Con la esperanza puesta en las elecciones, cerca de nueve de cada diez electores registrados en la República de Turquía acudieron a las urnas el 14 de mayo y nuevamente el 28 para depositar su voto para presidente y para 600 diputados a la Gran Asamblea Nacional. Millones ansiaban un maremoto electoral que arrasara con el presidente Recep Tayyip Erdoğan, que se ha hecho elegir repetidas veces para la cabeza del poder ejecutivo de su país desde 2003 mediante modificaciones a la Constitución y argucias legales, entre otros mecanismos. El presidente, sabemos, logró hacerse reelegir otra vez. Un repaso de la política de Turquía ayuda a entender los medios empleados por el presidente para conseguir esta cerrada victoria, así como lo que estaba en juego.

Poco antes de la elección, numerosos analistas pronosticaban una victoria del candidato socialdemócrata, Kemal Kılıçdaroğlu, desde la primera vuelta. Aunque sí hubo una gran ola de votos para la oposición, fue insuficiente para lograr el objetivo transformador. En la primera ronda, Erdoğan obtuvo 49.5 % y Kılıçdaroğlu cerca de 45 % de los votos, mientras que, en la segunda, el presidente obtuvo poco más de 52 % y el opositor casi 48 %.

Tal como han señalado diversos analistas, el problema en Turquía —Türkiye, como se escribe en turco— no es sólo la fiabilidad de las elecciones el día de la votación, sino que el sistema en su conjunto es inequitativo (Progressive International Electoral Observation Delegation, 2023). El país padece de un fuerte déficit democrático.

Así, lo que estaba en juego en esta elección era la democracia misma. Durante sus 20 años en el poder, Erdoğan ha tornado a Turquía en algo que cada vez más parece una dictadura. Diversos sectores de izquierda e incluso de derecha —que hace poco difícilmente se hablaban entre sí— unieron fuerzas en esta ocasión con el objetivo de restaurar la democracia, combatir la corrupción y ofrecer algunos programas sociales. Las implicaciones que podría tener un cambio de gobierno podrían ser múltiples no sólo dentro del país, sino también a escala internacional, particularmente para Siria.

El presidente Erdoğan se presentó bajo las siglas de la Alianza Popular, que agrupa a su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y el Partido de Acción Nacionalista (MHP), además de otros dos partidos menores. Por un lado, el AKP, fundado en 2001 con la colaboración de algunos políticos centristas, se originó en los círculos que buscaban establecer la ascendencia de lo religioso en la política. Por el otro, el MHP proviene de los ámbitos ultranacionalistas que participaron en el golpe de Estado de 1960, pero que después fueron marginados. En la década de 1970, ambas corrientes, aunque sobre todo la segunda, se dedicaron a atacar con violencia extrema al movimiento estudiantil, a los grupo de izquierda y de izquierda radical y a los sindicatos independientes. Si en México eso nos hace pensar en el porrismo, en Turquía se trataba de algo mucho más grave. La organización juvenil del MHP, los infames Lobos Grises, se estableció como banda paramilitar de corte fascista, entrenada y armada por el ejército,[1] y realizó masacres contra minorías étnicas, en particular la kurda, y religiosas, sobre todo la aleví. Durante las últimas décadas, la ideología del AKP y la del MHP han ido confluyendo en lo que se conoce como la “fusión turco-islamista”.

El candidato opositor, Kılıçdaroğlu, dirige la Alianza de la Nación, integrada principalmente por su propio Partido Republicano del Pueblo (CHP) —que se autodefine como socialdemócrata, establecido en 1923 por Mustafá Kemal, el fundador de la Turquía moderna— y por el derechista Iyi Parti, que rompió con el MHP en 2017, después de que la dirigencia de éste se postró por completo a los designios de Erdoğan. También integran la Alianza de la Nación varios partidos pequeños que han roto con el presidente actual y su AKP, dirigidos por personajes tales como Ahmed Davutoğlu y Ali Babacan. Ambos tuvieron cargos importantes en las administraciones de Erdoğan durante los últimos 20 años; el primero como canciller y primer ministro y el segundo como ministro de economía. La estrategia de Kılıçdaroğlu ha consistido esencialmente en unir a todo tipo de opositores al régimen del AKP y ofrecer una alternativa no tanto al conservadurismo del presidente, como a sus prácticas antidemocráticas. En este marco, ha ofrecido reformas económicas favorables a la población, el retorno de la libertad de prensa y de expresión y la liberación de los miles de presos políticos que hay en el país.

