Hay una construcción cultural de infancia y hay una construcción cultural de adolescencia y por lo tanto hay una construcción cultural de lo que escribimos para ellos (…). Se me antojan muy hermanadas -y muy cercanas- la literatura infantil con el arte popular (el arte popular en el más pleno, respetuoso y espléndido sentido de la palabra), me parece que tienen raíces comunes que se notan y perciben; el arte popular repite, el arte popular retoma tópicos, los recicla, los vuelve a decir… Al arte popular – vamos a nombrar a Colombres- le interesa lo original como lo que viene del origen no como lo que rompe con el origen para innovar casi caprichosamente. El arte popular está arraigado, cuenta, cuenta y cuenta lo que dicen que contaron, y dicen que contaron, y dicen que contaron. La literatura infantil también.
Liliana Bodoc*
La infancia como “categoría social” ha sido construida (pensada, moldeada, corregida, recortada, recuperada, relatada) a partir de los supuestos ideológicos de las sociedades en turno; esos locos bajitos —que canta Serrat— son y han sido constituidos por el imaginario colectivo de lo que se supone “deben ser”, sin embargo la Mafalda, de Quino, no se parece en nada a las Mujercitas, de Alcott. No obstante, estas representaciones siguen sosteniendo el andamiaje de nuestro siglo, conviven en el mismo espacio temporal de distintas generaciones mezclándose con el contexto cultural (padres, maestros, iglesia, Estado, medios de comunicación, tecnología, mercado).
Así, en este entramado de complejidades subjetivas, la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) ha logrado escribirse por los márgenes de una historia que presumimos común. De esta manera, si entendemos a la literatura como un discurso subjetivante cuyo metalenguaje está determinado por la historia de los pueblos y las experiencias colectivas que definen sus rasgos identitarios, la mirada de la autora argentina Liliana Bodoc (1958-2018) hace una relectura simbólica de su país de origen, una mirada tan arraigada que encuentra en las palabras de la autora voces que se presumen universales. Si bien Bodoc ha traspasado las fronteras con La Saga de los Confines (Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego) —interpretada como una metáfora de la conquista de América en la que el universo fantástico irrumpe plagado de alegorías que pretendieron ser extinguidas—, su obra para niñas, niños y jóvenes circula en las escuelas y los hogares de miles de lectores en Argentina, lugar desde el que me posiciono para elaborar esta propuesta.
Liliana Bodoc escribe por los bordes de una historia no contada, la escritora se enuncia como miembro de una generación y recopila pasajes de la historia argentina, cuyos personajes atraviesan las dificultades de todo sujeto en plena construcción de sentido. La autora “teje” palabra por palabra un relato en el que caben propios y extraños: dentro de su narrativa es posible rastrear el paso de la cultura africana en el Río de la Plata (El espejo africano), así como los procesos migratorios de las provincias hacia las grandes ciudades (Cuando San Pedro viajó en tren), se puede leer la transformación que produjo la irrupción del rock en la cultura juvenil de los 60’s (Amigos por el viento), hablan el interior y sus mercados (Sucedió en colores), los inmigrantes estigmatizados (Presagio de Carnaval) y los trabajadores de una cementera que reivindican la historieta (Diciembre, Súper Álbum). Es, justamente, este último relato (novela breve) en la que este abordaje encuentra su ancla.
Mirar al otro desde el interior
A la ficción para niños se le puede pedir que los apasione. Se le puede pedir que baje el dedito admonitorio de lo que se debe y lo que no se debe. Se le puede pedir que los maraville, que los deslumbre, que los asuste, que los haga reír, que los conmueva. Y se le puede pedir, básicamente, que les permita entrar en crisis. Una crisis acorde con su realidad, con sus fuerzas, con su musculatura, pero al fin, crisis. Y obviamente, transformación.
