Un número importante, aunque aún no significativo, de intelectuales, académicos y personalidades relacionadas con la cultura o el periodismo decidieron acuerparse en torno a lo que ellos mismos califican como el “asedio” que amenaza la democracia. El blanco del señalamiento es el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde la tribuna “estigmatiza y difama”, “agravia”, “degrada”, “propala falsedades que siembran odio y división”, hasta el punto de llegar “a la censura, las sanciones administrativas y los amagos judiciales”.
Aunque Roger Bartra y Francisco Valdés Ugalde se responsabilizan de la publicación, la alusión directa a las sanciones administrativas y los amagos judiciales implica a la revista Nexos, a sus dueños, a su comité editorial y a un buen número de sus columnistas, muchos de los cuales están entre los firmantes —además de la difusión por sus medios oficiales—. De modo que el llamado a la defensa de la libertad, de suyo está teñido por la historia de quienes con su rúbrica nos recuerdan a los intelectuales realmente existentes detrás de este airado llamado, y a la facilidad que tenemos en México de hacer presión política con firmas de utilería.
El juego es más o menos el mismo al que han apostado algunos de los responsables del mensaje, ya sea desde sus columnas, redes y vínculos académicos o con los grandes medios de comunicación nacionales: utilizar las claras tensiones, contradicciones y despropósitos del discurso oficial de la 4T para erigirse como detentadores ilustrados de la oposición. Contra la palestra y la tribuna presidencial, nada mejor que las presuntas honorabilidad y neutralidad que de suyo otorga el saber intelectual. Sin embargo, la prístina pobreza de la trampa estriba en que, a pesar de que haya que reparar en los motivos que condujeron a la sanción contra Nexos, el grupo de firmantes y este medio, al que irremediablemente han decidido aliarse con sobrecogedor dramatismo, están muy lejos de personificar al sector crítico que presumen representar y, menos aún, de ser por ello víctimas a las que no quedaría más que “callarse o dejar el país”.
Esta clara extrapolación —provocada por una declaración de Paco Ignacio Taibo II— no puede más que provocar una mueca que no alcanza la risa, pues asemeja aquellas otras incumplidas promesas de autoexilio de sectores menos prestigiosos que, a pesar del triunfo de la 4T que tanto les horrorizaba, siguen compartiendo con nosotros el destino nacional. Era inverosímil en esos casos; lo es más, en estos otros. Sin embargo, nada parece más ostentosamente democrático que la heroica empresa de lanzarse por los aires mal envueltos en la bandera de la libertad de expresión. El problema es sencillo y sería de suponer que algunos de los firmantes reconocerían el falso entuerto: los menos; todo mensaje es contextual. No hay posibilidad alguna de que su discurso en contra del “asedio” a la libertad de expresión se interprete fuera del ambiente del debate público de corto y mediano plazo. A esta carta la antecede la sanción que recibió la revista Nexos, por la presunta presentación de documentación falsa en un contrato publicitario con el IMSS. Sería saludable que esto se esclareciera, sin embargo, la narrativa que ha escalado hasta autopromocionarse como un acto de censura política, dada la crítica que habría enarbolado este medio, avista mezquinos impulsos. La medida tomada por la Secretaría de la Función Pública podría tener el tono de un ajuste de cuentas, y es de suponer que habrá una batalla en tribunales. Sin embargo, emparentar estos hechos al uso intolerante de la tribuna presidencial, que hace de sus palabras órdenes, “sembrando odio y división”, es un indecoroso intento de gatopardismo de una parte de los firmantes, que intenta aprovechar el innegable centralismo de la toma de la palabra de parte del ejecutivo y el cúmulo de sinsabores que produce el mal manejo de la crítica a las decisiones gubernamentales.
Así, a pesar del intento por camuflarse en la marea, hay que decir que Nexos y su línea editorial están lejos de representar la oposición democrática a la 4T. Esto a pesar de su esmerado esfuerzo por dar nuevos bríos a la remozada versión para millenials entre democracia vs autoritarismo. Antes bien, basta con darse una vuelta por sus líneas para observar que, con todo lo que han hecho por ampliar las fronteras de su genealogía y hacer olvidar a los lectores los apellidos Aguilar Camín y Krauze de su marca registrada, el sesgo de muchos de sus análisis son los propios: una clase intelectual que comparte un profundo desprecio por la 4T no por antidemocrática ni por todo lo que ésta ha comenzado a adeudar al espíritu de cambio que la hizo gobierno, sino por un profundo desapego, o claro antagonismo, de las clases populares y sus causas.
