
Crónica
Amada Aurora Vollbert Romero
Esta crónica la escribo yo, una defeña de 27 años de edad que, desde hace casi seis meses, se mudó a Oaxaca para estudiar la maestría en Sociología. Antes de vivir en Santa Lucía del Camino, habitaba el Pueblo de los Reyes en Coyoacán con mi mamá, Erika Vollbert Romero, quien me crio junto con la ayuda de mis abuelxs. Nací con la piel blanca y, aunque no creo en los esencialismos, sé que eso ha marcado mi experiencia en el mundo, así que me toca estar alerta de que mi pensar/actuar no se vea definido por ello. Hasta ahora morra hetero, intentando no ser tan heteronormada.
Si me andas leyendo igual y pensarás: “¿No era esto una crónica sobre el Primer Encuentro de Feminismos en Oaxaca?”. Lo es, lo prometo, pero como sabemos desde las perspectivas críticas de las ciencias sociales —como el feminismo o el marxismo— el lugar de enunciación importa. Y yo desde este lugar soy, siento, escribo, pienso, me equivoco, discuto y comparto con las otras/otres. Estoy escribiendo este relato desde el enfoque auto-corpo-biográfico y, por ello, en él se mezclan mis experiencias personales, colectivas e institucionales, datos y descripciones del Encuentro, pero también sensaciones y emociones que fueron surgiendo en el transcurso de los días (Mariana Alvarado y Maria Eugenia Hermida, 2022, p. 3).
Estoy a un par de semanas de mudarme nuevamente de casa. Esta mudanza implicará adentrarme unos cuantos kilómetros más al municipio que habito actualmente en la ciudad de Oaxaca. Pero antes de realizar este movimiento físico, me encuentro en la sala de mi casa escribiendo estas palabras que traman una mudanza mucho más compleja, una que implica un “desplazamiento epistemológico” hacia el conocimiento y reconocimiento de las historias subalternizadas de los feminismos en Oaxaca sin pretender ocupar el espacio de otras, renunciando así al “gesto extractivista” a través de la escucha desde la piel propia (Mariana Alvarado y Maria Eugenia Hermida, 2022, p. 11).
La idea de armar esta crónica me llegó cuando supe que no habría transmisión en vivo del Encuentro, ya que el objetivo de éste, según lo que me contaron las organizadoras, era encontrarnos y no vernos por pantallas, poder compartir lo que sintiéramos sin el temor de ser grabadas. Sin duda creo que esto fue importantísimo para la forma en la que se desarrollaron las actividades y posibilitó intercambios muy ricos que no hubieran podido darse con la interacción en video a través de redes sociales.
Así que ésta es mi manera, en primera persona y con la piel propia, de transmitirles un poco de lo que considero fue un evento histórico para los feminismos del Sur Global. No es mi intención narrarles a detalle cada una de las más de 30 actividades que se llevaron a cabo en este Encuentro organizado por las compañeras Charlynne Curiel (antropóloga social) y Fabiola Bailón (historiadora), sino poder chismearles algunas de las reflexiones, preguntas y emociones que viví siendo parte del grupo de morras que, junto con Karla, Yazuli, Noemí, Anaís y Holly, echó la mano en la gestión. Si me detengo en la descripción de ciertas actividades, se deberá a que fueron las que tuve la posibilidad de presenciar en las dos sedes en que me tocó apoyar: el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (IIH-UABJO) y el espacio cultural Las Brujas.
El jueves, 25 de mayo, la inauguración estaba programada para las 10 de la mañana en el patio del IIH-UABJO, ubicado en la calle Independencia en el centro histórico de Oaxaca. La sede estaba llena cuando las palabras inaugurales de Charlynne Curiel comenzaron a pronunciarse y la conferencia “Pioneras del feminismo contemporáneo en Oaxaca”, de Fabiola Bailón Vázquez, dio inicio. Se sentía mucho entusiasmo en el ambiente: no acudíamos a escuchar sobre el movimiento de mujeres obreras en Europa, o sobre el feminismo radical estadounidense, ese día estábamos ante una historia diferente, una que resulta mucho más familiar: nuestra propia historia.

