La vigencia política del marxismo en la crisis del neoliberalismo

La vigencia histórica del discurso crítico de Marx en el siglo XXI se ha dirimido en la emergencia de una demanda social de criticidad científica y política de amplio espectro que responda a los malestares detonados por la profundización integral del neoliberalismo en la sociedad mundial y en cada uno de sus pueblos. Desde finales de la década de 1990, el marxismo, como discurso crítico, en su radicalidad política, ha vuelto a ser demandado por la academia socialmente comprometida y por las fuerzas políticas que no lo pusieron en acto al servicio inmediato del ideario comunista, ni de su proyecto alternativo de sociedad.

Comenzó la liberación de un tipo de lectura dominante durante el siglo pasado, que había rigidizado sus presupuestos, jerarquizado las prácticas políticas y uniformizado su estrategia. Desde estos mismos años, el retorno del discurso crítico de Marx se caracterizó por ofrecer respuestas teóricas y científicas radicales a una multiplicidad de ámbitos no directamente ligados al mundo del trabajo y la lucha de los trabajadores, al igual que por articularse a un conjunto diverso de prácticas políticas otrora marginadas en la jerarquía programática oficial. El recuento de las primeras dos décadas de este lento despertar en el siglo XXI deja ver que su paulatina recuperación también ha sido la del rescate de la integridad de su propuesta científica y el de su carácter de discurso abierto que, lejos de cancelar debates o disminuir ontológica y políticamente la complejidad de lo humano, soporta una concepción de totalidad histórica con potencial efectivo para fortalecer luchas políticas de todo orden y, sobre todo, para impulsar un tipo de articulación social y política que soporte un proyecto alternativo de sociedad fundado en la unidad de las diferencias y las autonomías.

En años recientes, el otrora orden neoliberal hegemónico entró en crisis global, y con ello se profundizó una multiplicidad de crisis particulares, mientras que estallaron otras que hoy día exigen lecturas críticas que puedan fortalecer las prácticas políticas que las enfrentan y resisten. A la crisis del orden mundial y el actual escenario de guerra; a la crisis de los órdenes políticos liberales que han dado pasos a regímenes autoritarios; a la vieja crisis de aumento de desigualdad y marginación social; junto a la crisis del mundo del trabajo, problemáticas clásicamente desarrolladas por el marxismo; hoy día se les suman aquellas otras de falta de sentido y oportunidades para los jóvenes. La de las cadenas de suministro y producción de alimentos —que al degradar su calidad nutricional también socaban la salud de quienes los consumimos—, la del despliegue del modelo hegemónico del sistema de salud, que no deja de mostrar su inoperancia en manos de privados —como sucede en los modelos educativos en muchas partes del mundo—, la de las barreras a la movilidad humana y la crisis migratoria, entre muchas otras. A todas ellas, se suman además las crisis de tipo estrictamente material, como la crisis del agotamiento de recursos naturales por su uso irracional e indiscriminado; la de la contaminación de aires, suelos y mantos acuíferos, que resultan de proceso productivos destructivos; la del cambio climático global y la profundización de la matriz productiva fundada en la quema de hidrocarburos; y la de la destrucción de una multiplicidad de condiciones materiales indispensables para la reproducción integral de formas comunitarias de vida, resultado de despojos territoriales en el campo y la ciudad.

Por ello, la profundidad de la vigencia del discurso crítico de Marx no se establece únicamente en su propuesta de radicalidad científica y política, sino en su alto grado de sensibilidad para dar cuanta de la actualidad y de la nueva recepción que tiene en las fuerzas políticas del presente. El marxismo, más allá de haber surgido hace casi dos siglos, y a pesar de su ir y venir por múltiples corrientes y prácticas políticas, mantendrá vigencia mientras la sociedad moderna se soporte en el modo de producción capitalista y, mientras lo haga, reproduzca formas de sociedad moldeadas por los propios requerimientos del capital; pero también mientras mantenga puentes comunicantes con las luchas políticas que dinamizan el presente y sea demandada por ellas mismas.

