En los conflictos laborales contemporáneos se enfrentan dos tipos de actores relativamente novedosos: de una parte, una empresa global o transnacional organizado en múltiples espacios. Desde la perspectiva de los trabajadores, la empresa aparece como un capital rector que determina las relaciones entre colectivos de trabajadores distantes geográficamente. A su vez, las empresas globales se organizan a través de la subordinación de capitales menores –a través de procesos de subcontratación y outsourcing– y avanzan en la dinamización de formas no asalariadas de subordinación del trabajo. De otra parte, las redes sindicales y los “sindicatos globales”, los últimos surgidos en los últimos decenios como respuesta a la concentración y a la globalización de los capitales. Un tema central para la militancia y el activismo sindical pasa por identificar y caracterizar la forma que toma el accionar sindical en su dimensión  “internacional” o “global”.

 

Las organizaciones sindicales internacionales entre lo global y lo local

En los últimos años se ha incrementado la formación de Redes Sindicales Internacionales, promovidas por las Federaciones Sindicales Globales. Las Redes agrupan a sindicatos  representativos de los trabajadores de las diferentes locaciones en que se instala una empresa global. Uno de sus principales objetivos es el intercambio de información sobre las condiciones de trabajo y salariales en los diferentes países. Es relevante mencionar que no hay ningún estatuto legal que prevea la representación sindical global, por lo que la formación misma de las Redes es parte de las definiciones políticas de los sindicatos. En tanto tal, es una táctica organizativa que el movimiento sindical internacional ensaya a partir de la década del 80 cuando se acelera el proceso de integración regional en Europa. En ese contexto, el movimiento sindical europeo promueve cuerpos regionales de representación sindical y negociación colectiva. En el caso del sector metalúrgico, son los sindicatos de las automotrices alemanas quienes proponen la incorporación de sindicatos no-europeos en  las redes regionales. Desde los años 2000 se registra una mayor profusión de las mismas, en diversos sectores productivos y con suerte desigual respecto a su reconocimiento por parte de las empresas no-europeas. Como producto de los “compromisos” logrados entre empresas y redes sindicales, surgen los Acuerdos Marco Globales: se trata de acuerdos entre redes o consejos sindicales globales y empresas particulares que establecen una serie de condiciones básicas en relación con salarios, salud y seguridad, medioambiente, etc. En ciertas empresas se han logrado Acuerdos Marco temáticos, específicamente enfocados en criterios de salud y seguridad laboral. La apuesta del movimiento sindical es que estos estándares mínimos se repliquen también, en la cadena de suministros del capital rector que firma el acuerdo.

Detengámonos por un momento en esta naciente arquitectura institucional. Los analistas coinciden en resaltar que las Redes Sindicales Internacionales son el “actor” que garantiza el cumplimiento de los Acuerdos Marco Globales (Fitcher et al. 2011), así como los sindicatos garantizan el cumplimiento de los convenios colectivos locales o nacionales.  A su vez, las redes sindicales internacionales pretenden que las empresas las reconozcan como interlocutores sindicales y se avengan a la firma de un Acuerdo Marco. Esta dinámica pone de manifiesto un aspecto estratégico de la organización sindical a escala global: establecer un ámbito y mecanismos de negociación colectiva capaces de abarcar a contingentes de trabajadores organizados por el mismo capital rector. En su alcance máximo, este ámbito de negociación contendría al conjunto de trabajadores implicados en el mismo proceso de producción – independientemente del sector o la rama de la producción en la que se desempeñen. Este planteo requiere revisar un elemento histórico de la organización sindical y la negociación colectiva: la rama o sector de actividad.  

En efecto, desde mediados del siglo XX la integración de las organizaciones sindicales en sistemas jurídico-institucionales de corte nacional, proyectó su capacidad de acción y representación en dos sentidos: territorialmente, la capacidad de acción se delimita en el espacio nacional – o subnacional según el caso – y en relación con los conjuntos que abarca, la representación se restringe a un grupo particular de trabajadores, delimitado a partir de la rama de actividad o del alcance territorial. Los sindicatos nacionales se integraron en las Federaciones Internacionales sectoriales, incorporando ambas coordenadas de delimitación. En términos sectoriales, el mapa contemporáneo está dominado por tres grandes Federaciones Globales: IndustriAll (industria manufacturera), UNI (servicios), ITF (transporte). En sus programas de acción, se proponen “organizar cadenas de valor”, objetivo que resulta sintomático de un cambio profundo en la organización de la producción y de los trabajadores que puede presentar tensiones a la vigencia de la organización por rama de actividad en la escala local.

