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Acerca de su libro Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina (Barcelona, Arpa Editores, 2020) conversamos con Robinson, quien estudió Economía en la London School of Economics. La primera parte de la entrevista la puedes leer aquí.


ARM: ¿Cuáles han sido los efectos políticos del extractivismo en varios de los países que refieres? Por ejemplo, se le vincula con golpes de Estado.

AR: Está lo que vi cuando estaba haciendo el trabajo en los últimos cuatro años. El entorno geopolítico se fue pareciendo al que imperaba en los años en los que Galeano escribió La venas abiertas. Hace 50 años toda la región estaba bajo gobiernos militares o dictaduras, mientras que en México el PRI era la dictadura perfecta, como dijo Vargas Llosa. Luego hubo un periodo en el que pareció que esto ya se había superado, pero poco a poco ha sido muy obvio (aunque bastante gente que sigue negándolo) que el golpe de Estado se ha convertido otra vez en un mecanismo utilizado por las élites latinoamericanas con el apoyo de Estados Unidos y, en algunos casos, también de países europeos, para recuperar el poder que habían perdido en los 10 o 15 años anteriores. Eso me pareció interesante.

El mecanismo por el cual se llevan a cabo los golpes es más por la utilización del poder jurídico, la politización de los jueces y de los fiscales, como en el caso de Brasil para quitar de en medio al PT y meter a Lula en la cárcel.

Creo que ha quedado bastante claro que eso fue un proyecto político, aunque si decía eso hace cuatro o cinco años todo el mundo decía “Lula es un corrupto”, pero la gravedad de su delito (si es que existe) es tan poco importante que tiene que haber otros factores.

Debemos tomar en cuenta que el juez que encabezaba la investigación de Lava Jato en Brasil, casi en cuanto se logró quitar del poder al PT y Jair Bolsonaro ganó las elecciones, se incorporó al gobierno.

Pasa lo mismo en Ecuador, donde existe una corrupción institucional que venía desde antes, pero lo que es nuevo es que metieron a todo un partido y a exministros en la cárcel y obligaron al expresidente a exiliarse en Bruselas por delitos de corrupción.

En Bolivia hubo un golpe de Estado mucho más reconocible, según la definición que todos entendíamos. Yo he estado muchas veces en ese país en el último año, y si decías que aquello fue un golpe de Estado en 2019 te tachaban de manipulador, apologista de la corrupción de Evo Morales. Fue un proceso de tachar de fraudulentas las elecciones de 2019 y usar un organismo multilateral como la Organización de los Estados Americanos. Pero luego, cuando se celebraron las siguientes elecciones, Luis Arce sacó un mejor resultado que Morales. Cualquier detective diría que esas son suficientes pruebas de que todo lo que ocurrió en 2019 con la renuncia de Morales, después de un informe de la OEA que tachó de fraudulentas las elecciones, fue un golpe de Estado.

Esta es una parte de la historia de los golpes en el libro, que trata de comentar el hecho de que el pasado vuelve. México desempeñó un papel muy importante en defender la democracia. Creo que López Obrador y Marcelo Ebrard hicieron un trabajo admirable porque no fue fácil para ellos dar asilo político a Evo Morales, y no incorporarse a la campaña contra Venezuela por mucho problemas y muchos atropellos en contra de la democracia que existan en este país.

También es muy importante no sumarse a una campaña iniciada en Estados Unidos que utiliza opositores radicales de la derecha para protagonizar otro golpe de Estado en Venezuela, y creo que México tuvo exactamente la política de no defender lo que está pasando con Maduro, pero tampoco se incorporó al Grupo de Lima para apoyar políticas de Trump y fomentar un golpe en Venezuela. Creo que todo eso fue muy loable por parte de López Obrador.

Estos son los hilos que van por el libro relacionado con lo que decías de las materias primas. En el capítulo sobre Bolivia digo que tampoco se debería ser excesivamente reduccionista a la hora de explicar por qué ocurren golpes de Estado. Hubo un discurso en la izquierda, que utilizaba el mismo Evo Morales: “A mí me quitaron porque los norteamericanos quieren nuestro litio”. Trato de explicar, desde mi experiencia en Bolivia, que no era así sino mucho más complejo, hasta el punto de que hay una paradoja porque en cierta medida parte del movimiento golpista en Potosí se basó en argumentos que eran muy parecidos a los de la izquierda de Las venas abiertas de América Latina, como lo hizo Marco Pumari, quien decía que Morales había vendido el litio a una empresa china y a otra alemana, lo que es un saqueo porque el país no recibía las regalías que deberían entregarle, etcétera.

