El objetivo principal de este artículo es brindar un panorama sobre la situación actual de la energía en América Latina, a partir de un análisis de la matriz energética que permita vislumbrar el contexto de cara a los retos que implica la transición energética. Esa transición debe ser entendida como un proceso más amplio que implica no solamente intercambiar fuentes de energía, sino transformar la manera en la que concebimos los bienes naturales y la interacción que creamos más allá de una lógica meramente mercantilista y utilitaria. Para los fines de este artículo se hizo uso del Sistema de Información de Energía de la Organización Latinoamericana de Energía (SieLAC – OLADE) y de la Agencia Internacional de Energía (AIE), así como de otras fuentes de libre acceso y los sitios de información de las autoridades de cada país. Algunos datos pueden variar entre las distintas fuentes de información debido a la manera en que las entidades entregan la información y los tiempos en los que lo hacen. Sin embargo, en lo sustancial, los datos recopilados dan cuenta de manera adecuada sobre la situación actual de la energía en la región de América Latina y el Caribe.

La matriz energética de América Latina y el Caribe

Desde hace un par de décadas se ha planteado la necesidad de transitar de energías fósiles a otras que no tengan un impacto en el medio ambiente como las solares, eólicas e hídricas. Esa intención aunada al agotamiento de las reservas de hidrocarburos como el petróleo o el carbón han empezado a dar muestra de cambios en la matriz energética de la región.

Se entiende por matriz energética la representación cuantitativa de la estructura de producción y consumo de energía en una región determinada (Bertinat, 2016). Sin embargo, es relevante señalar que la matriz energética es sólo una parte dentro del sistema energético. Este último es un concepto más amplio para hacer referencia a todos los elementos políticos, económicos, sociales y culturales que influyen y tienen un peso específico y determinante en la gestión de la energía y que debe ser analizado con mayor profundidad.

Oferta de energía en América Latina

La matriz energética de América Latina continúa descansando principalmente en las fuentes de energía fósiles, esto es en el petróleo y sus derivados, el gas natural y en menor medida en el carbón. Para el año 2020, la producción de energía tuvo el petróleo como la principal fuente junto con el gas natural. El total de la oferta de energía de América Latina para este mismo año en cuanto a energías primarias incluyó cerca del 30% de petróleo y 30% de gas natural, el carbón mineral ocupó el 5%, la hidroenergía el 9%, mientras que el 24% estuvo conformado por otras energías primarias entre las que se incluyen el biogás, la energía solar, la eólica, los residuos vegetales y los productos provenientes de la caña y la leña. Asimismo, dentro de esta distribución, la geotermia y la energía nuclear representaron el 1% respectivamente (SieLAC – OLADE, 2020). En cuanto a las energías secundarias, los derivados del petróleo representan cerca del 66% y la oferta total de electricidad alcanzó el 29%, mientras que el restante 5% se distribuyó en otras energías derivadas del carbón mineral y de otras fuentes renovables. En lo que hace a las fuentes hidráulicas, se ha mantenido un crecimiento constante, mientras que las fuentes renovables como solares y eólicas han reportado un ligero incremento pero significativo para la matriz energética regional.

Principales países en el suministro total de energía por fuente en América Latina

Fuente: Elaboración propia con datos de AIE.

Fuente: Elaboración propia con datos de SieLAC.

Respecto del gas natural, un porcentaje mayoritario se destina a la centrales eléctricas para la generación de electricidad y otra parte minoritaria a las refinerías de los derivados del petróleo. Las fuentes de hidroenergía, geotermia, solar, eólica, biogás y otros residuos vegetales también sirven como insumos para la generación de electricidad. 

Consumo de energía para AL

En cuanto al consumo de energía de la región se puede observar la dependencia que existe en los hidrocarburos, entre los derivados del petróleo y el gas natural alcanza un 61% del total del consumo. Tan sólo el 50% proviene del petróleo y sus derivados, otro 20% corresponde a la energía eléctrica, mientras que el consumo de energías menos contaminantes como la solar, eólica y la biomasa corresponde al 15%; un 4% se divide entre el carbón mineral, vegetal y el coque. Por su parte, el consumo de gas natural asciende a 11%, sin dejar de considerar que una parte muy importante del gas natural está destinado a la generación de electricidad (SieLAC – OLADE, 2020), mientras que otra va directamente para consumo de la industria y residencial. El petróleo, por otra parte, está enfocado a satisfacer el consumo del transporte y en menor medida la industria, residencial, comercial y pesca, agricultura y minería. Las energías renovables como la solar, eólica, biogás y biomasa van encaminadas al consumo residencial e industrial. La distribución del consumo se puede observar en la siguiente gráfica.


Fuente: Elaboración propia con datos de sieLAC.

