Hace dos meses comenzaron las clases en una gran parte de las universidades del país, las que tienen un calendario semestral y anual. Las primeras semanas fueron, para la mayoría de les profesores universitarios, les profesores de asignatura, unas semanas para contar y ajustar. Contar tiempos de traslado, presupuestos para distintos medios de transporte, el incremento de precios de los tacos de canasta o el porcentaje de su salario que se fue en esos bubulubus congelados de 3 por 10 en el pesero. Sin duda, las matemáticas más angustiosas son las proyecciones de hasta cuándo, y por cuánto, se recibirá el primer cheque. El mes pasado se comenzaron a hacer otros cálculos, de los días que tenían para postular a esas fugaces plazas temporales en los que tienen periodos cuatrimestrales, o de las posibilidades para obtener carga suficiente en la distribución de clases del próximo semestre. El cómputo más deprimente que algunes estamos haciendo es cuántos años hemos estado en esta situación, en muchos casos sin generar antigüedad alguna. 

Este artículo contará algo de la realidad que provoca esta precariedad de los profesores de asignatura. La investigación se basa en datos obtenidos en la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT) de 15 de las universidades más grandes del país para la primera mitad del 2022. De acuerdo con artículo 23 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, las universidades públicas deben de reportar las remuneraciones de todos los empleados. No obstante, sea por negligencia del INAI o de los sujetos obligados, los registros en muchos casos están incompletos y los datos más obviamente distorsionados han sido excluidos de este análisis. El reporte de la PNT para la Universidad de Coahuila, como ejemplo, incluye información de casi 7000 empleados de la universidad, pero todos ellos con una remuneración neta de 0 pesos. Más aún, universidades como la UNAM no reportan las remuneraciones de sus profesores de asignatura ni en la PNT ni en el portal de transparencia interno. 

En todo caso, la siguiente línea analizan la información provista sobre 147096 empleados de instituciones de educación superior y de 36624 miembros del SNI en un mes de verano de 2022 (datos extraídos el 8 de septiembre de 2022 mediante solicitud a la PNT). Aunque es una muestra relativamente reducida del total de universidades públicas del país, por simplicidad nos referiremos a ella como “Nacional”. La información y el código de minería y análisis está disponible aquí, pero estas líneas intentarán explicar algunas visualizaciones claves del fenómeno. 

  1. Esta es una que todos se saben

El análisis de una multiplicidad de universidades revela la existencia de una doble tensión entre el tamaño de las instituciones y sus remuneraciones medias. Por un lado, las universidades más grandes son las que tienen mayor acceso a recursos, por el otro, son también las que emplean a una mayor cantidad de académicos temporales con bajos salarios. El primer fenómeno parece ser el central en el caso del IPN, mientras que la tendencia a menores salarios medios, se observa en el caso de la Universidad de Guadalajara (UdG) y en el caso de la UNAM. El gráfico también muestra que los estímulos son los principales responsables de la desigualdad en los salarios medios entre instituciones. 

Gráfico 1. Remuneración media de académicos por universidad.

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La desigualdad existente al interior de las universidades se analizará en la sección 3 de este artículo, pero la gráfica 2 muestra una desigualdad en particular: las diferencias en remuneración con base en el sexo de les académiques. En prácticamente todas las instituciones, a excepción de 2, el monto medio de retribuciones totales del sexo femenino es menor al catalogado como sexo masculino. A nivel de la muestra, los catalogados como sexo masculino ganan 5.6% más que sus contrapartes femeninas, y en el caso de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACHIH) y la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), la brecha de sexo alcanza más del 30%. Esta desigualdad proviene de distintos factores, desde los salarios netos hasta los estímulos internos y la remuneración del Conacyt (SNI) , aunque estos en ocasiones tienen comportamientos diferentes. Por ejemplo, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) los salarios netos masculinos son un 8% mayores que los femeninos, pero los estímulos netos masculinos son casi 1400% mayores que los femeninos. A nivel de la muestra nacional, los salarios netos masculinos son 4% mayores a los femeninos, los estímulos internos masculinos son 1.6% mayores a los femeninos, y los estímulos por SNI masculinos son 20% mayores a los femeninos. 