La tercera coalición en importancia, la izquierdista Alianza del Trabajo y la Libertad, aunque presentó una lista de candidatos a la Asamblea Nacional, convocó a sus simpatizantes a votar por Kılıçdaroğlu para la presidencia. Consiguió elegir 65 diputados, prácticamente todos en las regiones de mayoría kurda, en el sureste del país. La alianza la constituyen principalmente el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) —al que se le impidió usar sus propias siglas en estas elecciones, por lo que presentó a sus candidatos bajo las del Partido de la Izquierda Verde— y el Partido de los Trabajadores de Turquía (TİP), comunista. El Estado turco ha estado en conflicto con la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) desde 1984, a pesar de haber conducido un fallido proceso de paz entre 2012 y 2015. El HDP es el partido que ha promovido la paz entre Turquía y lo kurdos permanentemente. Aunque multiétnico, tiene una fuerte presencia kurda en su base y dirigencia. Sin pruebas fehacientes, el gobierno, los partidos que lo sostienen y los medios de comunicación gobiernistas acusan al HDP de apoyar a la guerrilla (al “terrorismo”, en su propio vocabulario).

Boleta de las elecciones presidenciales turcas, 2023. Foto: Kadı.

Elecciones, democracia y derechos humanos

Para leer el resultado de la elección, es necesario tomar en cuenta la situación de los derechos humanos y la democracia en Turquía. Es verdad que, hace 20 años, cuando llegó Erdoğan a la cabeza del ejecutivo, había un fuerte déficit democrático, aunque distinto al actual. Desde el golpe de Estado de 1960 y hasta 2002, los gobiernos civiles estuvieron supeditados a la tutela de las fuerzas armadas. Los militares dieron otros golpes en 1970 y 1980 y uno más “soft” en 1997.

Aún así, había un cierto margen de libertad de expresión y organización. Existían decenas de diarios y medios audiovisuales con línea editorial propia, de derecha y de izquierda, secularista e islamista, e incluso de la izquierda prokurda. Como todavía es costumbre en Türkiye, la mayoría de los partidos tenían posibilidades de existir, organizarse, publicar propaganda y participar más o menos libremente en las elecciones. Los partidos prokurdos, sin embargo, eran ilegalizados al cabo de pocos años de existencia, y sus dirigentes e integrantes frecuentemente encarcelados y sentenciados a duras condenas con cualquier argumento, como hablar en kurdo.

Además de servirse de la fragmentación de la oposición, Erdoğan ha gozado de un indudable prestigio entre amplios sectores de la población. Muchos musulmanes conservadores le agradecen haber modificado la legislación para permitir que las mujeres puedan usar la pañoleta islámica en el espacio público. Otros ven en él al político que logró acotar a los militares y mandarlos a sus cuarteles. También tuvo la suerte de llegar al poder un par de años después de una dura crisis, cuando, a pesar del rechazo de la Unión Europea a incluir al país en su seno, Turquía estableció importantes acuerdos comerciales con Siria y otros países árabes, que le permitieron expandir sus relaciones comerciales y servir de puente entre estos países y la UE. Hasta 2010, las tazas de crecimiento anual del producto interno bruto fueron muy elevadas, comparables con las de los BRICS.

En términos de democracia, sin embargo, la evolución fue muy contradictoria. Desde finales de la primera década del siglo, el régimen se esforzó por controlar los medios de comunicación y limitar la libertad de expresión siguiendo un recorrido muy apegado al deterioro democrático ya mencionado. Aunque antes de 2010 el gobierno del AKP ya había logrado activar un sistema de censura sobre los medios de comunicación, una década después, se tornaba evidente que el gobierno había aplicado una nueva estrategia que le había permitido capturarlos. Empleó tres tipos de mecanismos: la creación de su propia red de medios, la captura de otros por vía de sanciones judiciales y económicas y la censura mediante la intimidación y criminalización de periodistas de cualquier origen étnico, turcos y kurdos. Para finales de la década, ya había alcanzado un monopolio casi absoluto del espectro informativo.

Represión a los kurdos, la izquierda radical y minorías religiosas

Otro mecanismo que le ha permitido a Erdoğan conservar un apoyo electoral importante ha sido el de la polarización étnico-religiosa. Alrededor de 2010, intentó mantener un discurso y gestos incluyentes, al punto de que en 2012 lanzó el ya mencionado proceso de paz con la guerrilla. Sin embargo, entre 2013 y 2015 dio un viraje de 180 grados, cuando optó por reanudar el acoso y la represión e incluso la guerra contra la izquierda kurda. Erdoğan empleó la confrontación resultante para atizar los sentimientos nacionalistas entre los turcos. No únicamente se presenta como líder de los musulmanes conservadores —que ven con buenos ojos que el gobierno esté en manos de alguien que afirma gobernar en nombre de Dios—, sino también de los turcos ultranacionalistas —que ven con simpatía el reinicio de la guerra contra los kurdos—. Hasta poco antes de 2015, no había considerado necesario explotar la polarización étnica en el país, quizás porque no requería de grandes esfuerzos para ganar las elecciones. Un poco de historia reciente y no tan reciente ayuda a entender esta estrategia.