El sector de la electricidad

Respecto al sector de la electricidad, la región registró para el 2020 una producción cercana a los 1589713 kWh, mientras que en 2019 registró una producción de 1645314 kWh, experimentando una reducción aproximada del 4% (SieLAC – OLADE, 2020). La fuente más importante para la generación de la electricidad es la hidroenergía, mientras que el gas natural se posicionó en el segundo lugar y el petróleo como tercero. Las energías renovables (eólicas y solares) y los biocombustibles ocupan cerca del 10%. El carbón se encuentra cerca del 5% de la matriz de generación de energía eléctrica. De esta forma, la electricidad en América Latina fue destinada principalmente al sector de la industria, en tanto que el consumo residencial ocupó el segundo lugar y el comercial y de servicios públicos se ubicó ligeramente por detrás. Durante el período de confinamiento a causa de la pandemia por COVID-19 y el desarrollo del teletrabajo, durante el 2020, el consumo residencial de electricidad tuvo un leve incremento que se vio reflejado en el decremento tanto en la industria como en el sector comercial y de servicios (OLADE, 2020, p.3). De igual manera se puede destacar el papel que ha jugado en los últimos años el gas natural en la generación de la electricidad, la cual ha tenido un incremento significativo durante los últimos 10 años, mientras que en el mismo período de tiempo el petróleo ha experimentado una reducción importante.

Gráfica 3. Producción de electricidad por fuente

Fuente: Elaboración propia con datos de la AIE

En este sentido, la tendencia parece indicar que el gas natural será una de las fuentes más relevantes para este sector durante los próximos años, sobre todo, tomando en cuenta que las reservas probadas de gas natural para América Latina se calcularon en 2020 para 33 años, de acuerdo con la OLADE (SieLAC, Evolución de los indicadores económico-energéticos). Entre los países productores de gas más relevantes para la región se encuentran Argentina con reservas probadas por 8 años; Bolivia, que en febrero de 2022 anunció una nueva reserva de gas natural cuya producción generará ingresos por más de 260 millones de dólares al año (DW, 6 febrero 2022); Trinidad y Tobago cuya producción de energía está basada principalmente en gas natural con más del 90% (IEA) y con reservas probadas por cerca de 10 años (SieLAC, Evolución de los indicadores económico-energéticos). 

El panorama anterior nos permite prever una alta actividad de inversión en el sector del gas natural. En México se han anunciado varios proyectos para la construcción de plantas regasificadoras en el estado  de Sonora y la construcción de una terminal de licuefacción en Salina Cruz, Oaxaca. El Presidente López Obrador aclaró que la inversión es una de las que se autorizó tras sus reuniones recientes en Palacio Nacional con 16 empresas extranjeras del sector energético y el embajador estadounidense Ken Salazar (Rosagel, 4 de junio 2022).

Además, el gas natural es considerado por algunas entidades como una fuente de energía clave para la transición energética, debido a que genera menos emisiones contaminantes y ha permitido la eliminación gradual del carbón, sin que ello invisibilice el hecho de que tiene impactos importantes en el medio ambiente y ha generado una serie de conflictos sociales en torno a su extracción y distribución como en los casos de Perú, en las localidades de Chusis y Miramar en la provincia de Sechura, en la norteña Región Piura, contra la distribuidora de gas natural Gases del Norte por posibles afectaciones a los ecosistemas (BNAmericas, 14 de marzo 2022).

Transición energética justa y con enfoque de derechos humanos

Tal como lo plantea el sector del gas, ante la necesidad de optar por energías menos contaminantes, el tema de la transición energética se ha vuelto recurrente en las agendas de foros intergubernamentales y empresariales al abordar los retos de la energía actual. Se trata de uno de los temas más relevantes y el cual pareciera que se aborda más como una condición que una convicción. De acuerdo con las definiciones más comunes y ampliamente difundidas, la transición energética busca sustituir las fuentes de energía fósiles por energías que generen un menor impacto en el medio ambiente, ya que las primeras emiten altas concentraciones de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero, lo que ha acelerado el cambio climático con graves consecuencias para el planeta. 

El impacto que el uso de energías fósiles tiene en la alteración al equilibrio de la naturaleza, conlleva importantes riesgos a la salud de las personas. Algunas entidades y organizaciones de la sociedad civil han analizado las afectaciones de las emisiones por combustibles fósiles a la generación de padecimientos y enfermedades que ponen en peligro la vida de las personas. De acuerdo con las Naciones Unidas, las emisiones mundiales de CO2 (dióxido de carbono) por combustibles fósiles aumentaron 62% entre 1990 y 2019. Del total de las emisiones contaminantes que genera México, 64% corresponden al consumo de combustibles fósiles (Green Peace, 5 de abril 2021).