Liliana Bodoc resignifica a la infancia no como una abstracción sino como un universo habitado por sujetos que desarrollan una matriz de identidades colectivas, en este sentido, la lectura ofrece la posibilidad de conocer al Otro desde el interior. Como señala Michèle Petit, “para meterse en su piel, en sus pensamientos, sin tener miedo de ser invadido, sin ausentarse demasiado de la proyección de su interioridad en nosotros” (Petit, 2015). Diciembre, Súper Álbum (2013) hace justamente eso: se mete en la piel los habitantes de un pueblo cementero quienes ven cómo la “tranquilidad” de un pueblo se ve interrumpida, confrontada y provocada por la presencia de un parque de diversiones llamado “Budapest”; carpas ambulantes cargadas de húngaros quienes llegan con sus raras costumbres, sus ruidos y hechicerías.
La novela cuenta la historia de “El Viajante”, una historieta que se ha escrito durante décadas y que, debido a los vientos de cambio que traen consigo la línea editorial en la Argentina de los noventa (década paradigmática en este país por la oleada de neoliberalismo que desencadenó en la más profunda crisis económica, política y social, de la historia del siglo XX), está a punto de escribir su capítulo final. Es la historia de un hombre en un auto rojo que viaja de pueblo en pueblo en busca del viejo parque de diversiones; la novela se escribe en dos juegos ficcionales, es decir, hay una historia dentro de la historia: La del guionista y dibujante que tienen la tarea de llevar a “El Viajante” a su último destino y el relato que se cuenta en cada viñeta (ilustraciones de Luis Scafati). En éste tramo final, los lectores conocen la historia del joven Santiago quien a la muerte de su padre tiene un último verano de infancia porque la circunstancia lo obliga a buscar trabajo en una cementera. Ahí es cuando el “Budapest” irrumpe en San Jerónimo dividiendo las aguas y Santiago se enamora de una joven del “otro bando”, del bando de los Otros, de los extranjeros. Hay amor y hay desventura, odios y miedos. Santiago, además, siente fascinación por las historietas por lo que el lector omnisciente de Diciembre, Súper Álbum puede reconstruir el relato de quien durante décadas viajó de cuadro en cuadro.
… el guionista había decidido dedicar el último episodio a contar el origen de esta búsqueda. No quiso inventar un desenlace sino contar la causa por la que Santiago comenzó a perseguir un viejo parque de diversiones. (Bodoc, 2003, p. 49).
Los relatos para la infancia, según Bruno Bettelheim (2007), son portadores de un profundo significado; así como los mitos, la literatura proyecta un alivio a las pulsiones y ofrece modos de solucionarlas con el ofrecimiento de un final feliz, es decir, la LIJ funciona como un aparato de iniciación cultural cuya simbología está fuertemente arraigada a las tradiciones orales de los pueblos. Así, la novela recupera todos los rasgos que identifican a una sociedad que muta según su proceso histórico y político, procesos en los que existen rasgos compartidos (origen ancestral, constitución de los estados, evoluciones, conquista de derechos, tiranías y la economía). De esta manera, Liliana Bodoc en Diciembre, Súper Álbum recrea el microcosmos de la historieta argentina, su contexto, su ideología, su lucha y su desaparición como género.
“La historia de ‘El viajante’ es marcadamente política. También es posible leerla como una historia de iniciación, pero en este sentido, la mayor virtud de la autora es sumar a la trillada historia del primer amor y los sueños adolescentes, el descubrimiento que operará en su protagonista acerca de los funcionamientos de una sociedad tironeada por dos grandes fuerzas que se oponen.” (Tamargo, 2012).