Aunque Turquía, por razones históricas, es un país sumamente diverso, los nacionalistas y los militares han querido negarlo o incluso acabar con ello. Mustafá Kemal, considerado padre de la patria, y sus allegados imaginaron que, para ser exitosa, Turquía necesitaba seguir el modelo jacobino, aniquilar toda diversidad interna y decretar que todo habitante de la nueva república sería turco, moderno, laico y europeizado. Prohibieron las órdenes sufíes, la vestimenta tradicional, el alfabeto arábigo-persa y las lenguas minoritarias y combatieron a quienes no se apegaran al nuevo modelo: los armenios, los kurdos, los alevíes, entre otros, que en la imaginación nacionalista se convertían automáticamente en enemigos de la unidad de la República. Es parte de lo que llevó a la culminación del genocidio y la expulsión de los armenios, al aplastamiento de una rebelión dirigida por el kurdo sheij Saíd y a atentados recurrentes contra la población y los intelectuales alevíes a manos de los militantes nacionalistas y los militares turcos.

Otra estrategia que ha implementado Erdoğan para seguir ganando elecciones ha sido la de la polarización étnico-religiosa del país. Cuando en 2011 estalló el conflicto en Siria, en el contexto de la Primavera Árabe, la administración estadounidense propuso convertir a la Turquía del AKP en el modelo a seguir en los países árabes. El presidente turco se encontraba en la cúspide de su popularidad nacional e internacional. A pesar de haber sostenido una excelente relación con el presidente sirio Bashar al-Asad y su gobierno durante los años anteriores, Erdoğan optó por apoyar la rebelión siria y apostar por su militarización e islamización (Conde, 2017b). Fue en ese contexto que, en 2012, inició el proceso de negociaciones con el PKK. Muchos turcos y kurdos acariciaron la esperanza de que por fin la paz estaba al alcance de la mano.

Sin embargo, entre 2013 y 2015, la popularidad de Erdoğan se iba mermando por motivos diversos. Fue entonces que el presidente concibió la peligrosa estrategia de la polarización con el objetivo de recuperar una base electoral sustancial. En el verano de 2013, la decisión de construir un moderno centro comercial en lugar de un viejo parque en el corazón de Estambul desató una ola de manifestaciones antigubernamentales. El régimen del AKP optó por reprimir. Coincidentemente, ese mismo año se deterioraban las perspectivas de victoria de los rebeldes sirios a falta de equipo antiaéreo. Desde entonces, Erdoğan empezó a apoyar a cualquier organización armada en Siria que hiciera frente no ya a Bashar al-Asad sino a los kurdos del Rojava.[2] Llegó incluso a tener una política sumamente ambigua hacia ISIS (de crítica verbal, pero de apoyo práctico), en especial cuando la sanguinaria organización emprendió el asedio, a finales de 2014, de la ciudad siria de Kobane, habitada predominantemente por kurdos.

En las elecciones generales turcas del verano de 2015, el recién creado HDP se presentó bajo sus propias siglas y obtuvo más del 13 % de la votación nacional, con lo que el AKP no consiguió la mayoría de 50 % +1 en la Asamblea Nacional. Con el objetivo evidente de recuperarla, el gobierno disolvió la Asamblea y convocó a una elección extraordinaria a finales del año, pero no sin antes reiniciar la guerra contra los kurdos. Sus tropas arrasaron prácticamente uno de los cuatro distritos de Diyarbakir, el histórico distrito de la Muralla (Sur), entre otras localidades. Aunque el HDP volvió a rebasar el límite mínimo de 10 % para ingresar a la Asamblea, el AKP aprovechó la polarización para obtener el apoyo incondicional del MHP y suscitar una oleada ultranacionalista de rechazo a los kurdos y apoyo a Erdoğan y a su partido.

Desde entonces se han iniciado múltiples procesos judiciales con motivaciones políticas contra los integrantes del HDP. Numerosos parlamentarios suyos, incluido el que fuera su copresidente, el carismático Selahattin Demirtaş, y 82 presidentes municipales, además de millares de sus dirigentes locales, regionales y nacionales, son ahora presos políticos o están bajo proceso. Se les acusa de diseminar propaganda terrorista, pertenecer a una organización armada, insultar al Estado o al presidente y fomentar enemistad pública. Los supuestos indicios incluyen discursos y posturas públicas del partido, así como llamar a manifestarse en 2014 en contra de la actitud del gobierno turco respecto de los ataques de ISIS a la ciudad siria de Kobane. Dado que el HDP defiende los derechos de la población kurda de Turquía y suele ganar casi todos los distritos de las regiones pobladas mayoritariamente por kurdos en el sureste del país, el régimen y la ultraderecha asocian al HDP con el PKK.

