
Dossier Crisis Climática
Fátima Sánchez Medina
Mujeres rebeldes
La tenacidad que a lo largo de la historia han demostrado las mujeres para transformar realidades de opresión sistemática, juntándose y resistiendo para construir espacios para la vida —una vida digna— se evidencia en las historias de mujeres que nos han antecedido y que la sociedad, hoy por hoy, no llega a merecer: sanadoras, pensadoras, escritoras, experimentalistas, defensoras, creadoras. Sus experiencias, aunque reprimidas y saqueadas por la hegemonía patriarcal, testifican su rebeldía y la importancia de crear espacios de convivencia y aprendizajes desde y para la vida.
En este sentido, recopilar parte de las experiencias y aportaciones de las Mujeres Constructoras de Condega me es relevante, en tanto que es memoria histórica, fuente de inspiración y cuestionamiento crítico a un modelo que oprime las diferentes expresiones de vida, pero que se ensaña con la vida de las mujeres. Espero que estas reflexiones evidencien algunas situaciones que enfrentan las mujeres en Condega, Nicaragua, así como algunas acciones de las Mujeres Constructoras a favor de la vida digna, analizadas a través de la mirada feminista autónoma que cuestiona los modelos de desarrollo actuales.
Estudio 33 años de vida (1987 – 2020) de las Mujeres Constructoras a partir de escritos históricos, documentos de trabajo y mis vivencias como estudiante e integrante de este grupo durante los últimos 2 y 6 años, respectivamente. Esta reflexión es mi mirada, la de una mujer nicaragüense que nació y creció a 36 km de Condega. Advierto que escribiré en primera persona, esto sin la pretensión de anular que todo el pensamiento aquí expuesto es el fruto del compartir y construir con esta comunidad de mujeres; lo hago, en cambio, porque al estar escritas por mí, soy sólo yo la que se responsabiliza por ellas.
Por otra parte, quiero aclarar que analizaré la realidad de los grupos de mujeres con los que compartí experiencias, o bien como compañera de estudio de aquellas con las que cursé procesos de formación técnica, o como integrante de las Mujeres Constructoras, lo que me convirtió en docente, compañera de obra, de trabajo, de lucha, amiga y hermana.
El equipo interno de las Mujeres Constructoras de Condega está conformado por mujeres oriundas y sus alrededores. Acuerdos organizativos condicionaron el ingreso a este grupo para personas egresadas de sus procesos educativos. A este grupo y al de estudiantes se suman personas voluntarias externas temporales, de diferentes países del mundo.
Las mujeres de la zona rural, urbana y sus alrededores, con edades entre 12 a 25 años, viven en un medio cultural donde el fundamentalismo religioso, el poder político, las creencias, mitos y costumbres refuerzan la subordinación de sus cuerpos y sus vidas. Las jóvenes asumen los roles de crianza de sus hermanos, mucho más cuando sus madres migran. La maternidad es obligatoria y las mujeres suplen la ausencia paterna. (Asociación Mujeres Constructoras de Condega (AMCC), 2018, p. 7)
Otro grupo, proveniente de Condega, sus alrededores y de otros departamentos, y con edades de 14 a 26 años (y más), es el de las mujeres interesadas en la formación técnica o con estudios técnicos o universitarios. Buscan oportunidades de práctica y alternativas sostenibles que no encuentran en los centros de educación convencional o las universidades. Comparten situaciones del grupo anterior, sumándose el reto de la desvalorización de los oficios técnicos, la dificultad de realizar un trabajo para el cual no han sido socializadas y que las coloca en desventaja en relación a los hombres. Este grupo también lo integran las mujeres adultas de la zona rural. Muchas no han podido estudiar, se dedican a las tareas domésticas y de producción agrícola. Algunas son reconocidas por su liderazgo comunitario.
Condega: tierra de mujeres constructoras
La situación que viven las mujeres en Nicaragua
Nicaragua tiene la mayor incidencia de embarazos en adolescentes en Latinoamérica. Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (2022): «Nicaragua es el país de la región con la tasa más alta de maternidad adolescente. En este país, casi 1 de cada 5 mujeres jóvenes de 15 a 19 años declararon haber tenido al menos 1 hijo nacido vivo». Muchos de estos embarazos son el resultado de agresiones sexuales, pues más del 80% de las víctimas de violencia sexual tienen 16 años o menos.
