Un actor de Game Of Thrones, la famosa serie de HBO, tuvo que grabar un video pidiendo a su auditorio que por favor ya no compraran más huskies, raza de perros que guardan gran parecido con los lobos huargo popularizados en el programa. Así de clara es la influencia que tienen las nuevas narrativas en nuestro comportamiento: los jóvenes menores de 20 años conocen ahora los hits musicales de la década de 1980 gracias a otra serie; la popularidad de Luis Miguel, un cantante que de joven era arrogante e insoportable, resurgió gracias a que un actor talentoso y simpático lo personificó en una serie que le financió su mejor amigo, Miguel Alemán Magnani.
Es por esto que uno no puede dejar de pensar en la intención detrás de no una sino dos series que, desde la principal plataforma de streaming, hablan del último héroe que tuvo el priismo. Un héroe perfecto porque se murió antes de poder hacer ninguna de sus hazañas. De él nos queda un discurso rimbombante y el misterio de su asesinato. No es de extrañar que en Colosio y 1994 vuelvan a hablar de sus extraordinarias cualidades como político preocupado por su pueblo, como hombre de familia y como “rebelde” del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido que según los miembros del mismo, él renovaría hasta dejarlo irreconocible.
La docuserie 1994 es la que uno mira particularmente con sospecha porque en ella Laura Woldenberg y Diego Enrique Osorno le ceden prácticamente la voz a Carlos Salinas de Gortari. “Es nuestro hilo narrativo”, dice Osorno a la defensiva en múltiples entrevistas cuando se le cuestiona por qué el expresidente aparece 30 veces mientras quien supuestamente es “su contraparte”, el zapatista subcomandante Galeano (antes Marcos), sólo habla media docena de veces.
¿Qué mérito tiene una narración por quién prácticamente definió la versión oficial en ese entonces? No lo sé, pero en 1994 mantiene la misma versión, mostrándose bonachón, risueño, humano, incluso menciona todo lo que se conmovió cuando le otorgó la candidatura a Colosio, siguiendo la absolutamente dictatorial costumbre del “dedazo”.
La tesis del documental, hablar de uno de los años decisivos para la historia de México, se cumple sin mayor aspaviento. Se habla de los sucesos de 1994 siempre alrededor del asesinato de Colosio y las elecciones pero desde una sola perspectiva: la de Carlos Salinas. Cuauhtémoc Cárdenas interviene pero a nadie se le ocurre mencionar la relevancia del cardenismo desde el gran fraude de 1988 cuando el mismo Salinas le arrebató las elecciones a un candidato que parecía imbatible. Para la narrativa de Osorno, pareciera que Colosio va sólo en las elecciones y los únicos conflictos son los internos del partido.
El movimiento zapatista recibe el mismo trato: de la voz de Galeano se hace un recuento rápido de los sucesos del primero de enero de 1994 en Chiapas y más rápido aún de las condiciones previas. De pasada parafrasea a las madres chiapanecas que dicen “¿para qué crío hijos si se van a morir de hambre?”, mientras a los priistas del programa Solidaridad les parece que su gran error fue regalarles maquinaria sin haberles llevado servicio eléctrico primero. Y ahí se queda todo, sin hacer mención de la segregación salvaje, del puñado de familias (también priistas) que históricamente se enriquecieron explotando la pobreza chiapaneca, de la violencia religiosa, el clientelismo político que reduce a los chamulas a la caricatura del indio bueno que adora a su líder mestizo, rico y capitalino.
Existen historias fundamentales para comprender ese año que no le interesaron a la producción. En cambio, la historia al interior del PRI está contada al detalle por sus mismos actores, la mayoría de los cuales aún forman parte de las estructuras de poder de nuestro país. Ellos (sí, en su mayoría hombres) ya contaron esa historia hace 25 años. Hoy la cuentan de nuevo, edulcorada para las nuevas generaciones. Al final parece que incluso Salinas fue una víctima más de todo lo que pasó en ese terrible año.
L.E. Edwardson, del Chicago Herald escribió en 1913 “cualquier cosa que un patrón quiera ver publicada es publicidad; cualquier cosa que no quiera ver en el periódico es noticia”. ¿Quién quiere ver publicada esta versión de los hechos de 1994? Al final nos quedamos con un año convulso de guerrilla, elecciones y crisis económica, pero sin mayores explicaciones y con una narrativa donde, nuevamente, solo hablan los patrones y sus lacayos.
1994
Diego Enrique Osorno
Netflix, 2019