El monumento que adorna el centro neurálgico de Santiago corresponde a la estatua del general Manuel Baquedano, artífice de las principales victorias del ejército durante la guerra que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia entre 1879 y 1884. La estatua de Baquedano y el óvalo donde se inserta equivale en Santiago al obelisco en Buenos Aires, o el Ángel de la Independencia en la Ciudad de México. Son monumentos que marcan el espacio de la ciudad y se instalan en el imaginario colectivo como focos de reunión, celebración y protesta. Que el monumento erigido en la plaza santiaguina desde 1928 tenga motivos bélicos no es algo antojadizo, como ha sugerido el historiador Mario Góngora en su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile (1981): la nación construyó y proyectó hacia el exterior la imagen de ser “tierra de guerra” o, como dijera Miguel de Unamuno, un “país de cartagineses”. A la epopeya bélica consagrada por Alonso de Ercilla en su poema La Araucana (siglo XVI) se suma la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-39) y la ya mencionada Guerra del Pacífico. El impacto de los elementos bélicos en la construcción identitaria chilena perdura, y cada año se rememora en el calendario secular durante los meses de mayo y septiembre con desfiles militares que elevan odas a las victorias pasadas. La plaza del general ecuestre que mira en dirección al poniente es así a todas luces un memorial de guerra clásico, con una tumba a un Soldado Desconocido a sus pies, recordatorio del culto a la muerte en la época moderna.
En rigor la Plaza Italia no se llama así, su nombre oficial es Plaza Baquedano. Se llamó Plaza Italia entre 1910 y 1928, así como antes tuvo los nombres La Serena (1875-1892) y Colón (1892-1910). La mayoría de los transeúntes desconocen que la Plaza Italia hoy en día corresponde a una pequeña plazoleta a metros del monumento a Baquedano, donde se encuentra la estatua Monumento al Genio de la Libertad, donada por la comunidad italiana para la conmemoración del centenario de la independencia en 1910. A partir del estallido social ocurrido desde el 18 de octubre, el lugar ha sido renombrado popularmente como Plaza de la Dignidad, llegando a iniciarse peticiones con miles de firmas para que el nuevo nombre sea reconocido por la alcaldesa de Providencia, municipio donde se sitúa el monumento a Baquedano.
La transformación que ha tenido la Plaza y sus alrededores en las últimas semanas merece atención dada su significación durante las movilizaciones diarias.
Una ubicación geográfica clasista
La Plaza Italia tiene un significado doble para la ciudadanía: es el punto tradicional donde los ciudadanos se reúnen de forma espontánea para celebrar triunfos ligados a gestas deportivas, principalmente asociadas al fútbol. A su vez, es el punto de reunión en las convocatorias de protesta. El conducto regular para movilizarse en Chile —y esto es una diferencia con lo que ha sucedido durante el estallido social— implica que las organizaciones convocantes a marchar por la Alameda deben solicitar a la intendencia de Santiago una autorización con anticipación; luego el intendente o intendenta analiza la factibilidad práctica de la protesta y, en caso de aprobar la solicitud, coordinan con carabineros para desviar el tránsito de la principal arteria capitalina hacia calles secundarias, con el objetivo de lograr una movilización ordenada y custodiada. La protesta que surge de forma espontánea es algo excepcional, siendo el conducto vía permiso de la intendencia la regla general. Cualquier intento por salirse de los límites establecidos por la autoridad durante una manifestación es reprimido en el acto por Fuerzas Especiales de Carabineros. Desde el 18 de octubre no se han solicitado permisos a la intendencia para congregarse en Plaza Italia, lo que de por sí es significativo de un cambio en la forma de manifestarse por parte de la ciudadanía.
Las marchas son siempre en dirección al poniente, hacia el palacio de La Moneda, terminando usualmente con un acto en la estación de metro Los Héroes (de la guerra del Pacífico, otra vez, una alusión bélica). Marchar en dirección contraria, es decir, hacia el oriente, donde se divisa la Cordillera, significaría adentrarse en las calles de los barrios más acomodados de la ciudad: Providencia, Las Condes. En efecto, Plaza Italia es también el signo que divide geográficamente a la población de Santiago entre ricos y pobres, llegando a ser recurrente en el imaginario popular capitalino la referencia clasista: las expresiones “vivir de la plaza hacia arriba” o “hacia abajo” clasifica socialmente. En la sociedad chilena esta clasificación es un estigma de por vida: en el trabajo, en el colegio, en la universidad. Tu lugar de residencia se trasforma en tu carta de presentación, llegando a significar la diferencia entre conseguir o no un puesto de trabajo.
Durante octubre y noviembre la protesta espontánea —porque al no haber líderes ni organizaciones en el estallido no hay quien pida permiso— se ha desplazado con frecuencia hacia el sector oriente por la Avenida Providencia. Las barricadas incluso llegaron hasta sectores antes impensados como los alrededores del edificio y centro comercial Costanera, símbolo de la modernidad neoliberal chilena. La protesta rompió los cercos de lo socialmente permitido, llevando cada día el descontento a los centros del poder político y económico chileno, identificados como los culpables de la desprotección y precarización social.
La dignidad como concepto
El abandono generalizado que experimenta gran parte de la ciudadanía explica que la palabra dignidad se haya vuelto omnipresente en las protestas y que englobe diversas demandas de la ciudadanía. Si el estallido del 18 de octubre lo provocó el alza en el precio del ticket del metro, desde entonces las consignas se han extendido a temas como el sistema de pensiones privado, la precarización laboral, el costo de vida, la Constitución dictatorial, los bajos sueldos y los casos de corrupción impunes, siendo el desfalco cometido por carabineros uno de los más mediáticos e importantes por el monto defraudado, calculado hasta la fecha en $28 mil millones de pesos, el más alto en la historia judicial chilena.