Sumado a esto, carecen de libertad para tomar decisiones sobre su salud reproductiva. El aborto, que era legal en casos en que estaba en riesgo la vida de la mujer, hace 15 años fue penalizado bajo cualquier circunstancia. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2018): «La mortalidad materna es una de las principales causas de muerte en las adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años en la región de las Américas».
El nivel educativo de la población nicaragüense es menor que el de los demás países centroamericanos, situación que se agrava en la zona rural. La Fundación Internacional para El Desarrollo Económico Global (FIDEG, 2019), afirma que: «las mujeres tuvieron un promedio ligeramente mayor de años de estudios aprobados (5.7 años), en comparación con los hombres (6.5 años)». Pese a ello, esto no refleja ningún cambio en su situación laboral, pues «la tasa de actividad de las mujeres en el año 2019 fue de 44.2; lo que indica 29.7 menos que la de los hombres» (FIDEG, 2019, p. 24).
En los ámbitos educativos se sostienen estructuras que excluyen a las mujeres de los espacios de la construcción. Según los datos de universidades públicas y privadas del país, 3 de cada 10 estudiantes que cursan estudios de ingeniería son mujeres. En un país en el que la deserción universitaria oscila entre 20% a 30%, podemos estimar el reducido número de mujeres que egresa de estas disciplinas.
Antecedentes históricos de Condega
El municipio de Condega, en Nicaragua, se ubica en la zona noroeste del departamento de Estelí. Cuenta con una extensión territorial de 398.78 km² y una altitud de 560.91 m.s.n.m. Por su ubicación geográfica y características climáticas, forma parte del denominado corredor seco centroamericano. Esta situación ejerce una presión importante en la calidad de vida de este territorio.
Pese a que se carece de información con relación a los antecedentes históricos de Condega, “prospecciones arqueológicas permiten interpretar que estaba poblada desde la época prehispánica” (Gámez, 1995, p. 28) por diferentes culturas originarias cuya composición específica sigue siendo un tema ambiguo. Esto debido, en parte, a las políticas estatales de homogeneizar la herencia cultural. Este lugar vivió la invasión de la colonización española en 1527. Sus poblaciones indígenas fueron esclavizadas y explotadas durante épocas de decadencia, epidemia, sequía y hambrunas (1586 – 1796). A comienzos del siglo XVIII vivieron un proceso de ladinización. Posteriores combates por la soberanía le permiten ser elevada a Villa en 1956, y a Ciudad en 1962.
Durante las manifestaciones sociales iniciadas contra la dictadura de los Somoza, en 1974, se asentaron campamentos guerrilleros, llegando a ser la primera ciudad liberada de la región. A partir de este triunfo de la revolución nicaragüense en 1979, la administración municipal ha estado bajo el partido político del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El movimiento revolucionario despertó la solidaridad de diferentes países occidentales que se oponían a la guerra financiada por Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos. Olas de jóvenes voluntarios y voluntarias, que se nombraron brigadistas, llegaron al país y colaboraron en las diferentes acciones de reconstrucción y sostenimiento de la revolución.
En 1987, con la llegada de una brigada integrada por constructoras y carpinteras estadounidenses (en su mayoría), ocho mujeres oriundas de Condega participaron en la construcción de una escuela de educación primaria. Aquí inicia la historia de las mujeres constructoras, que tiene una raíz en el mismo movimiento revolucionario que luego de la victoria invisibilizó sus aportaciones. En la actualidad, Condega es conocida como “tierra de alfareros” pese a que esta labor está siendo ejercida por mujeres. Referencia de ello son las mujeres alfareras de Ducuale Grande. Cuenta con una población de 35,040 habitantes (datos del 2019), 52% mujeres y 48% hombres, y es mayoritariamente rural (62%). Con una agricultura de subsistencia, “su mayor actividad económica es la elaboración de productos del tabaco, seguida por la venta al por menor en comercios” (Banco Central de Nicaragua, 2017, p. 7).
