Reseña sobre Hiam Ayllach, Claudio Guerrero y Hugo Herrera (eds.) El ABC 3 del neoliberalismo 3, Viña del Mar, Communes, 2021.


“¿Qué tuvo de bueno la pandemia?”; “¿qué aprendimos del encierro?” En los últimos días a menudo escucho interrogantes como estas en los programas de radio o televisión que proclaman la felicidad neoliberal. Rodeada de un exceso de muerte, hambre y miedo, no puedo responder. Sin embargo, tras el progresivo desconfinamiento, retomar el trabajo en la oficina, volver a hacer clases presencialmente, llevar a mi hijo al colegio otra vez o calzarme zapatos en vez de pantuflas hacen que me pregunte ¿qué me sostuvo en este tiempo sin tiempo que no podría abandonar? Fue leer, leer y seguir leyendo, pese al recuento diario de muertos, a las personas que tocaban el timbre de mi casa pidiendo comida o una colaboración para la olla común. Junto a otras, lo realicé en medio del caos que era combinar la casa, el teletrabajo y el telecolegio. 

En este tiempo raro en el que pudimos pensarnos juntas (uso el femenino como inclusivo de lo humano), además de tener gatas y perros o una planta que regar con cariño, el activismo digital, los conversatorios por Zoom y un libro en la mano se volvieron soportes semiótico-materiales de primera necesidad.

Las horas para leer por puro gusto son un robo al tiempo productivo y reproductivo. He leído este libro en el baño, en la micro, mientras almorzaba, rara vez sentada en mi sofá. Por eso, lo primero que quiero valorar es su tamaño; se puede leer en cualquier parte y cabe en cualquier cartera.

No obstante, lo más importante es de qué va. Parte de mi trabajo remunerado —soy académica en la Universidad de Valparaíso— es leer cosas densas, cabezonas y casi siempre un poco aburridas; el artículo científico, el ensayo filosófico, el informe de investigación. Pero mi vocación más profunda es ser profesora y allí el desafío es que mis estudiantes entiendan, piensen por sí mismos y logren vincular “la materia” a los desafíos del presente que les toca; que puedan desnaturalizar lo que se da por sabido; que sus ansias de aprender no terminen marchitas por un discurso académico insondable. Este es un libro con vocación pedagógica. Sus diferentes textos no están escritos para mostrar lo mucho que sus autoras/es dominan sobre el asunto, sino para compartir saberes, interrogantes, paradojas, deseos. Entonces, lo primero que valoro es que aprendí mucho. Lo segundo, es que mientras lo leía una y otra vez pensaba “Volver a los 17, después de vivir un siglo…”, como cantaba la Violeta. En mi caso, eso sería regresar a 1988, el año en que ganamos el plebiscito del “No” a la continuidad de Pinochet, cuando las y los estudiantes secundarios movilizados en Chile creíamos que no sólo derrotábamos la dictadura, sino también todo lo que con ella se había impuesto. ¿Por qué recordar ese año? Porque no puedo dejar de interpretar este libro como parte de un nuevo ciclo de disputas por las memorias del pasado reciente en Chile. 

El ABC 3 del neoliberalismo, editado por Hiam Ayllach, Claudio Guerrero y Hugo Herrera, (2021) como parte del proyecto editorial Comunnes, responde fielmente a lo que anuncian en su prólogo: quieren disputar la lengua neoliberal y lo hacen siguiendo el itinerario inaugurado por el ABC 1 y 2. Sin embargo, la escritura y su publicación ocurren en un tiempo muy distinto, uno marcado por la revuelta popular iniciada el 18 de octubre del 2019, la desastrosa gestión de la pandemia y el esperanzador, pero no menos convulso, proceso constituyente que se desencadenó. Tal como se argumenta, el texto sale a luz en un momento donde la “racionalidad política neoliberal se ve amenazada por la figura de la interrupción” (2021, p.19).

