Crónica

Sofía del Carmen Rodríguez Fernández

“Una rebelde tiene como único premio la vida,

porque de ella nadie se apropia,

en ella nadie la usurpa,

porque es la única tierra propia de cada rincón donde duerme”

Doris Lessiing

                                             

El primer libro de Francesca Gargallo que estuvo en mis manos fue: Ideas Feministas Latinoamericanas. En ese tiempo, yo estaba en la búsqueda de bibliografía para mi tesis Análisis del discurso poético en tres poetas mexicanas. Me interesaba encontrar ensayos feministas acerca de la escritura de las mujeres, pero ese libro de Fran me dio mucho más que eso. Como todos los libros importantes en mi vida, él me encontró a mí, no yo a él: cayó a mis pies mientras atravesaba el pasillo de una librería y desde las primeras líneas me enamoró. ¿Quién era esa mujer que escribía con tanta pasión, atrevimiento y sinceridad desde una frescura que desafiaba cualquier etiqueta de la academia? Muy pronto lo supe, llevada de la mano por una serie de casualidades que sabemos de inmediato que no lo son. Son señales dispuestas, regalos preparados para nutrir nuestra vida, nuestra voz.

Cuando las Dras. Francesca Gargallo y Norma Mogrovejo crearon el Seminario de Feminismo Nuestroamericano en la UACM, supe que no me lo podía perder. En este espacio al que llamábamos cariñosamente “la seminaria”, confluimos una veintena de mujeres diversas, a veces más, a veces menos, todas ávidas por entender cómo habíamos llegado a un mundo donde ser mujer te convertía en botín de guerra. Tejimos juntas, no sólo un lugar de conocimiento, de generación de saber feminista sino un territorio de amistad entre mujeres donde podíamos ser, donde encontramos cada semana, era la constatación de que lo individual es colectivo y por tanto, político. Las sesiones nunca se limitaban tan sólo al programa, las lecturas eran un camino para entrar a algo muy poderoso: la escucha entre mujeres que, en un acto recíproco y totalmente ajeno al paradigma patriarcal, brindan y reciben la posibilidad de ser miradas, sin ningún juicio por otra mujer, de ser y estar en ese descubrimiento, de por fin abrirse a ese momento, y en ese entramado, encontrarse. En la seminaria entendí que el feminismo académico es una consecuencia del feminismo político y éste a su vez de la amistad entre mujeres.

Fran era una apasionada de la amistad, particularmente de la amistad entre mujeres por su capacidad transformadora, libre, que produce un reconocimiento mutuo en la que encontramos la condición compartida y la fuerza necesaria para desafiar los dogmas del sistema. Amistad como sentimiento libre que trasciende todas las regulaciones del patriarcado, que escapa al control del poder, donde somos para nosotras mismas, no para el otro. La sororidad no como un deber, sino como un ejercicio de libertad.

Francesca siempre subrayó la importancia de elegir libremente la responsabilidad que las mujeres tenemos con nuestra propia vida, la autoestima como expresión de pertenecernos a nosotras mismas. Ella imaginaba una multiplicidad libre y femenina, un sueño que tiene alas pero pies muy firmes en la tierra, y que fue para nosotras como para muchas otras mujeres extremadamente contagioso. Fran, siempre transparente, sostenía un diálogo iluminado desde una profunda entrega a lo que para ella conformaba el sentido de la vida: la ternura, el placer, la pasión, la felicidad.

En su deseo por encontrar otros mundos posibles donde prevaleciera la justicia, donde se pudiera crecer sin temor, Francesca ha estado muy viva, presente, no sólo en el territorio de las ideas sino en cada uno de los instantes que dibujan lo cotidiano. Uno de esos instantes, uno íntimo y sencillo que guardo en mi memoria tuvo lugar hace algunos años, celebrando su cumpleaños en su casa de la Condesa. Helena, su hija bien amada, adolescente en aquel entonces, jugaba en su recámara con algunos amigos de su edad mientras los demás invitados conversaban animadamente en el resto de la casa envuelta en un delicioso aroma a pizza recién horneada. Mi hijo, de la edad de Helena y mi hija, de unos cuatro o cinco años, se acercaron al lugar donde provenían las risas de los chicos. Pasado un rato, un tropel de jóvenes salió corriendo hacia la calle, y antes que yo misma me diera cuenta, Fran corrió decidida hacia mi hija que lloraba. ¿Qué tienes, qué pasó? Le preguntó. Me dejaron, contestó ella compungida, me dijeron que era pequeña y no podía ir con ellos. ¿Ah si? Espera. Francesca salió a la calle, llamó a los chicos que aún no andaban muy lejos y cuando entraron en la casa les dijo: No van a excluir a nadie, si quieren jugar afuera llevan a la niña con ustedes. La sonrisa brilló en la cara de la más pequeña, Helena la tomó de la mano y todos se encaminaron de nuevo al cuarto mágico donde la diversión continuó. Cuidar la vida es de valientes.

Soñar con mundos paralelos no le impidió a Francesca vivirlos y, en ello, hacernos saber que no hay imposibles, y lo ha hecho, con una sonrisa que todas tenemos tatuada en el alma. Una sonrisa que es, como le enseñó su abuela, una manifestación de la propia felicidad y, también, el agrado por demostrar que los otros seres humanos le importan. Decir, hacer, dar desde lo que conforma su doble esencia: un potente rechazo a las desigualdades, a las fronteras, a un mundo basado en el sometimiento y la exclusión, y su atención constante a la vida, vivir para dar vida, entregar en ofrenda sus emociones.

Francesca Gargallo tiene una obra muy vasta: ensayo, cuento, poesía, novela. Creadora incesante de espacios de investigación colectivos, dentro y fuera de la academia. Constructora de colectivos de apoyo y reflexión a la causa de las mujeres en diversas partes del mundo. Crítica de arte y literatura, amante de las artes visuales. Feminista autónoma, estudiosa de nuevas posibilidades en el abordaje de la estética, caminante de un mundo sin fronteras hasta que éste se vuelva costumbre. Una creadora.

En este breve texto quise evocar a la Fran que vive en mí, un retrato personal, a manera de homenaje. Su trabajo está ahí, para ser estudiado, para ser nuestra inspiración, para abrir puertas y ventanas. Para florecer en todas las semillas que esparció. Florecen, florecemos.

                                                                              Innsbruck, 6 de marzo del 2022