Figura 1. Mujeres construyendo con adobe durante el taller de construcción con tierra (crédito: AMCC, 2015)
Prácticas que cuestionan al modelo hegemónico capitalista
Incorporación de las mujeres en los oficios de la construcción
El capitalismo, cuyo modelo de producción se basa en la acumulación de dinero a partir del trabajo excedente y no pagado, inició con la destrucción de la comunidad, de la casa y la familia, que eran centrales para la producción agrícola y artesanal de la sociedad precapitalista. En el caso de la mujer, la opresión se expresa en los trabajos y actividades que está obligada a desempeñar: la reproducción de la fuerza de trabajo de otras personas y la producción y venta de su propia fuerza de trabajo. Como afirma Dalla Costa (1975): “la mujer ha sido aislada en la casa, forzada a llevar a cabo trabajo que se considera no calificado: el trabajo de dar a luz, criar, disciplinar; y servir al obrero para la producción» (p. 33). En la medida en que se separó a las mujeres de la producción socializada directa y se las aisló en la casa, se les negó toda posibilidad de vida social, “de ahí que se les privase del conocimiento social y de educación social. Por lo tanto, el aislamiento que las mujeres han sufrido ha confirmado a la sociedad y a ellas mismas el mito de la incapacidad femenina” (p. 35).
No es extraño que la inquietud inicial de las Mujeres Constructoras coincidiera con la participación de una de sus cofundadoras al IV Encuentro Feminista en México, en 1987. En ese momento, la única meta era tener su propio local construido por ellas mismas, disponer de este espacio de socialización que se les había negado. De ahí que involucrarse como ayudantas en proyectos de construcción local fuera su primera estrategia. Cuando iniciaron su caminar, «su primer vínculo fue la afinidad y amistad. Su motivación inicial no fue obtener un empleo o salario, sino demostrar que las mujeres podían hacer otra cosa que oficio doméstico» (Yllescas, 2001, p. 12).
Con la obtención de la personería jurídica, en 1990, iniciaron la “obra escuela”, con la cual desarrollaron sus capacidades como albañilas. Con el tiempo, la adquisición de maquinaria de carpintería permitió la diversificación en los oficios. Posterior al paso del huracán Mitch por el territorio nicaragüense, en octubre de 1998, fueron solicitadas para la construcción de viviendas y fabricación de puertas, ventanas y mobiliario para otros proyectos. A la vez que se posicionaron, encabezaron la reconstrucción de 27 viviendas con y para mujeres de la zona y 20 viviendas para adultos mayores del municipio.
La experiencia acumulada en este trabajo dirigido a desmontar el mito de la “incapacidad femenina”, devino en el desarrollo de habilidades docentes. Fundaron la Escuela de Formación Técnica de Mujeres en 2005, y la adquisición de un local más amplio en el año 2011 les permitió visionar el proyecto del Centro Juvenil Tecnológico y Ecológico. Su oferta educativa incluyó cursos vocacionales, cursos técnicos (básicos y regulares) de carpintería, construcción y soldadura eléctrica; cursos especializados de: fontanería, soldadura blanda, instalaciones eléctricas, energía solar fotovoltaica, construcción con adobe mejorado y construcción con tierra; talleres de: recalificación, construcción y mantenimiento con tierra, techos vivos; así como otros cursos según demanda.
Aunque este desarrollo de capacidades ha significado una oportunidad de inserción laboral y empleo para las mujeres, este no es el fin último de las Mujeres Constructoras. Vuelvo la mirada al pensamiento feminista para negar el mito de la liberación de la mujer a través del trabajo. Esto porque el capital, al apropiarse de ese rechazo al lugar tradicional de la mujer y rehacer la fuerza laboral incorporándolas al trabajo, ha creado un nuevo nivel de explotación. Por tal, como refiere Dalla Costa (1975): «El reto que enfrenta el movimiento de las mujeres es el de encontrar formas de lucha que, a la vez que liberen a las mujeres de la casa, eviten, por un lado, una esclavitud doble y, por otro, nos impidan llegar a otro nuevo grado de control y regimentación capitalista» (p. 64).