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  1. No es mucho, pero es trabajo honesto

Ciertamente, el sistema del SNI construido en las últimas décadas ha funcionado para profundizar la brecha salarial de género, en particular porque la lógica propia del sistema acumula, en vez de sustraer, el cúmulo de desigualdades existentes por fuera de él. Para comenzar, sólo les profesores con grado de doctor o equivalente en medicina pueden acceder a ser parte del padrón del SNI, y los datos revelan que las diferencias regionales se reproducen en los estímulos medios a los que tienen acceso les investigadores. El Mapa 1 representa un análisis de 36452 investigadores beneficiarios del SNI en el 2022 y las diferencias entre los estímulos medios entre investigadores de diversas entidades del país. Es notorio que, al igual que otras desigualdades, el sureste mexicano se encuentre marcadamente rezagado en términos de beneficios económicos promedio, y que la zona centro y el Bajío sean los que concentran los mayores estímulos promedio. 

Mapa 1. Estímulo medio SNI por entidad federativa

Hasta 2019, solamente les investigadores que podían acreditar ser “personal activo, vigente y remunerado” con una carga académica de “por lo menos 20 horas semana mes” podían aspirar a recibir el estímulo correspondiente a su categoría. Es extremadamente raro, por no decir inaudito, que un profesor de tiempo completo dedique 20 horas a la semana de clase, y se considera que la mayor parte de su tiempo las dedica a la preparación de cátedra, evaluación y asesoría de estudiantes, y a la investigación. No es así con les profesores de tiempo parcial, a quienes sólo se le contabilizan las horas frente a grupo y se excluyen de sus contratos los tiempos que ocupan en la preparación, evaluación, asesoría, servicio académico (como exámenes profesionales o comités de ingreso) y a la investigación. En conclusión, el reglamento del Conacyt implicaba que, efectivamente, sólo los profesores con plazas de tiempo completo podían recibir el estímulo de investigadores, excluyendo a los profesores de tiempo parcial (o de asignatura). 

El reglamento de 2020 y los subsecuentes eliminaron la restricción de las 20 horas, y abrieron la posibilidad de que les profesores de asignatura y tiempo parcial puedan acceder al estímulo. Los salarios de este grupo tienden a ser tan bajos que no es raro que el estímulo del SNI supere por mucho el salario pagado por la institución, lo que implica que el estímulo funciona de facto como un subsidio al empleo precario que realizan estas instituciones públicas. Dentro de la muestra de las universidades encontramos 1551 profesores de los niveles “Candidato” y “SNI I” cuya remuneración federal por parte del SNI supera a la remuneración total interna (salario neto más estímulos) proveída por las universidades donde imparten clase. 

Gráfico 3. Relación entre aportación del SNI y remuneración media de investigadores jóvenes

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El gráfico 3 muestra una visualización sobre este grupo de investigadores, y la relación entre el subsidio del SNI y la precarización al interior de sus instituciones. En el eje horizontal se muestra la remuneración media por universidad como porcentaje de la remuneración media de la muestra nacional. Esto quiere decir que las universidades a la derecha de l00 pagan, en promedio, más a sus investigadores jóvenes que la media nacional, mientras que las universidades a la izquierda pagan menos. En el eje vertical se muestra cómo se compara el estímulo del SNI que reciben les investigadores jóvenes con respecto a las remuneraciones totales de sus instituciones (salario neto más estímulos). La media de la muestra es de alrededor de un 200%, lo que implica que el SNI paga a estos investigadores dos veces más de lo que reciben como salario en las instituciones donde imparte clase: las universidades por encima de esta media son en las cuales estos investigadores dependen más de su ingreso del SNI.

El gráfico, pues, muestra la relación entre precarización de los profesores universitarios y la aportación del SNI a nivel federal a sus salarios. Cabe destacar que en todos los puntos de la gráfica, la aportación del Conacyt es mayor al 100% del salario total de les investigadores, pero no todas las universidades precarizan igual a sus empleados. No es casualidad, como se verá, que las instituciones de educación superior que se encuentran en el cuadrante superior izquierdo, UdG, UAS y Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), sean también las más desiguales dentro de la muestra. 

  1. ¿No te da vergüenza? Sí, pero me la aguanto.

La reforma al reglamento del Conacyt que beneficia a estos investigadores jóvenes con bajos ingresos dentro de sus universidades, es sin duda una reforma progresiva, que disminuye la desigualdad, pero el SNI sigue siendo fundamentalmente un sistema de estímulos regresivo, que profundiza la desigualdad. El gráfico 4 muestra tres cálculos de índice de Gini, la medida más usada para medir la desigualdad, para cada institución (mientras más cerca está el índice de Gini a 1 hay más desigualdad). Las barras naranja oscuro muestran la desigualdad entre les académiques producida por las fuentes internas de la institución (salarios netos más estímulos); las barras moradas muestran la medida de desigualdad una vez que se añade el estímulo del SNI a los ingresos de diches académiques; finalmente, las barras verdes muestran la desigualdad de todos los tipos de ingreso en cada institución incluyendo a todos los empleados, académiques (34,507 individues) y no académiques (80,139 individues) dentro de la medición. 

