A principios de abril, autoridades en el Reino Unido anunciaron el incremento en su “ayuda letal” a Ucrania, compuesta principalmente de misiles antitanques NLAW, misiles Javelin, sistemas de defensa aérea Starstreak, entre otras municiones. Adicionalmente, el país proveyó de “ayuda no letal”, pero también de naturaleza militar, como cascos, chalecos antibalas y lentes de visión nocturna. La tecnología fue provista a través del International Donor Coordination Centre en Stuttgart, el cual recibe “ayuda letal” de otros países del Commonwealth y Europa. 

Después de ocho años de guerra en la región, y más de dos meses de invasión rusa a gran escala, el conflicto se ha transformado en una guerra proxy entre la OTAN y Rusia, y los horizontes negociados de solución aparecen cada vez más lejanos. La guerra no tiene sutilezas, lo que hace aún más absurdo el uso del oximorónico término de “ayuda letal”. Sin embargo, esta conceptualización de “ayuda”, tanto “letal” como “no letal”, ha sido el modo de intervención militar indirecta en diversos conflictos durante ya medio siglo: desde dictadores en Mozambique y El Salvador en las décadas de 1970 y 1980, hasta rebeldes islamistas en Siria y Líbano en la década del 2010.

El término de “ayuda letal” oscurece las transferencias a través del gasto militar, el cual se canaliza hacia el mercado de los proveedores privados de armas. Con el inicio del conflicto a gran escala en febrero, los precios de las acciones de las principales empresas manufactureras de armas a nivel mundial se incrementaron sustancialmente, siendo uno de los pocos sectores que ha resistido la caída generalizada en los mercados financieros. Dos de las principales ganadoras son las productoras de tecnología aeronáutica, la francesa Thales, con una ganancia en valor de más del 50%, y la estadounidense Lockheed Martin, cuyas acciones se encuentran un 30% por encima de su valor en diciembre de 2021. “Saint Javelin”, una representación de la Virgen María cargando un lanzacohetes antitanques de Lockheed Martin, usualmente llamado “Javelin”, se ha transformado en un ícono de la guerra en Ucrania. En las siguientes líneas haremos una historia brevísima de la Economía Política del tráfico internacional de “ayuda letal”. 

  1. Lockheed y Martin

En mayo de 1913 Didier Masson, el instructor en jefe de la compañía de aeroplanos de Glenn L. Martin, pagó un soborno a un oficial fronterizo en la frontera entre Sonora y Arizona. El oficial había detenido al estadounidense junto a Joaquín Bauche Alcalde, un oficial carrancista, por transportar un aeroplano sin permiso. Del lado mexicano, Masson armó la endeble máquina y los carrancistas instalaron un pequeño compartimento para bombas: se trató del primer aeroplano de ataque comerciado desde Estados Unidos, el cual se movió contra las fuerzas huertistas en la zona de Guaymas en los siguientes meses. 

Era, por otra parte, de los primeros negocios militares de la firma estadounidense. En los siguientes años, la compañía empujó para que la aviación dejase de ser un espectáculo circense y tuviera usos comerciales. Tuvieron muy poco éxito, pero llamaron la atención de las autoridades militares. Para la década de 1930s, el principal cliente de la Glenn L. Martin Company comenzó a ser el ejército estadounidense y expandieron sus horizontes comerciales a otras potencias militares. Una historia similar había tenido la Lockheed Company, también basada en California pero fundada en la década de 1920. Junto con Boeing y Glenn Martin, Lockheed comenzó en los treinta a enviar equipos aeronáuticos a Brasil, Europa y Asia. 

Una de las ventajas del negocio de la guerra es que es posible vender a múltiples bandos, al menos por un tiempo. El incremento de las tensiones militares a finales de la década incrementó aún más el negocio, y sólo entre 1935 y 1938, la venta de equipo aeronáutico de Estados Unidos a Europa ocupó más del 40% de las exportaciones totales a ese continente, incluyendo envíos a Rusia, Holanda, Gran Bretaña, Italia y Alemania, además de que las ventas al imperio japonés eran más de un tercio del total enviado a Europa. Con el estallido de la guerra, sólo la producción de Lockheed se multiplicó por 135. 

La guerra cambió muchas cosas en el mundo, y también el negocio de estas compañías. El uso generalizado de misiles de largo alcance implicaba un nuevo nicho para las empresas de armamento, y la Guerra de Corea les permitió recuperarse del bache de la paz después de la Segunda Guerra Mundial. Al final de la presidencia de Dwight Eisenhower, en 1961, el militar republicano advirtió de los riesgos que representaba el “Complejo Industrial Militar”, y sus efectos sobre la política exterior.

  1. Pistolas y mantequilla *

Unos meses antes del discurso final de Eisenhower, Paul Nitze recibió una llamada del presidente electo John F. Kennedy, dándole a elegir entre tres puestos al más alto orden. En enero de 1961, el antiguo corredor de bolsa era nombrado secretario Asistente de Defensa para la Seguridad Internacional. 