La vigencia de la Crítica de la economía política y el límite moderno de la política

La urgencia de entender la complejidad en la que se mueve este discurso radica entonces en su actual vigencia. Ésta le otorga centralidad a la propuesta abierta por Marx en los tres tomos de El capital: Crítica a la economía política, porque en ella se desagrega un tipo de cientificidad radical, que no se afirma en los principios de la ciencia positiva, que busca modelos interpretativos o explicativos del mundo, sino que parte de una concepción integral de la sociedad como unidad histórica que entiende su propio discurso abierto como un desarrollo de sus propias luchas y sus prácticas políticas transformadoras.

En primer lugar, el discurso crítico de Marx presente en su obra clásica de El capital: Crítica a la economía política, y en todos los borradores que le antecedieron, mantiene su vigencia porque sigue siendo la obra escrita más pertinente para identificar y comprender los rasgos materiales históricamente comunes de nuestra sociedad moderna. Concebir a la sociedad capitalista sin echar mano de la teoría general de la sociedad moderna que nos entrega Marx daría como resultado un saber rudimentario, fragmentado y carente de profundidad práctica u objetiva. Por supuesto, sería un exceso decir lo contrario al suponer que en esta obra estuviera incluido todo lo que hay que decir sobre la manera en que nuestra sociedad se reproduce materialmente. Sin embargo, mientras este tipo de sociedad sea vigente, mientras su modo de producción y propuesta civilizatoria sigan arraigados en cada uno de los rincones del planeta, el discurso crítico presente en esta obra seguirá siendo indispensable para entender los rasgos históricos comunes que esta forma de socialidad establece en su proceso inmediato de producción y consumo de riqueza material, al igual que los avatares que se desencadenan en la integridad del sujeto en el momento de afirmar o alterar sus órdenes políticos, identidades, formas ideológicas y discursivas, así como todo tipo de relaciones interindividuales e intercolectivas.

Y, sobre todo, mantendrá vigencia, porque, en el análisis de la contradicción fundamental de la sociedad moderna entre su forma de producir riqueza y las formas de reproducir identidades, etnicidades, tradiciones y en general la vida de naciones, sociedades, comunidades y pueblos, este discurso crítico permite identificar y entender los rasgos en que se concreta esta contradicción no apenas como cualidades históricas singulares de nuestra época, sino en aquellos obstáculos políticos normalizados que limitan la posibilidad de concreción del propio ideario ilustrado y todo ejercicio autárquico de libertad social pretendido en el marco de nuestra civilización.

El capital: Crítica de la economía política frente al territorio

Desde nuestra perspectiva, uno de los problemas que exige explicación en el presente —sobre todo en las economías periféricas, aunque también suceda en las centrales— tiene que ver con aquello que en términos de saber espontáneo se ha dado por nombrar en las últimas dos décadas como despojo territorial, el que para muchos es una prueba irrefutable de que asistimos a un momento en la historia del propio capital que se caracteriza más por acumular mediante despojos que por el mecanismo de la explotación del trabajo. Se trata de un tipo de proceso generalmente en la base de los llamados conflictos territoriales tan reiterados y estudiados en América Latina desde hace al menos dos décadas, que han configurado una extendida y profunda disputa entre el capital y los pueblos de América Latina, que aún exigen una explicación cargada de mayor radicalidad científica y política.

Sin embargo, el saber espontáneo de estos conflictos contrasta con un proceso generalizado desde la primera década de este siglo que ha reconfigurado la cartografía territorial vigente en México y América Latina, que ha resultado de profundas alteraciones en la disposición, conectividad y organicidad territorial que se desprendieron de la puesta en acto del proyecto de ordenamiento territorial de la llamada globalización económica neoliberal.

En contrasentido, el problema del despojo territorial desde la perspectiva del discurso crítico de Marx buscaría entenderlo como la expresión territorial de la reproducción de la riqueza objetiva en el capitalismo neoliberal. Y, entonces, comprenderlo en sus características históricas implicaría concebir el despojo territorial no apenas como la expresión de una mera pulsión del capital por acumular y llevarlo más allá de su espontaneidad al ubicarlo en la propia dinámica histórica del territorio capitalista.

Ilustración: Jessa.

Tres ejes para pensar el territorio más allá del despojo en el tomo I de El capital: Crítica de la economía política

A partir de una mirada a los aspectos tratados en el El capital: Crítica a la economía política, proponemos tres ejes de aproximación a los procesos territoriales que refiere Marx en esta obra y que han quedado ocultos para el discurso conservador desde el que suelen pensarse los procesos de despojo territorial neoliberal. Referimos estos tres ejes sin la pretensión de abarcar el conjunto de pasajes o problemáticas en los que el territorio forma parte de la argumentación crítica de El capital.