El proceso de (des)organización y (re)organización de la clase trabajadora, los programas y las organizaciones sindicales

Esta forma de articulación internacional emerge en el contexto del profundo proceso de reestructuración capitalista que se desarrolló desde el último cuarto del siglo XX. La caída de la Unión Soviética puso fin a los clivajes geopolíticos que estructuraban los alineamientos en el sindicalismo internacional. En términos generales, la erosión de estos clivajes se asociaba fuertemente al quiebre de las expectativas en proyectos de sociedad alternativos, fundados en movimientos de emancipación de los trabajadores y los países del llamado “Tercer Mundo”. Desde la década de 1990, el despliegue del proceso de globalización de la producción desorganizó y debilitó antiguos espacios y lógicas de poder sindical, a través de la conformación de cadenas de suministro y procesos de subcontratación transnacionales. El movimiento sindical en la escala internacional comenzó a estructurar su accionar en torno de tópicos “industriales” – fundamentalmente ligados con la resistencia a la precarización y a la informalización del trabajo. La consolidación del Estado Nacional de Competencia (Hirsch : 2001) ubica a las organizaciones sindicales como actores institucionales que expresan (y gestionan) una fuerza de trabajo que debe demostrarse competitiva en el ámbito internacional. En una dimensión de su actuación, las organizaciones sindicales articulan una representación “nacional” de la fuerza laboral procurando sostener los puestos de trabajo y las condiciones de empleo junto con las condiciones políticas que sostienen la libertad sindical como libertad de sindicalización, libertad de negociación y libertad de protesta. 

En el inicio del nuevo milenio se produce la reorganización del sindicalismo internacional: a la mencionada fusión de las Federaciones de Rama se suma la fusión de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y a las tendencias democristianas (CTM) en la Confederación Sindical Internacional; mientras que la Federación Sindical Mundial asociada a los Partidos Comunistas, decrece notoriamente y pierde su influencia. En este proceso se consolida el lenguaje político de las reivindicaciones laborales como Derechos Laborales y Humanos. Nuevos contenidos emergentes en las demandas sindicales acusan esta transformación. Las organizaciones sindicales globales se pronuncian por la defensa irrestricta de los Derechos Humanos, elemento distintivo del discurso sindical por ejemplo en los países del Cono Sur que habían atravesado sangrientas dictaduras militares así como en espacios nacionales atravesados por conflictos armados. Otro contenido emergente en los programas sindicales pone énfasis en combatir las múltiples formas de  discriminación en los espacios laborales. Además, promueven explícitamente la democracia y la libertad sindicales y se involucran activamente en la defensa de sus miembros (sean organizaciones sindicales o grupos de activistas) cuando éstos sufren represión estatal o persecución por parte de los empleadores (los programas de las federaciones globales están disponibles en: IndustriAll, IFT y UniGlobal )

El programa político de las Federaciones Globales remite a una perspectiva común sobre el Estado en tanto espacio en que cristaliza la regulación general de las condiciones de compra venta de la fuerza de trabajo en la escala nacional (Hai Tac: 2016). El movimiento sindical internacional busca proteger y consolidar el ámbito de regulación estatal como espacio en que las organizaciones sindicales despliegan las políticas de gestión del colectivo laboral nacional. Es así que sindicatos nacionales y Federaciones Globales coinciden en su aspiración a la institucionalización de las condiciones de compra-venta y consumo productivo de la fuerza de trabajo en los sistemas (nacionales) de relaciones laborales, a través de mecanismos de negociación colectiva y de diálogo social como elementos clave en la organización del accionar sindical y de la conflictividad. En virtud de esta perspectiva, la táctica de proyectar el espacio de relaciones laborales en el plano internacional a través de los Acuerdos Marco Globales requiere que cada espacio local pueda fortalecer y centralizar el accionar sindical. De allí la activa intervención de las Federaciones Globales en el fortalecimiento de organizaciones centralizadas y espacios de coordinación nacionales en países en que la estructura institucional tiende a la fragmentación sindical. 