De pronto, la historia se hizo vida y, de entre las asistentes a la conferencia, surgieron algunas exintegrantes del Grupo de Estudios Rosario Castellanos —del que apenas acababan de hablar— que tomaron la palabra, hicieron algunas precisiones y de viva voz nos compartieron sus experiencias como mujeres feministas, mujeres que luchan desde la década de 1970. Se sentía la emoción en sus voces y al grito de “¡Aleeeeerta, aleeeeerta, alerta, alerta que camina la lucha feminista por América Latina! ¡Y tiemblen y tiemblen y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista!” inició la jornada de este Encuentro que duró tres días, reunió a más de 70 compartidoras de saberes, ponentes, talleristas y artistas, en más de 30 actividades entre mesas temáticas, talleres, presentaciones de libros, fanzines, exposiciones y proyecciones documentales. A continuación, les comparto algunas sensaciones que tuve al escuchar, conocer, compartir y devenir con los feminismos oaxaqueños.
El primer día de actividades tuve la posibilidad de integrarme al taller de “Monotipias bestiarias”de la colectiva Oaxaperras, un grupo de universitarias de distintas carreras como artes, contaduría, ciencias sociales, entre otras. Comenzamos presentándonos, diciendo algo que nos gusta y compartiendo cómo nos sentíamos en ese momento. En nuestras mesas de trabajo había una hoja y un lápiz para escribir; la idea era crear un bestiario con aquellos especímenes a los que nos enfrentamos día a día en este mundo patriarcal. Nos pidieron escoger un nombre, describir su hábitat, modus operandi, sus frases más comunes, así como el nivel de peligrosidad que representaban. Al principio, resultaba muy desafiante: tener que hablar de aquellas bestias indeseadas de nuestra cotidianeidad es difícil, pero una vez que el lápiz se soltó me pareció un ejercicio increíble además de liberador, porque el objetivo era también poder ridiculizar a las bestias al catalogarlas.
La segunda parte del taller consistió en darle forma a nuestras bestias, con una técnica, que yo no conocía hasta entonces, llamada monotipia. La monotipia es una impresión de color que se realiza una sola vez, con una tinta bastante espesa que se extiende con un rodillo. Nos proporcionaron formas de caras, ojos, bocas, cuernos y todo lo necesario para nuestras creaciones, aunque también pudimos intervenirlas a mano alzada si así lo queríamos. Al finalizar, nuestras descripciones y bestias se colocaron en la exposición permanente que se encontraba en el patio del IIH-UABJO.

Por la tarde de ese mismo día escuché dos conversatorias, una sobre la importancia de la psicoterapia feminista y otra más sobre las luchas y resistencias de la magisteriA oaxaqueña. Agrupo ambas en una misma reflexión porque hubo un intercambio muy rico entre ellas a pesar de que sus temas eran diferentes. En las dos se habló sobre justicia epistémica y descolonización, además de la preocupación de no tener referentes feministas en la formación de sus disciplinas: la psicoterapia y la educación básica. Esta reflexión resonó mucho en mí porque noté que todas compartimos diagnósticos similares respecto a lo que ocurre en la educación, pues en la UNAM también venimos denunciando la falta de autorAs en los planes de estudio desde hace varios años.
Así, uno de los pensares que tuve y se fue cocinando desde el primer día es que los feminismos crean y se sostienen en la amistad entre mujeres, y la amistad entre mujeres crea a su vez espacios de trabajo feministas. Esto no significa que todas las mujeres y disidencias feministas seamos amigas, sino que dentro del movimiento nos hemos encontrado con otras que comparten nuestros intereses y proyectos, es decir, otras con quienes podemos trabajar. Muchas de las mesas que pude escuchar durante el Encuentro estaban conformadas por mujeres que trabajan juntas y que a su vez ¡son amigas!: las artistas, las psicoterapeutas, las acompañantas de aborto, las maestras.
