nombrar el mundo bautizado es más triste

que la tristeza

Juan Gelman

Me gusta mucho la poesía de Juan Gelman, de manera continua nombra lo importante sobre hacer la revolución. Al leerlo comprendo que la idea de revolución que enuncia se asemeja más a vivir en un estado de imaginación constante, cuestionando los saberes, vengan de donde vengan, teniendo la posibilidad de renombrar al mundo aunque ya esté bautizado. Hacer la revolución, para mí, tiene que ver con interpelar, pero sobre todo con cultivar todo aquello que se escape del imaginario dominante. Que insista y resista en “hacer crecer los mundos que somos”, como dijera el Colectivo Tiquun. ¿Cuántos mundos somos?, ¿cuántas comunidades somos?, ¿en cuáles nos han impuesto estar y en cuáles hemos elegido estar inmersos?, ¿cómo nombramos que existen pequeños mundos que pueden tener gestos inmensos? 

Como históricamente ha sucedido, en la contingencia el dominio de la normalidad es agrietado, y desde lo más pequeño comienzan a emerger algunos gestos que, en lo individual o lo colectivo, son lanzados al mar con la confianza de que tocarán buen puerto. En contingencia, la empatía sale a la superficie de las relaciones humanas. ¿Por qué tenemos enterrada la empatía cuando habitamos la “normalidad?

En estos días he podido observar tres gestos que han venido desde aquella comunidad que se denomina a veces como “comunidad de la danza” o “gremio de la danza” en México. Gestos de manera colectiva e impersonal, que me parecen importantes, ya que exponen pequeñas ventanas de refugio hacia un otro desconocido. Me gustaría compartirlos por aquí:

 

1. El Colegio de Coreógrafos de México es una entidad independiente mexicana que, ante la contingencia del COVID-19, está organizando una caja de préstamo para creadores y creadoras que se encuentran en situaciones vulnerables por el paro de actividades. Esta convocatoria está dirigida para que aquellos que tienen ingresos fijos durante abril, mayo y junio puedan realizar un préstamo de $1,000, $2,000 o $3,000. Con ello se juntará una cantidad de dinero para apoyar con un préstamo entre $3,000 y $10,000 a todos aquellos que ahora no tienen ingreso alguno durante los mismos meses.

2. Moving Borders, un productora mexicana de artes escénicas, principalmente de danza contemporánea, ha lanzado unas charlas/tertulias virtuales en las que se encuentran diferentes creadores que conviven anualmente en el Camp.IN, un encuentro de arte escénico que se realiza desde el año 2013 en San Luis Potosí.

Estas tertulias virtuales han tenido el objetivo de encontrarse, conversar las diversas formas en que estamos viviendo desde diferentes geografías la cuarentena: exponer algunos miedos, reflexiones o alegrías cotidianas, además de la incertidumbre frente a las cancelaciones por trabajo.

3. Alicia Sánchez y Compañía / El Teatro de Movimiento ha puesto a disposición de la comunidad de la danza un departamento en la Ciudad de México, sin costo alguno, por un periodo de tiempo específico. Este pequeño refugio está disponible y solo hay que solicitarlo a través de su página en Facebook: ASYC / El Teatro de Movimiento o al email: asyc.gestiones@gmail.com

 

Me parecen tres gestos enormemente valiosos en los que esta comunidad, que va y viene, pone, por un breve momento, un cuerpo virtual, económico y espacial para interpelar a cada uno de manera personal y decir: “Oye, aquí estoy, en caso de que lo necesites”. 

Estos tres gestos podrán parecer cualquier cosa, pero con toda la agitación y revuelo sobre la desaparición o permanencia del Fonca, los análisis simplones y parciales de algunas personas con oportunidad de un micrófono masivo, la romantización de la precariedad de los artistas que realizan sistemáticamente los funcionarios culturales y el enorme resentimiento que se deja ver de mucha gente en redes en estos momentos, estos tres pequeños gestos me parecen que abren una pequeña grieta hacia aquellas palabras que Yasnaya Elena A. Gil, en su texto La enfermedad del fuego, demuestra desde la historia de su pueblo, Ayutla, Oaxaca: “el bien individual depende del bien colectivo”.

¿Qué otros pequeños gestos irán tomando cuerpo en estos tiempos convulsos? ¿Imaginaremos gestos en el que se involucre de manera compleja, diversa y plural una comunidad o gremio de la danza, gestos que trasciendan la contingencia en el futuro inmediato y lejano?

Es muy emocionante la incertidumbre: ¿cómo ponemos nuestros cuerpos, nuestras inteligencias, nuestros saberes? ¿Haremos la revolución? 

Cierro con un par de preguntas de Marina Garcés: “¿Qué saberes y qué educación contribuirán a la emancipación sospechando de cualquier tentación salvadora? ¿Qué saberes y qué prácticas culturales necesitamos elaborar, desarrollar y compartir para trabajar por una sociedad mejor en el conjunto del planeta?”.