La agroecología es un instrumento útil para combatir la pandemia. La COVID-19 es provocada por un virus con graves repercusiones en las personas con diabetes, hipertensión, obesidad y otro tipo de enfermedades crónicas causantes de disfunciones cardiovasculares ocasionadas por el desbalance entre estilo de vida y la alimentación. Según el artículo de Thais M. Plasencia-Urizarri, del Hospital General Universitario “Vladimir Ilich Lenin” en Holguín, Cuba, las enfermedades renales crónicas, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial y la diabetes están entre las comorbilidades que mayor riesgo implican para una presentación clínica grave en pacientes con COVID-19, con incrementos mayores a 3,5 de riesgo. Por otro lado, la Secretaria de Salud de Jalisco, afirma que estos padecimientos crónicos están presentes en más del 50% de quienes fallecieron por COVID-19 y en 60% de los casos confirmados. Este artículo subraya la importante relación entre los sistemas de producción agrícola y la salud de las personas. Me enfoco en el caso de Bolivia con su sistema de huertos urbanos y periurbanos, así como su escuela de gastronomía tradicional donde la agroecología se utiliza como herramienta clave para garantizar la sostenibilidad alimentaria, especialmente durante la pandemia, y a su vez fomentar el diálogo de saberes para promover la cooperación entre culturas. Estos proyectos ejemplifican la importancia de valorar los saberes tradicionales de las culturas colonizadas, que en la actualidad siguen en resistencia por conservar sus territorios, prácticas productivas, sistemas de conocimiento y gastronomía tradicional.
En el caso boliviano, la agricultura urbana y periurbana apoya a las mujeres, fortalece las comunidades y mejora la salud pública. Desde el año 2018, el Gobierno Autónomo Municipal de Sucre, lanzó su proyecto de investigación participativa decolonizadora sobre agricultura urbana y periurbana, La Huertita de Sucre, con el apoyo de la Cooperación de Investigación Internacional de la Universidad de Berna en Suiza, con la finalidad de intercambiar conocimientos y experiencias como parte de un diálogo intercultural. Hoy en día dicho proyecto también cuenta con la aprobación de la FAO. De acuerdo a la Ingeniera Ximena Campos, intelectual, activista, hablante de quechua y secretaria municipal de Desarrollo Económico, el municipio de Sucre sufre de violencia contra las mujeres y el proyecto de los huertos urbanos y periurbanos sirve de apoyo para las mujeres y sus familias, pues ellas conforman el 97% de las unidades productivas de alimentos en el municipio. Alrededor de 200 mujeres participantes del proyecto ya cuentan con una certificación, emitida por el Gobierno Autónomo Municipal de Sucre, para la producción de alimentos limpios y orgánicos con los que pueden abastecer a sus familias y a su comunidad.
La Huertita de Sucre brinda un sistema de garantías y supervisión cruzada inspirado en una concepción comunitaria, de ese modo: asegura la diversidad de alimentos, promueve el intercambio entre vecinos, protege la biodiversidad, garantiza el abasto de alimentos saludables durante la pandemia, fomenta los sistemas locales y sustentables de producción urbana de alimentos y ofrece alternativas a los bloqueos de importaciones causados por las regulaciones sanitarias de la pandemia. Además, se hace énfasis en el consumo local como forma de abastecimiento y para disminuir la huella ecológica a través de un mecanismo de sustitución a las importaciones. En estas, los modelos de libre comercio construyeron cadenas largas de distribución de alimentos, lo que condiciona a los países del sur a importar sus productos, volviéndolos vulnerables ante los paros en los servicios de transporte y creando un desabasto de alimentos. El consumo de estos alimentos saludables, abundó Campos, es clave para asegurar el sistema inmunológico contra la COVID-19, fortaleciendo el sistema de defensa del cuerpo gracias a una alimentación balanceada y alta en vitaminas y minerales.

La alianza decolonizadora entre académicos y comunidades en Bolivia también ha impulsado otro proyecto de intercambio de conocimiento tradicionales de producción de alimentos: la creación de la Escuela de Gastronomía Manq’a (que significa comida, en aymara) para formar jóvenes alumnos en gastronomía aliados con los pequeños productores rurales y los consumidores locales. La escuela se rige bajo un modelo educativo que fomenta respeto y conocimiento de los productores agrícolas y a la diversidad y dignidad de las áreas rurales. Igualmente cuenta con formación gastronómica tradicional orientada a la creación de mejores oportunidades de vida para los jóvenes de escasos recursos en Bolivia y víctimas del conflicto armado en Colombia.

El sistema de huertos urbanos y periurbanos y la Escuela Manq’a ejemplifican la importancia de valorar los saberes tradicionales de las culturas colonizadas y que en la actualidad siguen en resistencia por conservar sus territorios, prácticas productivas, sistemas de conocimientos y gastronomía tradicional. Y, de esta forma, resistir a la pandemia. Como menciona Carlos Lenkersdorf en su texto Aprender a escuchar. Enseñanzas mayas-tojolabales, no es lo mismo escuchar que oír. Para Lenkersdorf el aprender a escuchar es dejar de concebir a la palabra sólo como una propiedad de quien habla, siendo esto la acción de oír, para esto es necesario escuchar con el corazón para recibir la palabra del otro y construir el nosotros.
Durante su proceso de volverse una nación pluricultural, Bolivia ha luchado por crear un sistema de reconocimiento de saberes tradicionales al implementar este principio de escuchar a las diferentes culturas que comparten ese territorio tan diverso. Actualmente las universidades indígenas bolivianas, las cuales son subsidiadas por el Estado y responden a políticas gubernamentales, están creando un sistema de validación de los conocimientos indígenas para motivar a que se abra un espacio de diálogo intercultural. El reconocimiento de saberes en competencia, como los dos proyectos de abasto alimentario expuestos, se plantea para comprobar la validez de los conocimientos campesinos dentro de los círculos académicos.
En conclusión, es vital escuchar todas las formas de conocimiento, especialmente si es para mejorar la calidad de vida de las personas como se da en el caso de los saberes sobre la agroecología. La agroecología como ciencia, práctica y movimiento social, busca armonizar los procesos de producción con los sistemas ecológicos y puede ser utilizada como una herramienta clave para mejorar las cadenas de alimentación y consecuentemente la salud de las personas, especialmente en estos tiempos de pandemia, siempre y cuando se permita un diálogo de saberes.