Este 8 de marzo escuchamos cómo su primer antecedente se remonta a la tragedia de las trabajadoras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York, reprimidas por reclamar mejores condiciones laborales. No hubo tal, a pesar de que así lo afirma una cantidad considerable de páginas de Internet, de donde esta información se replica a más páginas y a los eventos realizados este día. La primera pista debería ser la fecha, que varía entre 1857, 1875 y 1908.

Un repaso al archivo del New York Times ayuda a comprobar la inexistencia de algún evento el 8 de marzo vinculado con las trabajadoras de la fábrica Cotton. Al día siguiente de 1857, en la segunda de las ocho páginas que entonces formaban este periódico, aparece una discusión de la Suprema Corte sobre la constitucionalidad de la esclavitud, todavía legal en ese país. El 9 de marzo de 1875 aparece una breve nota, “Curiosidades sobre la vida femenina”, sobre la recién descubierta diferencia en la esperanza de vida entre mujeres y hombres. Y en 1908 lo más relacionado al acontecimiento es este anuncio de corpiños, que promovía la opresión literal de las mujeres.

New York Times, 9 de marzo de 1908, p. 4.

Las menciones anteriores contrastan con la edición del 26 de marzo de 1911, donde una plana completa (p. 5 de 90) está dedicada al incendio el día anterior en la maquila Triangle. Murieron 146 personas, de las cuales 123 eran mujeres y niñas. Esta tragedia real y otros hitos de las luchas laborales de principios del siglo XX con frecuencia se mezclan o se les cambia la fecha al 8 de marzo para darlas como el origen de la conmemoración. La fábrica Cotton, curiosamente, sólo existe en páginas en español. A veces el número de participantes en esa mítica marcha crece hasta 15 mil y se le vincula al lema “Pan y Rosas”, que surgió de otra huelga textil en Lawrence, Massachusetts (1912).

¿Cuáles son, si no éste, los orígenes del 8 de marzo como Día Internacional de las Mujeres y por qué se han desdibujado?

En la década de 1980 aparecieron varias contribuciones que, desde el feminismo, rastrean la desvinculación de este día de sus verdaderas raíces, a todas luces obrero-socialistas. Las primeras en poner atención al asunto fueron Liliane Kandel y Françoise Picq en 1982, quienes señalan que  el origen de esta leyenda data de 1955. Por su parte, en 1985 la revista Feminist Studies publicó un artículo de la especialista Temma Kaplan que da seguimiento a esa primera investigación y la confirma. En un breve prólogo, la editora comenta que hasta entonces cada 8 de marzo acostumbraba narrar en sus clases cómo la fecha se debía a la manifestación espontánea de las trabajadoras textiles de 1857, brutalmente reprimidas; 50 años después se estableció el Día Internacional de la Mujer. El relato siempre era bien recibido por sus alumnas y reconoce su propia desazón cuando leyó el artículo de Kandel y Picq sobre la falsedad de este origen.

La cronología correcta se puede reconstruir a partir de varias fuentes, muchas disponibles en Internet, incluida Wikipedia (sobre todo en inglés), lo que hace asombrosa la perseverancia de esta leyenda. La mayor parte de dichas fuentes no está en español, ni siquiera esta nota de autoría argentina, por lo que a continuación intento, a partir de algunas de ellas, aclarar ciertos puntos equívocos que se repiten en la web.

Con la obtención del derecho al voto de las mujeres en 1893 en Nueva Zelanda, la lucha por su ampliación a otros países creció y la causa sufragista se sumó con frecuencia a la de mejorar las condiciones de trabajo. Renée Côté asevera, en un libro que dedica a enderezar estos orígenes “confundidos, falsificados, olvidados”, como pone en su título (1984), que el primer Día de la Mujer se realizó el 3 de mayo de 1908 en Chicago, el cual fue documentado por el periódico mensual The Socialist Woman. Según Kaplan, hubo un antecedente en Nueva York meses antes, el 8 de marzo de 1908, con una reunión masiva a favor del voto femenino, convocada por mujeres vinculadas al Partido Socialista. Y el primer Día de la Mujer, también de acuerdo con esta autora, fue declarado por las socialistas estadounidenses para el último domingo de febrero del año siguiente, es decir, el 23 de febrero de 1909. 

Poco después, en septiembre de 1909, comenzó una huelga en la ya mencionada fábrica Triangle, que para noviembre sumó a decenas de miles de trabajadoras textiles, la mayoría inmigrantes y muchas de origen judío, como Clara Lemlich, quien en una asamblea enardeció a sus camaradas hablando en yiddish y logró la ampliación de la huelga. A los pocos días, la misma afluencia de personas trabajadoras, la mayoría mujeres, marcharon juntas. Este movimiento logró una sororidad entre diferentes clases, incluso con mujeres más acomodadas, conocidas como el escuadrón visón (the mink squad), que se apoyaban de varias maneras. La huelga terminó en febrero de 1910. A pesar de mejoras salariales y de horario, las condiciones siguieron siendo tan malas que un año después las casi 150 trabadoras de la Triangle murieron porque eran encerradas para que no tomaran pausas que disminuyeran la productividad.

