En los últimos años, los feminismos en México se han posicionado como una de las más sólidas formas de resistencia, lucha y organización, no sólo en la capital del país, sino a lo largo y ancho del territorio nacional. En sus andares, algunos feminismos hacen propuestas de acción y creación de proyectos que implican el involucramiento y la renovación de perspectivas ante problemáticas urgentes, como la migración y el desplazamiento forzado en América Latina. En estas líneas buscamos reflexionar sobre algunos puntos que consideramos necesarios para plantear enfoques más humanos y más solidarios, comunitarios.

Partimos desde la premisa de que no existe un solo feminismo, sino muchos feminismos en la actualidad, los cuales se elaboran y reelaboran como producto de diversas luchas a lo largo de la historia moderna, de su localización territorial y, en consecuencia, de su arraigo particular. También influyen, en su praxis, la cuestión de clase y las herencias organizativas. Esto sugiere que hay distintas perspectivas y posicionamientos políticos en el amplio espectro de los feminismos.

Sin hacer un recuento minucioso de las formas de organización y pensamiento feministas, creemos importante hablar de una distinción fundamental entre dos grupos generales: los feminismos blancos liberales, que defienden la universalización de derechos abstractos, creados desde un solo punto de vista; y los feminismos comunitarios y periféricos, más ligados a los movimientos obreros, así como a la pluralidad de las luchas y resistencias al capitalismo y sus formas sociales. Tal distinción política implica entender que las luchas y demandas de los feminismos pueden diferir a tal grado las unas de las otras que llegan, incluso, a contraponerse en términos ideológico-políticos.

Hay que decir que existe una amplia gama de feminismos y/o discursos feministas.[1] En algunos podemos encontrar, incluso, ciertos destellos de racismo, clasismo, exclusión, punitivismo y negación de derechos humanos a grupos y poblaciones específicas. Por otro lado, están aquéllos que se inscriben en las luchas antisistémicas y que abordan la no discriminación, la procuración y defensa de derechos humanos, la justicia económica, la justicia reproductiva, la inclusión de diversidades y disidencias sexuales, la defensa del territorio, diversos ecologismos y propuestas anticapitalistas.

Vorágine de violencias en México y el Sur Global

Ahora bien, cuando hablamos de la vorágine actual, donde nos vemos inmersas en múltiples momentos de crisis, desde la climática y ambiental hasta la política y económica, pasando por pandemias y diversas formas de violencias hacia grandes grupos poblacionales de las clases desposeídas y del Sur Global, creemos que resulta importante plantear el horizonte político que se entreteje a partir de los feminismos comunitarios.

Como su nombre lo señala, los feminismos comunitarios se construyen a partir de la comunidad y buscan que ésta se fortalezca con base en el trabajo y los lazos solidarios, reflexivos y amorosos, apartándose del individualismo y la cultura de la competencia y el productivismo actuales. Asimismo, parten de críticas importantes al extractivismo y al modo de producción capitalista, al despojo y a la explotación, al racismo, al colonialismo, así como a la división internacional del trabajo y a la calidad dependiente de regiones del Sur Global frente a las naciones imperialistas.

Así pues, los feminismos comunitarios nacen en el Sur Global. Podemos identificar sus primeros esbozos más específicamente en América Latina, en territorios indígenas de Bolivia (Julieta Paredes) y Guatemala (Lorena Cabnal), pero también los podemos relacionar con los posicionamientos ecofeministas y anticapitalistas nacidos en India (Vandana Shiva y Chandra Talpade) y con algunos desarrollos del pensamiento feminista desde Nigeria (Oyèronké Oyěwùmí). Incluso se pueden identificar ciertos rasgos interesantes de éstos en luchas dentro del Norte Global ligadas al antirracismo y en favor de los derechos de las disidencias sexuales (bell hooks, Angela Davis).

Aunque varias feministas y autoras puedan nombrarse dentro de distintos feminismos, desde nuestro punto de vista, los feminismos comunitarios recogen una amplia gama de luchas y pensamientos que se oponen a la idea hegemónica, liberal y burguesa de la igualdad, con la que el feminismo blanco está conforme, la cual busca el acceso al libre mercado y a la democracia liberal, sin hacer críticas profundas al modo de producción y al patriarcado como sistemas opresores.

