“Hay hombres que luchan un día
                  y son buenos.
                  Hay otros que luchan un año
                  y son mejores.
                  Hay quienes luchan muchos años
                  y son muy buenos.
                  Pero hay los que luchan toda la vida:
                  esos son los imprescindibles.”
                                               Bertolt Brecht

Lunes 9 de enero del 2023, un día soleado de invierno impregnado de un aroma peculiar que anticipaba una sentida partida. El fraile dominico Miguel Concha Malo, Don Miguel Concha —como le llamábamos cariñosamente quienes lo conocimos y admirábamos— abrió vuelo eterno y su cuerpo dejó el plano terrenal para convertirse en polvo y memoria viva. 

Don Miguel fue un hombre que articuló, de manera congruente y mediante un compromiso ético claro, las enseñanzas religiosas con la práctica política en defensa de los derechos humanos de todas las personas; sobre todo de quienes estaban desfavorecidas, de las vulneradas, de las oprimidas y las sumidas en la pobreza. 

Bajo el principio de la “opción preferencial por los pobres”, como lo establece la teología de la liberación y la doctrina social de la Iglesia católica, Miguel Concha orientó buena parte de su vida pública como intelectual, su práctica cotidiana como sacerdote, así como su vida personal al servicio de los más desfavorecidos. 

Defensor de la democracia, la dignidad y la justicia, fomentó la construcción de instituciones que aportaran la expansión y respeto de estos principios rectores como derechos fundamentales, y en 1984 fundó el Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria”, en honor al fraile dominico del mismo nombre que denunció los excesos de los colonizadores españoles con la población indígena y se preocupó, a la par de Fray Bartolomé de las Casas, por los derechos de la población indígena. Gracias a ellos se promulgaron las Leyes de Indias y, entre otras cosas, defendieron la humanidad y por tanto la libertad de todos los pueblos originarios esclavizados, torturados y asesinados por la Corona española. 

Su obra está marcada por la relación estrecha entre el compromiso con la defensa, promoción y protección de los derechos humanos con la actividad académica y educativa en la Máxima Casa de Estudios (la UNAM), a quien Don Miguel consideraba su propia casa; y donde cumplió con una labor cultural y docente destacada. Al interior de la Universidad, contribuyó a abrir camino en la creación e impartición de asignaturas sobre derechos humanos (tanto en el ámbito de las ciencias sociales como las humanidades) cuando éstos no se consideraban académicamente relevantes; incluso en las facultades de Derecho (FD), Filosofía y Letras (FFyL) o Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Lo mismo ocurrió en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos (compartido por la FFyL y la FCPyS) como el de Estudios Políticos y Sociales (FCPyS), donde Miguel Concha contribuyó a trazar serios programas de estudio e investigación en el ámbito del pensamiento crítico latinoamericano, junto a intelectuales como Pablo González Casanova, Luis Villoro o Víctor Flores Olea (por mencionar algunos), de quienes era un gran amigo.

Su corazón y palabra siempre estuvo del lado de quienes lo necesitaban, por ello el trabajo comunitario que promovió a favor de los pueblos indígenas fue sustantivo y trascendental en nuestro país; debido a los graves problemas de desigualdad, marginación, racismo y exclusión que continúan en las comunidades indígenas. Así lo constata el profundo trabajo que trazó para promover los derechos de dichos pueblos, tanto de México como de Centroamérica. 

El trabajo del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vittoria, en la década de 1980, está directamente ligado con la migración de cientos de exiliados centroamericanos provenientes de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, expulsados por el asedio que sufrieron los pueblos indígenas durante el periodo de guerras civiles. La labor del “Vittoria”, desde sus inicios, estuvo comprometido particularmente con los refugiados salvadoreños, así como con sacerdotes y monjas comprometidas con el camino marcado por el obispo Oscar Arnulfo Romero; brutalmente asesinado tras denunciar la violencia política en su país y frente a su compromiso público con los más pobres.