Por otro lado, Giannni Rodari sostiene (2001) que la teoría más antigua de la fantasía deriva de los rituales de iniciación usados en las antiguas sociedades, basándose en Las raíces históricas del cuento, de Vladimir Propp, señala que lo que se narra en los textos para jóvenes, o lo que esconde al final de su metamorfosis (el paradigma del viaje), sucede desde la antigüedad: los niños que llegan a cierta edad son separados de su familia y llevados al bosque para alcanzar su madurez. Por eso, Diciembre, Súper Álbum ha salido al mercado bajo la etiqueta de “juvenil”, su trama acompaña a un niño que despierta a su pubertad casi al mismo tiempo que debe enfrentarse a su vida adulta, un viaje significativo y épico que seguramente estará lleno de dolor y, posiblemente, de triunfo: “pero quedaba un verano por delante. Pensé en eso, y empecé a correr para que el viento contra el rostro me secara las ganas de llorar” (Bodoc, 2013, p. 21).
Si, como afirma Graciela Montes, “Leer es construir sentido. No sólo se ‘lee’ lo que está cifrado en letras. Se ‘lee’ una imagen, la ciudad que se recorre, el rostro que se escudriña… Se buscan indicios, pistas, y se construye sentido, se arman pequeños cosmos de significación en los que uno, como lector, queda implicado.” (Montes, 2006), la novela que nos ocupa rastrea los indicios de aquello que se empeña en escudriñar, es decir, retoma tópicos de las historietas argentinas en un marcado intento por evidenciar —además de cierta nostalgia— las temáticas abordadas y la búsqueda constante de “los viajantes”. No es difícil imaginar que Liliana Bodoc fue lectora de Oesterheld, de hecho, se podría afirmar que la narrativa empleada en esta obra tiene un dejo de la retórica de El Eternauta, hay una similitud en las expresiones de búsqueda y desasosiego de los protagonistas que intentan evitar la catástrofe, escapan, intentan salvar y dudan…
Según Alonso (s/f), en la Argentina del siglo XX las historietas dejaron de recrearse en países exóticos y se situaron en el Río de la Plata. Una de las obras más representativas del género fue El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld e ilustraciones de Francisco Solano López. Ésta cuenta las aventuras de Juan Salvo, un viajero que viene del siglo XXV para reencontrarse con su esposa y su hija. Comienza en una casa del barrio de Vicente López (Provincia de Buenos Aires, equivalente al Estado de México) durante una reunión de amigos que juegan a las cartas en medio de una nevada mortal durante 1959.
De esta manera, se puede afirmar que la historieta y la LIJ comparten el destino de escribirse por los márgenes pues ambas han sido determinantes para la construcción del camino lector de miles de adolescentes, sin embargo, se escapan (o las han dejado escapar) de la denominada “alta literatura”, y es precisamente en esa marginalidad como se han inscrito en la cultura popular.
Antes de que el dibujante pudiera contestar, se oyó la voz de Viorica llamando a su nieta.
-Se acabó –dijo el guionista-. Esto sigue como debe seguir.
Pero había un grave problema: Santiago y Natalia ya no estaban allí.
-¿Dónde están? –el guionista se puso francamente nervioso.
-¡No me mire a mí! Yo los dejé dibujados acá.
-¿Qué hicieron estos mocosos?
El dibujante se rió bajito para que Viorica no lo oyera. (Bodoc, 2003, p. 77).
Diciembre, Súper Álbum cuenta el origen de “El Viajante”, es decir de Santiago, quien tras la muerte de su padre está condenado a trabajar en la cementera y a vivir en la zona trabajadora de San Jerónimo, sin embargo la irrupción y conmoción del “Gran Budapest” y su amor por Natalia hacen que el último verano de su infancia se convierta en el primero de una búsqueda sin final: encontrar el parque se convierte en su laitmotiv y, como buen lector de historietas, decide emprender una aventura con destino incierto. Santiago debe crecer como un héroe colectivo, es decir, como un muchacho que mira los desbordes e incongruencias de la sociedad en la que vive y decide tomar partido:
Ni al peor enemigo se le desea la risa de los lobos. Santiago agarró a Natalia por el brazo, y la protegió con su cuerpo. Lo hizo sabiendo que era inútil, que no tenía ni el derecho a elegir entre una paliza y el dolor de Natalia. Hiciera lo que hiciera, iban a ocurrir las dos cosas.