Desde la Segunda Guerra Mundial, Nitze se había mantenido en la élite del aparato de seguridad estadounidense y había sido de los arquitectos de la política internacional de armamento. Después de la Segunda Guerra Mundial, la presidencia de Truman había implementado una doble política de conformación de alianzas militares, con la firma del Tratado del Atlántico Norte en 1949, y de reconstrucción y ayuda exterior, en particular el Plan Marshall. La reconstrucción es algo finito, pero la capacidad destructiva puede crecer indefinidamente: pronto, la doble política enfrentó a los New Dealers y a los oficiales militares. 

Dentro del consejo de asesores económicos de Truman la tensión se expresó en los debates entre Edwin Nourse y Leon Keyserling. Nourse consideraba que un incremento del gasto militar implicaría restricciones en el bienestar material a través de varios mecanismos, como la inflación y las restricciones de la capacidad instalada: el crecimiento en la producción militar (las pistolas) implicaba menos recursos para la producción de bienes de consumo (la mantequilla). Keyserling, por su parte, consideraba que la expansión en ambos rubros no sólo era posible, sino que se reforzarían mutuamente: a esta postura se conoce como militarismo keynesiano.

Nitze había logrado mover la balanza hacia los sectores militares. En el reporte de seguridad NSC-68, consideró que el Kremlin buscaba “la dominación mundial”, y que, en esa medida, cualquier negociación para desarme nuclear o no nuclear no era posible. En cambio, Estados Unidos debía acelerar el desarrollo atómico y perfeccionar una bomba H. Nourse fue sustituido posterior al reporte y Keyserling quedó al mando del Council of Economic Advisors. Nitze siguió siendo influyente, aunque en menor medida, en la política nuclear en el National Security Council de Eisenhower, y los gastos militares se expandieron en los siguientes años.No obstante, el joven Kennedy promovió una postura aún más radical, concentrando su campaña presidencia en la presunta existencia de una “brecha de misiles” con la Unión Soviética.

Autor: Mark Keefe. Tomado del portal de la Ohio State University.
  1. América Latina

Al final de la década de 1970, las empresas balísticas y aeronáuticas se encontraban en plena crisis. El fin de la Guerra de Vietnam y el costo político que había tenido habían implicado una reducción significativa del gasto militar. Más aún, entre 1972 y 1979 había habido una serie de diálogos bilaterales para limitar la carrera armamentística, las Strategic Arms Limitation Talks (SALT), considerando incluso la reducción de armas nucleares.  En esos años, Nitze comenzó una campaña contra dichas negociaciones, sosteniendo que la URSS aún mantenía su ambición de “dominación mundial desde Moscú”. Como con Kennedy, dicha campaña se volvió central para el candidato presidencial, esta vez Republicano, Ronald Reagan. 

Si el keynesianismo militar había sostenido la capacidad del gasto en el Estado de Bienestar y en el Estado militar, la política de Reagan implicó la destrucción del gasto social y la expansión generalizada del gasto militar. Con la asesoría de Nitze, se reactivó la carrera armamentística con la Unión Soviética, y se incrementó la participación indirecta en diversas guerras proxys. Esto implicó, por ejemplo, el armamento de los yihadistas afganos en la guerra contra Rusia, pero también armar a los contras en América Central contra el gobierno nicaragüense. Los pedidos de Lockheed Company se duplicaron en tres años, y pronto comenzaron las negociaciones de fusión con Martin Marietta Company, antes Glenn L. Martin Company. 

  Más aún, las empresas productoras de armas de fuego incrementaron radicalmente su producción y exportaciones durante esa década. Tan sólo entre 1986 y 1991, la exportación estadounidense legal de diversos tipos de armas de fuego, desde revolver hasta rifles, se duplicó. Este crecimiento de la demanda tuvo que ver con la insuficiencia de las armerías nacionales en América Latina para proveer de fuerza letal a sus ejércitos, pero también del acceso generalizado de otros grupos, de varios signos ideológicos, a armas de fuego.  La asistencia de la CIA a los contras en América Central se dio bajo la forma de “ayuda no letal”, y se establecieron canales de financiamiento a través de “donaciones”. Dichas donaciones crearon una red que conectaba a políticos conservadores en Estados Unidos, la CIA, el presidente de Panamá Manuel Noriega, y diversos cárteles colombianos. La política de seguridad formal de Estados Unidos, así, definía los marcos del tráfico legal e ilegal de armas a la región.

Fuente: UNODC.

