El 2 de octubre y la CIA en México

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Hace un año apareció en este espacio un fragmento del libro de Sergio Aguayo que revisa los eventos que llevaron al 2 de octubre y el papel de la CIA en ellos. En este texto profundizaré en algunas de las actividades que esta agencia llevó a cabo en distintas universidades, sobre todo la UNAM, durante los años sesenta del siglo pasado. 

México proporciona un punto de observación privilegiado para repasar las operaciones de la CIA en esta época por dos razones. En primer lugar, el paso de Lee Harvey Oswald por la Ciudad de México unas semanas antes del magnicidio de John F. Kennedy en 1963 ha permitido que diversas indagaciones logren volver públicos muchos expedientes de esta agencia relativos a nuestro país. Y segundo porque el agente asignado por la CIA a los Juegos Olímpicos de 1968, Phillip Agee, renunció poco después y publicó un libro sobre su trabajo en América Latina (Inside the Company, 1975). 

En octubre de 2017 se cumplió el plazo establecido por el Congreso de Estados Unidos tras el cual todos los archivos del gobierno relacionados con el asesinato de JFK debían ser publicados en su totalidad. Donald Trump, como presidente en funciones, bloqueó la apertura de un buen número de documentos. No obstante, surgieron algunos nuevos y en ellos aparecieron nombres o renglones tachonados previamente, lo que ha permitido obtener datos nuevos y confirmar sospechas. 

Para los años sesenta, la estación de la CIA en la Ciudad de México había establecido una extensa red de operaciones de espionaje que incluían vigilancia fotográfica, intervención telefónica y operaciones encubiertas, la mayoría sin conocimiento del gobierno mexicano. A la vez, también llevaba una operación conjunta con este mediante la cual recibía todo tipo de apoyo de funcionarios de Gobernación, Presidencia y de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), a cambio de dólares. Su nombre clave era LITEMPO. 

La CIA asigna un código de este tipo (llamado criptónimo) a sus agentes, operaciones y a los distintos actores políticos con quienes trata. Consisten en dos letras que determinan el lugar o la categoría general, seguidas de una palabra o más letras. Los que corresponden a México empiezan con la partícula “LI”. La Mary Ferrell Foundation alimenta un catálogo muy útil de ellos. 

En el entorno universitario, cuando los grupos de choque conocidos como “porros” asoman a la esfera pública en marchas o en un campus la pregunta es: ¿Quién está detrás de ellos? ¿Qué fuerza política los impulsa y cómo? La CIA mantenía una serie de agrupaciones estudiantiles que Guillermo Sheridan ha tratado. El más conocido de ellos es el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) de ultra derecha católica y brazo estudiantil de la organización fascista los Tecos. Su nombre clave era LIEVICT y su líder mantenía contacto constante con la CIA, como lo indica este memo firmado por Willard C. Curtis, seudónimo que usaba el jefe de la estación de 1956 a 1969, Winston C. Scott. Otros grupos de estudiantes activos en la Ciudad de México utilizados por la Agencia para acciones políticas y de inteligencia eran LICOAX y LILISP-C.

La relación entre la CIA y el MURO la llevaban el empresario Alfonso Rudolph Wichtrich (LIHUFF-1), gerente de la Royal Crown Cola quien durante la Segunda Guerra Mundial había trabajado en inteligencia militar, y Agustín Navarro (LIHUFF-2), director del Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas, otro frente de la Guerra Fría ante el comunismo. Wichtrich era responsable de organizar y dirigir los grupos estudiantiles y planificar e iniciar actividades de acoso estudiantil. También era el vicepresidente de la Cámara de Comercio Estadounidense en México y recibía de la CIA 500 dólares mensuales (ahora unos 4500 USD). Como ejemplo de su modus operandi, el 26 de agosto de 1966, y con el visto bueno del embajador estadounidense, la CIA envió un grupo de porros para atacar una exhibición de arte chino comunista en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, misma que fue levantada con premura.

Phillip Agee, quien paradójicamente se matriculó en el posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM tras su renuncia a la CIA, describe operaciones psicológicas y paramilitares de esta agencia contra organizaciones revolucionarias, que incluían propaganda, propaganda espuria, incriminación de miembros del Partido Comunista, pedir a los servicios de enlace [en México la DFS] que tomen medidas represivas y, directamente, organizar porros (goon squads) (Agee, p. 46). Agrega que estos grupos a veces integran a policías fuera de servicio o a militantes de partidos políticos aliados para intimidar a comunistas y otros izquierdistas reventando sus reuniones y manifestaciones (Agee, p. 66).

