Crónica

Prabir Purkayastha

Este artículo ha sido producido en colaboración con Newsclick y Globetrotter.

La primera carrera espacial fue entre dos países: la Unión Soviética y los Estados Unidos. Hoy parece ser entre tres multimillonarios: Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson. Dos de ellos – Branson, fundador de Virgin Galactic, y Bezos, fundador de Blue Origin – realizaron recientemente vuelos suborbitales de sus respectivas empresas (lo que significa que no pueden considerarse propiamente vuelos espaciales, ya que no alcanzaron una órbita estable alrededor de la Tierra). Las ambiciones espaciales de Branson parecen limitarse a desarrollar un mercado para el exótico turismo espacial. Elon Musk y su empresa SpaceX apuestan a largo plazo: su empresa ya contempla una serie de cohetes y lanzamientos, incluido el de la Estación Espacial Internacional. Los intereses de Bezos y su Blue Origin también van hacia este ámbito.

En el trasfondo de lo que parece ser un show de niños ricos jugando con sus caros juguetes espaciales, hay fuerzas mayores entrando al juego. El gran capital está penetrando el espacio de los vuelos espaciales, hasta ahora dominio exclusivo de las naciones-estado. Aunque parezca que tres hombres con un montón de dinero están financiando sus respectivas empresas espaciales, la realidad es que son los contribuyentes estadounidenses los que están financiando estos esfuerzos. En esta nueva era espacial, EE.UU. también se propone pasar por encima de los acuerdos espaciales que dictan que el espacio es un “bien común global”. Estados Unidos quiere convertir el espacio en su “última frontera”, bajo la premisa de que este pertenece a cualquier país que pueda explotar sus riquezas.

Mucha gente da por sentado que Estados Unidos fue el ganador de la carrera espacial contra la Unión Soviética, ya que llegaron primero que los soviéticos a la luna. Pero lo que esta narración pasa por alto es que esta competencia no se trata simplemente de quién envió al primer hombre a la luna, sino también de quién construyó los mejores cohetes.

Por extraño que parezca, fue la caída de la Unión Soviética la que develó que la tecnología soviética producía motores de cohetes que habían superado sistemáticamente a los estadounidenses. Hoy en día, los motores producidos en Rusia – RD-180 y RD-181 – son los que impulsan a los cohetes estadounidenses. La línea de cohetes Atlas, que es el pilar de los vehículos de lanzamiento pesados de Estados Unidos, utiliza motores RD-180. Atlas es propiedad de United Launch Alliance (ULA), una empresa de Lockheed Martin y Boeing. Cuando Orbital Sciences (ahora parte de Northrop Grumman) buscaba vehículos de lanzamiento para el programa Antares, utilizaron motores de cohetes NK-33 de la era soviética, de 40 años de antigüedad y en estado de inactividad. Después de que uno de ellos explotara debido a grietas en los motores envejecidos, Antares cambió sus motores por otro modelo diseñado y producido por los rusos, el RD-181.

En 1992, justo cuando los motores de cohetes rusos se estaban convirtiendo en el pilar del programa espacial estadounidense, Estados Unidos impuso sanciones a la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO) y a la empresa rusa Glavkosmos. Glavkosmos era la rama rusa de comercialización espacial para la venta de motores de cohetes criogénicos y tecnología. Estas sanciones sólo se retiraron después de que la ISRO desarrollara su propia tecnología de motores criogénicos. La contribución de Rusia al programa de cohetes de la India fueron los siete motores criogénicos que vendió a la ISRO, una parte de la etapa superior N1 de la misión lunar de la Unión Soviética.

¿Por qué los cohetes de la era soviética funcionaban mejor que los estadounidenses? Porque los soviéticos habían dominado lo que se denomina motores de cohete de ciclo cerrado mucho antes que los estadounidenses. Cualquier cohete que realice vuelos espaciales necesita tanto combustible (kerosén, hidrógeno o metano, por ejemplo) como un medio de combustión (oxígeno). Mientras tanto, en un motor de ciclo abierto (como el Saturno V del programa Apolo) una parte del combustible no llega a la cámara de combustión principal. Se utiliza para alimentar un turbocompresor que bombea combustible y oxígeno y sale directamente a la atmósfera. Esto supone una pérdida de eficiencia para el motor, que tiene que compensarse llevando más combustible.

En un motor de ciclo cerrado, o lo que se denomina “combustión por etapas”, los productos de la primera etapa de combustión que alimentan el turbocompresor se introducen en la cámara de combustión principal, lo que evita cualquier pérdida de combustible. Los ingenieros soviéticos habían resuelto el problema de los materiales que debían soportar las durísimas condiciones de inyección de los productos de la combustión rica en oxígeno en la cámara de combustión principal. Los ingenieros estadounidenses pensaron que esto era imposible y se sorprendieron cuando, durante una visita a Rusia en los años 90, les mostraron los motores abandonados del malogrado proyecto N1, el intento soviético de lanzamiento a la luna. Estos fueron los motores que Orbital Sciences intentó utilizar para su programa Antares, bautizándolos como AJ-26, antes de cambiar a los motores rusos RD-181, más avanzados.

