Sobre Migraciones y fronteras

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Desde el 26 de septiembre de 1981 al 26 de septiembre de 1982, el artista chino Tehching Hsieh, realizó su tercera performance de un año de duración. Durante esta pieza el artista deambulaba por las calles de Nueva York con un mapa y un horario detallado de su recorrido, bajo la premisa fundamental de permanecer sin ningún tipo de refugio durante 365 días, incluyendo trenes, tiendas, coches, etc., y equipado únicamente con una mochila y un saco de dormir. Durante este período de un año solo hubo una noche en la cual Hsieh tuvo que romper las reglas autoimpuestas de su performance, a causa de la detención por parte de la policía de Nueva York, que lo obliga a pasar la noche en la comisaría. Hsieh, siendo inmigrante ilegal en los Estados Unidos, corría el riesgo de ser deportado y ver finalizada su performance y su carrera artística en Norteamérica, pero el juez que atendió su caso había leído un artículo sobre su trabajo en el New York Times y decidió dejarlo en libertad pasando por alto su condición de inmigrante ilegal. Ese día el arte estuvo por encima de la ley.

En 2015 decidí emigrar de Venezuela hacia España por la profunda crisis política, social y económica que vive el país. La triste situación de la nación se ha hecho cada vez más insostenible forzando a más de 3 millones de personas a inmigrar en los últimos años. El 25 de septiembre me monté en un avión para hacer el recorrido contrario al que había hecho mi abuelo cuando emigró del Líbano a Venezuela en 1925. Me fui escapando de vivir con miedo en la piel, también debajo de la carne y a la hora de dormir; pero no me imaginaba que al llegar a una pequeña y segura ciudad a 166 km de Madrid sentiría también en mi cuerpo, bien dentro de los huesos, el miedo. Miedo de no pertenecer, miedo a la discriminación, miedo a no tener estructuras con las cuales asir la realidad, miedo a perder mi identidad, miedo a la mirada de compasión y lástima en los rostros de los demás, miedo a los nuevos códigos sociales, a la falta de libertad, a la falta de derechos, a la impotencia y a la frustración. En ese momento me di cuenta que ser inmigrante es también tener miedo de forma constante, sentir el cuerpo temblando a la hora de dormir, durante una conversación o en medio de un escrito. Ser inmigrante –forzado- es como estar constantemente en la performance de Hsieh desde un punto de vista metafórico, a la intemperie, vulnerable, con frío, y también un poco más solo. En este caso no se trata de una falta de refugio físico, pero sí mental y emocional.

Si el arte había salvado a Hsieh, pensé que quizás también podía hacer lo mismo por mí. Para contrarrestar el miedo descubrí necesario el trabajo colectivo como estrategia para generar afectos que contribuyeran a sosegar el estado de aislamiento y desconexión que lo originaba. En 2016 fundamos el Colectivo Artístico Esqueje, junto a Greta Hammond, artista y docente argentina, Esther Aguilar, artista española y mi persona, como investigadora venezolana. Trabajamos desde una relación horizontal en la cual se borraron las fronteras entre diferentes nacionalidades, entre teoría y práctica, entre culturas y formas de vida, asumiendo diferentes roles y acompañando los procesos de creación.

Las fronteras culturales entre tres personas de diferentes identidades nacionales y los límites entre nosotras, se difuminaron a través de la negociación colectiva de perseguir un fin artístico común, basado en una conexión de procesos y sensibilidades ante la vida. No por azar, en su siguiente performance de 1 año de duración, Hsieh decide atarse con una cuerda a otra artista, su única performance donde participa de manera colectiva y activa junto a otro cuerpo. El trabajo colectivo apareció entonces como un modo de trabajo favorecido ante el estado alienado de los cuerpos, y el arte sirvió como un terreno de encuentros que nos recordaba siempre nuestros puntos de sintonía antes que nuestras diferencias.

La escritora chicana Gloria Anzaldúa habla de los lugares fronterizos como sitios para la diferencia y la creatividad, y también del cruce de fronteras culturales, sicológicas o físicas como prácticas de resistencia. Las fronteras, sabemos, son divisiones artificiales que responden a la historia geográfica y relaciones de poder de un territorio, son articulaciones de diferencia y también lugares de lucro productivo en un mundo que paradójicamente se globaliza mientras reafirma las políticas anti migratorias.

Las formas de expresión individuales responden a presupuestos afectivos que están determinados por la manera en que cada cual se relaciona con las diversas intensidades de su cotidianidad. En un contexto migratorio operan a diario tensiones fronterizas que configuran experiencias vitales en sujetos de múltiples ciudadanías, donde la necesidad de insertarse en una rutina social y colectiva se vuelve crucial. El video “Migraciones” realizado por el Colectivo Esqueje, recoge testimonios realizados en la calle central de la ciudad de Cuenca, España a diferentes personas que quisieron conversar sobre su experiencia de inmigración junto a imágenes filmadas en la frontera de Tijuana-San Diego es un intento de trazar una línea de reflexión acerca de la condición y el sentir de los inmigrantes en un mundo que se globaliza y desarticula simultáneamente.

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