1. Crisis económica, acumulación de capital y territorio

El primer eje queda enmarcado por la crisis económica en la que nos encontramos y el papel que tiene la intervención en los órdenes territoriales en el intento de las clases dominantes por superarla o al menos contrarrestar sus efectos. Sin entrar en los debates que hay respecto a la lectura de la crisis, nos colocamos ante el hecho irrefutable de encontrarnos en una profundización de la crisis económica de sobreacumulación que estalló a finales de la primera década de este siglo, pero con claros indicios de que se trata de un proceso tendencial con una profundidad histórica de aproximadamente cinco décadas. Entonces, conviene insistir que el discurso crítico de Marx permite entender que nos encontramos en un tipo de crisis que no es apenas una de corta o mediana duración, sino una de corte estructural en la que convergen los diversos ritmos históricos de las crisis económicas, que exige de las clases dominantes intervenciones políticas para reactivar estos ciclos, tal como históricamente ha sucedido desde hace al menos dos siglos. Una intervención que incluso podría repercutir en el fin del neoliberalismo, debido a la necesaria reconfiguración del modelo hegemónico vigente en el capital.

La obra de El capital ayuda a colocar la crisis económica en la unidad del proceso de reproducción del capital y permite entender la tendencia general de la acumulación capitalista y el conjunto de contradicciones que conlleva esta tendencia histórica. Lo interesante aquí es resaltar que aun existiendo la tendencia histórica de decrecimiento de la taza de ganancia, la comprensión de Marx de esta cualidad inherente a la producción capitalista no deja de concebirla en su unidad con la política. Es decir, que la comprensión marxista de la crisis económica considera un comportamiento histórico que estructuralmente no sólo detona diversas crisis económicas, sino la necesidad de las clases dominantes de reactivar los ciclos de acumulación de capital. Para Marx, entonces, lo que genera las crisis son momentos particulares siempre abiertos a las intervenciones políticas de acuerdo con la forma y sentido que le imprimen las clases dominantes, al grado del desarrollo de las fuerzas productivas, y a las formas de reconfiguración de la producción y la reproducción capitalista en su conjunto.

Para nuestros fines, se trata entonces de entender que el momento particular de la reconfiguración de la producción mundial trae de suyo una reconfiguración mundial de la disposición territorial en la misma escala. Es decir, de una intervención política que manipula la forma con la que los valores de uso territoriales se articulan a la producción inmediata de riqueza objetiva. Por lo que, si el despojo territorial es una forma aparencial, el proceso de fondo que lo genera —porque el que sea aparencial no significa que sea inexistente o falso— es, justamente, este reacomodo del orden territorial mundial que encuentra sentido en la reactivación de los procesos productivos al manipular conectividades territoriales y usos específicos, así como disposiciones y organicidades territoriales comunes. No se trata entonces de una pulsión desmedida o una acumulación capitalista fundamentada en el despojo, sino de una alteración pretendida en el orden territorial mundial que se concreta en una multiplicidades de escalas y territorios particulares.

2. Despojo y la reconfiguración del orden territorial de la producción mundial

El segundo eje de lectura que proponemos de El capital: Crítica de la economía política muestra la concepción de la reconfiguración territorial del proceso productivo a escala mundial, que lleva a preguntarnos si éste refiere a un territorio u orden territorial en el planeta o, si bien, a múltiples territorios cualitativamente diversos. En esta obra, sobre todo en las secciones donde se expone el proceso de subsunción formal y real del proceso de trabajo al capital —segunda y tercera sección del tomo I de El capital—, Marx ofrece una figura del paulatino proceso de expansión territorial de las relaciones de producción capitalistas, de sus características generales y de la manera en que articula y totaliza el espacio mundial durante el proceso productivo, subordinado, pero no desaparecido, las diversidades culturales, políticas y productivas a su paso. Primero, en las articulaciones interindividuales entre los trabajadores durante el proceso de trabajo, después de ellos con sus condiciones particulares de producción, y por último, entre el propio campo instrumental y las condiciones generales de la producción o territorios, en un paulatino proceso de expansión, disposición y conformación de especializaciones para el trabajo: de destrezas, procesos de trabajo, máquinas y herramienta, así como de las condiciones generales de producción que constituyen los territorios particulares. En esta figura Marx ofrece una imagen de un territorio mundial profundamente diferenciado —no homogéneo como normalmente se afirma— y en sistemática expansión. Pero, sobre todo, con interdependencias productivas entre sí, fundadas en relaciones mercantiles y de producción, como dos fuerzas que  disponen y reconfiguran las múltiples formas vigentes de territorios y territorialidades. 

