El género musical del corrido tumbado ha ganado popularidad de forma exponencial en los últimos tres años. Un híbrido de estilos populares, y un híbrido también de las regiones mexicanas y estadounidenses, ha cautivado a las audiencias hispanohablantes de ambos lados de la frontera, incluso a sectores improbables de escuchas en otras latitudes. Pero la controversia lo ha acompañado desde su origen debido a su indisoluble relación con el narcocorrido y los tintes violentos y patriarcales que lo envuelven. Las posturas ante su emergencia van del pánico moral y el clasismo, a una consideración ingenua de su sonido como expresión de resistencia de las clases populares. Pero si queremos analizar tal fenómeno desde una perspectiva más objetiva, es conveniente una capacidad adorniana de escucha.

Sabía el intelectual de la Escuela de Frankfurt que la potencia progresiva o regresiva de la composición musical se halla en su construcción y en el manejo del material, en el grado en el que se hacen evidentes las contradicciones sociales por medio de las contradicciones de la materia sonora. Es decir, Adorno veía en la música una especie de termómetro de las condiciones sociales en las que surge. La peculiaridad de la teoría del académico alemán es que lucha contra la tendencia de una sociología de la música que se centra sólo en las características de los grupos humanos que la crean y que desprecia las cuestiones técnicas, y, al mismo tiempo, contra una tradición idealista de la estética donde la armonía, la melodía y la forma eran el producto de influencias espirituales y no de las relaciones materiales que les dan origen. El último elemento, y quizá el más importante, es el hecho de que la música tampoco es un mero reflejo de su contexto, sino que, a través de una lectura de su composición, se pueden encontrar pistas para la superación de estas condiciones. Aquí debemos abandonar la analogía del termómetro y adoptar ahora la de la composición musical como un laboratorio que nos permite manipular una muestra de nuestro tiempo y espacio, y buscar posibles salidas a los conflictos del presente.

Ahora, si bien Theodor Adorno jamás concedió a la música popular relevancia alguna para sus análisis, ello no nos exime de rastrear el movimiento dialéctico en esta expresión artística, por más rudimentaria que pudiera parecer comparada con la llamada “alta cultura”. Es verdad que el folclor musical hace un uso menos sistematizado y minucioso que su contraparte orquestal y de cámara, pero, en su búsqueda de actualizarse para el gusto del público, va sufriendo transformaciones donde se pueden rastrear también evoluciones y regresiones. Busquemos, pues, la estética del corrido tumbado.

Corrido progresivo, un antecedente

Las genealogías que circulan sobre el corrido tumbado coinciden en considerar a Natanael Cano como el fundador del género, y están en lo correcto. Sin embargo, la mayoría falla en mencionar a su discreto hermano mayor: el corrido progresivo. Probablemente se debe a que este subgénero nunca despegó. Se quedó en estado embrionario con algunos experimentos por parte de artistas como Gerardo Ortiz y Régulo Caro, a inicios de la década del 2010. ¿Cuál era la propuesta de este estilo? Su apellido proviene de otros fenómenos musicales como el rock progresivo y el metal progresivo. La etiqueta de “progresivo” en este caso indica una potenciación del género mediante técnicas musicales más sofisticadas y un uso más consciente de la teoría compositiva.

La inclusión de los compases irregulares, la armonía compleja y el virtuosismo instrumental son características de los estilos progresivos. Sin embargo, la mayoría de la producción de este tipo de corrido nunca contó con un despliegue técnico de ese nivel, salvo contadas excepciones, aunque sí significó una evolución en cuestiones musicales. Una combinación de factores, como el auge en su momento de otros géneros populares y la ausencia en ese entonces de plataformas más poderosas de viralización, como Tik Tok, contribuyeron a que este estilo no alcanzara la misma fama que el tumbado. No obstante, su fuerza interpretativa concedió un impulso a algunos productores del regional mexicano, sobre todo en la combinación de géneros, lo que sirvió como base para el ascenso del tumbado.

Contrabajo percutido

El sonido percusivo de las pesadas cuerdas del contrabajo es parte esencial de la línea melódica grave. Incluso, cuando en lugar de un instrumento acústico se utiliza un bajo eléctrico, y se pierde ese efecto sonoro de clack, el ritmo sincopado continúa transmitiendo una sensación percusiva. Sin duda este desplazamiento del acento rítmico es una herencia de la polka, género europeo que llegó a la región norte mexicana en el siglo XIX. El carácter de baile de salón se conserva en los corridos gracias a este empuje cinético en la base rítmica. Por otro lado, la profundidad de las ondas de baja frecuencia y sus saltos de quintas y cuartas, que aterrizan en la fundamental del acorde o en su quinto grado, constituyen las columnas robustas que impiden cualquier sutileza armónica y afirman el centro tonal. Éste es un carácter que prevalece desde las primeras culturas musicales, donde más que un movimiento desarrollado como en la tonalidad de la música de cámara, se circula alrededor de un núcleo tonal. Cuando los compositores de academia han querido regresar a cierta crudeza armónica, como Stravinsky, han recurrido a esta armonía de cuartas. Tal mancuerna rítmico-armónica constituye el cimiento del género tumbado.

