Este artículo fue producido originalmente para Morning Star y Globetrotter.

Aunque Bandung y La Habana no podrían estar más alejadas geográficamente (Indonesia y Cuba, las islas en las que estas dos ciudades están situadas, se separan entre sí por más de 17.000 km), han estado ideológicamente cerca en el imaginario de muchas personas del Sur Global. El Proyecto del Tercer Mundo, nacido de la continua colaboración entre los nuevos Estados independientes y sus luchas por la liberación nacional, ha definido y sigue definiendo, todavía, la historia de los movimientos por la paz y la no-alineación.

Cuando empezó la Conferencia de Bandung, el 18 de abril de 1955, Fidel Castro era todavía un preso político en la entonces llamada Isla de Pinos, al sur de La Habana. Cumplía una condena de 15 años por organizar – apenas dos años antes – un fallido ataque al Cuartel Moncada. En esos años de prisión, durante los cuales un joven Fidel leía vorazmente, empezó a consolidar sus ideas sobre los conceptos de soberanía e independencia y cómo debían redefinirse durante la Guerra Fría, cuando el imperialismo estaba desarrollando nuevos enfoques sobre cómo dar continuidad al sometimiento de continentes enteros.

Mientras Fidel y sus compañeros de prisión proyectaban una nueva ruta para Cuba, quedaba claro que su causa de liberación nacional tenía que estar estrechamente vinculada con un proyecto más amplio de garantizar el desarrollo y el trabajo hacia la no alineación activa de los pueblos del Tercer Mundo.

Desde la mesa redonda de Bandung, en Indonesia, los dirigentes del Tercer Mundo desencadenaron una lucha global para reestructurar el sistema mundial imperante en aquella época. La conferencia fue testigo de la convergencia de los países socialistas y del Tercer Mundo y vio una creciente unidad entre estas naciones, que luchaban por profundizar el proceso de descolonización.

En la Conferencia de Bandung, los gobiernos independientes de Asia y África plantearon la urgencia de reavivar la lucha antiimperialista y anticolonialista y la necesidad de unir y consolidar cada vez más los intereses y aspiraciones de sus pueblos. La gran mayoría de los gobiernos de América Latina, por su parte, fueron en contra de los intereses y aspiraciones comunes de sus pueblos, y se sometieron aún más al imperialismo estadounidense tras la mampara de la Organización de Estados Americanos (OEA), que ya funcionaba como el Ministerio de Colonias del Departamento de Estado de los Estados Unidos, como lo llamaría Fidel más tarde.

La Revolución Cubana triunfó en 1959. Marcó un punto de no retorno transformador para América Latina y sus relaciones con los Estados Unidos. El gobierno estadounidense decidió no reconocer el proceso revolucionario en la isla. En 1961, Cuba se convirtió en el punto central de la agresión estadounidense en la región, lo que dio lugar a un bloqueo que ya cumple seis décadas. Por primera vez en la historia, un movimiento guerrillero había llevado a cabo una revolución y se había enfrentado frente a frente al imperialismo estadounidense, desencadenando transformaciones de gran alcance en su estructura socioeconómica, que se oponían a los intereses neocoloniales de la dominación de los Estados Unidos.

Poco después, Cuba se convirtió en el único país de América Latina que se incorporó al Movimiento de los No Alineados (MNA), creado en Yugoslavia en 1961. Fidel Castro y la Revolución Cubana comenzarían a jugar un rol estratégico en la solidaridad internacionalista con las luchas de liberación antiimperialistas y anticoloniales de los pueblos del Tercer Mundo.

La Revolución Cubana se construyó desde la conciencia de que su destino estaba unido al de los pueblos de América Latina, Asia y África. Como dijo Fidel en 1962: “¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos estos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero?”

Cuando Cuba se unió al MNA en 1961, su política internacional se encontraba en una fase de definición estratégica. El compromiso de Cuba con el Tercer Mundo se convirtió en un pilar de su estrategia internacionalista, ya fuera a través del Movimiento de los No Alineados, de la Conferencia Tricontinental, o – posteriormente – de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL). En las décadas siguientes, muchos de los movimientos de liberación nacional que se reunieron en La Habana en enero de 1966, durante la primera conferencia de la OSPAAAL, pasarían a ser parte de los nuevos Estados que participaban en el Movimiento de los No Alineados, convirtiéndose en el nuevo paradigma del Tercer Mundo.

Un compromiso con nuestros propios principios

En la reunión fundacional del Movimiento de los No Alineados, celebrada en 1961 en la Belgrado socialista (en ese momento capital de Yugoslavia), el presidente de Cuba para entonces, Osvaldo Dorticós Torrado, declaró que ser no alineado “no significa que no seamos países comprometidos. Estamos comprometidos con nuestros propios principios. Y los que somos pueblos amantes de la paz, que luchan por afirmar su soberanía, y por alcanzar la plenitud del desarrollo nacional, estamos, en fin, comprometidos a responder a esas aspiraciones trascendentes y a no traicionar esos principios”. En un momento en el que muchos criticaban la aparente “alineación” de Cuba con la Unión Soviética y atacaban la premisa de que la liberación nacional estuviera ligada a un proyecto socialista, Dorticós, en el discurso de apertura de la reunión, trató de definir con mayor precisión la no-alineación, afirmando que el momento requería “algo más que formulaciones generales, [y que] hay que considerar problemas concretos”.

Esta definición activa de la no-alineación ha sido importante para la política internacional de Cuba en su relación con las fuerzas más progresistas del Tercer Mundo. El pensamiento del Movimiento de los No Alineados, a partir de 1973, parece haber abandonado las ideas sobre “neutralidad” que habían impregnado el movimiento desde su creación. En defensa de la necesidad de un nuevo orden económico internacional, ha expandido sus actividades a las relaciones económicas internacionales con mucha más fuerza que en su período anterior.

Desde la caída de la URSS y el ascenso de los Estados Unidos a una posición casi de primacía, el MNA luchó por adaptarse a las nuevas realidades y quedó a la deriva. Sin embargo, en los últimos años, con el resurgimiento del regionalismo en América Latina y la aparición de la integración euroasiática, la importancia de la no-alineación y del MNA vuelve, gradualmente, a considerarse. Los pueblos de todo el mundo se resisten a las tácticas de coacción adoptadas por los Estados Unidos, que ha intentado aislar a los países que no se someten a la voluntad de Washington. Esto ha quedado especialmente claro con la Cumbre de las Américas de la Organización de Estados Americanos de junio de 2022, en la que países como Bolivia y México amenazaron con boicotear la cumbre de Los Ángeles si se prohíbe la asistencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Como alternativa, la Cumbre de los Pueblos por la Democracia recoge el legado de Bandung y La Habana, reuniendo las voces de quienes han sido excluidos.


Manolo De Los Santos es codirector ejecutivo del People’s Forum e investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Coeditó, recientemente, Viviremos: Venezuela vs. Hybrid War (LeftWord Books/1804 Books, 2020) y Comrade of the Revolution: Selected Speeches of Fidel Castro (LeftWord Books/1804 Books, 2021). Es co-coordinador de la Cumbre de los Pueblos por la Democracia.