“Habían dicho que no había firmado México el programa de reforestación, si el programa lo propusimos nosotros”, dijo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su conferencia mañanera del 3 de noviembre de 2021. En una frase, el presidente resumió mucho de lo que está mal con la política climática de México en tiempos de la 4T: no importan los hechos sino los discursos, y todo es susceptible de ser resignificado. Los acuerdos globales sobre deforestación firmados en la COP 26 en Glasgow tienen como antecedente directo la Declaración de Nueva York sobre los Bosques firmada en 2014, pero para AMLO la idea emana de Sembrando Vida —el programa de “comunidades sustentables” propuesto por este gobierno—. Y no hay nada que le haga cambiar de opinión. O el presidente distorsiona intencionalmente la realidad o sus colaboradores simplemente le dan información errónea. Ambas, por supuesto, son igualmente preocupantes. Pero mientras el presidente vende en sus mañaneras la idea de una política climática exitosa, la plataforma Climate Action Tracker evalúa los esfuerzos de México para alcanzar sus objetivos climáticos como altamente insuficientes. Lo trágico es que, de seguir por esta senda, México no alcanzará sus objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo de esta manera a acercarnos cada día más al punto de no retorno del colapso climático.

Pero las declaraciones oficiales son tan sólo la punta del iceberg, siendo la inexistente política climática lo realmente preocupante. Sembrando Vida, el principal instrumento del gobierno de la 4T para luchar contra el cambio climático, es fundamentalmente un programa productivista. Aunque en la versión oficial se presenta al Programa Sembrando Vida como un instrumento para atender la pobreza rural y la degradación ambiental, lo cierto es que en sus reglas de operación no existen criterios ambientales para su implementación. Tan es así que incorporar criterios de cambio climático en la implementación de Sembrando Vida es una de las acciones específicas propuestas dentro del tan esperado Programa Especial de Cambio Climático (PECC) 2021-2024. El Gobierno Federal carece de datos concretos para defender que Sembrando Vida es el “programa de reforestación más importante que se está aplicando en el mundo”, al tiempo que una evaluación independiente conducida por World Resources Institute (WRI) sostiene que Sembrando Vida no tiene como objetivo prioritario la restauración forestal y tampoco la reforestación, sino que más bien “es una estrategia de productividad para zonas rurales y generación de comunidad que busca rescatar al campo y reactivar la economía local” (Warman, Zúñiga, Cervera, 2021). Tan es así que incluso defensores del gobierno obradorista se refieren a éste como “un programa de rescate al campo mexicano enfocado en los más olvidados” (Von Bertrab, Pié de Página, 15 de noviembre de 2021). Si Sembrando Vida logra redirigirse como política climática está por verse, pero resulta a todas luces preocupante que éste sea implementado desde la Secretaría de Bienestar y no desde la SEMARNAT, cabeza del sector ambiental en México.

Y mientras AMLO cuenta su verdad sobre las negociaciones internacionales y la política climática de este gobierno sale de la Secretaría de Bienestar, la internacionalmente aclamada Ley General de Cambio Climático adoptada en 2012 ha quedado como papel mojado. En este sexenio la política energética y climática están totalmente desligadas, y como muestra basta ver la obsesión gubernamental con el rescate a PEMEX y CFE. A nadie le queda duda de los excesos que cometieron gobiernos anteriores con respecto a los procesos de privatización del sector energético, pero esto no cambia el hecho de que la visión que tiene el presidente sobre el sector energético representa una amenaza para el desarrollo de energías renovables en el país. Hoy hasta Bartlett y Nahle enarbolan la bandera del cambio climático, pero su propuesta de transición energética está muy lejos de afrontar los requerimientos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero marcados por la ruta internacional.

Y no nos olvidemos de los megaproyectos. No importa cuánto se invierta en campañas que hablen de beneficios sociales, sustentabilidad y participación ciudadana. El mensaje que llevaron los pueblos indígenas a Glasgow fue claro: no más extractivismo. No más supuesto desarrollo a costa de las vidas de defensores del territorio. Es el mensaje que defienden plataformas como #FuturosIndígenas. Y es aquí donde la visión sobre bienestar del presidente se opone a las resistencias socioambientales de las comunidades. La COP 26 nos dejó con un amargo sabor de boca, dejando trás de sí mínimos acuerdos en materia de descarbonización y deforestación. Pese a que para algunos analistas lo positivo de los Acuerdos de Glasgow es que mantienen la llamada a favor de mayor ambición climática y ahora es turno de hacer los deberes en casa, el problema  es que en México no hemos sido buenos al momento de cumplir con la tarea. AMLO desdeña al cambio climático, mientras sus opositores partidistas sólo instrumentalizan el discurso ambientalista para golpear al presidente. Los políticos sólo piensan en las próximas elecciones, mientras las luchas desde abajo nos impulsan a pensar en otros futuros posibles. Vayamos pues de lleno al problema. Teniendo al colapso climático a la vuelta de la esquina, la lucha climática en tiempos de la 4T parece que ya sólo puede pensarse fuera de los contornos partidistas. Ni PRI ni PAN ni PRD tienen una  agenda climática seria. Tampoco la tiene MORENA y mucho menos el Partido Verde. Si la lucha contra el cambio climático es también una lucha por la vida, entonces la vida es despreciada por los dirigentes de este país.