En juego en el escenario internacional

La permanencia de Erdoğan también tiene implicaciones a escala internacional. Los principales interesados en su continuidad son Vladimir Putin y el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani. Asimismo, el futuro de numerosas organizaciones rebeldes sirias estaba ligado al presidente turco. Del lado de quienes hubieran preferido ver un cambio de régimen en Ankara, aparte de Estados Unidos y la Unión Europea, se incluía sin duda el presidente Bashar al-Asad.

Erdoğan complicó algunos planes de la OTAN cuando, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, Turquía se ha resistido a la expansión de la organización para incorporar a Finlandia y Suecia, acusándolos de albergar militantes del PKK. Ambos aceptaron una serie de medidas para calmar las reticencias turcas. Türkiye levantó el veto a Finlandia, pero lo mantiene hacia Suecia. Por supuesto, el presidente Putin ve con buenos ojos las dilaciones resultantes.

Los amigos internacionales de Erdoğan apoyaron su campaña mediante la transferencia de grandes sumas al país o la restructuración de deuda. En los meses anteriores a la elección, permitieron reducir sensiblemente la inflación y el pago de obras para evitar la huida masiva de votos hacia la oposición a pesar de la crisis y las consecuencias del terremoto pasado. Al igual que Arabia Saudí y Emiratos Árabes, Qatar depositó miles de millones de dólares en el banco central turco y estableció fondos de inversión por un valor del mismo orden de magnitud (Wilks, 2023). Rusia pospuso el cobro de los adeudos de gas y adelantó sumas multimillonarias para la construcción de la primera central nuclear turca (Wilks, 2023).

Varios grupos rebeldes, particularmente en Siria, podían verse afectados por el resultado de la elección. A pesar de que Ankara ofrece apoyo a numerosos grupos rebeldes y que Moscú sostiene al gobierno de al-Asad, ambos países tienen una relación estrecha y coordinan sus acciones en el territorio sirio. El gobierno ruso ha intentado mediar entre Ankara y Damasco. Un acuerdo entre estas partes podría resultar nefasto para la oposición siria, tanto la adicta a Turquía como la kurda, ya que podría dejarlas a expensas de los militares sirios y rusos. Aún así, los rebeldes sirios, asentados en la provincia siria de Idlib bajo protección turca y en otras regiones ocupadas por Turquía, le temen más a un cambio de régimen en Ankara. Lo inverso se aplica a los kurdos. Un cambio de régimen en Ankara probablemente habría permitido la evacuación de las tropas turcas de los territorios ocupados en el norte de Siria.

Palabras finales

Sólo bajo un concepto muy laxo se podrían llamar democráticas las elecciones turcas, lo que ayuda a explicar la reelección del presidente por otro lapso más de cinco años. La captura de los medios de comunicación le permite a Erdoğan imponer lo que la población escucha y lee diariamente. La represión particularmente contra los sectores de izquierda, que apoyaron a la oposición, tuvo un peso difícil de calcular, ya que, en las regiones kurdas, Kılıçdaroğlu ganó con porcentajes muy elevados. Algo que sin duda ayudó a los planes electorales del presidente fue la polarización étnico-religiosa de la sociedad, que le permitió reproducir y atraer los votos ultranacionalistas. Tampoco se puede desdeñar el apoyo financiero que Putin y las petromonarquías árabes del Golfo otorgaron al régimen para financiar una relativa mejoría económica en vísperas de las elecciones.


Notas

[1] Para tener un poco más de contexto acerca del ejército de Turquía, hay que tener presente que desde 1952 el país se integró a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la coalición militar encabezada por Estados Unidos para confrontar a la Unión Soviética. El ejército turco recibe, por lo tanto, adiestramiento y equipo militar de Estados Unidos y Europa Occidental, y fue parte esencial del Bloque Occidental durante la Guerra Fría.

[2] En kurdo, Rojava (pronúnciese Royava) es el sur de Kurdistán, es decir, la región del territorio kurdo que se encuentra dentro de Siria. Se ha escrito abundantemente acerca de la Revolución del Rojava, región en que el movimiento kurdo de liberación ha establecido, junto con otros grupos étnicos locales, una administración autónoma gobernada bajo mecanismos de democracia directa. Véase, por ejemplo, Conde (2017a).


Referencias

Conde, G. (2017a). “Geopolíticas y antigeopolíticas de la cuestión kurda en perspectiva histórica”. Istor, 18(70), pp. 51-72.

Conde, G. (ed.) (2017b). Siria en el torbellino: Insurrección, guerras y geopolítica. México: El Colegio de México.

Progressive International Electoral Observation Delegation (19 de mayo de 2023). “International electoral observation report, 2023 general elections, Republic of Türkiye”. Progressive International.

Wilks, A. (29 de mayo de 2023). “After Turkey election win, what problems does Erdogan face next?”. Al Jazeera in English.