Muchos temas podrían destacarse en el libro de Olga Wornat. La escritora y periodista argentina nos lo recuerda, en un esfuerzo de comunicación, en la aplaudida aparición de Felipe el oscuro. Secretos, intrigas y traiciones del sexenio más sangriento de México, sellada por editorial Planeta. La memoria, los regímenes autoritarios, la corrupción, la libertad de expresión, las condiciones en que se encuentran el periodismo y el activismo en nuestro país son, sin lugar a dudas, los fieles conductores que destacan durante la lectura de su libro, enriquecido por el enorme trabajo de investigación periodística que le conocemos.

Por mi parte, me gustaría enfocar la mirada en el subtítulo y en el valor político que tiene pensar en la traición y la verdad. Desde la mirada de Olga Wornat, toda la trama del sexenio de Felipe Calderón está arraigada a una mentira: la guerra política contra el narcotráfico en México, que fue, en realidad, una manera de fortalecerla, así como a la delincuencia organizada y al crimen desde los órganos de poder y, en particular, desde el Estado. En este sentido, en el libro hay un valor político, aunado a la iniciativa de su autora, porque permite pensar desde la dureza del mundo social y proponer una postura ética y firme encaminada hacia una política de la verdad. Hoy, hablar de firmeza, de ética y de verdad en un mundo evidentemente malo tiene una potencia política para actores que proceden de sectores variados. Además, la articulación entre conocimiento, política y verdad está en el centro de varios debates de la cultura, las ciencias y la educación. Sin embargo, me interesa mostrar que se trata de un tema antiguo, que ha cruzado los debates de la política de izquierda y de los movimientos revolucionarios.

Un ejemplo de ello puede encontrarse en el Risorgimento, nombre con el que se conoce la época en que tuvo lugar la unificación de Italia, el cual dio pie a una polémica en el país. La misma se estableció entre los movimientos de la democracia cristiana, que argumentaban que el pueblo había participado activamente en dicha unificación, y las tesis de Antonio Gramsci, en ese momento encarcelado, quien afirmaba que esto no ocurrió y que la historia de la unificación de Italia es la historia de un gran engaño hecho al pueblo.

Luchino Visconti, quien apoya la tesis de Gramsci, sintetiza esta época en la grandiosa y bellísima película El gatopardo, premiada con la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes de 1963. En ella Visconti retoma la novela de Giuseppe di Lampedusa, escrita entre 1954 y 1957. Se trata de una película clave en la historia del cine italiano. Es una película política y uno de los símbolos del movimiento neorrealista, que narra la llegada de las tropas de Garibaldi y la fiebre revolucionaria de la época. En la misma asistimos al conflicto entre el Antiguo y el Nuevo Régimen, a través de una mirada que nos invita a la crítica ideológica. El gatopardo relata la historia del fracaso revolucionario y muestra cómo a partir de la retórica democrática una nueva clase estableció una alianza con la aristocracia en contra del pueblo. Así da cuenta de la enorme trampa política implementada en la consulta plebeya realizada al pueblo siciliano para que defina su unión a Italia: en la película vemos que los votos fueron falsificados y el resultado de 100% de votos a favor de la unificación es una gran trampa. Para Visconti el problema político italiano tiene menos que ver con la entrada de Italia en las lógicas del “mercado común” que con regresar al origen de la traición, intención que se manifiesta en la famosa frase: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

En particular, en El gatopardo veo tres temas claves para pensar una política de la verdad. Primero, las condiciones de la historia no tienen otro objetivo más que producir lo mismo. La intención genial de Visconti fue interrogar al inmovilismo en tanto enfermedad meridional, expresada en la dificultad para generar cambios en la estructura social. Nada cambia. Y éste es un tema político clave, sobre todo bajo la ideología capitalista y neoliberal de la novedad, de todo siempre nuevo, renovado, reinventado. La intuición de desarrollar el peso de las regularidades, de la reproducción social y sus numerosos mecanismos constituye una crítica ideológica seria. Segundo, el crítico de cine Jean-Baptiste Thoret muestra que el trabajo de Visconti sirve para ilustrar el concepto usado por Gilles Deleuze en Imagen-tiempo (1985): la imagen cristal que da la posibilidad de observar distintos tiempos históricos simultáneamente. En efecto, algunos personajes de El gatopardo encarnan el cinismo político, el oportunismo absoluto, mientras otros personifican la conciencia y la aceptación del final de cierto tipo de aristocracia. La superposición de tiempos también permite elaborar una crítica, en el sentido de que incide en la elaboración de una politica de la verdad. Tercero, Visconti plantea la necesidad de salir del cliché de la izquierda: los pobres tienen la razón. Ésta es una clave para la lectura del neorrealismo de Visconti, pues cuenta la historia desde el lugar de los vencidos, sean obreros o aristócratas, poniendo su mirada del lado del pueblo. Se trata de tensiones que permiten cuestionar numerosos discursos sobre el otro y, en particular, sobre el otro vulnerable, sin por eso caer en el discurso crítico producido desde los lugares de privilegio tan nefastos en los debates de opinión que mantiene la izquierda.

Los movimientos democráticos cristianos italianos criticaron a Visconti, acusándolo de haber traicionado al pueblo. Sin embargo, él responde que aun así le parece bonito regresar al pueblo su dignidad, hablar de ello, mostrarlo, hacerle un homenaje. Más importante aún es que esa dignidad tenga un peso político. Por eso, allí donde la democracia cristiana dijo “sí”, el pueblo participó en la unificación de Italia. Visconti tuvo el valor de decir “no”, de mostrar que el pueblo se comprometió en la revolución y que fue a partir de ese compromiso que fue engañado.

Optar por una política o una ética de la verdad para pensar en un mundo falso, malo o extremadamente duro será una de las decisiones que deberemos tomar si queremos apoyar un movimiento de emancipación. En este sentido, Olga Wornat tiene una mirada clara y un posicionamiento, y ve en el gobierno de la 4T las señales de un cambio, al menos en lo que atañe a la libertad de expresión. No olvidemos que su libro, aparecido recientemente, fue violentamente censurado en sexenios anteriores. Para ella, este momento representa, entre otras cosas, un tiempo o una expresión que no es sinónimo de represalias, crimen y crueldad. Por eso diría que Olga Wornat tiene algo en común con Visconti: al final de la historia siempre hay una luz de esperanza y vencemos, ganamos, retomamos la trama de nuestra vida.