Gonzalo Soltero (2022). Bad hombres: Teorías de conspiración y narrativas de riesgo en México. 1.ª ed., Festina, UAM Cuajimalpa, México, 2022.


Gonzalo Soltero adquirió el gusto por escribir sobre complots y visiones apocalípticas hace tiempo. En Sus ojos son fuego (2004), una primera y distópica novela con la que ganó el VI Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia, cuenta la historia de un experimento con ratas y monos dentro de una conspiración que ocasiona un apocalipsis. Tanto lo han acompañado las conspiraciones a lo largo de su vida que han pasado casi 20 años de aquella novela al libro culmen de su interés por las narrativas conspiratorias: Bad hombres: Teorías y narrativas de riesgo en México (2022). Digo que es el culmen no porque dude de que este autor vaya a escribir algo mejor, sino porque este libro analiza de manera puntillosa, casi quirúrgica, esa inclinación por las narrativas de riesgo. Muestra de qué están hechas, reconstruye de manera microtextual su estructura y acompaña este análisis de un marco conceptual y teórico complejo, lo cual hace que ésta sea, como dirían los antropólogos, una descripción densa, que explica los comportamientos, sí, pero también sus contextos, porque, como él sostiene, “las razones por las que una leyenda particular circula de una manera específica sólo pueden entenderse cuando se tiene en cuenta la información contextual” (p. 201).

Además de ser un libro académico, con todo el rigor que se exige a este tipo de trabajos, también se lee en él un interés muy claro: sin dejar el discurso académico, busca conectar con un público heterogéneo interesado en entender lo que compone a las narrativas conspiratorias. Lo logra en siete capítulos: “Narrativas conspirativas”, “Bad hombres en contexto”, “Oswald baila el twist”, “Pandillas de sangre y drogas zombis”, “Análisis textual”, “Complejidad y control” y “Lecturas metafóricas y atávicas”.

Lo que Gonzalo Soltero muestra es que se deben pensar las narrativas de conspiración como formas de contar historias, como cuentos de cuentos. Decía José Saramago: “Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada”. Soltero no dice que no seamos nada, sino todo lo contrario: lo que somos es justamente esos cuentos que contamos, y esos cuentos que cuentan cómo somos. Porque quizá todos hemos tenido proximidad con relatos que parecen ficción y que de tanto replicarse terminan produciendo realidad. El libro nos invita no tanto a descubrir historias por las que hemos pasado, sino a sumergirnos en la fascinación que implica su interpretación.

Para todo esto Soltero hace uso de muy diversas fuentes de información. Para mí cabe destacar el rescate de archivos inéditos de la vieja Dirección Federal de Seguridad, pero también la labor que hizo para conseguir documentos que no están abiertos a la consulta del público, sino sólo por medio de múltiples solicitudes de acceso a la información, las cuales le permitieron tener una mirada innovadora sobre los casos que estudia. Es destacable su creatividad para convertir memes y correos electrónicos en documentos clave para desentrañar conspiraciones de gran envergadura: sostiene que las narrativas conspirativas y los rumores prosperan gracias a la gran ayuda de la tecnología y de los medios de comunicación, que logran traspasar barreras ya sea nacionales o de clase. Además de esto, usa fuentes impresas y en línea, amplísima bibliografía y ejemplos de películas, novelas o programas de radio.

En el libro se demuestra que la mayor parte de las narrativas de riesgo no tenían más sustento que el de la ficción, que eran en su mayoría exageraciones e invenciones en donde las causas solían provenir de otro, de la alteridad, de unos “bad hombres”, referencia tomada del expresidente Donald Trump durante un debate presidencial en 2016. Trump utilizó la expresión de manera estigmatizadora y peyorativa para nombrar a los inmigrantes mexicanos que ingresaban a Estados Unidos, con la intención de criminalizar a ciertos grupos de personas.

Quiero subrayar la capacidad del autor para trasladar a los lectores al interior de los acontecimientos que analiza, haciéndonos también observadores de lo que sucede. La historia nos rodea y él nos obliga a mirar los detalles de las narrativas de la conspiración, porque es en los detalles donde se encuentra el quid, el núcleo de lo que significan; entonces tenemos que conocer quién las firma y construye, a quién se dirigen, cómo se titulan los correos, qué dicen sus encabezados, cuál es su prefacio, cómo estas narrativas esperan que seamos no sólo lectores-destinatarios sino remitentes: que desempeñemos el papel de retransmitirlas (¿será eso lo que hago al reseñar su libro entonces?). Porque ése es el poder del meme.