Bajo la figura del proceso histórico de producción como un complejo mosaico de divisiones territoriales del trabajo, que se constituye en diversas escalas —particularmente en las escala de la fábrica, entre las ramas y sectores de la producción, el campo y la ciudad, así como entre las naciones—, Marx explica el proceso de reconfiguración de la forma de la producción de riqueza objetiva que impulsa el capitalismo, así como sus principales tensiones y contradicciones. En este transcurso argumental, explica cómo este modo de producir moldea los territorios particulares y los dispone de acuerdo con las propias necesidades de la acumulación capitalista, mientras desmenuza con precisión quirúrgica la manera en la que esta forma de producir no sólo ordena el mundo material, sino cómo ésta se constituye en el fundamento objetivo de la reproducción de una forma histórica de sujeto social que mutila su propia capacidad autárquica, es decir, de la anulación de su condición de sujeto social como sujeto político.

3. Despojo territorial y formas de dominio

El tercer eje de lectura que proponemos de la obra de El capital: Crítica a la economía política rastrea lo acontecido en el factor subjetivo del proceso de trabajo durante la subordinación del proceso productivo por el capital. La reconfiguración de la producción y su correlato territorial no suceden sólo en el factor objetivo del trabajo, sino también en el subjetivo, es decir, en la fuerza de trabajo; en la sujetidad práctica del proceso de producción y consumo inmediato.

El centro de nuestro análisis lo enfocaremos en que esta reconfiguración del factor subjetivo de la producción no sucede sólo en su dimensión cuantitativa durante la disminución salarial en la relación capital-trabajo, sino que sucede en el proceso conjunto de la reproducción de las relaciones sociales. El tomo I de El capital nos muestra aspectos cruciales para entender que el despojo no sólo es desapropiación, sino a la vez apropiación de medios de producción y formas de organización del trabajo por parte de las clases dominantes, profundización de las relaciones salariales e incremento de la masa de trabajadores sin trabajo y, sobre todo, aumento de poder político de las clases dominantes frente a una creciente masa de desposeídos con y sin empleo remunerado.

El proceso originario de acumulación es descrito por Marx en el célebre capitulo XXIV del tomo I de El Capital que lleva por título “La llamada acumulación originaria”. Como decíamos, trata de un proceso que además permite comprender la profundización en las relaciones salariales en el mercado de trabajo, que trae de suyo una totalización histórica que normaliza las relaciones mercantiles en el momento de la producción y, con ello, profundiza la impronta de la enajenación política moderna propiamente capitalista, durante el proceso mercantil y productivo. Un aspecto político central en toda la obra de El capital, que inicia en el primer capítulo donde trata el fetiche de la mercancía y su secreto, pero que se desdobla como un problema en el corazón del hilo argumental de todo el discurso crítico de Marx presente en ella. Decíamos, no sólo como la suspensión política que establecen las formas mercantiles simples, sino como el aumento paulatino de un tipo de enajenación política propia de esta forma de producir que establece una tendencia histórica de actuar en “automático” del sujeto social.

Entonces, desde El capital: Crítica a la economía política, podemos evaluar cuál es la forma en la que se reconfigura actualmente la producción mundial y su orden territorial, conocer la manera específica en la que esta reorganización se lleva a cabo como un proceso político de paulatina normalización de un tipo específico de dominio territorial, y, sobre todo, la medida en que este proceso se establece como un impulso automático sin intervención propiamente dicha de lo político del que dependemos todos para nuestra reproducción. Por lo que, para el pensamiento crítico y las prácticas políticas esta obra, y el discurso crítico de Marx en su conjunto, se constituye en una herramienta altamente eficaz para la elaboración y concreción de una utopía social, que entienda que para que sea posible en su interior requerirá una utopía territorial que la acompañe.