El pasado 26 de julio se celebró el centenario del natalicio del economista brasileño Celso Furtado. La pandemia y el confinamiento no lograron cerrar el paso del amplio desfile de merecidos homenajes. Hubo un festejo enorme, aunque en ventanitas de Zoom. La verdad, la verdad, es que todavía hay una serie de eventos académicos que subrayan la original contribución furtadiana para entender los vericuetos del subdesarrollo y de la dependencia que siguen acosando nuestro subcontinente. “Subcontinente”, “subdesarrollado”, curiosa elección de palabras para una lectura de los fenómenos económico-sociales que no se sienten ni tantito “sub” con relación a las interpretaciones de otras latitudes hacia nuestra región. Para aquellos que no han disfrutado hasta ahora de la vibrante celebración, les recomiendo fuertemente buscar a la página de Facebook del Centro Internacional Celso Furtado de Políticas para o Desenvolvimento, donde encontrarán nutrido menú de actividades en línea para saborear con más calma la reflexión sobre la obra del homenajeado. Total, si vamos a seguir nutriendo de datos gratis a Mark Zuckberg con cada uno de nuestros clicks, que sea al menos por una buena causa.  

Un rasgo común destacado por los innumerables comentaristas de la obra de Furtado es su carácter que extrapola el razonamiento meramente económico. Más que eso, en su visión multidisciplinaria de los fenómenos sociales, la esfera de la economía está conformada por procesos históricos –únicos y complejos– que se han sedimentado en determinada estructura económica. De ahí que su definición del subdesarrollo latinoamericano no se presenta como la certera antesala del desarrollo, sino como resultado del esparcimiento del capitalismo en zonas que anteriormente habían sido coloniales, por lo que ese “encuentro” terminó por caracterizarlas como estructuras híbridas, y en donde conviven distintas formas de producción, distribución y consumo del excedente (Furtado, 1964). Los países cuyo legado histórico les heredó tan fea cicatriz, de ser estructuras híbridas, pueden complejizarse en términos de su estructura productiva, por ejemplo, industrializándose. Sin embargo, difícilmente la industrialización –cada vez más dominada por empresas transnacionales que sabotean cualquier posibilidad de internalización del centro de decisión por parte de los actores nacionales– les ayudará a dar el salto cuántico de ser países subdesarrollados y transustanciarse a países desarrollados. En suma, el subdesarrollo se profundiza a cada nueva etapa y los desafíos para su superación –ojo, “superar al subdesarrollo” no es lo mismo que seguir de forma homogénea las huellas de los pasos pisados por los hoy países capitalistas desarrollados– no dejan de metamorfosearse. Así, a mí me parece que es una verdadera injusticia que se comete por parte de la izquierda más radical con Furtado al proclamar erróneamente que el estructuralismo latinoamericano sería meramente un ingrediente en la “ideología” que se cocinó en sintonía con los intereses de la burguesía local para “salvar” el capitalismo dependiente periférico y para que éste tenga un “rostro humano” (sea el esperpento que eso signifique).

Algo que siempre me ha sorprendido al leer algunos de sus trabajos, sobre todo a partir de los años setenta, es cómo la multidisciplinariedad del pensamiento de Furtado va mucho más allá de la mencionada fusión que coloca el análisis económico en la intersección de la historia y la política. A partir de ese entonces, y de manera cada vez más poderosa, la dimensión de la cultura, el aprecio por los valores humanistas y el arte, y la densidad de la inquietud filosófica van conformando un inesperado filtro de luz en su ya original mirada hacia los problemas económicos. Así, él es capaz de hilar la “dependencia económica, la tutela cultural y el autoritarismo político” (Furtado, 1979: 155) como el rasgo más dañino de los sistemas de producción periféricos que son sujetos a los intereses de las empresas transnacionales que ahí operan. Aquí tenemos, nuevamente, otra curiosa elección de palabras, ya que “sujetos” en la frase arriba es leído como “pasivo a la acción del otro”, pero la misma palabra puede ser leída, en un contexto distinto, como el “agente activo”, que es otra connotación que el vocablo “sujeto” tiene. Todas esas vueltecitas con el tema del “sujeto” seguramente pueden ser vistos como un guiño para quienes conocen a la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, o para aquellos que –como nosotros– han desparramado más de una lágrima acompañados de un buen mezcal y escuchando “Esclavo y amo” de Javier Solís.