Figura 2. Carpintera instalando estructura de madera en Casa Modelo (crédito: Sánchez. F, 2017)
Cuestionar la estructura heterosexual: El grupo de mujeres jóvenes Nací Para Volar (NPV)
La institucionalización de la heterosexualidad obligatoria es funcional al capitalismo y sostiene y organiza al patriarcado. En este sentido, va más allá de una orientación sexual, pues ha servido como fuente de una fragmentación identitaria que, bajo el discurso de la diversidad, neutraliza la expresión real de la diferencia. La heterosexualidad, por tanto, ha de entenderse como un régimen político de dominación en el que se da por sentado que lo que funda a la sociedad es, en palabras de Wittig (2005): «la relación obligatoria social entre el «hombre»” y «la mujer»» (p. 51). Se expresa, produce, reproduce y sostiene por medio de lenguajes o, más bien, de discursos creados por hombres que dan su versión de la realidad social basada en una idea de la humanidad como invariante y que legitima distintas teorías y terapias.
A la luz de lo anterior, un enfoque apremiante parte de reconocer que la diferencia entre hombres y mujeres no es biológica, sino ideológica y con fines materiales. Porque la categoría de sexo es una clasificación socioeconómica que instituye una forma específica de relaciones sociales, en tanto que integrar la clase de la mujer es equivalente a ser propiedad material. Por tal, la explotación de las mujeres es la base de la reflexión sobre las relaciones entre las clases de sexo. En este sentido, Guillaumin (1978) releva la diferencia que existe entre la clase de los hombres y la clase de las mujeres. Haciendo uso de la categoría de sexaje, reconoce a las mujeres como clase a partir de la apropiación individual y colectiva que se hace de sus cuerpos por parte de la clase de los hombres. Dos elementos dominan esta idea: un hecho material basado en una relación de poder y un hecho ideológico en el que la idea de “naturaleza” da cuenta de lo que serían las mujeres (p. 44). Esta apropiación se expresa por medio de: la apropiación del tiempo, en el que el contrato del matrimonio es el instrumento; la apropiación de los productos del cuerpo, tanto los que fabrica, como en sus partes divisibles; la obligación sexual que es ejercida por medio del matrimonio o por medio de la prostitución; la carga física de los miembros inválidos del grupo así como los miembros válidos de sexo masculino, que se traduce a todas las tareas de cuidados que las mujeres realizan.
Cuando en el año 2009 las Mujeres Constructoras deciden fortalecer el trabajo por la soberanía del cuerpo de las mujeres, se conforma el grupo de mujeres jóvenes que se autonombró: Nací Para Volar (NPV). Se decidió por el lema “potenciar las capacidades de las mujeres jóvenes”, pues la vida misma enseñó que lo que faltan son las condiciones materiales, políticas y culturales para descubrir y ejercer una nueva forma de poder: inclusivo, liberador, creativo, propio, que impulse y fomente la experimentación y el pensamiento crítico (Centeno et al., 2013, p. 3). A partir de este momento se abre un espacio para hacer conscientes y poner en cuestión el pensamiento heterosexual como un elemento fundamental del sistema de apropiación y dominación del cuerpo de las mujeres. Fueron los talleres educativos por la soberanía del cuerpo de la mujer, conversatorios y campamentos una puerta para el conocimiento de sus cuerpos y el cuestionamiento al mandato del matrimonio.
Con el tiempo, la construcción de este espacio seguro con, desde y entre mujeres, fue el caldo de cultivo para que las jóvenes empezaran a cuestionar su realidad inmediata y se posicionaran políticamente. Prontamente, los grupos se empezaron a llenar con mujeres de edades más jóvenes y la creación de espacios lúdicos y educativos (escritura, pintura, batucadas y fútbol) fue una vía para conocerse y desarrollarse entre pares. Los grupos de mayor edad se empezaron a articular en torno a la autodefensa feminista y la búsqueda de historias y pensamientos de mujeres antecesoras. El proyecto de esta organización juvenil, que se fortaleció con el acompañamiento y espacio de las Mujeres Constructoras, les permitió construir a partir de sus propias experiencias haciendo pleno ejercicio de su autonomía.
Figura 3. Talleres por la soberanía del cuerpo de las mujeres (crédito: AMCC, 2015)
Cuestionar el colonialismo: la vida digna
La historia del territorio de Condega evidencia prácticas de dominación y explotación que los españoles ejercieron sobre las comunidades indígenas por su condición de raza. Nos encontramos aquí con una estructura colonial que aún hace mella en nuestros tiempos. En palabras de Cumes (2012): “el poder nos es impuesto, y debilitados por su fuerza acabamos internalizándolo o aceptando sus condiciones. Y sólo acabamos aceptando sus condiciones cuando dependemos de él para nuestra existencia. Así, el sometimiento consiste en la dependencia a un poder que no hemos elegido, pero que paradójicamente sustenta nuestra potencia” (p. 12).
