1. A partir de la ya anunciada desaparición del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) tal y como hasta ahora lo hemos conocido, quiero expresar mis respetos a toda la comunidad artística que utiliza su libertad de expresión para poner sobre la mesa sus ideas y sus miedos por perder un espacio que, sin duda, ha sido fundamental para la creación.
2. Yo pertenezco a ese sector de artistas que ha sido beneficiado, en más de una ocasión, por el Fonca. Me he sentido muy privilegiada, y he tratado de honrar ese privilegio y explotar al máximo mis capacidades para devolver algo digno en forma de pieza artística, que es lo que sé hacer, lo que tengo para dar.
3. A pesar de lo anterior, considero que hay varias cosas que tendrían que haberse reestructurado desde hace mucho tiempo. Haré énfasis en una de las que considero de mayor importancia: el programa de retribución social, el cual era, a todas luces, deficiente, ante lo cual les creadores nos hicimos de la vista gorda por mucho tiempo. Acaso porque era cómodo.
4. El gobierno también parecía lavarse las manos. Mediante el Fonca, destinaba una cierta cantidad de dinero a unes cuantes, con tal de que no hicieran alharaca de que al arte no se le apoya, pero no proponía verdaderas maneras de inclusión entre arte y espectadores. De ahí podría venir el desatinadísimo y muy poco reflexionado comentario de Eréndira Sandoval (titular de la Secretaría de la Función Pública de México) cuando dice con una especie de orgullo que ha muerto el Fonca salinista. Por un lado, es una realidad que el Fonca se creó en el sexenio de Carlos Salinas, pero es muy importante recalcar que no fue creado como una ocurrencia gubernamental, sino que surge a partir de la constante presión de un grupo de intelectuales. Parece que de pronto hay una muy injusta amnesia de la lucha en torno al nacimiento de dicha institución. Se olvida que estamos hablando del resultado de muchísimo esfuerzo de cierta parte de la sociedad, en un contexto de precarización del trabajo artístico. Más bien, la reflexión o crítica que yo haría es que el Fonca ayudó a algunos artistas a sobrellevar un poco mejor esa precarización, pero que al mismo tiempo terminó siendo una oportunidad para que el gobierno pudiera desentenderse de resolver el problema de fondo. Desde entonces, cada gobierno que le siguió a la época salinista no hizo nada para fortalecer la educación y la cultura en México, amparándose en la existencia de este programa de mecenazgo para artistas: así nadie podía reprocharle que no se invirtiera en el arte. El resultado es que mientras una parte de la comunidad artística se ha visto beneficiada por el Fonca, lo cual siempre es mejor que nada, no hubo así un beneficio para la sociedad en su conjunto. Se parchó esa precarización laboral, pero no se solucionó, en lo absoluto, lo que la había producido.
5. Ahora es indispensable exigir un diálogo, un vínculo. Sí, les artistas creamos, pero tenemos que ser conscientes de que lo hacemos desde un país pobre, en donde gran parte de la población no sabe leer ni escribir. Donde ese arte que creamos muchas veces no es apreciado, valorado ni entendido. Esto que voy a decir a continuación es algo que me atormenta de verdad: ¿El arte que estamos creando no es de fondo clasista? ¿No está pensado para una cierta élite? ¿A dónde llega ese arte? Llámenme ilusa, pero yo a estas alturas estoy muy lejos de creer en esa división de arte popular y arte de élite: creo, más bien, en el arte como una medicina, tanto para quien lo crea, como para quien lo recibe. Habrá siempre temas, obras, trabajos que a unes les resulte más cercano que a otres, pero eso no descalifica, no quita, no resta: amplía horizontes, realidades. ¿No es eso un objetivo del arte: abrirnos puertas que no existen y hacernos más libres?
6. La comunidad artística, hasta ahora, tiene un reclamo común: exigimos que les otres aprecien lo que hacemos… ¿Pero quiénes? ¿Aquellos que no tienen qué comer? Seamos sinceres: por lo menos admitamos que, para empezar, nuestro arte (ése que queremos y que, con toda justicia, tenemos que defender) ni siquiera llega a un 30% de la población. Muchos dirán que eso le corresponde al gobierno: que es su chamba generar lectores y seres sensibles capaces de apreciar el arte. Esto es verdad hasta cierto punto. Es decir, considero que, si somos beneficiados con capital de este país, podemos comprometernos a mucho más de lo que hasta ahora lo hemos hecho. Lanzar más hilos comunicantes y extendernos. No conformarnos con la poquísima difusión de nuestro trabajo al que le dedicamos la vida entera.