Los feminismos comunitarios, desde esta perspectiva, son amplísimos y pueden llegar a entablar debates profundos y varias diferencias entre sí. Sin embargo, creemos que parten de una base común: la búsqueda por unir esfuerzos con otras luchas contra las diversas opresiones y problemáticas que atravesamos hoy en día como humanidad y habitantes del planeta Tierra. Y esta afinidad es posible ya que identifican al patriarcado y al modo de producción capitalista como partes íntimamente vinculadas de un mismo sistema que implica muerte y violencia. En ese sentido, distinguir a estos feminismos como opuestos al feminismo liberal nos parece fundamental para entablar diálogos, compartir saberes y activar distintas formas de lucha.

En esos términos, resulta indispensable pensar los discursos de los feminismos comunitarios en torno a las prácticas, propuestas y reflexiones que concretan sus proyectos en espacios de actuación que han resentido la vorágine de violencias en México, pues es la manera en que construyen y reconstruyen lazos sociales. El presente contexto de violencia criminal y de Estado en nuestro país ha generado la necesidad de organización de todos los sectores de la sociedad civil para sobrevivir a la incertidumbre: la de madres y familias enteras tras la huella de desaparecidxs; la de lxs niñxs y adolescentes creciendo en entornos violentos y precarizados; la producida por los feminicidios, los transfeminicidios, la trata de personas, la impunidad y muchas más violaciones a derechos humanos. Eso es la vorágine, donde nos vemos inmersxs no sólo en estas dinámicas nacionales, sino también en procesos de violencias a nivel global.

Creemos que resulta importante plantear el horizonte político que se entreteje a partir de los feminismos comunitarios, es decir, hacia dónde apuntamos en la reconstrucción social a nivel local, nacional e internacional. Sus iniciativas buscan reconstruir los lazos sociales intervenidos por la vorágine, pero no con la intención de regresarlos a un estado anterior, en el que las condiciones estaban dadas para el surgimiento de estas violencias, sino de transformarlos. Los feminismos comunitarios buscan trascender estos límites inmediatos, y su primer lugar de intervención es la comunidad: un espacio geográfico, una relación estrecha con vecinxs; una colección de significados compartidos en calles, avenidas y espacios públicos que parecen limitados dados los recursos, el tiempo o las geografías, pero que apuntan hacia un futuro donde el presente construye esperanza.

Feminismos comunitarios, migración y desplazamiento forzados

Dentro de la vorágine actual, uno de los procesos más dolorosos y catastróficos para las grandes masas poblacionales es el desplazamiento y la migración forzada, el gran éxodo moderno del Sur al Norte Global. La migración forzada se da por varios motivos, como la falta de acceso a la justicia, la precariedad laboral, la violencia estatal, la falta de acceso a vivienda digna, a salud y a servicios básicos, la crisis ambiental y climática, la violencia de género, los matrimonios infantiles forzados, la guerra, entre muchas otras; es decir, las personas que migran de manera forzada están buscando una vida digna y la defensa de sus derechos humanos.

La migración y el desplazamiento forzados actuales dejan ver, en muchos sentidos, la síntesis de las contradicciones del modo de producción capitalista-patriarcal, y a su vez visibilizan las luchas de las clases desposeídas contra la división internacional del trabajo y contra las fronteras político-económicas impuestas históricamente por los Estados modernos.

Las mujeres, las niñeces y las diversidades y disidencias sexuales forman parte de las poblaciones más vulnerables dentro de los procesos de éxodo, pues están sujetas a las varias formas de violencia patriarcal, como la violencia sexual, el acoso, el feminicidio, el transfeminicidio y la precarización laboral, en un contexto donde sus derechos no son defendidos, ni por el Estado de procedencia, ni por los Estados receptores o de tránsito. El desamparo y la indiferencia generan incertidumbres, pero éstas nunca son tan grandes como las que forzaron a estas personas a migrar. Y es desde allí que los feminismos comunitarios cobran mucho más sentido como movimientos que pueden plantear y replantear formas de organización, lucha y reconstrucción frente a la vorágine.

El acompañamiento de los feminismos comunitarios en los procesos de éxodo, no desde un sentido asistencialista (que prima bastante en el ámbito del trabajo con población migrante), sino desde la reivindicación de todas las personas despojadas y en tránsito como seres autónomos y como defensoras de derechos humanos, se vuelve fundamental en estos tiempos: un acompañamiento integral que implique la escucha activa y el respeto, así como el fomento del acompañamiento entre pares.