Estos espacios de trabajo hechos entre amigas muestran una potencia en los movimientos de mujeres que luchan para romper con jerarquías que son constitutivas del mundo laboral. ¿Te imaginas poder trabajar con personas que te caen bien? Quizás éste puede ser uno de los regalos más chidos que los feminismos nos ofrecen, no como algo dado, sino como algo que cada una tiene la oportunidad de ejercitar. Aprender a ser amiga, aprender a serlo con las otras. En la academia esta posibilidad aparece como un reto particularmente difícil por su estructura sumamente vertical, donde el pan de cada día son los títulos, el prestigio, la cantidad de publicaciones y los escalones sin fin que nos imponen. Por ello, ser feminista dentro de la academia también implica aprender a soltar esas creencias, negarlas y abrazar la consigna zapatista de “bajar y no subir”.
El segundo día del Encuentro, el 26 de mayo, escuché las experiencias de las acompañantas de aborto en Oaxaca. Fue una conversatoria muy rica porque venían de distintas partes del territorio oaxaqueño, desde las que acompañan en la ciudad hasta aquéllas que lo hacen en la sierra, donde conseguir las cosas necesarias para llevar a cabo un aborto es mucho más complejo. Fue un diálogo muy chido porque pudimos escucharlas, pero también preguntarles nuestras dudas; con ello me di cuenta de la poca información que tenía sobre los procedimientos para abortar, el marco legal y las posibilidades del acompañamiento más allá de los límites del Estado. Fue una conversatoria hermosa; todas asistieron vestidas de verde.
Después del descanso para comer, Noemí y yo nos lanzamos en bici al espacio cultural Las Brujas en la panorámica del Fortín. La lluvia casi nos alcanza, pero logramos llegar sin mojarnos. Esa tarde estuvo dedicada a los feminismos lenchos, o las lenchas feministas, porque lo que aprendí ese día es que, en el devenir lesbiana, hay tantas experiencias como morras, morres. La primera actividad fue la presentación del libro Insilio: la cárcel del silencio. Invisibilidad lesbiana y resistencia, compilado por Norma Mogrovejo, profesora e investigadora lesbiana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). En este libro se reúnen diversas experiencias sobre lo que significa vivir la lesbianidad en silencio, el que impone la sociedad patriarcal, y cómo eso aprisiona y duele. Durante la presentación pudimos escuchar diversos fragmentos de los relatos compilados, además de los testimonios de algunas asistentes sobre esa cárcel que es no poder nombrarse lesbiana.
La segunda actividad de la tarde fue una conversatoria en la que las compas Noemí, Daniela y Nadia nos llevaron en un viaje hacia el devenir lesbiana compartiendo partes de sus historias de vida, pero también invitándonos a pensar sobre nuestras propias biografías. Fue un ejercicio superinteresante e intenso porque las reflexiones tocaron cuestiones como el deseo, el placer, la relación de los afectos con las instituciones familiares y de pareja, el rol que juega en ello la propiedad privada, entre otras cosas. Para mí fue como estar en una misión encubierta; “No seas tan hetero”, me decía a mí misma. Me dejé llevar por la conversatoria para darme cuenta de lo importante que es hacer estos ejercicios, porque el volver sobre nuestros propios pasos nos hace entender que la heterosexualidad no siempre estuvo ahí, sino que se fue metiendo poco a poquito, y que podemos rastrear en nuestra propia vida cómo fue ocurriendo.
Al finalizar el segundo día, pensé en lo fácil que los feminismos rompen con los binarismos razón/emoción, academia/activismo, objetividad/subjetividad de los espacios académicos tradicionales. La misma forma en la que se planeó este Encuentro, la diversidad de actividades y la pluralidad de perspectivas feministas —ambientalistas, lesbianas, decoloniales, antiespecistas, antirracistas, etc.— muestran una profunda imbricación entre todos estos ámbitos que suelen pensarse como opuestos. Han sido los espacios de la academia feminista (aunque también los decoloniales y de luchas por el territorio) donde he encontrado que las argumentaciones más sesudas van siempre cargadas de muchas emociones. Y aunque es aterrador soltar nuestras emociones (sean enojo o llanto) frente a alguien más porque eso nos pone en un lugar de vulnerabilidad, también es una apuesta por crear espacios donde podamos habitarla y cuidarla al lado de otres.
