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Crónica

Iris

Miles de universitarixs muy jóvenes, apenas en sus 20 años, acampan con el rostro cubierto a medias con tapabocas —elemento tan común desde la pandemia—, así como con la ya emblemática kufiya que sirve para camuflajearse y así evitar, en la medida de lo posible, ser reconocidxs y sancionadxs por las autoridades de sus instituciones educativas, por los cuerpos policiacos o por provocadores, pero sobre todo para identificarse entre sí como parte de una misma posición ético-política y de una misma ilusión: el fin del genocidio palestino puesto en marcha por el Estado de Israel con el apoyo y financiamiento de grandes potencias mundiales, principalmente de su país, Estados Unidos (EUA).

Cansadxs de la mirada absorta en la que estamos desde hace siete meses, estxs estudiantes hicieron de las universidades de la costa este el punto de partida para los más de 100 campamentos estudiantiles que se han instalado en solidaridad con el pueblo palestino, a la fecha, en instituciones de educación superior a todo lo largo y ancho de EUA. Sus demandas son las siguientes: 1) Disclose (transparentar los fondos e inversiones que reciben las universidades de parte de Israel); 2) Divest (desinvertir y rechazar los fondos de empresas e instituciones cómplices de la ocupación israelí, del apartheid y del genocidio palestino); 3) Abolish policing (fin a la represión y presencia policiaca en los campus); 4) End the silence (las universidades deben dejar de ser cómplices, proteger a sus estudiantes palestinxs, árabes, musulmanxs y a todx universitarix consciente de la situación, y llamar a un inmediato cese al fuego en Gaza); y 5) Academic Boycott + Withdrawal (boicot académico y rompimiento de relaciones con las instituciones académicas de Israel).

Foto: Diana Rinza.

Frente a ello, hemos atestiguado la escalada represiva que han recibido por respuesta: dentro de sus instituciones académicas son amenazadxs, sancionadxs y hasta expulsadxs; profesorxs e investigadorxs han sido despedidxs de sus funciones por el simple hecho de manifestarse contra el genocidio palestino y apoyar a sus estudiantes; masivos cuerpos policiacos han ocupado las instalaciones, en algunos casos, golpeando brutalmente a estudiantes y profesorxs para luego llevárselxs presos. Lo más grave aún es que son acusadxs de ser antisemitas, etiqueta que ha logrado imponer la censura durante años ante cualquier cuestionamiento o crítica dirigidos al Estado de Israel y al ala ultraderecha sionista.

Los campamentos estudiantiles son un alto a todo esto. Un alto al silenciamiento impuesto y al silencio cómplice. Un alto a los intereses y a los dineros de Israel en EUA, en su política, en sus recursos, en sus instituciones. Un alto a la invasión e intromisión de EUA en conflictos bélicos que no le incumben. Un alto a la ocupación histórica del territorio palestino y un alto al genocidio en curso, transmitido en tiempo real por todas las redes sociales para hacernos testigxs de los casi 40 mil masacradxs, la gran mayoría niñxs y jóvenes inocentes, del arrasamiento de sus ciudades, de sus viviendas, de sus hospitales, de sus universidades. Son esos intereses políticos y económicos revelados por el estudiantado los que están detrás de la increíble represión de la que han sido objeto en sus instituciones educativas.

Foto: Iris.

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Los campamentos de la costa oeste llegaron un poco más tarde y se activaron en solidaridad con los del otro lado del país que fueron reprimidos. El de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) comenzó el jueves 25 de abril con la instalación de decenas de casas de campaña en el espacio central Royce Quad, acompañadas de pancartas, pintas y banderas de Palestina. Dado su carácter pacífico, respetuoso y festivo, no tardó en crecer y recibir apoyo de buena parte de su comunidad estudiantil, académica y administrativa. Empero, es importante tener presente que la riquísima diversidad política, étnica y racial imperante en este tipo de universidades implica que también hay un fuerte sector pro-Israel que lleva tiempo sintiéndose cuestionado, atacado, ofendido, el cual se hizo presente al poco tiempo frente al campamento pro-Palestina. 

Su actitud desde el principio fue desafiante. Enarbolando las banderas de Israel, montaron una megapantalla exactamente frente al campamento a través de la cual transmitieron día y noche sin descanso, con un volumen superpotente, imágenes de violaciones y violencia extrema sin que las autoridades universitarias se opusieran, a pesar de que ello viola el Título XI sobre la revictimización hacia las personas que han sufrido violencia sexual. Aun cuando la megapantalla era ya de por sí un acto de intimidación, los ataques subieron de tono hasta que el domingo 28 de abril fueron de franca confrontación contra el campamento y el profesorado que estaba presente. Gritos, escupitajos e insultos racistas y xenófobos provenían del grupo de choque con las banderas de Israel y no al revés, nunca de manera bilateral ni del campamento contra ellos.

En respuesta, el estudiantado llamó a un mitin pacífico y masivo para el lunes 29 de abril, donde se hicieron presentes más de 200 profesorxs universitarixs, algunxs ataviadxs con sus togas y birretes para mostrar sus altas credenciales académicas, en apoyo a sus estudiantes. Después de varias intervenciones, miles de universitarixs —lxs del campamento, a quienes se unieron muchísimxs solidarixs más— y sus profesorxs marcharon masivamente por todo el campus, haciendo sentir la fuerza de su movilización, la legitimidad de sus demandas y la justicia de su causa.

Foto: Iris.