Por lo anterior, es necesario hacer un par de precisiones. La energía ha sido entendida desde distintos enfoques; como una mercancía necesaria para ejecutar diversas tareas o trabajos que generarán otros productos para su consumo y por consiguiente ganancias para algunas personas. Bertinat ha señalado la forma meramente mercantilista que se le ha asignado a la energía, en sus palabras, “la energía, en tanto mercancía, se configura entonces como una herramienta imprescindible para la reproducción del capital” (Bertinat, 2016, p. 6). En su análisis también señala que la energía es mucho más que un concepto físico, es una cuestión también social, política, económica y cultural. 

En línea con la propuesta de Bertinat, consideramos que la energía no se puede limitar bajo ninguna circunstancia a la lógica mercantilista, sino que debe ser entendida por todos los actores como parte de los bienes naturales de los cuales depende la subsistencia de la vida en el futuro, por lo que su explotación la pone en juego. Desde esta perspectiva, la denominada transición energética no puede estar limitada a la sustitución de un tipo de fuente por otra; no basta con cambiar el bien que se va a explotar si no cambia la forma de explotación en la que unas cuantas se benefician y otras cargan con los impactos. No podemos olvidar que la transición planteada busca y requiere de diversos minerales como el cobre o el litio, con todo lo que su explotación conlleva. Por ello es que se requiere ir más allá de la transición y buscar la transformación de la forma en la que opera el sistema energético, para colocar en el centro la forma en la que nos relacionamos con los bienes naturales a partir de una visión de conservación más que de explotación y meramente monetaria. 

La energía debe ser entendida como un derecho al que se debe tener acceso de manera democrática para satisfacer determinadas necesidades fuera de la lógica del capital que sólo busca la generación de ganancias a costa de los impactos ambientales y las violaciones a los derechos humanos. Al menos 789 millones de personas viven sin electricidad, y cientos de millones más tienen acceso a un suministro insuficiente o poco confiable, según el Banco Mundial. La transición energética no puede completarse mientras el sistema energético continúe excluyendo a las personas.

Conclusiones

Es importante tener en consideración que distintos acontecimientos en el mundo han tenido una repercusión directa en la producción y suministro de la energía mundial. Las medidas de confinamiento destinadas a evitar la propagación del COVID-19 afectaron directamente el consumo de energía. El otro factor que ha impactado el sistema energético mundial es el conflicto entre Rusia y Ucrania. La dependencia que tiene Europa del gas ruso ha llevado a un incremento en los precios de la energía, sobre todo durante los primeros meses del conflicto en el que el petróleo y el gas natural vieron los mayores aumentos (Fariza, 2 marzo 2022).

Si bien la matriz energética de Latinoamericana y el Caribe se mantiene afianzada en las energías fósiles como el petróleo y el gas natural, existen ligeros incrementos en la utilización de otras energías como la eólica y solar. Adicionalmente, la hidroenergía se ha posicionado como la fuente primaria de energía más importante para la generación de electricidad. 

Por su parte, el gas natural es actualmente la segunda fuente de energía más importante tanto en producción de la región, como en el consumo para la generación de electricidad. Se prevé que para los siguiente años, la industria del gas natural juegue un papel relevante para los capitales privados, lo que constituirá un desafío frente a los derechos humanos y los impactos ambientales.

La transición energética planteada por las empresas y los gobiernos parece estar condicionada a una profundización del modelo extractivista, sobre todo en lo que respecta a los minerales y las energías de transición como el gas natural y la construcción de presas hidroeléctricas. Por ello resulta fundamental alentar los espacios de discusión sobre el tipo de transición que se requiere desde las voces de la sociedad civil, las comunidades y las personas que hasta ahora han estado excluidas de ese debate.

Golfo de México y Estados Unidos. Foto: NASA. Tomada de Unsplash

Referencias

Bertinat, P. (2016). Transición energética justa. Pensando la democratización energética. Friedrich Ebert Stiftung.

SieLAC – OLADE. (2020). Balance energético resumido: América Latina  el Caribe

SieLAC, Evolución de los indicadores económico-energéticos

OLADE. (mayo 2020). Análisis de los impactos de la pandemia del COVID-19 sobre el Sector Energético de América Latina y el Caribe. OLADE.

DW. (6 de febrero 2022). Bolivia anuncia hallazgo de nueva reserva de gas natural. Deutsche Welle en línea.

IEA. Total energy supply by source, Trinidad and Tobago. Energy Statics Data Browser. 

Rosagel, S. (4 de junio de 2022). Autoriza Federación 2 mil mdd para planta de gas en puerto Libertad. El Imparcial.

Green Peace. (5 de abril 2021). ¿Cómo afectan los combustibles fósiles a la salud humana? Blog Green Peace México.

BNAmericas. (14 de marzo 2022). Concesión de gas natural genera nuevos conflictos en Perú.

Fariza, I. (2 de marzo, 2022). Los precios de la energía se descontrolan por la guerra en Ucrania, El País.