También en 1910 se organizó en Copenhague la Segunda Internacional de Mujeres Socialistas y, a partir de lo acontecido en Estados Unidos, algunas delegadas alemanas, entre ellas Clara Zetkin, propusieron establecer un día anual de la mujer. A partir de ello, al año siguiente, el primer Día Internacional de la Mujer fue conmemorado en distintos países de Europa con una asistencia muy nutrida el 18 de marzo, fecha en que se rememora la Comuna de París.

En los siguientes años siguió cambiando de día, pero con frecuencia se elegía en domingo para que las trabajadoras pudieran asistir. Cuando se hizo el 8 de marzo, fue por azar, pues en 1913 se realizó en Rusia por primera vez el último sábado de febrero, pero como todavía se regían por el calendario juliano, tal fecha correspondió al 8 de marzo en el gregoriano, que usamos actualmente. En Alemania en 1914, también se conmemoró este día por ser domingo.

En Rusia, el 23 de febrero de 1917 (8 de marzo en el calendario gregoriano), las trabajadoras textiles iniciaron en San Petersburgo una manifestación pidiendo paz y pan. Su movimiento se generalizó y llevó a una huelga general, cuyo estallido llevó al zar Nicolás a abdicar poco tiempo después. A menudo se cita a Trotsky, quien en su Historia de la Revolución rusa describe cómo esas obreras desobedecieron a los comités bolcheviques, lanzándose a la huelga contra sus indicaciones y con ello comenzaron la revolución: “A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución”.

Tras la victoria, las mujeres obtuvieron el derecho al voto, se adoptó el calendario gregoriano y, con la contribución de Alexandra Kollontai y Clara Zetkin, se decretó el Día Internacional de la Mujer, con especial énfasis en la mujer trabajadora. China comenzó a hacerlo en 1922. El 8 de marzo, como fecha oficial de la conmemoración, sólo fue adoptado de inicio por países socialistas y comunistas, situación que cambiaría hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.

En la década de 1950, con el macartismo en Estados Unidos y el recrudecimiento de la Guerra Fría, empezó el blanqueo de los orígenes claramente rojos que tiene este día, como se ha hecho con la leyenda de las trabajadoras de la Cotton. La ONU, que reconoce la fecha oficialmente desde 1977, parece haber contribuido a esta desvinculación, como se puede detectar en su página, donde algunas fechas son erróneas y se menciona la marcha de las trabajadores de 1908 como origen, cuando ésta no tuvo lugar. Incluso rastrea los antecedentes a las antiesclavistas Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mottuna en 1848, como buscando un origen anterior a los movimientos socialistas. Este revisionismo haría igual de válido vincular a Josefa Ortiz de Domínguez o Leona Vicario con el Día de la Mujer, pues participaron antes y directamente en un movimiento social que terminó con la esclavitud más al sur en el mismo continente.

Más adelante, la ONU declaró 1975 como el Año Internacional de la Mujer; y la I Conferencia Mundial sobre la Mujer también se celebró ese año en la Ciudad de México. A pesar de una asistencia de 6 mil mujeres, apenas tuvieron oportunidad de pronunciarse, pues las delegaciones oficiales usaron el foro para promover sus propios intereses. A la vez las discusiones se vieron afectadas por las declaraciones grandilocuentes y la rispidez entre diversas posiciones ideológicas. Desde entonces, hemos visto una creciente institucionalización global de la fecha con miras a su apropiación política, electoral e incluso comercial. Ahora es posible ver cómo el 8 de marzo se utiliza igual para promover tratamientos de belleza, vender revistas o para tratar de avanzar agendas conservadoras. Como parte de este día valdría la pena  más bien recordar a estas mujeres que, gracias a una larga militancia, contribuyeron a instituirlo, y lo que ello significa.

Conozco feministas que, por su compromiso con los derechos de género, han terminado desarrollando una tercera o hasta cuarta jornada. La genealogía obrero-socialista del Día de las Mujeres ayuda a tener presente que parte de sus raíces y de lo que representa es también el cuidado horizontal, comunitario y familiar, así como el autocuidado. La jornada de ocho horas parece hoy una curiosidad arqueológica, cuando era uno de los pilares de esta lucha. Recordarlo ayuda a tener presente que la defensa de los derechos laborales sigue siendo fundamental para la equidad de género.


Foto de cabecera: Manifestación del Centro Feminista de la Casa del Obrero Mundial, Ciudad de México, ca. 1920. Archivo Casasola.