Septiembre, ¿mes de los sismos?

El 7 de septiembre de 2021 se produjo un sismo de magnitud 7.1 con epicentro en la costa de Guerrero que cimbró nuevamente a la Ciudad de México, además de Morelia, Cuernavaca y otras grandes ciudades del centro del país. 

La fecha coincide con el sismo del 2017 ocurrido en Pijijiapan, Chiapas, que afectó severamente a ese estado y a Oaxaca. Por esta coincidencia y la de los dos sismos ocurridos un 19 de septiembre (de 1985 y de 2017) que afectaron especialmente a la capital, la memoria colectiva clamó por eliminar al noveno mes del calendario, pero ¿realmente tiembla más que en otros meses? ¿Y qué hay de otros mitos como que tiembla porque llueve o que unos sismos son trepidatorios y otros oscilatorios? ¿Se pueden predecir los sismos?

México se encuentra en una zona de alta sismicidad, en el llamado cinturón de fuego que rodea al océano Pacífico donde se encuentra el 75%  de los volcanes activos del planeta y ocurren hasta el 90% de los sismos de magnitud igual o mayor a 7 (ojo, ya no se emplea la escala elaborada por Charles Richter); así que los sismos provenientes de esa costa no debieran sorprendernos.

Se calcula que ese tipo de sismos, que pueden ocasionar daños en estructuras, ocurren en promedio cada 1.6 años, de acuerdo con los especialistas Allen Husker, Miguel A. Santoyo y Xyoli Pérez Campos, quienes emplearon el registro de los sismos ocurridos en el país desde 1900 a 2018 para hacer el cálculo.

Pero los sismos se distribuyen al azar, no es claro que ocurran de acuerdo con algún ciclo. Por ejemplo, los mismos autores señalan que en 1995 hubo tres sismos de magnitud mayor a 7. Además, registraron 7 casos durante el siglo pasado en los que un sismo “cayó” el mismo día del mismo mes, pero en años diferentes. Por cierto, hubo 6 sismos grandes en el mes de diciembre, pero de diferentes años durante el siglo pasado, así que dicho mes ganaría el campeonato sismológico.

Entonces ¿por qué tenemos la sensación de que tiembla más en septiembre? Bueno, es un tema de percepción y memoria selectiva, aún más para quienes vivimos tanto el de 1985 (que dejó un gran trauma colectivo) como los de 2017. Quienes habitamos en zona sísmica hemos presenciado varios sismos fuertes y muchos de menor magnitud, pero recordamos solamente los que mayor angustia nos provocaron e intentamos establecer alguna conexión. 

Esto último se debe a la capacidad de nuestros cerebros para reconocer patrones, resultado del proceso de evolución. Pero ya vimos que el que un sismo grande ocurra el mismo día es bastante más probable que lo que nos dicta la intuición, así que septiembre NO es el mes de los sismos.

Y ¿qué hay del mito acerca de que tiembla cuando llueve mucho? También se dice que tiembla cuando hace calor o cuando la luna se ve rojiza. Otra vez, correlación (que dos cosas que ocurren al mismo tiempo) no implica causalidad (que una provoque a la otra).

Lo que sabemos es que NO tiembla porque llueve, sino porque las placas tectónicas sobre las que vivimos se deslizan unas debajo de otras. En este caso, la de Cocos (más pesada) se hunde bajo (o subduce) la de Norteamérica, pero no lo hace suavemente: se atoran, se friccionan, la placa superior se dobla y acumula energía elástica hasta que las rocas se fracturan liberando enormes cantidades de energía que se propaga en todas direcciones, como lo hacen las ondas de una piedra arrojada a un estanque.

La energía liberada es gigantesca. Un sismo de magnitud 7 equivale a unas ¡1 000 bombas nucleares! Solamente el paso de un huracán llega a registrarse en los sismógrafos, por lo que no tiene sentido pensar que la lluvia provoca semejante danza terrestre. 

¿Oscilatorio o trepidatorio? Esta es una idea que se quedó en el imaginario popular desde 1985, pero hoy sabemos que TODOS los sismos contienen varios tipos de onda que se propagan en distintas direcciones: las P y las S que viajan bajo tierra, así como las Rayleigh de movimiento vertical (que dan la sensación trepidatoria o de estar brincando), y las ondas Love horizontales (que dan la sensación de oscilar o estar en una licuadora), ambas de tipo superficial. 

Finalmente, siempre es importante recordar que los sismos NO se pueden predecir, pues son fenómenos muy complejos. Bajo tierra están ocurriendo un montón de procesos simultáneos, a veces sumamente lentos pero que llegan a un punto de quiebre y desatan la energía acumulada durante décadas o hasta siglos. Predecir un sismo es tan difícil como hacer una montaña de lentejas y decir exactamente cuál de ellas, y en qué momento, harán que colapse el resto. 

Y como no se pueden predecir, lo que nos queda es prevenir: en primer lugar, construir bien, pues la Ciudad de México cuenta con excelentes normas y reglamentos de construcción, pero que no siempre se respetan. Participar en los simulacros, incorporar medidas de prevención a nuestra rutina diaria y vigilar el funcionamiento de los altavoces de la alerta sísmica son otras maneras de protegernos colectivamente. Porque en este país, ya lo dice el himno nacional, siempre retiembla en sus centros la tierra.


Este artículo está basado en otros textos de divulgación en especial los publicados por la Revista ¿Cómo ves? de la DGDC de la UNAM:

De Régules, S. 2017. Sismos. Revista ¿Cómo ves? núm. 228, año 19. DGDC-UNAM, México. En 

Castellanos, F. y Platas, F. 2005. ¿A qué equivale la energía liberada de un sismo? Capítulo Estudiantil EERI UNAM. 

Gonzalez-Huizar, H. 2019. Los Grandes Terremotos en México. Revista GEOS, vol. 39, núm. 1.

Husker, A., Santoyo M.A y Pérez- Campos X. 2018. ¿Está temblando más que antes? Revista ¿Cómo ves? núm. 238, año 20. DGDC-UNAM, México. 

SSN-Geofísica-UNAM. 2017. Reporte especial. Sismo de Tehuantepec (2017-09-07 23:49Mw 8.2). 

UIS-IIS UNAM. 2021. Sismo del 07 de septiembre de 2021. Acapulco, Guerrero, México (M 7.1) 20:47:46 Reporte preliminar. Parámetros de movimiento del suelo. 

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