El tráfico de armas en América Latina en las décadas de 1980 y 1990 pasó así de uno marcado por conflictos proxy por la Guerra Fría, a uno en el cual el narcotráfico y la guerra contra las drogas pasaban a ser el conflicto esencial. En dicha transición, las compañías estadounidenses venden no sólo a gobiernos y a sus opositores, sino a estados de seguridad y al crimen organizado. Dicha política se reforzó en las últimas tres décadas: tan sólo entre 2005 y 2016, la importación legal de armas a México se multiplicó por 10. En los últimos diez años, sin embargo, los productores de los instrumentos de la violencia se han diversificado, proveyendo a gobiernos, guerras proxis y criminales: en la actualidad el aparato de seguridad mexicano obtiene armas de 7 diferentes países.

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“Cualquier UAV (Uncrewed Aerial Vehicle) construido hoy para volar, yo lo puedo pilotear, porque me gusta, lo amo,” dijo en marzo, en una entrevista para el New York Times, Selçuk Bayraktar. El ingeniero turco, yerno del presidente Tayyip Erdogan, es un emprendedor con 2 millones de seguidores en Twitter. Miembro de una familia acomodada con empresas de producción de autopartes, Bayraktar se ha hecho famoso por su compañía Baykar Marina, productora de UAV, o drones, con objetivos de defensa de bajo costo. Desde que estos aparatos, llamados por algunos “el Toyota Corolla de los drones”, tuvieron su primer uso letal en 2016, han sido usados en más de 800 ataques en conflictos tanto nacionales como internacionales, como del estado turco contra los combatientes kurdos, como internacionales, desde el Norte de África hasta el Cáucaso. Han sido, también, una de las principales estrellas del ejército ucraniano contra los convoyes de tierra rusos. 

La popularidad de dichos drones es parte de un fenómeno de globalización y multiplicación de oferentes de defensa a nivel mundial a partir de 1990 que se ha acelerado en los últimos años. Estados Unidos y Rusia, ambos en su etapa neoliberal, siguen dominando la transferencia mundial de armas, pero los productores en el resto del mundo han tomado cada vez más relevancia. De acuerdo con la base de datos del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), en 1963 Estados Unidos controlaba el 44% del tráfico internacional de armas, la Unión Soviética el 36%, y el resto de los países el 20% restante. Después de la caída del muro de Berlín, Rusia incrementó sus envíos de armas a nivel mundial, ante una caída de su demanda interna de armas, pero pronto comenzó a gastar más en sus empresas de armamento. 

De cualquier modo, para 2014 el escenario había cambiado: Estados Unidos controló ese año sólo el 34% del mercado mundial, Rusia el 22% y el resto de los países el 44%. Muchas de las nuevas compañías, como Baykar, provienen de sectores manufactureros que migraron al sector armamentístico gracias a la alta rentabilidad: la compañía francesa Thales Group, una de las principales beneficiarias del incremento del precio de las acciones de seguridad, era una compañía telegráfica.

Pero lo que también revela la particular personalidad de Bayraktar es la expansión de la gamificación de la guerra a la sociedad civil. Después de dos décadas de guerras consecutivas, y con un total de 56 conflictos bélicos activos, el apoyo a las zonas de guerra ha dejado de ser por el establecimiento de la paz y la salida negociada de la confrontación y, en cambio, ha pasado por el acceso privado a armas para la población civil. Tanto la oportunidad de negocio como la perspectiva emprendedora al respecto han modificado radicalmente la postura tradicional en torno a la guerra extranjera. En los últimos meses, diversos emprendedores han creado campañas de crowdfunding para traficar diversas armas y drones, y entregarlas a diversos batallones en el oeste de Ucrania. 

Las causas y dinámicas de la guerra presente son producto de décadas de construcción de estructuras de guerra a nivel mundial, y de un entramado de intereses políticos y económicos a ambos lados de la región de Dombás. El movimiento por la paz es prácticamente inexistente hoy, pero tal vez deberíamos de comenzar por quitar lo “letal” de nuestra gramática de la solidaridad. 


*Agradezco a Tim Barker por introducirme a los personajes de Nitze y Keyserling.


Referencias

Brune, Lester H. «Guns and Butter: The Pre‐Korean War Dispute Over Budget Allocations: Nourse’s Conservative Keynesianism Loses Favor Against Keyserling’s Economic Expansion Plan.» American Journal of Economics and Sociology 48, no. 3 (1989): 357-371.

Cypher, James M. «The origins and evolution of military Keynesianism in the United States.» Journal of Post Keynesian Economics 38, no. 3 (2015): 449-476.

Hartung, William D. Prophets of war: Lockheed Martin and the making of the military-industrial complex. ReadHowYouWant. com, 2010.

Thompson, Nicholas. The hawk and the dove: Paul Nitze, George Kennan, and the history of the Cold War. Henry Holt and Company, 2009.

Toporowski, Jan. «Multilateralism and military Keynesianism: Completing the analysis.» Journal of Post Keynesian Economics 39, no. 4 (2016): 437-443.