¿Un nuevo pacto social? De la Agenda 2030 a Nuestra Agenda Común

Mientras retomamos el camino de la pospandemia, con noticias sobre la apertura de espacios, liberación de medidas y una guerra en ciernes, se presentan las tareas que habían quedado pendientes para la región latinoamericana. Este es un año único que parece ser un escalón para descansar y observar el panorama con la esperanza y tiempo de reflexionar sobre las posibilidades futuras, y entre ellas la oportunidad para construir nuevas propuestas sobre la Agenda 2030.

Desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se publicó en febrero pasado un informe sobre el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): “Una década de acción para un cambio de época” (ONU-CEPAL, 02/2022). En él se muestra una proyección sobre el estado de las metas a cumplir hacia 2030. Los avances son significativos respecto al 2015, cuando la Agenda 2030 se hizo oficial, pero la cuestión del atraso, e incluso retroceso, de las 169 metas de la Agenda son parte de las limitaciones que la pandemia de la COVID-19 visibilizó.

Los indicadores medidos por la CEPAL señalan, a través de un semáforo, el estado de 74% de las metas. Las tendencias sobre los objetivos prevén distintos escenarios sociales influidos por la pandemia, donde un 46% requieren acciones para acelerar sus resultados. Solo un tercio de las metas van por buen camino, posiblemente a cumplirse a 2030. Las dos terceras partes restantes requieren políticas que no se han aplicado, su aplicación es dentro de un proceso lento o bien, requieren un cambio de rumbo.  

En el caso del objetivo 2, sobre la pobreza, y el objetivo 3, sobre la salud, se observa un grave retroceso en la región latinoamericana derivado de la fragilidad, poca inversión y acceso incompleto a los programas de salud, desde antes de la pandemia. El 85,7% de las medidas de emergencia en 2020 se implementaron sólo en programas de aprovisionamiento en medicinas y alimentos. Para 2021 la falta de inversión para la producción agrícola influyó en los precios de los alimentos y en el crecimiento de la inflación, estos dos objetivos impactaron directamente en el crecimiento económico, el empleo y la producción (objetivo 8).

Para solventar la crisis de la COVID-19, cuyos efectos se compararon con la crisis de 1930, algunos países desarrollados pusieron en marcha durante 2020 programas de gasto social para la salud, vacunas y alimentos; los más favorecidos también un programa de disminución de impuestos y garantías para las empresas. Por su parte, la mayoría de los países en América Latina tuvieron que recurrir al financiamiento ante organismos multilaterales: el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial y los bancos regionales, debido a que cada vez se requieren más y diversas formas de financiamiento a falta de inversiones reales.

Pero, basta decir que la falta de financiamiento para los proyectos de desarrollo ya era un problema en América Latina. Tan sólo desde la década de 1970, la crisis desmanteló el acuerdo de Bretton Woods sobre el patrón oro-dólar, el efecto inmediato fue la liberalización de los mercados y las medidas neoliberales, desregulación y privatización, acompañado de la financiarización, un proceso donde ese financiamiento hacia las actividades económicas y productivas es sumamente incierto, con ganancias sí, en la bolsa, aunque no totalmente destinadas a producir y desarrollar el crecimiento económico, mucho menos lo entendido como desarrollo.

Para evitar otro escenario similar, entre abril y mayo de 2020 el Banco Mundial otorgó préstamos a algunos países de América Latina por 1.119 millones de dólares (Ocampo, 2021), con una serie de recomendaciones de ajuste estructural para no caer en crisis sociales más restrictivas como las de 2008-2009. En continuidad a estas medidas, el pasado 20 de abril el G-20, el foro de las economías más grandes del mundo, se reunió en Washington a puerta cerrada para negociar la condonación de deuda y préstamos a países que lo requirieran; sin embargo, su reunión se vio paralizada al tratar la participación de Rusia y su ataque en Ucrania (La Jornada, Boicotean participación de Rusia en reunión del G20, 2/04/2022).

Sin desplazar la importancia humanitaria que significa la confrontación en Ucrania, la no negociación de la paz ha despertado una transformación de los mercados financieros y comerciales respecto al desconocimiento del dólar como divisa internacional por parte de Rusia, y el llamado a incrementar las sanciones por parte de la gran mayoría de Europa y Estados Unidos. Esto supone, en seguimiento al informe de la CEPAL, un reto sobre el limitado margen de los países latinoamericanos para recuperar sus economías después de la pandemia.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sistemas de protección social, en Nuestra Agenda Común, p.29

Por otro lado, la evaluación de la Agenda 2030 ha tenido un efecto propositivo, ¿está el mundo ante un período en que podría emerger un nuevo pacto social? (CEPAL, 2022) Después de la crisis financiera de 2008 las brechas de desigualdad se profundizaron, la crisis sanitaria profundizó algunas más. Nos encontramos ante un momento que suma, a la vulnerabilidad ya expuesta, por lo menos tres crisis silenciosas en la región: la educación (ODS 4), la igualdad de género (ODS 5), la biodiversidad marina (ODS 14) y la biodiversidad terrestre (ODS 15), las cuales tienen agendas urgentes, tanto en términos de la pandemia como sobre las condiciones estructurales de la región y sobre el valor de la vida en el planeta.

¿Será posible plantear otra agenda post-2030? Valdría la pena retomar lo común (Esteva, 2013; Caffentzis y Federici, 2015) que la pandemia mostró. La conmemoración hacia los 75 años de las Naciones Unidas da cuenta de esta necesidad,  el Secretario General de las Naciones Unidas propuso hacia finales de 2021 su informe “Nuestra Agenda Común” (ONU, 09/2021), el cual centra la atención en los próximos 25 años bajo cuatro grandes recomendaciones tras la pandemia: renovar la solidaridad entre los pueblos, un nuevo contrato social sobre los derechos humanos, mejorar la gestión de los bienes comunes globales y suministrar los bienes públicos globales de forma equitativa y sostenible.

Para 2025 cuando comiencen las reuniones de continuidad a la Agenda 2030, lo común será un tema central, llevará necesariamente a volver la vista hacia las alternativas para transformar las relaciones sociales, no sólo para solucionar la crisis de crecimiento sostenible ya evidente y rebasada por sus limitantes, sino en pensar cómo gestionar nuestra relación con la naturaleza, con las finanzas, con nuestra propia forma de vida.


Referencias

Caffentzis, G. y Federici, S. (2015). “Comunes contra y más allá del capitalismo” en El Apantle, SOCEE, México, pp. 53-72.

Esteva, Gustavo (2013). “La convivialidad y los ámbitos de comunidad: claves del mundo nuevo”, en Repensar el mundo con Iván Illich, Casa del Mago, México, pp. 3-28.

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