Gonzalo Soltero examina, a nivel quirúrgico, los cinco días del viaje a México de Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy, y cómo ese viaje detonó varias narrativas de conspiración: que había acudido a una fiesta de twist llena de procubanos, que se había reunido con estudiantes comunistas de la UNAM y que se había enredado amorosamente con una trabajadora de la embajada cubana. La reconstrucción por Soltero de este caso, que es en sí misma una novela dentro del libro, es alucinante, no sólo por la impresionante cantidad de datos a los que accedió, sino porque traslada a sus lectores a un universo lleno de espías y agentes de Gobernación, de enloquecidas literatas mexicanas y de secretarias de embajada que no parecen ser conscientes del calibre de los problemas en los que se han metido.

La hipótesis del autor es que a Oswald se le han atribuido acciones que nunca llevó a cabo. Plantea que al organizar cronológicamente los datos y analizar los objetivos de los documentos emitidos, tanto por la CIA como por las autoridades mexicanas, las teorías conspirativas caen por su propio peso. Ninguna de las historias complotistas sobre Oswald en México, dice, se fundamentan en hechos; todas son un engaño y carecen de credibilidad si se las ve a detalle. Lo importante, en cambio, es que obedecen a diversos intereses, incluso recientes, de probar una conspiración detrás del asesinato de Kennedy.

En este libro se busca explicar por qué México es un terreno fértil para las teorías conspirativas. El talento del autor, que parece trabajar al más puro estilo de Sherlock Holmes, contrasta con la forma en que la policía mexicana actúa en los casos estudiados. Se muestra el deficiente papel de esta institución en el tratamiento de la ficción y la realidad y el entorno hostil que genera su acción al abonar el terreno para la divulgación de rumores y teorías conspiratorias. Así, la policía mexicana aparece como un agente histórico creador y reproductor de estas narrativas, en las que la corrupción policial es el núcleo articulador. “No hay peores hombres que los policías” (p. 84), se señala.

Por ejemplo, en uno de los apartados del libro, “Mala policía”, se muestra cómo la participación de los llamadas cuerpos de seguridad en los crímenes hace que los “bad hombres” circulen y actúen: “Cuando los guardianes de la ciudadanía participan en la delincuencia, hacen que la impunidad se vuelva casi absoluta y la sensación de crisis permanente se incremente a proporciones abismales” (p. 84). Por eso México es un país que merece un análisis particular: porque los policías, el secretario de Gobernación y hasta el presidente se encontraban en las nóminas de la CIA.

La policía mexicana coadyuvó a diseminar varios rumores, como el de “¡Luces apagadas!”, lo cual dio todavía más legitimación al rumor. Soltero analiza esta leyenda y su versión digital. La de “¡Luces apagadas!”

se esparció con intensidad en Estados Unidos en 1993. También se extendió en México 12 años después. Versa sobre una banda que conduce un automóvil sin luces: cuando otro automóvil cruza su camino y les advierte de ello parpadeando sus propias luces, la pandilla da la vuelta y mata a todos los ocupantes del segundo automóvil como parte de un ritual de iniciación.

(p. 203).

El vocero del presidente mexicano declaró en una conferencia que el gobierno estaba al tanto de una banda criminal cuyos miembros tenían la intención de matar automovilistas, confirmó que la PGR ya atendía la amenaza, varios estados se declararon en alerta máxima, ubicaron puntos de control para detectar autos sospechosos, el senado aprobó un reforzamiento de la vigilancia y así la leyenda y el rumor fueron convertidos en realidad.

Otro análisis de Soltero se dedica a la leyenda de burundanga, que circuló en México en 2005 y 2007: una droga que supuestamente dejaba a la gente inconsciente para que los criminales aprovecharan para cometer actos nefandos. No mucho después de “¡Luces apagadas!”, burundanga se extendió por medio del correo electrónico. La víctima era una mujer

en el estacionamiento de un centro comercial. Un hombre con una sola pierna y muletas se le acerca y le pide ayuda para marcar un número en un pedazo de papel. Mientras sostiene el papel, comienza a sentirse mareada, corre hacia su auto y logra llegar al hospital justo antes de desmayarse. Cuando se recupera, un médico le informa lo afortunada que es, ya que últimamente se habían registrado varios casos como éste, pero con desenlaces mucho peores, algunos que incluso terminaban en tráfico de órganos. En versiones ligeramente diferentes la víctima no tiene tanta suerte y muere a causa de la terrible experiencia. En todos los relatos, la víctima es drogada con una nueva substancia proveniente de Colombia llamada burundanga o escopolamina.