7. Claro que al gobierno le urge hacer trabajo educativo y de sensibilización. De esto no nos cabe la menor duda. Algo para nada fácil en un mundo que nos quiere ignorantes, enajenados, absortos y egocéntricos. Por lo mismo, posiblemente algunes artistas estemos dipuestos a entrar en esos terrenos a los que que muches otres no querrán entrar, porque no lo consideran parte de “lo sublime” de la cultura. Me refiero a trabajar junto con el resto de les mortales. Podría cuestionarse entonces sobre la imposición de un arte populista, en detrimento de un arte libre, pero es todo lo contrario: un arte libre es uno en el que cabemos todes, no sólo unes cuentes. Existen, y lo sabemos bien, diversos mundos siempre marginados que nunca han sido tomados en cuenta ni como creadores, ni como seres capaces de apreciar el arte. Hacia allá debemos de dirigir la mirada. Además, no hablo de forzar estéticas o contenidos: siempre habrá manifestaciones artísticas que sean mejor recibidas por partes de la población, e incluso por partes muy pequeñas. Y eso está bien, y creo que debe seguirse promoviendo, para ir en contra de los designios de otra tiranía: la del mercado. Para ello es fundamental el apoyo estatal, lejos de esas dinámicas capitalistas. Lo que no me parece bien es que eso, la existencia de un público reducido, sea la regla, en lugar de la excepción.
8. Una amiga me pregunta: ¿Qué es entonces para ti un arte autónomo? Creo que muches recordamos las tristísimas, hipócritas y poco informadas palabras de Jesusa Rodríguez, quien considera que el Estado no debe darnos presupuesto, sino que nosotres debemos buscarlo por nuestra cuenta; que de eso se trata la autonomía, de conseguir recursos con las empresas privadas. Es un comentario muy ciego, pues no alcanza a ver las dinámicas reales del Fonca, donde la autonomía de les artistas nunca se vio mermada. Nunca, que yo sepa (y miren que soy curiosa), se cuestionó lo que se creaba en función de que aquello fuera o no conveniente para el gobierno. Por el contrario, desde adentro (es decir, con el apoyo del Fonca) muchísimes creadores hicieron críticas duras al Estado y a los gobiernos en turno. No se tiraba línea y cada quien creó lo que quiso desde donde quiso. Eso no puede ni debe vulnerarse, y si el gobierno en turno quisiera usar el Fonca para coercionar la libertad creativa, sería la obligación nuestra rehusarnos y exigir otra cosa. En cambio, si la propuesta de este nuevo gobierno fuera enfocada a trabajar de una manera horizontal mucho más firme y crear una interlocución fundamental con sectores más amplios de la sociedad; si con las reformas al sistema de apoyo a la creación quedara claro que es necesario para nosotres recibir un pago digno por nuestro trabajo y esto quedara sentado como una base fundamental, tal vez cortaría de tajo a muches seres humanos mal intencionados que, a lo largo de la historia de las becas, nos acusa de succionar al gobierno para nuestros intereses. Sólo así entonces estaríamos hablando de un arte autónomo y funcional.
9. Yo pregunto: ¿la nueva propuesta que pretende sustituir al Fonca busca en verdad ser un beneficio más plural? ¿Contempla, por ejemplo, darnos a todes les artistas una derechohabiencia en el Seguro Social? ¿Podríamos cotizar para tener un ahorro para nuestro retiro, una pensión? ¿Podríamos tener acceso a prestaciones como los créditos del INFONAVIT para tener algún día un espacio propio desde el cual seguir creando? Es decir: ¿esta nueva propuesta pretende tratarnos como a individuos que laboran día con día o seguirá tratándonos como a “esa peste” elevada que no es capaz de tocar lo humano, lo mortal? A transformar ese retrato no ayudan personajes como Christopher Domínguez (leáse su artículo “Poca y mala fe”, publicado en Letras Libres), quien se expresa sobre este cambio con frases del siguiente nivel: “desaparece la autonomía de los creadores para determinar el rumbo de la alta cultura”. ¿“Alta cultura”? ¿En serio? Partiendo de un párrafo de Micropolíticas de deseo, de Guattari y Rolnik, creo que la cuestión que debemos plantearnos ahora
no es ya ‘quién produce cultura’ o ‘cuáles van a ser los recipientes de esas producciones culturales’, sino cómo agenciar otros modos de producción semiótica, de manera que posibiliten la construcción de una sociedad que simplemente consiga mantenerse en pie. Modos de producción semiótica que permitan asegurar una división social de la producción, sin por eso encerrar a los individuos en sistemas de segregación opresora o categorizar sus producciones semióticas en esferas distintas de la cultura.[1]
(Y por otro lado: ¿acaso hay certezas ya de cómo se gestionará esta nueva estructura de apoyos a la creación, como para afirmar que se ha perdido la autonomía?)
