La entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canada ( T-MEC) y la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos son dos acontecimientos históricos que influirán poderosamente en el futuro de México. Es importante construir un mirada crítica que analice ambos eventos a la luz de la discusión colectiva sobre el tipo de país que queremos construir, la lucha por la decolonización, el esfuerzo por frenar la contrarrevolución encabezada por Donald Trump al interior de Estados Unidos, en América Latina y en el mundo entero, y la importancia de la solidaridad con el insólito movimiento contra el Estado policiaco global que ha surgido en Estados Unidos como parte de las protestas por el asesinato de George Floyd. 

 

Qué país queremos construir

EL Tratado de Libre Comercio (TLCAN) tuvo una importancia geopolítica y geoeconómica porque le permitió a EUA ganar la competencia intercapitalista con la Unión Europea y refrendar su poder mundial. En sus inicios la Unión Europea se formó a partir de una ciudadanía europea, la expansión de derechos, el establecimiento de medidas compensatorias para los países “más atrasados” y la creación de instituciones políticas europeas. En contra punto, el TLCAN fue un tratados de libre comercio que sirvió como instrumento de implantación del neoliberalismo y supeditación de la economía mexicana a la reproducción de capitales estadounidense. El 1 de enero de 1994 al entrar en vigor el TLCAN, el EZLN protagonizó la primera insurrección indígena y popular del siglo XXI, en defensa de la democracia y la soberanía de nuestro país. El TLCAN deformó la estructura productiva de nuestro país, promovió una integración subordinada y silenciosa de México a EUA, generó una enorme desigualdad y provocó graves problemas de salud pública. 

El T-MEC es mucho más leonino que el TLCAN y vulnera aún más nuestra soberanía. EUA obligó a México a aprobar seis leyes para homologarlas a su propia legislación. Por ejemplo, la ley de propiedad intelectual afectará la circulación de bienes culturales y tendrá graves efectos en las universidades. En una conversación que sostuve con David Barkin, el especialista en economía solidaria y ecología política radical, comentó que de hecho podríamos calificar al nuevo acuerdo como un tratado prácticamente colonial. David Barkin señala que México se ha convertido en una especie de taller automotríz, aeronáutico y agroindustrial de EUA. La reformas laborales si bien cuentan con instrumentos que auspiciarán la democracia sindical, también permitirán que los inspectores estadounidenses visiten las plantas mexicanas y denuncien a los organizadores sindicales como promotores de prácticas que violan la buena conducta comercial. Esto en el marco de un tratado que enviará las controversias a instancias de resolución de disputas formadas por empresas privadas que sustituirán a los tribunales públicos de las instancias multilaterales. El precio, dice David Barkin, de los tratados de libre comercio ha sido muy alto: la deformación de nuestra estructura productiva para emplazar una economía exportadora dependiente y elitista en vez de satisfacer nuestras propias necesidades. 

Ante esta situación es muy importante preguntarnos ¿qué tipo de país queremos construir? y ¿cómo nos queremos insertar en la economía global? Nosotros deberíamos aspirar a construir una estructura productiva enfocada en cumplir el desideratum de nuestras propias culturas y de las clases sociales populares, no a sobreproteger a una  élite minúscula enriquecida gracias a la conversión de México en un país maquilador. 

 

Atisbos de los designios imperiales 

El Presidente Donald Trump anunció la invitación que le hizo al presidente Andrés Manuel López Obrador a visitar la Casa Blanca durante una visita en el estado de Arizona a un tramo del muro fronterizo. En la semana previa a la visita del presidente de México hizo comentarios en contra de la medida tomada por la Suprema Corte de Justicia de EUA de impedir momentáneamente la suspensión del programa DACA que quitará la oportunidad de residir en EUA a 500 mil estudiantes mexicanos que cursan el posgrado en ese país. Un día antes de la visita, Donald Trump señaló que endurecería la política migratoria.  

