
Perspectivas
Aviva Chomsky; traducción de Guillermo Fernández Ampié
En julio de 2025 el Comité Jurídico de la legislatura de Massachusetts escuchó las audiencias referidas a un proyecto de ley que lo convertiría en el Estado número 38 en seguir al gobierno federal, a 45 países (la mayoría del norte global) y a más de 50 gobiernos locales en Estados Unidos en la adopción de una extraña definición de antisemitismo.
En 2016, la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), un grupo de países, en su mayoría europeos, redactaron lo que llamaron “una definición práctica de antisemitismo”. La Alianza fue fundada en 1988 para promover la educación acerca del Holocausto y, según sus propias palabras, para “fortalecer la cooperación gubernamental para trabajar en un mundo sin genocidio”. Lamentablemente, en la actualidad, su definición está siendo usada para hacer lo contrario: está ayudando a criminalizar la oposición al genocidio.
¿Realmente se trata de Antisemitismo?
La mayoría de las organizaciones antirracistas, como la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés), el Comité Árabe-Americano contra la Discriminación y por el Alto al Odio Contra la Personas Asiáticas y de las Islas del Pacífico (Stop AAPI HATE, por sus siglas en inglés) no ofrecen una definición específica de racismo. Simplemente trabajan para combatir la discriminación y luchan por la igualdad de oportunidades y los derechos humanos y civiles básicos.
De hecho, los judíos en Estados Unidos no enfrentan el mismo tipo de racismo sistémico que experimentan las personas que crearon las organizaciones mencionadas. A diferencia de éstas, los integrantes de la población judía de ese país tienden a ser profesionales altamente educados y con ingresos desproporcionadamente altos.
De la lista de ejemplos que la IHRA ofrece de antisemitismo ninguno hace referencia a la desigualdad o a la discriminación estructural. Al contrario, la mayoría se enfoca en las ideas y el discurso, en particular en ideas y el lenguaje usado para hablar sobre Israel. Y lo que tales ejemplos tienden a hacer es a convertir la definición de antisemitismo en una herramienta apenas velada que prohíbe cualquier tipo de crítica a Israel.
La propia definición de la IHRA parece relativamente clara incluso si se enfoca en el pensamiento y el discurso más que en las estructuras del racismo: “Antisemitismo es cierta percepción de los judíos, la cual podría ser expresada como odio hacia ellos. Las manifestaciones retóricas y físicas de antisemitismo están dirigidas ya contra los individuos judíos y/o sus propiedades, ya contra las instalaciones de las instituciones religiosas o de la comunidad”.
Lo que sigue, sin embargo, es una amalgama confusa y contradictoria de “once ejemplos de antisemitismo en la vida pública”, seis de los cuales se enfocan en debates políticos que cuestionan al sionismo, a Israel como un etno-Estado o a las acciones israelíes.
Crear vías legales que prohíban, cuando se refiera a Israel, lo que de otra manera sería un discurso protegido bajo las leyes sobre la libertad de expresión es una de las principales razones por las que la IHRA y sus aliados han visto la necesidad de convertir su definición en una ley. Y quienes defienden la adopción legal de esa definición argumentan que es necesaria porque el antisemitismo está creciendo en los EE. UU. Pero los ejemplos amplios y confusos de antisemitismo en los que descansa esa definición hacen, de hecho, imposible saber si es en verdad precisa. Las organizaciones que usa el IHRA para rastrear el antisemitismo no dicen si lo que está en aumento es el antisemitismo o simplemente una oposición a Israel y sus crímenes.
Además, el texto de la IHRA se basa en el supuesto de que todos los judíos, por definición, se identifican plenamente con Israel y con el carácter de Israel como un Estado judío. Así, para la IHRA, cuestionar “al Estado de Israel, concebido como una colectividad judía” es por sí mismo un ejemplo de antisemitismo.
Sin embargo, el documento también denuncia como antisemita los estereotipos de judíos y, en particular, “acusar a los ciudadanos israelíes de ser más leales a Israel, o a las supuestas prioridades de los judíos a nivel mundial, que a los intereses de sus propias naciones”.