El accionar sindical internacional: entre la solidaridad y el poder global

El despliegue de esta articulación del accionar sindical a escala nacional e internacional debe ser puesto en el contexto de la división del trabajo, la dispersión de procesos productivos y la reconfiguración de las relaciones de competencia internacionales. En síntesis, en el contexto de fuertes transformaciones en las relaciones que configuran a la clase trabajadora en un sentido amplio. De acuerdo a lo que hemos desarrollado, la dimensión global del accionar sindical se configura bajo lazos de solidaridad internacional entre organizaciones externas entre sí, articuladas en redes. En diferentes modalidades, la solidaridad internacional resulta una fuerza constitutiva del campo de fuerzas en que se despliega el accionar del sindicato. 

En nuestra investigación, centrada en una red internacional del sector siderúrgico, registramos que la solidaridad internacional fortalece posiciones sindicales en dos tipos de proceso: de una parte, aquellos que se despliegan según plazos y pautas reguladas por los sistemas de relaciones laborales y estallan ante el intento del empleador de empeorar o cambiar desfavorablemente alguna de las condiciones establecidas en los Convenios Colectivos de Trabajo. Registramos acciones en solidaridad entre sindicatos de la Red en 2006 – cuando la movilización solidaria del sindicato en Argentina resultó fundamental para fortalecer la posición de resistencia del sindicato Canadiense – y en 2008, esta vez mediante acciones que fortalecieron a los sindicatos italianos para enfrentar intentos de despidos. Otro tipo de acciones solidarias, esta vez interpelando al Estado se registran en los conflictos que hacen a la lucha por la institucionalización misma de las relaciones laborales en contextos nacionales represivos, atravesados por la violencia estatal y paraestatal. Hemos relevado puntualmente los conflictos que protagonizó esta red en Colombia y Guatemala donde el accionar sindical internacional ha ampliado notablemente el arco de apoyo de los sindicatos locales, favoreciendo su consolidación.

En este sentido, el caso de México es expresivo de una relación de fuerzas en la que la estrategia impulsada por el movimiento sindical internacional no coincide con la estrategia dominante en el movimiento sindical local. El llamado “sindicalismo corporativo” ha jugado un papel fundamental en sostener políticas de aplastamiento salarial para que el espacio nacional  pudiera atraer la inversión de capitales manufactureros en el marco de la reconfiguración de la integración de México al mercado mundial vía el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Por esta política, el sindicalismo mexicano quedó marginado del movimiento sindical internacional al ser expulsado de la CIOSL. En resistencia a esta política, sectores minoritarios del sindicalismo mexicano, agrupados en torno del polo “independiente” ensayaron procesos de articulación internacional, incorporándose a las Federaciones Globales y participando de Redes Internacionales buscando dinamizar la estrategia internacional en México. Esta estrategia cristaliza hoy – mediada por un complejo proceso de alianzas, incorporaciones y resistencias – en la conformación de la Confederación Sindical Internacional (CSI) liderada por Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares (SNTMMSS). El contexto de transformación y reforma de la dinámica política estatal abierto por la llegada de MORENA y AMLO a la presidencia parece generar condiciones para la reconfiguración del sistema de relaciones laborales y para el despliegue de la estrategia promovida por el sindicalismo internacional en el territorio mexicano.

Existe una dimensión latente de la estrategia de organización internacional que se funda en la configuración de colectivos obreros transnacionales expresados por el sindicato internacional como actor dominante. Supone, como analiza Hürtgen (2014) posicionar al trabajo como un actor transnacional – que contiene y a la vez supera las particularidades nacionales – capaz de proyectar un campo de fuerzas en esa escala. Tuve posibilidad de captar algunos indicios de esta dimensión en iniciativas de acción al interior de la Red que proponen acciones unitarias, la delimitación de reivindicaciones comunes en las diferentes locaciones y la construcción de estrategias comunes frente a los problemas que enfrentan. En ciertos sectores, esta dimensión está más desarrollada – como entre portuarios y marineros – y generó rupturas organizativas y políticas al interior del movimiento sindical.

La perspectiva de subordinar los contextos nacionales en la construcción de poder sindical global parece quimérica, y es dudoso que pueda desplegarse separada de una estrategia que trascienda los sistemas de relaciones industriales como espacio de disputa por la mejora de las condiciones laborales y de vida de las clases trabajadoras. Sin embargo, la reconfiguración de las clases trabajadoras a escala global ha dinamizado procesos de articulación transnacional en los que el movimiento sindical participa generando así dinámicas que tienden a su transformación. La viabilidad de este derrotero es materia de los y las  trabajadores y la historia de sus combates como clase.