En vísperas del viaje del presidente Andrés Manuel, el embajador de EUA en México, Christopher Landau, en una reunión con la dirección de la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (Concamin) ofreció atisbos de los designios imperiales: el gobierno mexicano está cambiando las reglas de inversión de la industria energética aunque se había comprometido a respetar los acuerdos tomados por la administración anterior. Comentó que no le gustaría ver un enfrentamiento entre el sector privado y el gobierno, y agregó: “pero no puedo mentirle a mis connacionales, así como están las cosas no es el momento de invertir en México.” El embajador informó también que durante la pandemia y el confinamiento había tenido que hablar varias veces a la Secretaría de Economía, para pedir que se incluyera como actividades esenciales a todas las empresas que abastecen de insumos a las empresas esenciales de EUA. “Afortunadamente nos resolvieron positivamente, pero tenemos que empezar a pensar como una única región con un mismo criterio”. 

Por su parte, en la víspera del viaje del presidente Andrés Manuel López Obrador a visitar a Donald Trump, Mike Pompeo, Secretario del Departamento de Estado, dijo que en la reunión era necesario hablar de Cuba y Venezuela.

 

Sabotear en vez de reforzar la contrarrevolución de Donald Trump 

La invitación que hizo el presidente Donald Trump al mandatario mexicano se realizó en el contexto de un esfuerzo sostenido por la Casa Blanca de combatir el potencial de cambio provocado por las movilizaciones contra el estado policiaco y el racismo. Trump encabeza una auténtica contrarrevolución.

Douglas Macadam afirma en We have never seen protests like this before” (The Jacobin, agosto2020) que el movimiento de indignación suscitado tras el asesinato de George Floyd es insólito y trascendental, por su persistencia, el número de manifestantes, su multiracialidad, su ubicuidad y su presencia en ciudades regiones tradicionalmente conservadoras. Por su parte William Robinson señala en “¿Hacia dónde va la insurrección antirracista en EEUU?” (América Latina en Movimiento, julio 2020) que la movilización contra el racismo y los abusos policiacos representa una primera gran insurrección cívica pacífica en Estados Unidos en contra de un Estado policial global; su magnitud asustó a la élite del país más poderoso del mundo. En ese marco pueden ubicarse el discurso y las acciones de Donald Trump contra las ideas progresistas y el liberalismo, que constituyen lo que podríamos llamar con toda propiedad una contrarrevolución en curso. 

La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene al menos tres elementos que incrementan la dependencia y la vulnerabilidad de México frente a Estados Unidos, y que contribuyen a un clima conservador en medio de una álgida lucha de clases (al interior de EUA, entre México y EUA y al interior de México): 1) el T-MEC impone limitaciones a la soberanía de México al impedir la aprobación de cualquier tipo de legislación que contravenga el espíritu comercial del tratado 2) la visita se realizó en el contexto de una auténtica contrarrevolución en curso en un momento en el que se requiere solidaridad con el potencial de cambio generado por las movilizaciones sociales 3) el encuentro se efectuó en el marco de la campaña electoral por la reelección de Donald Trump.

El viaje sin duda reforzó a Donald Trump, con todo lo que este significa en el contexto de la lucha de clases al interior de EUA, en América Latina y el mundo. En medio de una actitud incongruente, inexplicable e innecesariamente obsecuente, la experiencia política del presidente de México tuvo algunos gestos positivos, como cuando aprovechó para expresar que los migrantes son gente honesta y trabajadora, que han contribuido notablemente al progreso de EUA o cuando cuestionó la doctrina Monroe, minutos antes de la reunión de trabajo en la Casa Blanca donde se había anunciado que se abordaría la “cooperación regional” respecto a temas como Venezuela y Cuba.  

Una perspectiva de izquierda tiene que combatir política y culturalmente la contrarrevolución de Donald Trump y defender la soberanía de México en el siglo XXI.