¿Se nota la contradicción? Mientras la IHRA argumenta que estereotipar o caricaturizar a los judíos o atribuirles una versión particular de la política proisraelí, su propia definición estereotipa, caricaturiza y atribuye una política particular sobre Israel a todos los judíos.
Contradicciones lógicas y legales: un doble estándar para Israel
Después de sugerir que “el Estado de Israel, concebido como una colectividad judía” no debe ser cuestionado, la Alianza da un paso atrás y acepta que “las críticas a Israel similares a las que se hacen contra cualquier otro país no pueden considerarse como antisemíticas”.
Pero esto es sólo otra manera contradictoria de prohibir las críticas, porque ningún otro país es concebido como una colectividad judía. Para demandar que las críticas sean “similares” a las dirigidas contra otros países para ser legítimas es otra forma de decir que tales críticas no pueden ser verdaderamente legítimas.
El ejemplo más cercano de un país con una población diversa concebida como la colectividad de un grupo particular podría ser la Sudáfrica del Apartheid, que por supuesto fue objeto de una amplia condena global. Otro paralelo podría ser el nacionalismo hindú en India, bajo el Primer Ministro Narendra Modi. Pero criticar al nacionalismo hindú, o al nacionalismo blanco en Sudáfrica, nunca ha sido proscrito ni castigado como una forma de discriminación. (A pesar de que Donald Trump considere a los sudafricanos blancos como una minoría oprimida.)
En otra contradicción más, el documento denuncia que “aplicar un doble estándar (a Israel) al requerirle una conducta no esperada ni demandada a otra nación democrática” constituye antisemitismo. Pero, de hecho, su definición aplica un doble estándar a Israel al proscribir un lenguaje y una crítica que ninguna institución proscribe en relación a ningún otro país.
Estados Unidos no impone prohibiciones legales a las críticas al etnonacionalismo en otras tierras. Yo tengo la libertad de criticar a la India, Hungría o cualquier otro país, sea democrático o no, si de alguna manera privilegia una raza, etnia o religión sobre otras, pero no puedo criticar a Israel por hacer lo mismo cuando se trata de los palestinos. Tengo la libertad de criticar el racismo, la discriminación y la violencia racista en cualquier parte del mundo, pero no en Israel. Si cualquier otro país crea el equivalente de campos de concentración o comete genocidios, podemos denunciarlo y tratar de detenerlo, pero si Israel lo hace, seré acusada de antisemitismo por decir la verdad de lo que está haciendo.
Según la IHRA, podemos afirmar esas verdades contra cualquier otro país que cometa crímenes de guerra y genocidio, pero no sobre lo que está haciendo Israel en Gaza. Dado lo que estamos atestiguando en Gaza, eso no es sólo doble estándar: es impunidad para cometer genocidio.
¿Es antisemitismo acusar a Israel de genocidio?
Además, la IHRA agrega que “establecer comparaciones entre la actual política israelí a la de los nazis” es una manifestación de antisemitismo. Esta prohibición se extiende no solo a las comparaciones directas sino a cualquier afirmación de que Israel, por su propia naturaleza, es un etno-Estado, o que actualmente está cometiendo genocidio, creando campos de concentración, planificando expulsiones masivas o cometiendo crímenes de guerra o de lesa humanidad.
Pero, ¿qué significa que a un país se le conceda total impunidad contra cualquier acusación de racismo, crímenes de guerra o violaciones a los derechos humanos? La IHRA busca prohibir a los periodistas, a las organizaciones internacionales y de derechos humanos, a los grupos legales internacionales y a los académicos, investigar o denunciar lo que Israel está haciendo, y ya no hablemos de tomar acciones para intentar frenarlo. De hecho, algunos periodistas, activistas, académicos e instituciones han sido acusados y sancionados por sus investigaciones, mientras otros se autocensuran ante el temor de ser vistos como antisemitas.
