En los últimos dos años, la ciudad de Nueva York ha sido uno de los epicentros de llegada de miles de migrantes del Sur Global procedentes de la frontera sur de Estados Unidos. Con ello, la ciudad de lxs inmigrantes, y una de las más diversas del mundo, se ha enfrentado al reto de hacer honor a su propia historia. Mientras la retórica antinmigrante, muy presente a nivel nacional, ha permeado localmente por medio de manifestaciones racistas y xenófobas, y de severas críticas a cualquier tipo de apoyo público a las poblaciones recién llegadas, la hospitalidad y solidaridad radicales de la población neoyorquina también se han hecho presentes tanto a nivel institucional, a través de organizaciones de la sociedad civil, como de forma más orgánica y esporádica, gracias a diversos grupos de ayuda mutua y de organización barrial a lo largo de la ciudad.

Los medios de comunicación y las autoridades locales han definido la llegada de miles de personas a Nueva York como una “crisis migratoria”, reproduciendo así el discurso securitista, alarmista y descontextualizado con el que se ha explicado la situación de la frontera sur de Estados Unidos en la última década. Por citar algunos ejemplos, en el año 2014, la administración del presidente Barack Obama definió como “crisis migratoria” la detención en la frontera sur de más de 66,000 niñxs no acompañadxs de Honduras, El Salvador y Guatemala. Del mismo modo, la administración de Donald Trump en 2017 apeló a la “crisis migratoria” para ejecutar la Política de Tolerancia Cero que resultó en la separación de miles de familias migrantes. Más recientemente, la llamada “crisis en la frontera Sur de Estados Unidos” se usó para justificar la implementación de los Protocolos de Protección Migratoria (MPP por sus siglas en inglés), y la crisis de salud pública causada por la pandemia por COVID-19, para la puesta en marcha del Título 42, con lo que miles fueron enviadxs de regreso y forzadxs a esperar largos periodos de tiempo en el lado mexicano de la frontera. Todos los casos anteriores, incluyendo el arribo de miles de personas a la ciudad de Nueva York, son situaciones de emergencia creadas, producidas y orquestadas por autoridades estatales y políticas enfocadas al control migratorio, que amenazan la vida, salud, seguridad y bienestar de lxs migrantes.

La mayoría de las personas que llegaron a Nueva York fueron enviadas en autobuses por el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, en un contexto de disputas bipartidistas entre republicanos y demócratas, e inclusive como parte de una batalla más amplia que ha estado atacando al gobierno del presidente Joe Biden por ser considerado blando y poco efectivo en cuanto a su respuesta en la frontera sur. En este escenario, desde marzo de 2022, Abbott ha enviado a más de 100,000 personas a ciudades demócratas como Chicago, Denver, Los Ángeles y, por supuesto, Nueva York. Otras más han sido enviadas por alcaldes locales, como el de El Paso, a petición de la misma población migrante, debido a la percepción de Nueva York como una ciudad hospitalaria, que da la bienvenida a lxs inmigrantes.

Pero ¿de cuántas personas estamos hablando y de dónde vienen? En un reciente webinar, la directora de la Oficina de Operaciones de Solicitantes de Asilo de la Alcaldía de la Ciudad de Nueva York informó que para febrero de 2024 tenían a su cargo a 122,700 personas, entre las que se identificaron a 67,700 migrantes provenientes de la frontera sur. Cada semana hay entre 1,500 y 5,000 nuevas solicitudes de albergue. Los autobuses generalmente llegan al Hotel Roosevelt en Midtown Manhattan, el cual cerró en 2020 debido a las pérdidas económicas asociadas con la pandemia de COVID-19. En 2023, se reabrió este sitio para dar refugio a lxs solicitantes de asilo recién llegadxs; hoy alberga alrededor de 3,000, sirviendo también como centro de admisión al sistema de la ciudad. En un comunicado del 15 de marzo de 2024, el alcalde Eric Adams mencionó que más de 183,000 personas habían pasado por dicho sistema de atención desde la primavera de 2022.