La palabra dignidad aparece pintada en pancartas, muros, transporte público y monumentos como el del general Baquedano. Desde hace unas semanas, está pintada en el pavimento del sector poniente del óvalo de la Plaza Italia, resignificada como Plaza de la Dignidad (así figuró en Google maps hace unas semanas por iniciativa de los manifestantes). El proceso en que la palabra se transformó en símbolo de la protesta se dio de forma progresiva a partir de la primera semana, viéndose potenciado, a partir de las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos por parte de los agentes del Estado. La palabra que aglutinaba las peticiones de los manifestantes pasó a significar también un clamor imperativo hacia el respeto de los derechos fundamentales, derechos que día a día se veían desconocidos en los alrededores de la plaza y en todo el país.
El día 8 de noviembre Gustavo Gatica, estudiante de psicología y fotógrafo aficionado de 21 años, fue reprimido por los carabineros a media cuadra de Plaza Italia, en el lugar que se conoce como “primera línea”, donde los manifestantes se encargan de resistir los embates de carabineros de fuerzas especiales que amenazan con dispersar la protesta en la plaza. Gatica tomaba fotografías cuando fue alcanzado por dos disparos en su rostro que lo dejaron ciego, en uno de los casos más dramáticos y significativos de la represión durante el estallido social. Una semana después, el viernes 15 de noviembre, cuando la protesta en la plaza estaba siendo dispersada por carabineros con carros lanza aguas, Abel Acuña, de 29 años, cayó desde el monumento al general Baquedano. Los equipos paramédicos intentaron reanimarlo, mientras carabineros continuaba con la represión en la plaza. Acuña murió a los pies del monumento que en la madrugada de ese día había sido intervenido con un lienzo blanco con la palabra Paz en letras negras.
Un nuevo lugar de memoria
Tanto la mutilación a Gatica como la muerte de Acuña provocaron que la Plaza se haya erigido en un lugar de memoria, es decir, un espacio donde, según afirma el historiador francés Pierre Nora, se cristaliza, condensa y refugia la memoria colectiva. El significado original del monumento a Baquedano como recordatorio de la gesta bélica contra los países vecinos, no puede ser el mismo después del 18 de octubre. Los símbolos bélicos que adornan el espacio han sido resignificados (“vandalizados”, según la descripción oficialista y periodística); las barras de fútbol de los principales equipos de la capital se turnan el espacio central cada día como una forma de evitar conflictos entre hinchas rivales, y, en fechas relevantes, el monumento es adornado con motivos alusivos, por ejemplo, a la causa mapuche en la conmemoración del asesinato del comunero Camilo Catrillanca. Ese día, 14 de noviembre, se levantó una estructura a los pies del monumento a Baquedano con la forma de la Wünelfe, símbolo mapuche que representa al planeta Venus. El símbolo estuvo pintado en los costados en la palabra Dignidad en el pavimento. El 25 de noviembre, durante la conmemoración del Día Internacional Contra la Violencia hacia la Mujer, el espacio correspondiente al monumento fue ocupado por colectivos feministas que desplegaron lienzos alusivos a consignas como el aborto libre y la caída del patriarcado
Del esplendor del monumento de guerra poco queda, la tumba al Soldado Desconocido fue destruida, y la figura femenina que entregaba una guirnalda de copihues (la flor nacional) al general Baquedano fue retirada para evitar su ultraje. El general ha resistido los embates por su envergadura, pero en otras ciudades del país diversas estatuas y bustos alusivos a la historia patria han sido destruidos, arrojados al río, descabezados o intervenidos en su totalidad. En casos como los de la Araucanía, los bustos que fueron sacados de las plazas correspondían a personajes militares de la conquista española como Pedro de Valdivia y de las campañas contra el pueblo mapuche durante el siglo XIX como el coronel Cornelio Saavedra, llegando incluso a ser derribada una estatua de Arturo Prat, héroe principal del panteón nacional luego de la Guerra del Pacífico. En La Serena, el busto de Francisco de Aguirre, fundador de la ciudad en 1549, fue intervenido dejando en su lugar la imagen de una mujer del pueblo diaguita, siendo la avenida rebautizada popularmente como Avenida Diaguitas. Que la ciudadanía se haya volcado a los monumentos, resignificando los espacios y rescatando otros aspectos relegados de la cultura popular representa una reacción a los discursos históricos nacionalistas, potenciados durante décadas de educación volcada a los héroes, las guerras y patriotismo chauvinista, aspectos heredados de una educación cultivada durante la dictadura militar.
Ahora la plaza santiaguina se asemeja más a una zona de guerra que a un espacio público de conmemoración. Así lo muestra muestra una placa de madera adosada al monumento a Baquedano en el que se lee en letras negras: “Plaza de la Dignidad, zona cero del despertar social, Octubre 2019”. La zona cero significa tanto el epicentro de las manifestaciones como el punto de partida hacia lo incierto. La estación de metro Baquedano que conectaba las líneas 1 y 5 no funciona desde el 18 de octubre. Fue convertida en cuartel permanente de carabineros. El verdor que rodeaba el espacio dio paso al gris y amarillo del pasto quemado por las pisadas diarias de miles de personas, el olor a gas lacrimógeno es constante, el monumento luce rayados alusivos a la Constitución, a la no impunidad y contra el gobierno. Paradójicamente la plaza hoy parece más que nunca una verdadera plaza de la periferia santiaguina, lugares donde el Estado está ausente, reemplazado por la lógica neoliberal. Incluso ahí, bajo el abrasivo sol de noviembre, las paredes rezan: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.