De esta manera, la biografía de Don Miguel está íntimamente ligada con la trayectoria de grandes teólogos de la liberación latinoamericanos como: Gustavo Gutiérrez (Perú), Camilo Torres (Colombia), Leonardo Boff, Hélder Câmara, Frei Betto, Ivone Gebara (Brasil), Pedro Casaldáliga (España), Enrique Dussel (Argentina y México), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Clelia Luro (Argentina), Sergio Mendez Arceo, Elsa Támez, Samuel Ruiz y Raúl Vera (México), por destacar solamente algunas y algunos. El trabajo en favor de los pobres y al lado de las Comunidades Eclesiales de Base derivó en la lucha por los derechos humanos y en la creación de las primeras organizaciones de la sociedad civil, donde Miguel Concha fue un parteaguas indiscutible. 

Desde los años 1960, Don Miguel estaba convencido de que los medios de comunicación eran una herramienta fundamental para construir un discurso de concordia y paz. El uso de los medios serviría para que los sacerdotes progresistas difundieran mensajes de solidaridad y empatía con los sectores excluidos de una sociedad empobrecida y sin opciones democráticas. Miguel Concha comprendió la relevancia política de la comunicación pública en la defensa de los derechos humanos frente al régimen autoritario priísta.

Fue así como en la década de 1980 participó activamente, desde sus inicios, en espacios periodísticos como La Jornada (como fundador, socio y miembro activo al lado de otros y otras intelectuales), en el que mantuvo una columna semanal, la cual formó parte de nuestras lecturas cada mañana (en aquella juventud moza idealista de izquierda ferviente). Sin lugar a duda, Don Miguel contribuyó como pocos a la transición democrática de nuestro país, desde sus reflexiones contra-hegemónicas, en aquellas décadas dominadas por el autoritarismo de Estado y la manipulación mediática de Televisa.

En esta dirección, uno de los debates más importantes que Don Miguel introdujo en el ámbito de la sociedad civil organizada y del espacio público de México tiene que ver con tres grandes ideas: 1) la importancia de la profesionalización de las organizaciones civiles, 2) la construcción de medios alternativos de comunicación, frente al monopolio de las empresas mediáticas y 3) la defensa del Estado de derecho (en su sentido filosófico-político profundo). Estos y otros grandes aportes como académico, activista e intelectual hicieron que Miguel Concha Malo se convirtiera en un referente central de los procesos de democratización de México. 

El “Fray Vittoria” se convirtió, desde mediados de 1980 hasta la actualidad, en un espacio de promoción, protección y defensa de los derechos humanos con una perspectiva interdisciplinar e integral. Don Miguel contribuyó a encarar con brillantez, en el nivel práctico y discursivo, el debate que se dio en la década de 1990 acerca de si las ONG y las A.C. debían recibir dinero del Estado, toda vez que éste era identificado como principal violador de derechos humanos. Una salida intelectualmente aguda frente a esta tensión constante es que, ante el adelgazamiento del Estado durante el periodo neoliberal, las ONG sustituían de facto dicha responsabilidad. La defensa del Estado y su democratización tiene que atravesar por el papel de la sociedad civil organizada.

Don Miguel fue un hombre con voz calmada, pausada y enfática; un hombre pacífico. Su semblante irradiaba una tranquilidad que transmitía sólo con estar cerca de él, su paciencia era una virtud que hacía dirimir la discusión más acalorada en la que participaba y encontrar soluciones de concertación para conflictos ideológicos políticos que enfrascaban discusiones. Don Miguel tenía el arte de la mediación con una habilidad de escucha individual y colectiva que en el activismo político suele faltar; escuchaba con atención analítica y siempre encontraba las palabras para abrir caminos de trabajo más allá de las diferencias; un hacedor de caminos, eso también era Don Miguel. 

Don Miguel es parte de la historia viva de la lucha y resistencia política en este país. Su memoria y obra impregnarán el legado de la vida democrática igualitaria y de justicia social, en la que la construcción de otros mundos posibles —de los que siempre estuvo convencido poder construir en paz, con justicia, dignidad y amor colectivo— sea realidad. Gracias Don Miguel por compartir enseñanzas, cariño, conocimiento y conciencia, el mejor homenaje será contribuir para que las esperanzas sembradas continúen encendidas.