La población recién llegada a Nueva York proviene mayoritariamente de Venezuela, Colombia, Ecuador, Senegal, Guinea y Mauritania. En los últimos meses, el número de personas provenientes de África ha aumentado, a diferencia del inicio de la primavera de 2022 cuando la migración procedía principalmente de América Latina. Estamos hablando de poblaciones empobrecidas y racializadas que llevan meses o inclusive años desde que salieron de sus países de origen, y que están en búsqueda de protección y mejores oportunidades de vida. Durante sus trayectos migratorios, se han enfrentado a una serie de violencias y abusos que marcan profundamente sus experiencias de tránsito.

Lxs voluntarixs se reúnen a ordenar las donaciones para lxs recién llegadxs. Foto: Stephanie Gorma.

Si bien la ciudad de Nueva York ha visto a miles de migrantes a lo largo de su historia, una de las diferencias que distingue a lxs recién llegadxs es su composición familiar: las poblaciones de América del Sur están formadas por familias con hijxs pequeñxs, mientras que aquéllas que vienen de países africanos son mayoritariamente hombres solteros. Otra gran diferencia es que carecen de redes sociales y contactos necesarios para navegar en términos de alojamiento, trabajo, educación, salud, entre otros. La falta de redes y contactos prolonga el tiempo que les lleva conseguir empleo y, cuando lo logran, se insertan en trabajos precarizados dentro de la economía informal.

Para dar respuesta a este número de personas, Nueva York ha abierto más de 216 sitios que han servido como albergues, desde donde se brindan otros servicios que, aunque limitados, ayudan a la población a ubicarse en la ciudad. Algunos de ellos son infraestructuras improvisadas con grandes carpas localizadas en zonas aisladas del área urbana, como Randall’s Island o Floyd Bennett Field, donde han tenido problemas de moho y sufrido de inundaciones debido a las fuertes lluvias y vientos. Además de albergue, comida y ropa, se brinda atención médica, acceso a servicios legales y educación en diferentes idiomas. Para agilizar el proceso de obtención de permisos de trabajo, y con ello, la posibilidad de lxs recién llegadxs de emplearse en el mercado formal y lograr autonomía financiera, en octubre de 2023, la gobernadora Kathy Hochul y el alcalde Eric Adams anunciaron $38 millones de dólares para brindar servicios legales a lxs solicitantes de asilo.

En enero de 2022, cuando inició la administración del alcalde Adams, se contabilizaban 45,000 personas viviendo en albergues proporcionados por la ciudad, un número de por sí alto. Hoy en día, esa población se ha triplicado. Sin embargo, la respuesta del gobierno de Nueva York para proveer de refugio no es fortuita. Desde 1979, Nueva York tiene la obligación de proporcionar una cama a cualquier persona que lo solicite. El right to shelter o “derecho a refugio” es un derecho ganado por parte del movimiento en defensa de las poblaciones que no cuentan con un techo. Datos proporcionados por la Coalición para las Personas sin Hogar estiman que el número de neoyorquinos sin casa que duermen cada noche en albergues municipales es hoy en día un 75% mayor que hace 10 años. Y el número de adultos solteros sin hogar es 115% mayor que hace 10 años. Es así como activistas por el derecho a una vivienda asequible aseguran que lo que estamos presenciando en la ciudad no es una crisis migratoria, sino una “crisis de vivienda” que se ha hecho más visible y evidente con las personas recién llegadas.

Para ejemplificar esta situación, se puede ver que el gobierno local gasta $395 dólares por cada familia albergada por noche. Es decir, mantener a 1,250 familias en albergues durante un año le cuesta a la ciudad al menos 180 millones de dólares. Como parte de las múltiples respuestas para brindar soluciones, se creó un programa de reasentamiento que proporciona alojamiento en viviendas durante un año a lxs recién llegadxs. Este programa cuesta alrededor de $55 por noche por familia, lo cual representa sólo el 14% del costo en albergues. Sin embargo, conseguir estos espacios ha sido un reto debido a la falta de vivienda asequible y la discriminación que ejercen los propietarios contra las poblaciones que usan apoyos públicos para pagar la renta. Inclusive las agencias dispuestas por el gobierno de la ciudad para gestionar vivienda con dicho apoyo han sido incapaces de funcionar al ritmo esperado.