Tras la crisis de Ucrania de 2014, Estados Unidos ha impuesto sanciones a muchas empresas rusas. Sin embargo, sigue utilizando motores de cohetes procedentes de Rusia para su programa espacial, tanto civil como militar. Tras el cierre del programa del transbordador espacial estadounidense en 2011, llevar a los astronautas estadounidenses a la Estación Espacial Internacional y traerlos de vuelta quedó en manos de los cohetes rusos Soyuz. Sólo después de que SpaceX desarrollara su transbordador espacial, Estados Unidos volvió a tener una nave para llevar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional.

El Congreso de Estados Unidos decretó que las empresas estadounidenses tendrán que eliminar los motores rusos de sus lanzamientos militares para finales de 2022. Aquí es donde entran Bezos y Musk, ya que ambos se disputan los futuros lanzamientos que el ejército estadounidense y la NASA están planeando. Aunque parece que Musk y Bezos están desarrollando los cohetes con su propio dinero, sigue siendo la NASA quien paga la factura. La NASA paga por adelantado los costes de desarrollo y, posteriormente, el precio por lanzamiento.

Si los motores de los cohetes son la clave de cualquier programa espacial serio, ¿en qué situación se encuentra Estados Unidos en esta nueva era espacial? ULA tuvo que cambiar al motor fabricado en EE.UU. según el nuevo requisito de la NASA. Eligió el motor de cohete BE-4 de Blue Origin, de Bezos, aunque ULA está supuestamente descontenta con los retrasos de Blue Origin y la falta de “atención y prioridad” que la empresa está poniendo en el motor. Los otros motores de cohete en la competencia son de SpaceX, de Musk. Orbital Sciences parece seguir amarrada a los motores rusos para sus servicios de carga a la estación espacial. Con esto, los motores de cohetes estadounidenses tendrán que limitarse a los BE-4 de Blue Origin y a los motores de cohetes SpaceX Falcon / Raptor engines. La carrera espacial estadounidense es esencialmente una carrera de dos caballos entre los dos multimillonarios súper ricos.

¿Cómo financian Bezos y Musk sus empresas espaciales? La gente suele creer que es con el dinero que los multimillonarios “visionarios” han hecho como resultado de su “buen ojo” para los negocios: representan una versión de los “héroes” de las novelas de Ayn Rand. La brutal verdad es que Bezos, como capitalista, ha exprimido a sus trabajadores, aumentando tanto su carga de trabajo que no pueden ni siquiera tomar descansos para ir al baño. Amazon paga a sus trabajadores” sueldos “cercanos al umbral de la pobreza para una familia de cuatro miembros y que deben ser complementados con ayudas sociales. La empresa ha destruido el sector del pequeño comercio, y compite con sus propios proveedores con productos de la marca Amazon y los está “aplastando con precios competitivos.”

Musk dice ser el otro visionario al desarrollar Tesla, el automóvil eléctrico del futuro. Mientras que los actuales fabricantes de automóviles fueron lentos en el desarrollo de automóviles eléctricos, Tesla tiene la ventaja de haber sido el primero en actuar y aprovechar las regulaciones medioambientales de varios países que exigen que los fabricantes de automóviles obtengan créditos de carbono vendiendo un determinado porcentaje de su producción como automóviles eléctricos. Por ejemplo, en el primer trimestre de 2021, casi todos los beneficios de Tesla procedieron de los créditos de carbono que vende a otros fabricantes de automóviles. Como Tesla solo fabrica automóviles eléctricos, tiene excedentes de créditos de carbono que vende con beneficio a otros fabricantes de automóviles. El componente crucial de los automóviles eléctricos son las baterías, que Tesla subcontrata a otros. Uno de los principales proveedores de baterías de Tesla es Contemporary Amperex Technology Co. Ltd. (CATL), el mayor fabricante de baterías de litio del mundo. Su propietario, Zeng Yuqun, tiene un patrimonio neto superior al de Jack Ma, de Alibaba. Lo que tiene Musk es una enorme presencia en las redes sociales, que ha aprovechado para promocionar sus empresas automovilísticas, y ahora espaciales.

El otro aspecto perturbador de la nueva era espacial iniciada por estos multimillonarios, es la política de Estados Unidos de acaparar el espacio para sus empresas privadas. Esto viola el Tratado del Espacio Exterior. La posición de Estados Unidos es que, sea o no el espacio exterior un bien común global, su explotación comercial está abierta a todos. Es la misma postura que tenía sobre la explotación minera de los fondos marinos en aguas internacionales. Esta política privilegia a los Estados poderosos y tecnológicamente avanzados y es otra forma de bloquear la esencia del patrimonio mundial.

Detrás de todo el bombo de una nueva era espacial está la realidad de un nuevo acaparamiento del espacio. Esto es lo que representan Bezos y Musk: una nueva era espacial en la que los multimillonarios pueden abandonar este mundo que están destruyendo con la esperanza de descubrir nuevas tierras para conquistar y volver a destruir.