quilombo dos Palmarés, territorio de resistencia de los esclavos cimarrones fugados de las plantaciones y que luchaban contra los ataques e invasiones de las expediciones de portugueses colonialistas.
Florinda Soriano Muñoz, más conocida como “Mamá Tingó”, ha sido otra destacada referente de la lucha de las mujeres negras, en la primera mitad del siglo XX en el Caribe. Mamá Tingó fue una activista y defensora de los derechos del campesinado en la República Dominicana. En la década de 1970, Mamá Tingó lideró la lucha contra el despojo injustificado de tierras a los campesinos residentes de Hato Viejo en Yamasá. Además, hizo parte de la Federación de Ligas Agrarias Cristianas (FEDELAC), encabezando varias movilizaciones campesinas. Finalmente, fue asesinada por Ernesto Díaz, en el proceso de querella en contra del terrateniente Pablo Díaz, en el año 1974.
Estas referentes de las primeras luchas anticoloniales, antirracistas y cimarronas desde la experiencia de las mujeres negras en América Latina y el Caribe no es extensiva, son sólo algunos nombres que han podido ser sacados del anonimato. Pero estos pocos nombres son abundantes en un repertorio de prácticas de resistencia que fueron consolidando una forma de hacer política y de construcción de conocimiento que comenzaría a ser nombrada desde finales del siglo XX como pensamiento feminista negro. Las experiencias de lucha de estas primeras cimarronas negras se han constituido en fuente de conocimiento y sabiduría que influirían en las primeras organizaciones de mujeres y feministas negras en nuestro contexto latinoamericano y caribeño. En este sentido, me gusta definir el pensamiento feminista negro como una teoría social crítica y una práctica política que elabora las reflexiones y vivencias cotidianas de mujeres negras, sobre la base de sus experiencias de opresión compartidas y que han contribuido a la construcción de un conocimiento experiencial para la liberación y transformación de sus propias vidas y de sus comunidades.
En la siguiente entrega de este artículo, me adentraré en la sistematización de algunas de las principales corrientes del pensamiento feminista negro latinoamericano y de los conceptos centrales que han elaborado a partir de las experiencias concretas de mujeres negras y activistas feministas negras. Reconstruyo a la par, el contexto de surgimiento de las primeras organizaciones de mujeres negras y afrofeministas que surgieron en nuestra región en las últimas dos décadas del siglo XX. Finalmente, analizaré las corrientes más recientes del pensamiento y la práctica feminista negra latinoamericana y caribeña que han entrado en diálogo con los aportes del feminismo antirracista y descolonial.
Referencias
Arboleda, Santiago (1998). Le dije que me esperara, Carmela no me esperó. El Pacífico en Cali, Cali: Editorial Artes Gráficas-Universidad del Valle.
Cejas, Mónica Inés (2021). “La(s) experiencia(s) de la racialidad. Conversación con Astrid Cuero” en Cejas, Mónica Inés y Ochoa Muñoz, Karina (Coords). Perspectivas feministas de la interseccionalidad. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco: Ciudad de México.
Cuero Montenegro, Astrid Yulieth (2019) “¿Es la experiencia el fundamento de las prácticas políticas feministas de las sujetas mujeres racializadas?” En Espinosa Miñoso, Yuderkys (Coord.). Feminismo Descolonial. Nuevos aportes teórico-metodológicos a más de una década. Quito: Editorial Abya Yala, Serie Pensamiento Decolonial.
Davis, Angela y Dent, Gina (2019). “Black Feminism e interseccionalidad de género, raza y clase”, en Viveros, Mara (Editora), Black Feminism. Teoría Crítica, Violencias y Racismo. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, Vicerrectoría de Investigación.