Haciendo frente a estos ejercicios de poder, las Mujeres Constructoras se apoyaron de metodologías de educación popular originarias del Sur que fueron sometidas a escrutinio de la realidad de las mujeres y del pensamiento feminista. Así, con las particularidades y limitaciones propias del contexto, tuvieron cabida procesos participativos para la toma de decisiones, diseño e implementación de cada actividad que se nos ocurriera: talleres, cursos, jornadas, campamentos, encuentros, mapeos y reconocimiento del territorio, hasta la cocina de los alimentos de nuestra cotidianidad fueron una oportunidad para el ejercicio de la participación. Poco a poco, estas prácticas internas se expresaron en acciones puntuales en el territorio.
Las jóvenes egresadas de los procesos empezaron a realizar cambios lentos, primero en sus vidas, luego en sus familias y posteriormente en sus comunidades. La palabra encontró un espacio al servicio de la expresión, denuncia y negociación. Algunas fabricaron las puertas y ventanas de su nueva casa; otras desenredaron el cableado de las instalaciones eléctricas de sus viviendas y pudieron tener luz; otras fabricaron las herramientas de metal para el riego de sus huertos y el almacenamiento de sus granos; los espacios comunitarios y viviendas se empezaron a vestir con los colores de la tierra.
Los pasos andados por esta organización autónoma de mujeres son un testimonio de cómo una mirada puesta en la dignidad de las mujeres redunda en la dignidad de la vida en todas sus expresiones: animal humano y no humano, vegetal, la de la tierra misma. Cuando en el 2011, las Mujeres Constructoras empezaron a soñar con un lugar más amplio y natural para potenciar las capacidades de las mujeres, lo hacen desde la tierra. A partir de este reconocimiento de la cultura viva en la zona, empiezan a desarrollar talleres y cursos de construcción con tierra, que prontamente inspiran a un conocimiento más profundo del territorio.
Figura 4. Viviendas tradicional de adobe, durante mantenimiento a viviendas en comunidad el Níspero, Condega (crédito: AMCC, 2018)
Antes del capitalismo y el colonialismo, el patriarcado
El patriarcado, civilización androcéntrica o supremacía masculina, es un modo de organización social y política con un orden simbólico e ideológico que implica centrarse en el punto de vista que ha sido pensado desde un cuerpo sexuado hombre para controlar, oprimir y explotar al cuerpo sexuado mujer (Franulic, 2019). Es un sistema de dominación diferenciado. El racismo no se limita a la relación jerárquica colonial, pues es fundamentalmente patriarcal, “cada mujer indígena o española ocupó un lugar específico definido justamente por esa sociedad patriarcal entre una sociedad y otra” (Galindo, 2013, p. 98). El capitalismo, expresado en las múltiples formas de gobierno y regímenes actuales, se sostiene porque antes que él existió el patriarcado y esto se está cuestionando muy poco.
Nicaragua ocupa los primeros diez lugares en el Índice Global de la Brecha de Género, con una brecha de género del 81% se coloca en el séptimo lugar (Expansión, 2022). A partir de ello me pregunto: ¿cómo ha cambiado el conocimiento de estos datos la realidad material de las mujeres nicaragüenses? Por lo que muestran las estadísticas, en nada, y más aún si sumamos la cantidad de feminicidios perpetrados en este país en los últimos 10 años, que evidencian la ocurrencia de más de un feminicidio por semana. Aclaro que hago uso de las mismas estadísticas que genera el sistema para analizar sus impactos, pero es la experiencia de vida propia y de otras compañeras la evidencia primaria. Estos números son un ejemplo rotundo de la banalización de la categoría de género que muchas feministas vienen denunciando.
