Durante la primera mitad del siglo XX en los territorios coloniales de Asia se gestó un ambicioso proyecto de movilización basado en la promoción de China e India como los dos pilares de una política anticolonial panasiática. Para intelectuales como Rabindranath Tagore y Tan Yunshan, ambas naciones estaban indisolublemente ligadas a través de vínculos creados por antiguas tradiciones —como el Budismo— y en conjunto representaban el núcleo de una reserva civilizatoria capaz de hacer frente al avance del imperialismo impulsado desde Europa en Asia desde principios del siglo XIX. El panasianismo representó un ideal de colaboración regional erigido sobre el ideal de la solidaridad, moldeado a partir de la convicción de la cercanía cultural entre China e India, e impulsado por una visión común de un futuro post-colonial de reivindicación de los pueblos y culturas de Asia.
La defensa de estos vínculos civilizatorios y de la unidad cultural de India y China fue un elemento central en la gestación del nacionalismo anticolonial indio de la primera mitad del siglo XX, y alimentó el impulso del Movimiento de los Países No Alineados y el ideal de la solidaridad afro-asiática encabezados por líderes como Jawaharlal Nehru a partir de la década de 1950. Nehru, Primer Ministro de la República de India entre 1947 y 1964, veía la descolonización de la India Británica como parte de un proyecto de regeneración de la política regional en Asia. Bajo su mandato, India fue el primer país no comunista en reconocer oficialmente a la República Popular China en 1950, gesto que dio inicio a un periodo de enfática reiteración de la cercanía entre ambas naciones durante la siguiente década. Este acercamiento desembocó en el Acuerdo de los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica (Panchsheel Agreement), firmado en 1954 por los gobiernos de China e India, y en el que se enarbolaban el respeto mutuo a la integridad territorial y la soberanía, la no agresión, la no interferencia en los asuntos internos del vecino, la coexistencia pacífica y la cooperación en pos del beneficio mutuo. En su letra y su ambición, el Acuerdo de los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica, firmado por Nehru y Zhou Enlai, encarnaba el internacionalismo idealista de las décadas de la descolonización en Asia y África y apuntaban a la posibilidad de un nuevo orden global.
A pesar de la retórica internacionalista del momento, los fundamentos del panasianismo se vieron rápidamente opacados por la imposibilidad de hacer cuadrar los objetivos geopolíticos de ambas naciones en el contexto de confrontación global causado por la Guerra Fría. El estatus de los territorios fronterizos entre China e India, y la cuestión espinosa del Tíbet, fueron los principales impedimentos para el florecimiento del idealismo de los Cinco Principios.
El 31 marzo de 1959, un contingente de refugiados tibetanos encabezados por el Dalai Lama se adentró en territorio indio para solicitar asilo. Huían de la violencia generada por la violenta represión del alzamiento popular en Lhasa gestado en contra de la ocupación China del Tíbet en los primeros días de aquel mes, la cual forzaría a miles de tibetanos a exiliarse en el vecino del Sur. El Dalai Lama pronto se reunió con Nehru, quien le ofreció asilo en India. Este gesto fue interpretado por el gobierno chino como un flagrante incumplimiento del Acuerdo de los Cinco Principios, lo que agrió la relación entre ambos regímenes.
El choque diplomático causado por el asilo de los refugiados tibetanos fue el anuncio de grandes tensiones por venir. El conflicto causado por la defensa de posturas mutuamente irreconciliables respecto a una disputa fronteriza, heredada de tiempos coloniales, rápidamente erosionó la buena fe cultivada entre India y China durante los primeros años de la década de 1950. La confrontación finalmente explotó en octubre de 1962 cuando fuerzas militares chinas lanzaron un ataque sorpresa en contra del ejército indio en el pico de Thang La. Tras el ataque, Jawaharlal Nehru declaró que, “a pesar de su amor por la libertad”, India no podía quedarse de brazos cruzados tras la agresión. Durante las siguientes semanas, los ejércitos de los dos pilares del panasianismo se enfrentaron en escarpados campos de batalla a más de 4000 metros de altura en una corta guerra gestada en el corazón de Asia. La primera guerra sino-india terminó el 20 de Noviembre de 1962, dejando tras de sí unos 2000 soldados muertos y las ilusiones de la solidaridad asiática.
A partir de entonces, los enfrentamientos fronterizos entre China e India se han repetido en oleajes sucesivos: en 1967 ambos países se enfrentaron en una segunda y corta guerra, en 1987 otra vez sus fuerzas armadas estuvieron a punto de entablar un conflicto de gran escala, y en 2013 otra vez la falta de consenso respecto a la línea fronteriza avivó la tensión entre patrullas fronterizas de ambos bandos. Durante este periodo, la franja fronteriza entre ambos países —que además colinda con las fronteras de Pakistán y Afganistán— se ha convertido en una de las regiones más militarizada del mundo.

La más reciente edición de esta confrontación en los Himalayas comenzó a gestarse el pasado mayo cuando se registraron varios enfrentamientos entre fuerzas de ambos países. Hasta ahora, autoridades indias han reportado veinte bajas como resultado de estos combates. El gobierno chino no ha dado cifras al respecto. Los enfrentamientos reportados tuvieron lugar en el valle de Galwan, en la región de Ladakh, aparentemente en respuesta a la tensión generada por la construcción de un nuevo camino en el lado indio de la frontera.
El conflicto, gestado en medio del punto álgido de la pandemia global causada por el COVID-19, se enfrió parcialmente. Sin embargo, la crisis puede tener consecuencias geopolíticas profundas para el mundo entero dado el enorme peso demográfico y económico de ambos países, así como su capacidad militar y nuclear.
Por lo pronto, el choque ha servido para reeditar viejas fijaciones nacionalistas en ambos lados de la frontera y para alimentar nuevas agendas de exclusión xenófobas. En India, miembros del partido del Primer Ministro Narendra Modi utilizaron el enfrentamiento para encabezar una campaña de propaganda anti China en India, lo que llevó a numerosos episodios de violencia en contra de ciudadanos chinos en el país, así como a un boicot generalizado de los productos provenientes del poderoso vecino del norte. A tres cuartos de siglo del surgimiento de la República India y la República Popular China, las compulsiones geopolíticas de los regímenes de Narendra Modi y Xi Jinping amenazan con pulverizar no sólo las brasas del panasianismo sino la estabilidad geopolítica de Asia y, potencialmente, del mundo entero.