Dependencia económica y autoritarismo político son elementos más intuitivos de entender, pero vale la pena dar un breve ejemplo de tutela cultural: nuestras élites, que se quedan extasiadas ante la última modita de un tipo de arte contemporáneo meramente comercial de las galerías gringas, y, simultáneamente, tuercen la nariz para el arte popular autóctono. Para ellos, Damien Hirst es lo máááááximoooo y “naco” es todo lo que trae el aura de “su” pueblo –“su” como posesión y no en el sentido de reconocerse como perteneciente también a algo, pues la élite latinoamericana lo que quiere es diferenciarse de la “chusma”–. Podemos atestiguar lo que hemos afirmado arriba y, al mismo tiempo y sin contradecirnos, reconocer que el conocimiento, el arte y la creatividad como la acción que propicia la liberación del ser humano no están muy familiarizados con pasaportes. También nos aventamos a decir que el caldo de cultivo realmente libertador, que mezcla la ciencia, la cultura y la formación de conciencia crítica, tiene poco que ver con, por ejemplo, el “arte militante”, ese tipo de expresión que fuerza la mano para mandar un determinado mensaje político y abandona cualquier ambición artística en el camino. En definitiva, imprimir el semblante de guerrilleros autoritarios y misóginos, por más que se use colores vibrantes en playeritas cool, no significa nada para la formación de conciencia, pues “el reverso del racionalismo siempre generó fuertes impulsos hacia la idolatría” (Furtado, 1979: 210).  

Sobre la especial forma de coser caminos entre la ciencia, el arte y la liberación, me admira tanto que Furtado, al enriquecer continuamente su caleidoscopio interpretativo, sea de los pocos economistas que pueda conjugar coherentemente el análisis riguroso de los condicionantes estructurales de las economías periféricas con temas tan profundos e inherentes a la condición humana. No casualmente es de los escasos compañeritos del gremio que pudiera escribir algo como: “El arte que no se concreta en objeto constituye la expresión de una forma de libertad pura. Así, la danza auténtica fue concebida siempre como una forma de liberación corporal. En una civilización en la que todo está sometido a la lógica de los medios, ¿puede haber mensaje más revolucionario que el fundir el crear con el vivir?” (Furtado, 1979: 221). 

Para cerrar este punto sobre la especial forma con la que Furtado mira la conformación económica latinoamericana, una curiosidad más chiquita. Recientemente se dio a conocer que Kamala Harris será quien acompañará como candidata a vicepresidente a Joe Biden en la boleta demócrata de las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 3 de noviembre. Por esas coincidencias de la vida y las vueltas que da el mundo, el padre de Kamala Harris, Donald J. Harris, un economista jamaicano que emigró a Estados Unidos, escribió en 1966 una reseña del libro de Furtado Diagnosis of the Brazilian crises (1965), en la que apunta que se trata de un estudio que ofrece una perspectiva amplia, y que abarca dimensiones sociopolíticas, históricas y económicas, para explicar las causas de la crisis política en Brasil desde antes mismo del golpe militar en 1964. En esta reseña, Harris papá señala que Furtado hace uso inventivo del método dialéctico, por lo que su análisis de las economías subdesarrolladas contemporáneas responde al proceso histórico por el que ellas han transitado, y donde el resultado ha sido la creación de un “dualismo estructural” cuyas peculiaridades distinguen a estas economías como un caso especial dentro de la evolución capitalista. Sólo nos resta esperar que el futuro nos reserve más que curiosas coincidencias entre el entramado de las altas esferas del poder político y la reflexión más crítica sobre la realidad económico-social que nos toca vivir. ¡A tocar madera! 