En aquel pueblo cementero de cortinas corridas, metido en la siesta, sordo y mudo, nadie escuchaba gritos. Los lobos iban a consumar su tragedia a pleno sol. (Bodoc, 2003, p. 113).
Nosotros como Otros
En la literatura de Liliana Bodoc encontramos una marcada línea ideológica, que quizá no escapa a las intenciones de la autora. En su obra queda en evidencia que mujeres y hombres narran para identificarse a sí mismos, necesitan (necesitamos) nombrarse, constituirse a partir del relato y con él dar sentido a su dimensión ética. En palabras de Graciela Montes: “En la historia individual la imagen que tenemos de nosotros mismos —eso que llamamos un poco pomposamente identidad— se ha ido construyendo a lo largo de los años y siempre a través de los otros. No ha sido en situación de monólogo, sino en diálogo con el otro —y con ‘lo otro’— como hemos llegado a armarnos nuestro propio cuento». (Sánchez, 2002).
-No me voy a morir de cemento –le prometí-. Cuando sea un hombre voy a comprarme un auto rojo y voy a buscarte hasta que te encuentre. (Bodoc, 2003, p. 132).
-Y ahora, ¿qué va a hacer usted? – peguntó el dibujante, garabateando un papel de puro nervioso.
-Lo mismo que hacía mi madre –respondió el guionista-: vivir en el mundo real y no en una historieta. (Bodoc, 2003, p.135).
Reconocer la marca de los Otros en la propia construcción como individuo es a todas luces la forma en la que los seres humanos han signado su paso por el mundo; las variedades lingüísticas que nos identifican y separan, las fronteras que nos dividen, las ideologías que nos interpelan dejan al descubierto el peso de nuestros sistema de símbolos, símbolos que Liliana recupera para dialogar con el pasado, el presente y el futuro. Bodoc no se niega, en sus palabras encuentra la afirmación de lo que ha sido, de sus influencias, sus nostalgias, el anarquismo de su padre y su maternal orfandad; lo suelta al mundo para que otros las hagamos propias, para que la lectura de sus relatos permita construir una historia que nos cuente a todas y todos.
Hasta aquí, uno de los tantos análisis posibles sobre la novela breve Diciembre, Súper Álbum y un brevísimo acercamiento a la tradición de la historieta del cono Sur, que sólo pretende echar un poco de luz a la obra de Liliana Bodoc fuera de la Argentina: “Tal vez sea tiempo de buscar trabajo como viajante” (Bodoc, 2003, p 136) en una aventura que permita leerla, releerla, recordarla, conocerla, comprenderla, interpretarla, estudiarla, disfrutarla y homenajearla.
*Conferencia ofrecida en el 3er Foro de Lectura y Escritura. Instituto de Formación Docente Continua de Villa Mercedes (SL), 2013. Respetamos aquí la reproducción literal.
Referencias
ALONSO, María Cristina (s/f). La narrativa de aventuras y la literatura juvenil. (s/d).
BETTELHEM, Bruno (2007). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Editorial Biblioteca de Bolsillo, Barcelona.
BODOC, Liliana (2003). Diciembre, Súper Álbum. Editorial Alfaguara, Buenos Aires.
MONTES, Graciela (2006). La gran ocasión: la escuela como sociedad de lectura. Plan Nacional de Lectura, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Argentina.
PETIT, Michèle (2015). “¿Para qué sirve leer?” en Leer el mundo. Experiencias actuales de transmisión cultural. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
RODARI, Gianni. Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias. Ediciones Colihue, Buenos Aires. 2011.
SÁNCHEZ, Claudia. La identidad en la literatura infantil argentina. Ser o no ser en el mundo. Revista Imaginaria. 2002.
TAMARGO, Raúl (2012). Diciembre, Súper Álbum. Imaginaria, núm. 318.