Los feminismos comunitarios, al englobar toda la estructura reflexiva mencionada anteriormente, cuentan con el potencial político de acompañar dichos procesos a partir de distintos trabajos, tanto de base como en diversos niveles institucionales y estatales, así como desde análisis académicos y, siempre, desde la ternura radical. Resulta fundamental que las perspectivas críticas de los feminismos comunitarios se den a la tarea de voltear hacia el éxodo y luchar por la vida digna para todxs como parte fundamental de su estrategia.

Acompañar desde esta perspectiva implica, en principio, hacer una fuerte crítica hacia la deshumanización de las personas en tránsito ejercida por los Estados; deshumanización que implica privación de la libertad, criminalización, racismo y xenofobia, barreras de lenguaje desatendidas, privación de servicios básicos, violencias sexuales, trata y, en los peores casos, hasta asesinatos, muchos de éstos en forma de feminicidios y transfeminicidios.

La crítica hacia la deshumanización pasa por un fuerte sentido de amor y de empatía que, planteado desde una postura feminista comunitaria, implica una visión antirracista, anticolonialista, y, por supuesto, en pos del respeto a la vida digna de mujeres, niñxs y diversidades.

Colectivas y organizaciones

Dentro de México existen (existimos) diversos movimientos que buscan reconocer el papel de defensorxs de derechos humanos a lxs migrantes que atraviesan y/o se refugian en nuestro país, por medio de la escucha activa, de fomentar el acompañamiento entre pares, de generar prácticas comunitarias y artísticas diversas, de brindar espacios dignos de refugio e información clave para el acceso a la salud pública y gratuita, entre muchas otras acciones. Movimientos feministas y sexodiversxs, liderados tanto por mujeres y diversidades migrantes como por mexicanxs, se han estado organizando en las últimas décadas para reconocer que las personas en tránsito y/o refugiadas forman parte de una lucha incansable en contra del patriarcado y el capital. 

Esta intersección de varios movimientos, demandas y problemáticas, que en un primer momento pueden parecer separados, se materializa y activa al crear organizaciones y colectivas que llevan a cabo proyectos, a veces de manera autónoma frente al Estado y en otras ocasiones en sinergia con fondeadoras.

Es en este contexto que Las Vanders, Otros Dreams en Acción, Border Line Crisis Center, Colectiva MAPAS, Sin Fronteras, Espacio Migrante, Casa Arcoíris, Casa de Muñecas Tiresias, Casa Frida, Casa de Luz, Golondrinas Migrantes, Grupo DHIA, Brigada Callejera en Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, A. C., Kaltsilaltik, A. C., Transgender Law Center // Border Butterflies, VIHDHA, A. C., Latinas en Poder, entre muchxs otrxs, buscan reconstruir estas conexiones para demostrar que el comunitarismo trasciende fuertemente la cuestión del localismo espacial.

La organización feminista Las Vanders, por ejemplo, ha apostado desde hace cinco años por generar un acompañamiento integral y comunitario, que implica la visibilización de múltiples violencias patriarcales en contextos de movilidad humana, como la falta de espacios seguros para mujeres, niñxs y diversidades, la falta de acceso a servicios de salud digna, la discriminación en instancias gubernamentales, por señalar sólo algunas.

Para afrontar las diversas violencias, dicha organización ha hecho diagnósticos y observado los distintos contextos de movilidad para brindar asesorías, canalizaciones y herramientas que fortalezcan la autonomía de las personas acompañadas en su trayecto. Asimismo, ha facilitado muchos espacios de reflexión y talleres que invitan a pensar los trayectos desde el arte, el derecho a la diversión y el esparcimiento, y mediante el autocuidado como postura política. Como resultado, poco a poco y en conjunto con otras organizaciones como las mencionadas anteriormente, las personas acompañadas han desarrollado vínculos y redes transfronterizas e incluyentes que facilitan el tránsito y fomentan lazos solidarios.

En conclusión, frente a la vorágine se vuelve imprescindible reflexionar y actuar desde la articulación de distintas luchas, muchas de ellas englobadas en el feminismo comunitario, que comprendan otras prácticas alejadas del régimen de género heterosexual, del capital y del colonialismo racista, para construir, con base en la creatividad y la horizontalidad, nuevos horizontes. Para crear comunidad no sólo entre humanos, sino entre todos los seres vivos del planeta en defensa de la vida digna para todxs.


Notas

[1] Consideramos importante hacer la siguiente puntualización: en efecto existen movimientos y organizaciones de derecha, donde las posturas y discursos antiderechos son la raíz de sus actividades y propuestas políticas. Es importante señalar que algunas posturas desde el feminismo blanco liberal también reivindican la negación de derechos desde las posturas radicales y de la diferencia.