Al día siguiente, los agresores soltaron ratones por el campamento, y para la noche, las autoridades universitarias, encabezadas por el rector Gene Block, publicaron un comunicado en el que calificaron el campamento de ilegal y violatorio de la política universitaria, amenazando con sanciones a quien se mantuviera en él. Ante tal situación, lxs estudiantes decidieron permanecer, con el apoyo de sus profesorxs y demás trabajadorxs. Al mismo tiempo, el comunicado oficial fue la luz verde para el brutal ataque sionista de la madrugada entre el 30 de abril y el 1.° de mayo.

Los agresores con banderas de Israel comenzaron a aglutinarse justo frente del campamento, algunos encubiertos, otros abierta y orgullosamente confrontativos. Este grupo de choque, altamente profesionalizado en el ejercicio de la violencia, echó a andar tácticas expertas de tortura: desde la megapantalla transmitieron el llanto de un bebé mientras lanzaban incontables fuegos artificiales sobre lxs estudiantes y las casas de campaña con la intención de incendiarlas. Hubo gritos, insultos racistas, jaloneos y luego el retiro de las barricadas para gasear, atacar y golpear de forma brutal al estudiantado que resistió durante cinco horas bajo la mirada burlona del cuerpo de seguridad de la universidad, sin que ninguna autoridad ni policía lxs protegiera. En realidad, durante esas cinco interminables horas los atacantes tuvieron el permiso de las autoridades universitarias, locales, estatales y federales para hacer contra lxs estudiantes lo que quisieron.

Fue hasta casi las cuatro de la mañana que el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) apareció en medio de ambos bandos para que los atacantes poco a poco se retiraran, sin un rasguño, sin una sanción, sin una sola detención, mientras que lxs estudiantes acampadxs trataban de recobrar el aliento para dar cuenta de lo que había ocurrido y saber cómo estaban sus amigxs y compañerxs. El saldo fue de 25 hospitalizadxs y la firme convicción de mantener el campamento con el apoyo de una buena parte del profesorado y de lxs trabajadorxs.[1]

Foto: Diana Rinza.

Pero la represión y la violencia ya eran inminentes. Para el 1.° de mayo, una enorme cantidad de universitarixs se congregaron en las escaleras principales para denunciar la pesadilla de la noche anterior y apoyar a lxs estudiantes que seguían dispuestxs a mantener el campamento, a pesar de que, con el paso de las horas, se fue confirmando la entrada de la policía al campus universitario. El enorme despliegue de tres cuerpos policiacos —UCPD (Departamento de Policía de UCLA), LAPD (Departamento de Policía de Los Ángeles) y el CHPA (Patrulla de Caminos de California), sin dejar de mencionar el incesante sobrevuelo de helicópteros— comenzó alrededor de las siete de la noche, pero esperaron hasta la madrugada para atacar con macanas, mangueras de agua y balas de goma disparadas directamente contra el cuerpo. La detención de al menos 132 estudiantes, varixs severamente heridxs y el arrasamiento total del campamento —no así de la megapantalla que dejaron intacta[2]— son los saldos de, ahora sí, la intervención policiaca.

Foto: Diana Rinza.

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Los campamentos estudiantiles en solidaridad con Palestina son la chispa que está movilizando a miles de jóvenes estudiantes en EUA y en otros países —Francia, Canadá, Australia, Reino Unido, España y ahora México—. Son el hermoso reflejo de lo que una parte del mundo, completamente horrorizada con el genocidio, no había sabido cómo expresar para demandar, en una sola voz, un alto al fuego YA sobre Palestina. Gracias a ellxs, a su dignidad, a su resistencia y a lo injusto de la represión que han recibido es que resuena por el mundo la extinción de un pueblo entero.

Espero que la tristeza y el coraje que sienten en estos momentos no los debiliten en la justeza de su causa; que sus instituciones académicas sepan arroparlxs y acompañarlxs de una mejor forma y no sólo con silenciamiento y represión;[3] que encuentren maneras respetuosas de volver a estar juntxs en las aulas, en los pasillos, en sus graduaciones; que no reproduzcan en sus universidades la violencia que están denunciando, que un bando está ejerciendo y otro padeciendo. Se antoja difícil, porque a la fecha en que se escribe esto varias universidades están sitiadas con presencia policiaca y siguen deteniendo arbitrariamente a lxs estudiantes dentro de las aulas, estacionamientos y edificios, sin razón alguna.

Sin embargo, lxs estudiantes están llenxs de orgullo, pues saben que su causa es justa, que sus manifestaciones en los campamentos han sido pacíficas y congruentes y que, a pesar de la injusta represión a la que han sido sometidxs, han resistido dignamente contra la violencia. Para ellxs, este trato inhumano es un simple reflejo de lo que desde hace años, y más terriblemente desde hace siete meses, están padeciendo niñxs, jóvenes, adultxs mayores, millones de personas inocentes, en Palestina.

Sólo espero que al final toda esta movilización se convierta en la brújula moral y en la fuerza política que obligue a los Estados a detener el genocidio.

Foto: Diana Rinza.

Notas

[1] El diario de lxs estudiantes, Daily Bruin, tiene una descripción detallada de aquella noche.

[2] Varias fuentes están documentando el fondo económico que los atacantes recibieron. Véanse “Counter-protests of UCLA encampment raise over $50,000 on GoFundMe” y “Jessica Seinfeld and Bill Ackman Fund Pro-Israel Counterprotests at Colleges”. De hecho, hay una campaña activa de donaciones que a la fecha lleva recaudados 11 mil dólares. La donación más fuerte fue de 5 mil dólares con fecha del 30 de abril, la misma del ataque brutal.

[3] Algunas universidades como Brown y Rutgers han entablado mesas de diálogo con sus estudiantes y han aceptado sus demandas sobre el disclose y divest.