Quisiera terminar comentando un poco sobre la relación impar de Furtado con México. Su estancia más larga en el país se da entre los años de 1955 y 1957, cuando estuvo a cargo conjuntamente con Juan Noyola Vázquez, destacado economista mexicano y su amigo, de un polémico estudio de la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre el sector externo y la economía mexicana, que después de completado no conoció la luz del día por un claro acto de censura mancomunado por el gobierno del país y la alta dirección de la institución. Furtado mismo nos relata que su relación con los altos mandos de la CEPAL estaba desgastada, para decirlo suavecito, y que cuando fue nombrado para dirigir dicho estudio, por una serie de roces previos con la dirección del organismo, la dirección del grupo de trabajo en México le daría tiempo para preparar una “retirada ordenada” (Furtado, 2014: 166) de la CEPAL. Otro detalle que no podemos dejar pasar: Él llega al país por tierra, tras comprarse un auto en New York y venir bajando al sur en un auténtico road trip familiar que, infelizmente, sería difícil reproducir con la misma tranquilidad en nuestros días por los riesgos que implican el viaje en carretera por el norte de México (Furtado, 2014: 169).      

Sobre el famoso “texto fantasma”, Arturo Guillén (2017) publicó un artículo en donde examina la conjugación, el refuerzo y el robustecimiento de las hipótesis desarrolladas por Noyola –con el carácter estructural del desequilibrio externo–, y por Furtado –acerca del subdesarrollo como particularidad histórica del desarrollo del capitalismo en la periferia–. Esta imbricación de preocupaciones está presente en el informe sobre la economía mexicana El desequilibrio externo en el desarrollo económico latinoamericano: el caso de México (1957), al que Guillén califica de trascendental en la teoría estructuralista del desarrollo al tratarse de “un examen extenso y cuidadoso de las principales variables macroeconómicas (oferta y demanda global) de la economía mexicana en el período 1945-1955” (Guillén, 2017: 161). Además, continúa Guillén, este estudio les permitió a ambos “avanzar en la comprensión del subdesarrollo, pasar del estudio de los límites del modelo primario-exportador y de la necesidad de la industrialización y de un desarrollo ‘hacia adentro’ –que fueron los temas fundacionales expuestos en el Manifiesto de 1948– a entender las contradicciones y barreras del modelo sustitutivo de importaciones” (Guillén, 2017: 174). Infelizmente, por las “causas extra-cancha” mencionadas, el trabajo no fue publicado en aquella época.  

Quizás aquí no nos hacía falta tocar las manoseadas teclas de la trascendencia de la aportación de Furtado. Quizás no hubiera sido necesario entrar a los pormenores de algunos de sus textos. Quizás sólo nos hubiéramos quedado con Furtado en su fiesta mexicana para conmemorarlo como se debe, como en México se celebra a los que partieron pero que nunca nos dejaron: con hartura de alcohol, rica comida y la inconfundible alegría de los buenos amigos. Pero, ¿qué sería de la vida sin las malas decisiones que también son parte de lo que forja a martillazos la trayectoria de uno?


Referencias

Guillén, A. (2017). “Las huellas del estructuralismo en México: Juan Noyola y Celso Furtado en torno al desequilibrio externo y sus derivaciones teóricas”, en Cadernos do Desenvolvimento, 12(20), 157-177.

Furtado, C. (2014). Obra autobiográfica. Editora Companhia das Letras.

Furtado, C. (1979). Creatividad y dependencia. Siglo Veintiuno Editores.

Furtado, C. (1964). Desarrollo y Subdesarrollo.  Editorial Universitaria, EUDEBA.

Harris, D. (1966). “Diagnosis of the Brazilian Crisis”, en Quarterly Review of Economics and Business, University of Illinois, pp. 83-86.