(pp. 221-222).

El autor insiste en obligarnos a abandonar la credulidad. ¿Cómo puede ser?, nos pregunta, que con solo tocar u oler algo rociado con la supuesta droga, uno quede sometido a su influencia. Aun si fuera posible, “¿cómo podrían los perpetradores permanecer inmunes a sus efectos? Este sinsentido en la historia reaparece una y otra vez” (p. 225). La leyenda de la burundanga, muestra el texto, fue difundida por cancillerías de España e Inglaterra y por el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos. Esto es importante, porque se nos invita a pensar en todos los detalles de las “versiones cognadas”, es decir, las narrativas que logran transitar entre distintas lenguas. Las historias de este libro muestran el absurdo ritmo de los rumores, y no es fortuito que Gonzalo aluda a la conocida canción de Celia Cruz:

¿Por qué fue que Songo le dio a Borondongo?
Porque Borondongo le dio a Bernabé
¿Por qué Borondongo le dio a Bernabé?
Porque Bernabé le pegó a Muchilanga
¿Por qué Bernabé le pegó a Muchilanga?
Porque Muchilanga le echó burundanga
¿Por qué Muchilanga le echó burundanga?
Porque burundanga le hincha los pies.

Las narrativas, se explica en este libro, son intentos de producir sentido, fincar culpa, causas, explicaciones. Las narrativas de conspiración son “remedios paradójicos para la angustia” (p. 87), nos ayudan a lidiar con la ansiedad y el miedo que genera el futuro, aunque también los intensifican; aseguran explicar por qué el presente es como es y cómo podría ser el futuro inmediato porque “entrelazan el mundo ficticio con el mundo de los lectores” (p. 274), haciendo que nos sintamos protagonistas de la historia. Parten de leyendas que proporcionan ejemplos del aumento percibido de la actividad criminal y el acto de compartirlas supone la ayuda a los demás, y nos dan la ilusión de control, al menos temporalmente, sobre el contexto. En eso hay mucho de pensamiento mágico (como el acto supersticioso de tocar madera), que nos permite colocar el riesgo en los otros, en las alteridades, en los chivos expiatorios, en los “bad hombres”.

Este libro tiene varias capas, es un análisis de las narrativas de conspiración y riesgo, pero también de una sociedad mexicana proclive a alimentar su vida cotidiana de rumores, a los que encuentra como motor de generación de angustias y de actos; es un análisis de una policía que se muestra históricamente corrompida y que genera campo fértil a la rumorología; es un estudio sobre el poder inconmensurable de los medios de comunicación en la réplica de leyendas y rumores, de fake news, y es también un texto en el que se explica cómo tendemos a entender la alteridad, la otredad, cómo nos resulta siempre más fácil encontrar la maldad, la locura y la causa de todo mal en los otros, en los “bad hombres”, y no en un sistema de justicia fallido, que nos impide gozar de calidad de vida y de seguridad. Es un libro que nos obliga a observar el detalle, a reflexionar críticamente cada vez que recibimos una noticia teñida de realidad. Ésta también es una lectura obligada para quienes quieran entender cuáles son los ocultos mecanismos del rumor. En un mundo de posverdad y de fake news, resulta de imprescindible referencia, porque nos ayuda a dejar la inocencia, a pensar qué significa oprimir “reenviar” luego de recibir cualquier correo que diga que el mundo se acabará mañana.

Finalizo estas líneas con un dejo de ansiedad, porque desconozco si a estas alturas soy parte de una de las conspiraciones de Gonzalo Soltero. ¿Formo parte de un complot que busca influir y convencer al público de leer sus obras? ¿Seremos fulminados por una milenaria organización criminal china que se llame Umbra Sumus: Cofradía de sombras (2022), como en la última novela de este autor, si no leemos este libro? Como quiera que sea, las leyendas siempre tienen fechas de caducidad, explica nuestro autor en Bad hombres; por eso creo que es menester leer este texto lo antes posible.