Esa fue otra paradoja de la que seguramente Galeano habría estado encantado: el golpe de Estado contra un gobierno de izquierda utilizó esos argumentos de la izquierda. La sicología de América Latina está tan condicionada por esa sensación de que siempre está siendo víctima de un saqueo, y la derecha en Potosí la utilizó y manipuló.

ARM: Recuperas un dicho de uno de sus excolaboradores que dice que Morales abandonó la agenda medioambiental, y que lo que la abarcó fue quedarse en el poder.

AR: Claro, todo eso entra en el debate. Hay muchas críticas a Evo Morales, sobre todo en el este de Bolivia, en Santa Cruz, con la expansión de la agroindustria de ganado y soja, que es muy parecido a lo que está pasando en Brasil. Creo que Evo tuvo que pactar con la oligarquía de Santa Cruz para protegerse a sí mismo porque hubo un movimiento golpista. Esto es muy complejo y muy fácil de criticar, pero también se entiende el problema en el que Morales se encontraba.

Es verdad que Evo perdió parte de su apoyo entre los pueblos indígenas porque optó por un modelo económico basado en la extracción de recursos naturales, y Luis Arce lo explica: el modelo de desarrollo sigue siendo la extracción de materias primas porque en Bolivia hay poco más, pero él estaba trabajando sobre un modelo económico, social y comunitario productivo, justo y exitoso. Describió la forma de organizar la producción y distribución del excedente a partir de recursos naturales: mientras que en el neoliberalismo de excedente económico boliviano busca el beneficio por la explotación de los recursos naturales y la fuerza de trabajo, ellos quieren utilizarlos para redistribuir la renta procedente de exportaciones de materias primas, minerales, energéticos, etcétera.

Pero claro, allí está el quid de la cuestión: ¿cuál es el equilibrio que se debería buscar entre la necesidad de crecimiento del PIB y generarlo en un país como Bolivia, con utilización de recursos naturales y con una cultura que convive estrechamente con el medio ambiente?

Creo que nunca se resolverá ese problema, pero son conscientes de que puede ser a través de un proceso democrático dentro de los movimientos en Bolivia, que tiene gente como Pablo Solón y otros desarrollistas al viejo estilo.

No es bueno que haya un desencuentro permanente entre esas dos corrientes. Hay que buscar un término medio porque en Bolivia se produjo una explosión aberrante en la que Solón apoyó el golpe de Estado contra Morales, lo cual es una locura.

Hay que reconocer que existe un dilema, y la solución es muy difícil, como adoptar el modelo de Pablo Solón porque está basado en el antiextractivismo a ultranza.

ARM: Sobre el extractivismo, hay algo que se puede ver en todos los casos: participa la delincuencia organizada. ¿Cómo se inserta el crimen en el modelo extractivista?

AR: El crimen organizado existe debido a la pobreza crónica que hay en estos países. López Obrador ha acertado mucho en su discurso: en la campaña electoral yo decía que si mantenía ese argumento lo iban a atacar de todos los lados. Decía: “Yo no voy a defender en México una respuesta al crimen organizado basada en más Ejército, más policía y más violencia estatal”.

La existencia del crimen organizado en México tiene que ver con la pobreza y la época neoliberal, que no ha permitido que haya un desarrollo en México. Creo que eso fue muy valiente y es un argumento con el que me identifico totalmente.

Eso es exactamente lo contrario de Bolsonaro en Brasil, quien tenía un eslogan: bandido bueno es bandido muerto. Es un tipo de política de mano dura contra el crimen organizado.

Mi percepción al viajar por zonas de extracción es que existe un modus vivendi entre las grandes multinacionales mineras y el crimen organizado. Eso es intolerable y hay que combatirlo, primero, al no permitir que las mineras canadienses monopolicen la extracción de recursos en estados como Zacatecas.

Al respecto, hablé con periodistas que habían establecido la relación entre la violencia y la minería de oro en Guerrero, y lo mismo en Colombia, donde hay casos de multinacionales mineras que han tenido en sus consejos a miembros del cártel de Pablo Escobar.

La gente con la que hablé en Zacatecas tenía muy claro que había una relación entre empresas mineras que querían evitar conflictos con las comunidades campesinas, y por ello contrataron indirectamente a grupos de sicarios para intimidar a los campesinos que podrían crear problemas a la hora de llevar a cabo la actividad minera. Entonces ¿cuáles son los criminales? Todos, de alguna forma.

La conclusión es que no hay una línea divisoria entre lo que es criminal y lo que es legal porque todo forma parte de lo mismo.