Esa es una de las primeras ventajas del libro, hay aquí diferentes formas de desmontar la gramática del neoliberalismo, pero no de uno abstracto y universal sino de uno situado: es el modelo neoliberal fraguado en Chile que pasó de ser la primera república socialista instaurada democráticamente, a la dictadura y posterior democracia más neoliberal que se conozca. Es aquí donde el orden hegemónico parece fisurarse y donde urge correr el tupido velo —como decía José Donoso— de algo que no está oculto, pero que sí se vuelve invisible e inaudible de tanto repetirse. Y ese algo se configura mediante palabras que son parte de un lenguaje y, por tanto, de una forma de vida. De ahí que no es casual que el término “memoria” se cuele de distinta manera en gran parte del libro.

Así, en este ABC 3 las y los autores desmantelan términos como “subsidiariedad”, “valor”, “gentrificación”, “empoderamiento”, “nicho” o “constitución” o los prefijos “Se” y “Co”; así como en el libro anterior lo hicieron con “riesgo”, “oportunidad”, “neo-management”, “emprendimiento”, “evaluación”, “crédito”, “vulnerabilidad”, “sindicato”, “multiculturalismo” e “inclusión”. No son vocablos inocentes, sino el entramado de un habla social que se hizo sentido común logrando que se nos olvidase que se podía hablar, sentir y hacer de otro modo. 

Por eso lo vinculo a las memorias de nuestro pasado reciente. En 1988, cuando yo tenía 17, las disputas contra el olvido giraban especialmente en torno a las luchas por la verdad, la justicia y la reparación por las violaciones más graves a los derechos humanos. Había que pugnar por el reconocimiento público del terrorismo de Estado. Así, fue sobre todo la represión más brutal de los cuerpos —la ejecución, desaparición o la tortura— la que capturó los mayores esfuerzos contra la impunidad y la amnesia social. No es que no supiéramos que también se había instalado forzosamente una economía y una forma de Estado neoliberal, pero fue ese el principal imperativo del Nunca Más

Tras años de desmovilización social, las estudiantes, en el 2006 primero y en el 2011 después, empezaron a empujar otra memoria pública: en dictadura se había privatizado y municipalizado la educación y poco a poco diferentes manifestaciones empezaron a recordar que no sólo se dañaron cuerpos físicos, sino que el cuerpo social había estallado cuando obligatoriamente los derechos colectivos mutaron en bienes de consumo. A lo menos desde el 2016 los feminismos agregan un nuevo vínculo entre la violencia de Estado del pasado y la violencia de género en el presente. Asimismo, todas las demás movilizaciones en contra del modelo, NO+AFP, no al lucro en educación, no más zonas de sacrificio, ni despojo del agua, entre muchos otros rechazos que terminan estallando en octubre, vienen a fisurar uno de los mayores éxitos de la dictadura y de los gobiernos que la sucedieron; conseguir que no dimensionásemos la magnitud del legado dictatorial: la naturalización del orden social neoliberal, heteropatriarcal y extractivista. 

Es en esa línea que leo este libro, como parte de un nuevo ciclo en las luchas por las memorias sociales que vienen a disputar los sentidos sobre el pasado. Y no lo hace a través de una voz unívoca sino mediante un collage donde cada pieza sostiene al resto. Es por eso que vale la pena leerlo completo, ya que las diferentes partes de este libro están ligadas en una trama que opera como un abecedario, y no se puede aprender a leer y escribir sólo con algunas letras sueltas. 