En resumen, la propia IHRA comete dos actos de los que asegura se opone: crea un doble estándar para Israel y le da una protección impenetrable para cometer genocidio.
Las principales organizaciones de derechos humanos en Estados Unidos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han concluido que Israel está de hecho cometiendo genocidio en Gaza. Junto a dos docenas de países, la mayoría del sur global, en conjunto con el Movimiento de los No Alineados, la Liga Árabe y la Unión Africana, se han unido a Sudáfrica para acusar a Israel de actos genocidas ante la Corte Internacional de Justicia. Y todas esas acciones han sido duramente condenadas por Israel y sus aliados.
El investigador del genocidio israelí Omar Bartov ha procedido cautelosamente al emitir su propio juicio. En noviembre de 2023, escribió: “Como historiador del genocidio, creo que no hay prueba de que actualmente se esté llevando a cabo un genocidio en Gaza, aunque es muy probable que se estén cometiendo crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”. No obstante, creía que el genocidio de hecho era posible en Gaza y urgió al mundo a movilizarse para evitarlo.
A pesar de las protestas globales, el asalto de Israel contra Gaza ha continuado. En julio de este año, Bartov escribió: “Mi inevitable conclusión llegó a ser que Israel está cometiendo genocidio contra el pueblo palestino. Habiendo crecido en un hogar sionista, vivido la primera mitad de mi vida en Israel, servido en las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) como soldado y oficial, y pasado casi toda mi carrera investigando y escribiendo sobre crímenes de guerra y el holocausto, ésta fue una dolorosa conclusión, a la que me resistí tanto como pude. Pero he dado clases sobre el genocidio por un cuarto de siglo, y puedo reconocer uno cuando lo veo”. La continua negación del genocidio, agregó, “causará un profundo daño no sólo al pueblo de Gaza y a Israel, sino también a todo el sistema del derecho internacional establecido a raíz los horrores del Holocausto, y diseñado para prevenir que tales atrocidades vuelvan a ocurrir”.
De hecho, observa Bartov, existe un abrumador consenso entre los estudiosos del genocidio (quienes lo estudian de manera comparativa, o se enfocan en diferentes formas de genocidio en el mundo) de que es ésa la realidad de lo que estamos viendo en Gaza. La mayoría de los investigadores del Holocausto sostiene una opinión contraria y muchos han argumentado, siguiendo la línea de la IHRA, que tales acusaciones contra Israel sólo pueden estar motivadas por el antisemitismo. “El Holocausto ha sido… evocado incansablemente por el Estado de Israel y sus defensores como una forma de encubrir los crímenes de las FDI”, concluye Bartov, citando una serie de publicaciones que acusan a los estudiosos del genocidio simplemente por describir lo que Israel está haciendo en Gaza y por citar a oficiales israelíes acerca de sus objetivos.
¿Y qué de otros crímenes de guerra… o de cualquier otro crimen?
Otro ejemplo de antisemitismo del IHRA se refiere a los “libelos de sangre”, que no define, pero que en general se refieren al oscuro mito de que los judíos mataban niños no judíos para utilizar su sangre en rituales. El texto de la IHRA dice: “usar los símbolos y las imágenes asociadas con el antisemitismo clásico (ej.: que los judíos mataron a Jesús o los libelos de sangre) para caracterizar a Israel o los israelíes” es un ejemplo de antisemitismo.
Tales acusaciones no sólo se han hecho contra los críticos fuera de Israel de la actual guerra en Gaza. Cuando el político israelí Yair Golan se pronunció contra las atrocidades de su gobierno en Gaza, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu inmediatamente lo acusó de esgrimir un “libelo de sangre”. Cuando el periódico israelí Ha’aretz publicó un reporte de investigación que incluía testimonios de soldados a los que se ordenaba disparar contra los sitios de ayuda humanitaria en Gaza, se le hizo la misma acusación. Cuando políticos opositores acusaron a Netanyahu de prolongar la guerra por sus propios intereses políticos, el embajador de Israel en Estados Unidos también los acusó de propagar un libelo de sangre.