Otra cosa que sentí a lo largo de estas jornadas es que en Oaxaca los feminismos están profundamente enraizados a las luchas antirracistas y por la defensa del territorio. En diversas charlas pudimos escuchar sobre la justicia epistémica y de la importancia de rescatar y reivindicar no sólo los conocimientos de las mujeres, sino también de los pueblos originarios. Ejemplo de ello fue la conversatoria con la que arrancó el último día de actividades en el IIH-UABJO, la cual reunió a varias defensoras de la tierra, que desde distintas experiencias nos compartieron sus luchas por cuidar la naturaleza, el agua y la vida en el espacio urbano. El sujeto de los feminismos en Oaxaca es diverso, complejo y muy rico, en oposición al sujeto del feminismo hegemónico: la mujer euroblanca, de clase alta y cisheterosexual.

El 27 de mayo por la tarde, en la última mesa del Encuentro, se presentó el libro Mujeres en Oaxaca: Expresión y vida pública, siglos XIX y XX, coordinado por Fabiola Bailón y Francisco José Ruíz. La compañera Noemí Domínguez Gaspar, quien escribió un artículo de esta compilación, resaltó la importancia de historizar a las mujeres de diversas geografías, pues si bien la centralización del país es una realidad, ésta se fortalece cuando se hace investigación sólo de quienes se encuentran en lo que consideramos como “el centro del país”, mientras que en todo lo largo y ancho del territorio suceden movimientos importantes. Con ello podemos dar cuenta de que las mujeres oaxaqueñas corren el peligro de ser sacadas de la escritura (Patricia Lengermann y Gillian Niebrugge, 2019), en un primer momento por razones de género, pero también por ser mujeres racializadas y de territorios periféricos.
La relación entre centro y periferia me lleva a pensar en mis razones para mudarme a Oaxaca y me recuerda a Silvia Rivera Cusicanqui (2010) cuando nos dice que existe una “economía política del conocimiento”, en la cual “la estructura ramificada del colonialismo interno-externo tiene centros y subcentros, nodos y subnodos, que conectan a ciertas universidades, corrientes disciplinarias y modas académicas del norte, con sus equivalentes en el sur” (p. 63). Este fenómeno, desde mi mirada, se expresa, por ejemplo, en la concentración del presupuesto que existe para la educación superior en espacios de élite como el Colegio de México, el Instituto Mora y ciertas escuelas e institutos de la UNAM (sólo por mencionar algunos) que no por casualidad se encuentran en la Ciudad de México.
El problema de la centralización en el país es muy grave: no sólo tiene que ver con una cuestión de estructura gubernamental donde todas las instituciones se encuentran con-centradas, sino también en cómo esta centralización propia del capitalismo nos ha llevado a normalizar el vivir cada día más hacinados y con estilos de vida que, como pudimos experimentar durante la pandemia, no son sostenibles ni vivibles porque atentan contra el medio ambiente, el territorio y nuestra salud física y mental. Esta economía política del conocimiento nos obliga de muchas formas a estar en estas instituciones educativas, aunque eso implique dejar de conocer otras geografías, otras experiencias, otros saberes y posibilidades. Tampoco nos permite mudarnos ni devenir otras, al contrario, nos lleva a la parálisis y al no lugar, que, claro, es un lugar: el centro.
Estos días en el Encuentro de Feminismos, pero también este tiempo en Oaxaca, han sido para mí un ejercicio de mudanza, de nomadismo epistémico y de escucha atenta para comprender mi posición como morra de la Ciudad de México que estudió en la UNAM; para ampliar la mirada, la piel y el cuerpo a las luchas, experiencias y compartires que se están dando en otras geografías. El cuerpo que se permite ser otras —sin ocupar sus lugares, ni pretender contar sus historias— nos habilita la posibilidad de formas otras de existir, formas otras de vivir y, por supuesto, formas otras de hacer investigación.
Referencias
Alvarado, Mariana, y Hermida, Maria Eugenia. (2022). “Feminismos del Sur: nudos epistemológicos para articular una investigación otra”. Revista de Estudios Contemporáneos del Sur Global, 3(9), pp. 1-21.
Lengermann, Patricia M., y Niebrugge, Gillian. (2019). Fundadoras de la Sociología y la Teoría Social 1830-1930. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
Rivera Cusicanqui, Silvia. (2010). Ch’ixinakax utxiwa: Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Tinta Limón.