“Se”, escrito por Pablo Oyarzún, permite comprender cómo la impersonalidad se hizo norma en dictadura (“se” lo llevaron, por ejemplo) y los efectos que todavía perduran de ese pequeño prefijo. Un ejercicio que después le sirve a Hiam Ayllach y Hugo Herrera para desactivar las trampas del prefijo “Co” que hoy nos inunda por todos lados (coworking, codeudor, entre muchos otros). Este último es uno de mis capítulos favoritos porque, a propósito de la tan aclamada co-responsabilidad en la crianza que se supone facilitaría la compatibilización entre empresa y familia, muestra gráficamente cómo las feministas no queremos emparejar la cancha —como algunos cómodamente creen—, sino que luchamos por otro juego, uno que no sólo sea mejor para las mujeres, sino capaz de oponerse a las diversas formas de precarización de la vida. Además, este capítulo sobre lo “co” condensa mucho de lo que yo venía extrañando en el capítulo anterior, “Valor”, un documentado y erudito análisis elaborado por Roberto Vargas, Angelo Nárvaez y Pablo Pulgar; con él se aprende mucho sobre marxismo, pero resulta insuficiente si no se lee lo que ofrecen las críticas feministas del salario, la familia nuclear y el Estado de Bienestar, parte de lo que se explica de manera tan clara en “Co”. Esto se conecta con el capítulo de Nicole Darat acerca del “empoderamiento”, que no sólo desnuda el vocablo, sino que argumenta sobre la manera en que el neoliberalismo ha trastocado el sentido que tenía la demanda feminista por la “autonomía”, a la par que advierte con respecto a las amenazas de cooptación y simplificación de los feminismos bajo nuevos mandatos maternalistas y mujeriles, que sólo redundan en más precarización y neoesencialismos. Hace tiempo que vengo reclamando que no quiero ser “autónoma” ni “empoderada”, sino que anhelo otro tipo de vínculos, y Nicole aquí lo explica de manera clara y profunda a la vez.

No me atrevo a comentar los capítulos de los constituyentes, Jaime Bassa y Christian Viera, quienes escriben “Constitución (Neoliberal)” y “Subsidiariedad” respectivamente, no porque no me gustaran sus textos sino porque sigo siendo muy analfabeta acerca de los entresijos sobre la más pesada herencia de la dictadura, la Constitución de 1980 impuesta en dictadura. Frente a ambos escritos vuelvo a ser una estudiante asombrada acerca de todo lo que aquí aprendo y a la vez tremendamente agradecida de que ambos, profesores de la Universidad de Valparaíso, encarnen una memoria otra: saberes académicos puestos al servicio de un cambio que, de tan profundo, no habíamos logrado ni siquiera imaginar. 

El libro incorpora también textos que, además de sus lúcidos contenidos, hacen imposible no detenerse en la forma escritural que los crea, en sus registros poéticos, visuales e incluso táctiles. Es así como “Gentrificación” de Jader Janer, Lidia Fernándes y Víctor Loback, invita con canciones e imágenes a dimensionar cómo las “constituciones espaciales” gestan relaciones, lenguajes y narrativas que no representan, sino que constituyen formas de vida. Ocurre también con el epílogo de Mario Domínguez y su pregunta por el posible “Retorno de las luciérnagas”, un texto muy bello del que no diré nada más para no arruinar la sorpresa. Y están las páginas centrales, densamente negras, donde se inserta furtiva una selección de poesía que deja sin aliento, “Palabras claves”, se titula la selección de Sergio Raimondi. Tampoco puedo decir nada acerca de ellas, salvo que pasaron a ser parte de mi poesía esencial. Y no es menor la postal de Camila Alejandra Rojas, incluida en el libro; allí la palabra “dignidad” se repite sin saturarnos, con la misma fuerza que los gritos y rayados de octubre.    

Dejo para el final mi texto favorito, “Nicho”, de Claudio Guerrero. Como ocurre con todos los capítulos de este libro es mucho más que desarmar un concepto de la lengua neoliberal, es pensar muchas cosas a la vez. Así, cuando Claudio cita a Stoner —mi última novela preferida—, caí rendida. Pero fue también éste el capítulo más duro de seguir, uno que me tuvo los ojos llorosos varias veces, porque para mí ha sido la manera más bella, intensa y sensible que he leído para pensarme a mí misma como parte de la encarnación del neoliberalismo en la producción y reproducción del saber académico. Con varias de las autorías de este libro —y con quienes crearon el proyecto editorial y político de Communes— compartimos el oficio de ser “académica/o”; uno lleno de luces, pero también de oscuridades y reflejos, donde jugamos ese raro equilibrio que demanda el teatro chino de sombras. Por eso cierro compartiendo esta cita de Claudio Guerrero, “¿Cómo no hacer transable el saber? ¿Cómo pensar en transformar las lógicas que han distanciado al saber del sentido común y lo común?” Para eso está este ABC del neoliberalismo y el proyecto editorial mayor de las, los y les comunerxs.