¿Es antisemita la Corte Internacional de Justicia por dar lugar al caso que acusa a Israel de genocidio en Gaza? Benjamin Netanyahu abiertamente lo ha declarado así, al igual que la Liga contra la Difamación, el Comité Judío-Americano y el Movimiento de Combate al Antisemitismo de Estados Unidos. ¿Es antisemita que los estudiosos del genocidio investiguen este caso particular de asesinatos masivos, sólo porque el perpetrador resulta ser el Estado de Israel? ¿Es antisemita que la periodista israelí Dahla Scheindlin señale que “el plan de Israel de concentrar 600 mil palestinos en un campo especial en la frontera sur de Gaza con Egipto” significa que Israel está creando campos de concentración?
La impunidad que tales prohibiciones intentan garantizar a Israel es inmensa.
Hay más: es legalmente vinculante
Aunque la IHRA originalmente insistió en que su definición no era “legalmente vinculante”, ahora ha llegado a hacerlo. El propio grupo, y algunas de las principales organizaciones judías en Estados Unidos, han lanzado campañas políticas para promover su definición y convertirla en ley.
A mediados de este año 2025, 46 países habían adoptado la definición. El presidente Trump la implementó con una orden ejecutiva en 2019, citando el Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964 que prohíbe la discriminación basada en la raza, color u origen nacional de cualquier programa que reciba asistencia financiera federal. Como resultado, las prohibiciones establecidas en el Título VI pueden ahora ser aplicadas a cualquier persona que critique el sionismo, o que use el término de genocidio para describir las matanzas que está realizando Israel en Gaza, o que promueva el movimento BDS para el boicot no violento, la desinversión y sanciones contra Israel, o simplemente a los que apoyen la retirada del apoyo de Estados Unidos a lo que Israel actualmente está haciendo.
La administración de Biden mantuvo la política, y la actual administración de Trump y las universidades –ahora presionadas para seguir estos pasos– han utilizado la definición del IHRA para despedir, castigar y, en el caso del gobierno, para deportar a personas bajo el pretexto de hacerlo para prevenir el antisemitismo. De hecho, la decisión de la Universidad de Harvard de junio de 2025 de convertirse en la primera universidad de la Liga Ivy en unirse a esa tendencia y adoptar la definición (Yale la seguiría en abril), designó específicamente a los “sionistas” como un sector protegido. Por lo tanto, la política prohíbe “el antisemitismo, el racismo, sexismo, la homofobia, y las conductas antisionistas, las conductas anti-árabes, islamofóbica, antimormonas o anticatólicas”.
El documento de la IHRA no fue escrito para ser convertido en ley, y algunos de sus autores han protestado en contra de este uso. A pesar de ello, está ampliamente presente en las leyes y las políticas de Estados Unidos y Europa.
Instrumentalizar el antisemitismo como un escudo para posibilitar el genocidio
La definición del IHRA va mucho más allá de lo obvio, que es estereotipar, perjudicar o hacer daño a los judíos, y tiene poco que ver con prevenir el genocidio. Es una definición eminentemente política que intenta prevenir las críticas a Israel al definirlas como antisemitismo. Al convertirla en ley, limita seriamente la libertad de expresión y el debate político, y no tiene que ver nada con el antisemitismo.
Mientras Israel continúa, en la práctica, cometiendo asesinatos masivos de palestinos, intentando destruir cada institución de la vida y la cultura Palestina en Gaza, y concentrando a la población en campos militarizados, esta definición está siendo utilizada para tratar de acallar cualquier indicio de que se podrían estar cometiendo crímenes de guerra, creando campos de concentración o llevando a cabo un genocidio.
* Artículo publicado originalmente en TomDispatch el 3 de agosto de 2025.
La Dra. Aviva Chomsky, es profesora de Historia y Coordinadora del Programa de Estudios Latinoamericanos en la Universidad Estatal de Salem (Salem State University) en Massachusetts. Su libro más reciente es Is Science Enough? Forty Critical Questions about Climate Justice.