Virtuosismo melódico

En las cuerdas del bajo sexto y la guitarra de doce cuerdas se ejecutan con furor los temas que dotan de identidad a cada pieza. El trino es un efecto usado con frecuencia. No es tan disparatada esa comparación, que comenzó como una broma en Tik Tok, en la que se conecta un fragmento de Las cuatro estaciones de Vivaldi con una canción de Peso Pluma, arreglo que luego se incorporó de manera no irónica en la presentación de este cantante en la edición de 2023 de los MTV Video Music Awards. El trino usado en los violines del barroco transmite una efusividad similar. ¿Podríamos decir entonces que el contorno melódico del corrido tumbado proviene también de una voluntad de forma barroca? ¿Acaso no encontramos el mismo gusto por la exuberancia y lo estrafalario, la misma reverberación de lo ornamental? Incluso la elección de pares de cuerdas agrega densidad a la textura, y la técnica de plumilla, heredada de los instrumentos de cuerda renacentistas, le otorga mayor velocidad de ejecución.

El estruendo de los metales

No sorprende que, para rematar la intensidad sonora acumulada hasta ahora, la sección de metales resuene en el espectro de frecuencias agudas. Es singular la escasa participación de la sección de vientos madera propia de otros géneros del regional mexicano. La suavidad de los saxofones y los clarinetes sólo restaría a la calidad estrafalaria del corrido tumbado. Claro, esto le quita algo de riqueza tímbrica al ensamble, pero, de nuevo, la sutileza no es lo que se busca. Además, sigue en línea con la naturaleza popular de este género, pues está pensado para interpretarse al aire libre, en medio del bullicio de fiestas, bailes y ferias.

El ascenso de lo lumpen

La tragedia comienza cuando toda la fuerza sonora descrita anteriormente es capturada por la dimensión representativa de la letra. La prisión del pensamiento burgués encapsula la potencia del material musical que vibra debajo. En términos deleuzianos, las intensidades moleculares del deseo, el deseo en su estado más puro, es territorializado en un elemento molar, en una estructura de pensamiento más elaborada que, en este caso, desafortunadamente, corresponde al de la ideología dominante. El ansia de goce, de disfrute, de plenitud, es aprovechada así por la estructura de dominación y encauzada mediante sus valores de competencia y supervivencia del más apto. Después de todo, ése es el fenómeno del lumpenproletariado: cuando los de abajo desean llegar arriba no rompiendo las reglas del modo de producción capitalista, sino al contrario, llevándolas a sus últimas consecuencias. Se le arrebata la máscara al marco de buenas costumbres burguesas para dejar ver lo que hay detrás: la ferocidad. Y ese arrebato dionisiaco sádico devela a su vez aquel fenómeno nacido en el siglo XX, en épocas de agudas crisis: la fascistización de las masas.

En esto consiste la principal contradicción que se percibe en el corrido tumbado. Es innegable su vivacidad, incluso se le reconocen momentos de calidad musical, pero más de uno retrocedemos ante las representaciones de escuadrones lumpen y escenas de economía criminal que abundan en sus letras, videos musicales y presentaciones. Es cierto que las épocas de debacle económica son coyunturas que presentan oportunidades para la expansión de la conciencia de clase, pero también lo son para la redirección de esta efervescencia en dispositivos reaccionarios.

Y pareciera que a veces el corrido tumbado es consciente de su posición histórica, como cuando en el video de Ella baila sola, de Eslabón Armado y Peso Pluma se utiliza una estética art déco —aquel estilo opulento popularizado en plena Gran Depresión, en el periodo de entreguerras— a fin de reconocer una especie de paralelismo con el presente. El ambiente de la fiesta del video es glamoroso y elegante. En los salones de una mansión, hombres con smoking y mujeres con atuendo estilo flapper beben y bailan al ritmo de la música. Un escenario poco común para videos de corridos. No es que haga falta la muestra de lujos en estas producciones, sino que una referencia histórica es inusual. Aunque, en medio de una recesión, de guerras y enfermedades, la decadencia del hedonismo burgués escapista de principios del siglo pasado es una referencia acertada, pues habla de una continuidad de las posiciones de clase, y muestra con qué bando se identifican los creadores del tumbado.

En la actualidad, el ascenso de lo lumpen no es sólo el resultado de la ausencia de estrategia y liderazgo político de las izquierdas, sino de la imposibilidad de éstas para elaborar visiones dignas de deseo, visiones no derrotistas y ascetas, sino vibrantes y joviales, que se abran paso en el imaginario social. Visiones que la clase trabajadora pueda defender y enarbolar con la misma militancia con la que defienden sus gustos musicales.

La posibilidad de una música nueva

Suprimir no es superar. Intentar reprimir estilos de música como el corrido tumbado debido a su contenido es como intentar detener la onda sonora de una tuba con una mano. Pretender reformar el género sería todavía peor. Maquillarlo con las letras y las intenciones adecuadas, en afán propagandístico, produciría resultados acartonados y sin vigor. La materia musical está históricamente sedimentada; sólo identificando las tendencias históricas contenidas en ella podemos manipularla y develar lo nuevo que tiene que ofrecer.

Cerrando la comparación que había hecho antes con el barroco, conviene recordar las palabras de Bolívar Echeverría sobre este tipo de dotación de forma: comienza en la desesperación y termina en el vértigo. Intenta revitalizar las formas del pasado, pero encuentra que ya han caducado. Paradójicamente, lo único que tiene vida es precisamente ese fervor suyo con el que pretende reavivar lo que ya se ha petrificado. Por lo tanto, quien desee aprovechar el afluente de estas venas sonoras, las de la música popular, sean las del regional mexicano o sus múltiples estilos, tendrá que liberarlo de sus intentos de recrear la cultura burguesa y dirigirlo hacia adelante, hacia lo auténticamente nuevo.