Al iniciar este año tuvo lugar el Foro Económico Mundial, una semana de diálogo virtual durante el cual la confederación internacional inglesa Oxfam, conformada por varias ONG de 90 países, presentó un informe en el que aborda la desigual distribución de la riqueza mundial, mostrando un ojo atento a las consecuencias de la actual pandemia. En particular, da cuenta de que, a nivel mundial, durante la pandemia de la enfermedad Covid-19 los multimillonarios se recuperaron e hicieron crecer sus fortunas, mientras del otro lado miles de millones de personas cayeron en la pobreza, siendo posible que les tome más de una década recuperarse. Asistimos a un hecho histórico nuevo en la historia de nuestra civilización y, debido al alto nivel de movilidad que generaron la mundialización, la globalización y el capitalismo, también a la producción de una clase de nuevos pobres en el planeta.

En esta columna me centraré en presentar algunos datos y en dar algunos nombres. Sin embargo, mi principal interés es hacer un llamado a los Estados y argumentar en favor de un impuesto sobre las riquezas y, en especial, sobre las nuevas formas de producción de valor del capital que está provocando esta pandemia en todos los países, incluido México. En este sentido, al igual que muchos especialistas, artistas, activistas, sensibilidades diversas, me adhiero al llamado urgente en favor de la distribución equitativa de riquezas, una línea argumentada, entre otros, por Thomas Piketty en su libro El capital en el siglo xxi (2014), demanda que sigue apoyando durante la actual crisis. 

Los crecimientos financieros más importantes se registraron en Estados Unidos, China y Francia. Las fortunas, valuadas en billones de dólares, que se doblaron entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020, según cifras de Forbes y Credit Suisse, se concentran en varios sectores: automotriz, inversión en bolsa, productos de lujo (perfumes, bebidas alcohólicas, joyas, jet privados) y, sobre todo, telecomunicaciones orientadas a la producción de bases de datos y al ocio.

Más concretamente, el director del grupo automotriz estadounidense Telsa, Elon Musk, y el legendario inversor financiero estadounidense, Warren Buffet, incrementaron su riqueza personal de manera exponencial; la familia del francés Bernard Arnault, que posee la tercera fortuna a nivel mundial y es el principal accionista del grupo LVMH, industria del lujo, vio incrementada su riqueza en 213,000 millones de dólares en el periodo señalado. La lista que da cuenta del impresionante despliegue del sector de información y telecomunicación la completan: Jeffe Bezos, fundador de Amazon; Bill Gates, de Microsoft; Mark Zuckerberg, de Facebook; Larry Page, cofundador de Google; Latty Ellison, de la empresa Oracle, especialista en producción de datos; y el director del grupo Indo Reliance, Makesh Ambani. La riqueza acumulada en este periodo por las 10 personas más ricas del mundo haría posible que ninguna persona llegue a estar en situación de pobreza como consecuencia de la pandemia y permitiría financiar la producción de vacunas para toda la población del orbe. En esta línea, en diciembre Argentina votó un impuesto extraordinario sobre la riqueza que permitirá recolectar 3,000 millones de dólares.  

Sin embargo, para la gran mayoría el panorama es, obviamente, oscuro. Las mujeres han sido las más afectadas por la crisis. Están sobrerrepresentadas en los sectores más vulnerados por la pandemia, esto es, los sectores precarios, informales y migrantes, los más impactados por la crisis. Además, su número está sobrerrepresentado en los sectores llamados esenciales, en particular, en los sectores de la salud y el cuidado. Si la tasa de representación de mujeres fuera equitativa en todos los sectores de actividad, 112 millones de mujeres no estarían expuestas al riesgo de perder sus ingresos y su empleo. En México, uno de los países de nuestro continente que todavía no ha propuesto ningún programa de apoyo para las personas que viven en la pobreza causada por la pandemia, 21% de las mujeres que trabajaban en el sector informal perdieron su empleo, según la encuesta realizada por la Universidad Iberoamericana en mayo de 2020.

También las personas racializadas ocupan puestos precarios e informales. El ejemplo más impactante en este sentido es el de Brasil, donde las personas afrodescendientes tienen 40% más posibilidades de morir de la Covid 19 que las personas blancas. En Estados Unidos mueren primero personas latinoamericanas y el pueblo negro. Según cifras del Banco Mundial, si los gobiernos intervienen a tiempo, la pobreza regresará al nivel anterior a la pandemia en tres años, pero si no lo hacen, tomará una década. En México, el porcentaje de población autóctona que vive con 5.50 dólares diarios podría aumentar de 5.4 a 5.7 puntos, es decir, que llegará a 71%. Para no extenderme tanto en el análisis de este panorama extremadamente duro, podemos decir que estamos asistiendo a un incremento de las desigualdades existentes en términos de ingreso, riqueza, así como de género y raciales. 

La manera en que los gobiernos hacen frente a la problemática de la pobreza quedará en la historia. Los gobiernos son cómplices de todos los capítulos de la historia. En particular, alertamos sobre la urgencia de reformar el sistema económico actual, que apoya e intensifica la supremacía blanca, el patriarcado y los principios neoliberales. La clase política se perpetúa esgrimiendo falsos argumentos, mentiras, provocaciones que privilegian la acción individual y levantan obstáculos estructurales, más altos que todos los muros del planeta, creando grupos de unos contra otros para su propio provecho, ya sea financiero o político. Claramente, esta situación está afectando a México de manera muy preocupante. Es urgente que contribuyamos, cada uno a su manera, haciendo propuestas realistas y concretas, organizando un frente común en favor de una fiscalización para los más ricos, personas, empresas y gobiernos. ¡Una fiscalización justa!