Gráfico 4. Diversas medidas de índice de Gini por universidad

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El gráfico muestra dos fenómenos interesantes. En primer lugar, que el SNI, aún con la reforma al reglamento, sigue siendo regresivo, incrementando el índice de Gini en 0.5% a nivel de toda la muestra, pero fundamentalmente reproduce la desigualdad ya existente al interior de las universidades. El segundo fenómeno que muestra el gráfico es que la desigualdad al interior de les académiques es mayor a la desigualdad dentro del sistema universitario en su conjunto (incluyendo también a les no académiques). Esto merece un poco más de análisis. 

Normalmente, el índice de Gini tiende a registrar una mayor desigualdad con muestras más grandes de población, a lo que se conoce como “sesgo de muestras pequeñas”. Esto provoca que sea muy difícil comparar subgrupos con respecto a la muestra general, pues éstos normalmente tendrán valores de Gini menores a la medida global. Intuitivamente esto puede corresponder a diferencias estructurales entre distintas muestras que se eliminan en la población total. Por ejemplo, a pesar de que hay pocos países que tienen un índice de Gini mayor a 0.5, el índice de Gini a nivel mundial se calcula de 0.684. Este tipo de sesgo es la razón por la cual el Gini de la muestra nacional es superior a todas las instituciones que son subgrupos de ella con una excepción: ¡¡Arriba los leones negros de la UdG!!

En suma, el hecho de que la desigualdad de les empleades con todos los ingresos netos, estímulos y SNI sea menor que un subgrupo minoritario de ellos, les académiques, implica que la desigualdad al interior de les profesores e investigadores es realmente extraordinaria. Hay una forma de saber qué tanto: el índice de Theil. Este índice es otro de los regularmente usados para determinar la desigualdad de ingresos y, aunque tiene una explicación menos intuitiva que el de Gini, permite descomponer la desigualdad de diversos grupos y su contribución a la desigualdad total. 

Los resultados muestran que las diferencias salariales entre profesores e investigadores contribuyen desproporcionadamente a la desigualdad total del sistema universitario. De acuerdo a dicho cálculo, el índice de Theil de les académiques es casi un 50% mayor al de les no académiques. Más aún, las diferencias de salarios medios entre académiques y no académiques explica sólo el 0.53% de la desigualdad total. La desigualdad entre no académiques, que componen el 70% de les trabajadores universitarios, explica el 52% de la desigualdad total; mientras que la desigualdad entre académiques, sólo el 30% restante, explica más del 47% de la desigualdad en el sistema universitario. En suma, la diferencia salarial entre las élites universitarias y les profesores de asignatura o de tiempo parcial, y no el Conacyt ni las diferencias entre tipos de empleo al interior de las universidades, son el principal motor de las disparidades en las instituciones de educación superior. 

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En las semanas previas ha comenzado un nuevo periodo de cuentas, esta vez de las autoridades universitarias: las cuentas sobre el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2023 y las asignaciones individuales para las universidades públicas. Algunas autoridades de instituciones de educación superior ya han advertido un recorte en términos reales del presupuesto, mientras que otras han reclamado una falta de apoyo a nivel federal para complementar los sistemas de estímulos. El presupuesto a educación es, sin duda, algo que debemos de tener en cuenta en estos días. 

Pero no únicamente. A les profesores de asignatura, a los que nos toca el lado espinoso de la desigualdad “meritocrática”, estamos aplastados entre las matemáticas más básicas para garantizar nuestra sobrevivencia y las disputas presupuestales entre las élites universitarias y los gobiernos federales y estatales. La defensa de la autonomía universitaria en la voz de las élites de estas instituciones tiene siempre un tufo a defensa de sus privilegios y poder, mientras que la crítica al uso que hacen de sus recursos siempre se enmarca como un ataque a la educación superior pública.  

Es claro, sin embargo, que el principal origen de la desigualdad entre académiques está al interior de la estructura universitaria. No se trata de un problema únicamente presente en una, aunque sea exacerbado en algunas, sino que atraviesa a todo el sistema de las instituciones de educación superior. La solución, en consecuencia, requiere una reforma al interior de todas las universidades y dicha reforma no vendrá ni de la aristocracia universitaria ni del gobierno federal ni de los sindicatos académicos patronales. En esta ocasión, como a cada inicio de semestre, les profesores universitaries de tiempo parcial sólo podemos contar con nosotres mismes.