No es necesario remitirse a la historia personal de algunos de los artífices de este mensaje, que, durante décadas, con un ropaje presuntamente ilustrado, desde la otra “palestra” de los medios masivos de comunicación y bajo el amparo de los gobiernos priistas y panistas, han sido portavoces de los más enconados y gravosos combates contra la sociedad organizada. Todos los recordamos. Es más importante ahora señalar que el puñado de prestigiosos apellidos y las centenas de los más o menos desconocidos que decidieron acompañarlos, al agruparse en torno a esos personajes, no sólo quedan envueltos en el descrédito que enmarca a la misiva, sino, más importante, con ello muestran el sesgo de su encendido mensaje. Al no experimentar ningún malestar con que sus nombres colinden con los de aquellos personajes, asumen también el espacio de una crítica que se ha limitado a señalar las más obvias contradicciones en las que ha caído el gobierno actual, y que nada dice, por ejemplo, de los escándalos de corrupción del pasado o de la inadmisible reaparición pública de los políticos responsables del desastre nacional. Es decir, de la línea de editorial que prácticamente no toca a ningún otro agente político que no sea el actual gobierno. Así, la democracia y la libertad de expresión a la que apelan tiene pacto de no agresión con el pasado, del que algunos de ellos son corresponsables. En este contexto –que para el caso lo es todo–, el alegato se convierte en una vergonzosa defensa del privilegio. Los Krauze y Aguilar Camín salieron a reunir firmas para decir basta en el preciso momento en que dejaron de ser beneficiarios de su consabido tráfico de influencias.
Es esto un signo de la sempiterna indigencia moral de este sector de la clase intelectual mexicana. Es el rasgo de su liberalismo tropical: los derechos y las libertades que se pregonan a los cuatro vientos, en realidad, se comercian al mejor postor. Nada más lejano de la búsqueda por la democratización de este país, agobiado por décadas de pobreza, desigualdad, violencia y, ciertamente, por su avasallante corrupción, que el intento por organizar el descontento de quienes se han visto beneficiados por esa realidad. Sin embargo, a pesar de tratarse de muchas firmas que no trascenderán el plano de la escenificación, comienza a perfilarse un polo que hará uso de su fuerza política y recursos materiales para intentar agrupar y dar forma a un discurso que, alimentado por las más agudas contradicciones de la 4T, por la vía de los hechos dará cabida a los responsables de la degradación social en la que se encuentra la nación.
Con todo, es el contexto el que también determina el necesario análisis del lado anverso al celebérrimo texto. La 4T nos adeuda mucho en materia de comunicación, vida democrática, respeto al estado laico y proyecto social. No es suficiente que todos estos vacíos se expliquen apelando al ruinoso estado en el que dejaron al país las administraciones neoliberales, como tampoco lo son las trabas a toda transformación que se orquestan desde las viejas fuerzas políticas, los grupos empresariales o los grandes monopolios de la telecomunicación. Nada de esto es suficiente, pues lo que todas estas tensiones revelan es la ausencia de las fuerzas democratizadoras que llevaron a AMLO al triunfo, y que serían las únicas capaces de nutrir de verdadero contenido el proyecto de transformación nacional. Esto es lo que la derecha ilustrada sabrá leer y explotar muy bien en el futuro. La defensa del territorio cobrará fuerza ante el proyecto del Tren Maya; la austeridad aplicada a las universidades movilizará a los estudiantes; las mujeres nos agruparemos ante el desdén con el que se trata el combate a la violencia de género; la merma del presupuesto en cultura hará levantar muchas voces. Así el grupo de los ilustres firmantes podrá crecer o recomponerse con nuevas voces, y, como en esta ocasión, intentará apropiarse de luchas que jamás ha acompañado. De modo que será prioritario fortalecer un sector crítico capaz de señalar los adeudos que al día nos deja la 4T y que apunte hacia el fortalecimiento de la transformación política democratizadora para este país.