Eric Adams llegó al gobierno de la ciudad de Nueva York por medio de la plataforma del partido demócrata, pero su experiencia previa como parte del NYPD (New York Police Department) y su visión securitista han caracterizado su administración. En febrero de 2022, antes de que iniciara la situación de emergencia con la llegada de lxs migrantes, el alcalde Adams implementó un plan de tolerancia cero para impedir que las personas sin hogar se refugiaran en el metro. Así, de la misma manera en la que se ha utilizado la retórica de la crisis a nivel nacional para justificar el uso excesivo de la fuerza y de poderes ejecutivos, como la militarización y la declaración de estados de emergencia, Adams apeló al discurso de la crisis migratoria en la ciudad para revertir el right to shelter antes mencionado. Ahora, las familias reciben avisos de desalojo en los albergues cada 60 días y para los hombres solteros esta notificación se hace cada 30. Esta medida no solamente es racista, sino que establece un importante precedente que va en detrimento de uno de los derechos icónicos que tenía Nueva York para proteger a las poblaciones sin hogar, por lo general, empobrecidas y racializadas.

Así, la ciudad de lxs inmigrantes es la ciudad de los contrastes. Por un lado, vemos una de las urbes más violentas, desiguales y segregadas, y por otro, constantes manifestaciones de solidaridad radical que la hacen habitable. Las organizaciones con una larga tradición de apoyo a las comunidades migrantes han utilizado su experiencia y músculo político para negociar por mayores recursos e incidir en mejores condiciones para la población recién llegada. Del mismo modo, las iniciativas de ayuda mutua que se configuraron durante la pandemia por COVID-19 han sido reactivadas tanto para apoyar a estas poblaciones como para denunciar el genocidio en Palestina. Los refrigeradores con comida en las banquetas de diferentes barrios siguen llenándose de comida gratuita para quien lo necesite. Y otros diversos grupos cocinan y organizan campañas de procuración de fondos y de donaciones para apoyar a lxs recién llegadxs.

Lxs voluntarixs empacaron “paquetes de bienestar” con comidas listas para comer y medicamentos para las familias después de recaudar fondos para el esfuerzo. Foto: Victoria Marin.

Soy una mujer latina estudiando un doctorado en la ciudad de Nueva York con más de 16 años de experiencia como activista y militante de los derechos de las poblaciones en movilidad. Recientemente me convertí en madre de una bebé que nació en nuestra casa en Brooklyn. De esta manera, me uní a un colectivo de madres y padres de mi barrio, desde donde nos organizamos solidariamente para brindar apoyo a las familias que se encuentran alojadas en Floyd Bennett Field. Este sitio es uno de los albergues improvisados con carpas que aloja a aproximadamente 2,000 personas, la mayoría familias con niñxs. Floyd Bennett Field está a más de una hora de Manhattan; el sistema de metro no llega y lo único que les conecta con la ciudad es un autobús que pasa cada quince minutos, aproximadamente. Desde mi colectivo, entiendo el gesto de hospitalidad al realizar campañas para complementar la ayuda institucional que brinda el gobierno local y otras organizaciones. Las campañas que hemos emprendido tienen el propósito de conseguir ropa apropiada para enfrentar el clima con temperaturas bajo cero y maletas para resguardar las pertenencias que van adquiriendo lxs migrantes, que les permitan moverse en caso de desalojo. Las campañas de procuración de fondos nos han servido para conseguir colchones inflables como alternativa a los catres que asignan en los albergues, y responder en casos de emergencia. 

Como hemos visto, desde el 2016 la retórica antinmigrante y la violencia estatal ejercida contra las poblaciones en movilidad ganan elecciones. El 2024 es año electoral y se espera que esta tendencia continúe con un uso cada vez más recurrente de discursos contra la migración como estrategia político-electoral, lo que lamentablemente resultará en más violencia. Esto no impedirá que la población deje de moverse, y tampoco desaparecerán la hospitalidad y solidaridad radicales que surgen en respuesta a esta resistencia. Para muchxs neoyorquinxs que valoramos la importancia de estos gestos hospitalarios y solidarios, lxs recién llegadxs son “lxs próximxs neoyorquinxs”, como bien dice una mamá, periodista y activista de mi colectivo en Brooklyn. Ellxs representan tanto el presente como el futuro de esta ciudad y son estas comunidades de migrantes que llegaron, llegan y llegarán las que seguirán dado forma y sostén a Nueva York.