Agee cuenta que para reventar reuniones la CIA contaba con una serie de armas y dispositivos que parecen más propios a una película de ciencia ficción juvenil: líquidos de olor horrible en ampolletas, sustancias insípidas que se pueden echar a la comida y provocan un color corporal exagerado o polvos pica-pica para colocar en el volante o en el asiento del excusado (Agee, p. 67). El Archivo General de la Nación guarda un ejemplo de este arsenal en acción: un informe de la DFS relata cómo alguien trató de impedir una conferencia de Luis Villoro en el Instituto México-Cubano en 1961 arrojando una de estas bombas pestíferas. La conferencia pudo continuar gracias a que personal de la Embajada Cubana roció la sala con desodorante. El informe menciona que la concurrencia era de 50 personas y está firmado por tres agentes de la DFS, uno de ellos Miguel Nazar Haro. Este sensorial episodio permite preguntarse qué porcentaje de la audiencia eran espías o similares. 

Un par de años más tarde, otro cable de la CIA se ufana de que en cuestión de meses tres rectores marxistas fueron destituidos en las universidades de Nuevo León, Puebla y Morelia (este último era Eli de Gortari). Informa que en el primer caso fue gracias a una larga campaña en su contra orquestada por la estación de la CIA en Monterrey, y en los casos de Puebla y Morelia estas campañas de descrédito “fueron financiadas y apoyadas materialmente por LIHUFF, LISIRE, LICOAX y LILISP C.”

Entre los nuevos documentos que aparecieron a partir de 2017 hay un informe de casi 200 páginas sobre la operación LIHUFF, cuyas fechas llegan a octubre de 1971 e incluye un cable (11 de marzo) que describe cómo la estación podía instigar manifestaciones de estudiantes del MURO, con un costo de entre 1,200 y 1,600 dólares, y hacerlo de modo que no pudieran ser identificados como parte de esta organización o como de derecha, por ejemplo usando carteles y pancartas con consignas diseñadas por la propia CIA. La estación había organizado previamente manifestaciones exitosas con «mexicanos más pobres» como ferrocarrileros a quienes había pagado individualmente.

El mismo informe contiene otro cable (24 de agosto) donde menciona que el propio jefe de estación (Curtis) estaba pasando fondos y haciendo planes con LITEMPO-4, Fernando Gutiérrez Barrios, director de la DFS, para proteger el frente de LIHUFF-1 y que no se detectara la injerencia estadounidense. Asevera que el MURO cubría la ciudad con volantes para participar en una manifestación y al final una nota al pie agrega que la estación tiene la capacidad de aumentar a 5,000 el número de manifestantes del MURO frente a la Embajada Soviética, con un costo de 4,000 dólares vía LITEMPO-4. Esto menos de seis semanas antes del 2 de octubre.

Finalmente, uno de los documentos internos más importantes para este tema es la historia sobre la estación de la CIA en México de 1947 a 1969, escrita por Ann Goodpasture, mano derecha de Winston Scott. Desde fines de los setenta unas 200 páginas de este texto se hicieron públicas. En la versión más reciente aparecen nombres y datos antes censurados. Goodpasture menciona que entre los estudiantes detenidos por el ejército en Tlatelolco había un infiltrado de la estación, LIEMBRACE-4, que fue liberado días después.  

Tras este pasaje aparecen, en un documento al que se le sustrajo más de la mitad, 10 páginas en blanco. ¿Para qué incluirlas y a la vez censurarlas por completo? ¿Y por qué tras la liberación de datos de 2017 siguen en blanco? En un índice que acompaña el documento se menciona que este fragmento corresponde a operaciones estudiantiles encubiertas. ¿Es posible que estas páginas en blanco guarden más información sobre el papel de la CIA en los eventos previos al y durante el propio 2 de octubre? El 26 de octubre de este año iniciará una nueva etapa de desclasificación. Queda por ver qué documentos y secciones aparecen, y si incluyen a estas páginas o si seguirán siendo una pantalla para proyectar nuestras inferencias y sospechas. 

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