Estos aterrizajes políticos reducen la situación de las mujeres a un número de participación en sus actividades (aun cuando esto implique una doble, triple y hasta cuarta carga laboral), al llamado mujeres cuota (aun cuando las actividades designadas en estos puestos las alejen de la toma de decisiones y trabajen al servicio y para sus fines políticos) o a la aprobación de leyes (que luego son ajustadas para desatender el problema estructural). Se presentan como gobiernos socialistas, enarbolando la bandera del cuidado del medio ambiente o la igualdad de género y raza, pero sus prácticas, como las de los otros regímenes, son neoliberales. Dictan discursos en contra de la injerencia del Norte, pero aspiran a replicar su “modelo de desarrollo”. Exacerbando rasgos identitarios y pregonando la soberanía e independencia, polarizan a la gente. Con su perspectiva de género anulan a las mujeres. Con sus acciones a favor del medio ambiente recargan el cuidado de la tierra en hombros de las mujeres, quienes salen en defensa de la misma en pro de la comunidad, pero están solas cuando denuncian situaciones de abuso.
Por eso, la apuesta por la educación no es cualquier cosa. Porque si las escuelas han sido frecuentemente centros de adiestramiento en los que, según tu clase, recibís una educación diferenciada, construir un conocimiento crítico con mujeres de la zona rural, urbana y alrededores de Condega, es el acto de rebeldía de este grupo de mujeres en contra de un sistema que es colonialista, capitalista, pero primordialmente patriarcal. Este esfuerzo por reinterpretar la historia de este grupo de mujeres constructoras, que en el pensamiento masculino termina con la cancelación de su personería jurídica (en junio de 2022), es un esfuerzo por desinstitucionalizar nuestro pensamiento. La semilla fue plantada y justo ahora, fuera de la institución, puede seguir creciendo. ¡Que lo haga desde un pensamiento autónomo!
Referencias
Asociación Mujeres Constructoras de Condega. (2017). Planificación Estratégica 2018 – 2022. AMCC, Condega, Nicaragua.
Banco Central de Nicaragua. (2017). Cartografía Digital y Censo de Edificaciones Cabecera Municipal de Condega. Managua, Nicaragua.
Centeno, A., Shears, H., & Medina, F. (2017). Educación Técnica Integral en el norte de Nicaragua. Asociación Mujeres Constructoras de Condega. II Foro Centroamericano Ciudad, Cultura y Territorio – Universidad Nacional de Ingeniería, Managua, Nicaragua.
Cumes, A. (2012). Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: Un desafío a la segregación comprensiva de las formas de dominio. Seminario: Anuario Hojas de Warmi. 2012, nº 17. Seminario: Conversatorios sobre Mujeres y Género ~ Conversações sobre Mulheres e Gênero. Servicio de Publicaciones. Universidad de Murcia (España).
Dalla Costa. M, James, S. (1975). El poder de la mujer y la subversión de la comunidad. (Isabel Vericat, Trad). Siglo XXI Editores. (Obra original publicada en 1972).
Expansión (2022). Índice Global de la Brecha de Género.
Franulic, A. [Feministas Lúcidas] (2019). Una mirada al patriarcado desde la radicalidad feminista – Andrea Franulic, parte 1. [Video].
Fundación Internacional para El Desarrollo Económico Global. (2019). Encuesta de Hogares para Medir la Pobreza en Nicaragua Informe de resultados 2019. FIDEG.
Gámez, B. (1995). Antecedentes histórico-culturales del municipio de Condega. Museo Arqueológico Julio Cesar Salgado, Condega municipio de Estelí.
Galindo, M. (2013). No se puede descolonizar sin despatriarcalizar. Teoría y propuesta de la despatriarcalización. Mujeres Creando BOLIVIA
Guillaumin, C. (1992). Sexe, Race et Pratique du pouvoir. L’idée de Nature (Fabiola Calle, Trad). Paris: Côté-femmes. (Obra original publicada en 1992).
Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe. (2022). Maternidad en adolescentes. América Latina, el Caribe y Península Ibérica (22 países): Mujeres adolescentes de 15 a 19 años de edad que son madres, último año disponible (En porcentajes). Recuperado de la base de datos del CEPAL.
Organización Panamericana de la Salud. (2018). América Latina y el Caribe tienen la segunda tasa más alta de embarazo adolescente en el mundo.
Wittig, M. (2005). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. (Javier Sáez y Paco Vidarte, Trad). Editorial EGALES. (Obra original publicada en 1992).
Yllescas, M. (2001). Sistematización de experiencias AMCC. Condega, Nicaragua.