10. Si a les artistas no nos da la sensibilidad para la autocrítica, entonces estamos en una crisis pandémica también en el área cultural. Estamos infectades de una ceguera que surge del confort. En este país existe un grupo muy limitado que tiene el poder en la comunidad artística y académica. Eso es indiscutible. Por eso vemos tantas veces los mismos nombres en las listas, revistas, librerías, museos, salas de concierto, etcétera. No le pagan lo mismo a unes que a otres por un artículo en las revistas culturales de este país. Incluso muches lo hemos hecho de a gratis como si tuviéramos que agradecer la oportunidad de aparecer en dichas revistas junto a les grandes creadores. Ése es nuestro pago. Somos quienes llenamos los huecos de las revistas. Tampoco las editoriales toman en cuenta a unes y a otres por igual, en relación al valor real de un texto. La fama por encima, porque la fama vende: no necesariamente el contenido. Por eso conozco a miles de escritores que ni siquiera han logrado publicar su material, por más que éste tenga un gran valor artístico. Pero es que aquí lo que importa es quién es ése o ésa… No lo que ha escrito. Hablamos, sí, de forma y no de fondo. ¿No es esto una definición de superficialidad? Porque tampoco se abren siempre los museos para el talento, sino que muchas veces lo hacen para el prestigio. Y les pregunto sinceramente: ¿fama y prestigio son iguales a valor? ¿Fama y prestigio son esa “alta cultura”?
11. Lo que pasa es que la comunidad artística está polarizada, como todo en este país. Algunes estamos defendiéndonos en la mitad: algo así como esa clase media que se aferra a no perder sus privilegios y muchas veces está dispuesta a explotar a la clase obrera para lograr sus objetivos. O, siendo más realistas: nosotres perdemos los estribos y nos vamos a la guerra con fusil al hombro, porque nos toca matarnos unes con otres por un espacio en una beca, en una editorial de renombre, en un espacio digno. Nos lanzamos a la batalla y, ya se sabe, los que ganan son les males. Así me sentí cuando gané la beca en la Fundación para las Letras Mexicanas. Era la mala, la vendida al sistema capitalista. Algo parecido a esas palabras nos dijo, a mi pareja y a mí, el fallecido poeta Sergio Loo, una vez en la que coincidimos con él tras una lectura. Después supimos que él aplicaba a esa beca cada año y que no la había obtenido nunca.
12. Sí, esto es el arte para muches de nosotres: una guerra. Un manjar para el sadismo del sistema capitalista patriarcal. Los juegos del hambre. La eterna competencia. La conclusión: ha sido imposible hacernos aliados por un bien común. No existe lo común, sólo el bien propio: mi beca, mi status. Hasta ahora, sin duda ha ganado sobre las “grandes mentes” artísticas de este país el más bajo instinto del capitalismo voraz. ¿No es tiempo de replantearnos eso?
13. Sé que hay artistas que están en un pedestal, en escalones muy altos y que me dirán: para ti es fácil bajarte un par de escalones, pero para nosotres es más difícil. A eses sólo les voy a decir algo de corazón a corazón: necesitamos despolarizar esto, necesitamos trabajar en comunidad por cosas que nos beneficien a todes. Sólo así, el “nuevo Fonca” podría ser algo más digno. Éste es un momento en el que, si pensamos todes juntes, podemos crear algo mucho mejor, mucho más democrático, plural, incluyente, etcétera. Y eso no nos quita, no nos resta; al contrario, nos fortalecería muchísimo. Éste es el momento en el que tenemos que dejar de ser el divertimento del Capital y tomar el mando sin luchar entre nosotres, sin empoderamientos. Como dice Rita Segato: empoderarse implica el sometimiento de otres. Seamos un río que fluye. No una constante guerra por ocupar lugares, desplazando a otres. Nadie tiene que ser desplazado.
14. Queda claro a dónde quiero llegar: necesitamos muchas más becas, más apoyos y estímulos para nuestra comunidad. Necesitamos más certezas económicas en nuestras vidas, porque no podemos seguir trabajando por amor al arte. Necesitamos entrarle a la sensibilización artística de nuestro país, y eso implica muchísimo trabajo. Esto no es populismo, es un derecho que debemos exigir como artistas: queremos hacer arte en un país en el que eso tenga sentido. Con eso como base, si algunes lo aprecien y otres no, será cosa muy distinta.
15. Éste puede ser no un momento de pérdida, sino de muchísimas ganancias, pero es necesario que hagamos algo que no hemos logrado hacer nunca: UNIRNOS. Por supuesto que el Fonca ha sido un importantísimo apoyo para la cultura en nuestro país: eso es totalmente indiscutible. Bellísimas, hondas, inmensas creaciones han surgido desde ahí. Sin embargo, éste es un tiempo de reflexión, en el que, según creo, hemos visto la urgencia de repensar el mundo. Nos tocará exigir que esta nueva etapa sea como nosotres la necesitamos, imaginamos y deseamos. Algo que, hasta ahora, hemos sido incapaces como gremio: luchar para conseguir asuntos básicos. Creo que lo anterior se debe mucho más al ego (a las pretensiones individuales), que a la realidad que todes estamos enfrentando como artistas hoy en día.
[1] Citado por Roberto Cruz Arzabal en la tesis Cuerpos híbridos: presencia y materialidad en la escritura mexicana reciente.