Desconozco si alguna religión concibe un lugar especial para los desparecidos, los insepultos. Espero que sí, para que allí se reúna con Jesús. Un espacio en que cada familiar, luchador social, madre, hermana, hija e hijo puedan sentir uno de sus abrazos tan llenos de vida y esperanza, doña Rosario. En estos días muchos cuentan algunas partes de su trayectoria y luchas: el campo militar número 1, la huelga de hambre afuera de Catedral; Echeverría; La Ley de Amnistía para los presos políticos; el FNCR; las doñas y Eureka; su candidatura presidencial del 82 y la del 88 también; el 94 y el 2006; las Convenciones Nacionales Democráticas, bandas presidenciales y medallas. Historia que se encuentra consignada en nueve volúmenes de la Dirección Federal de Seguridad, según reveló el actual Subsecretario de Derechos Humanos. Más que abonar a esa larga historia que está por contarse de manera unitaria, quisiera compartirle algunas preguntas que me hubiera gustado hacerle.
Interactuamos poco, pero con un par de encuentros me quedó clara su calidez y alcance de miras. Cruzamos palabra en el plantón de 2006 contra el fraude electoral a Andrés Manuel López Obrador. Nosotros, postpubertos de los cchs y las prepas, estábamos en una bolita platicando después de verla arengar por la resistencia civil pacífica… se acercó a donde estábamos y nos dijo “cuídense mucho, compañeritos”. Algunas de la bolita le dieron un fuerte abrazo; otros, la mayoría compañeros, nos quedamos no más parados alcanzando a decir “sí, doña Rosario”. Con el paso del tiempo aquilató cada vez más aquellos deseos de quien fue la abuela de generaciones de militantes y luchadoras sociales del nuevo siglo.
Un año después acompañó a Olivier Besancenot —cartero francés que en 2007 fue candidato a la presidencia por la trotskista y post 68 Liga Comunista Revolucionaria—, quien con sus intervenciones de campaña hacía vibrar más allá de la izquierda radical, como lo hicieron las suyas en el auditorio del SME. En ese espacio mil veces visitado reflexionó sobre cómo su participación en la búsqueda por Jesús y todes [ahora se dice así, para que quepamos todes, porque nombrar al borrado importa, ¿verdad, doña Rosario?] los desaparecidos trenzó sus luchas con las de otres. Me sorprendió su capacidad de incluir y de sumar entre los distintos por una propuesta política integral. Conclusión surgida del carácter sistémico de las desapariciones y la violencia de Estado que había encontrado en su largo peregrinar por verdad y justicia. Doña Rosario reclamaba a los desaparecidos también para seguir construyendo una oposición política socialista y democrática, lo dijo ella y Eureka en innumerables ocasiones. Con su metro y medio y poco más de ochenta años de edad, aquel día con el cartero Besancenot, electrificó a todo el auditorio al afirmar: ¡Sin los patrones claro que se pueden mover las máquinas, sin los trabajadores no!
Ya me puedo imaginar la fuerza que tuvo su discurso del 6 de julio de 1988 al lado de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, denunciando el fraude electoral y la “caída del sistema”. Estas son las preguntarías que le hubiera hecho en estos tiempos difíciles, Doña:
¿En dónde estaría? De esa, me puedo imaginar la respuesta: en su Monterrey incendiado por la violencia feminicida. Esos parajes donde se busca a una joven y aparecen cinco más asesinadas, como pasa en gran parte de la geografía actual del México de los desaparecidos. Estaría usted protestando en esa ciudad que la vio formar una familia y salir de ella a un periplo de vida para volverla a juntar. Casi como si la estuviera viendo con esas mujeres de todas edades que gritan e increpan [como usted hizo tantas veces] a la pareja que gobierna Nuevo León, lo que no suben a TikTok y sus historias de Instagram [unas pantallas donde las cosas se ven muy bonitas y sin problemas].
Cuando me enteré de su partida, mis pensamientos estaban en lo que había pasado en las oficinas de la CNDH en República de Cuba 60. Como me gustaría trasladarla frente a las okupantes y que pudieran platicar en un espacio seguro y tranquilo; que se contaran sus dolores, esperanzas, estrategias de lucha. Conociéndola, seguramente estaría a la cabeza de una comisión de mediación, pero sobre todo sería muy sensible con esa violencia y experiencias desgarradoras que hacen ver como privilegiada a una maestra de una universidad pública que va a cuidar a su madre adulta mayor. ¿Cómo lidiar con tanto dolor, doña Rosario? Usted que lo llevó a cuestas durante décadas, que lo hizo un acompañante permanente de sus luchas sin perder la sonrisa, tal vez sea una de las personas más capacitadas para entender ese estado colectivo que hoy tenemos. Esa violencia que persiste y hace todo urgente y desgarrador.
Las mujeres organizadas llevan varios años diciendo ya basta y poniéndole cara a las luchas. Ojalá que haya visto cómo la están armando. Me acuerdo cuando contaba que durante mucho tiempo usted fue el apéndice de varios hombres: la hija del ingeniero Ibarra, la esposa del señor Piedra, la madre de un desaparecido. Y fue justamente con la lucha política en tanto mujer que llegó a ser nombrada por quien era: Rosario Ibarra de Piedra. Lucha política que hoy es hito y que conecta con las actuales buscadoras de desaparecidos que escarban la tierra por todo el país. Y también con la formación de un feminismo socialista: cómo olvidar que la huelga de hambre en Catedral y la creación del FNCR se dieron el mismo año, 1979, que la resolución del XI congreso de la Cuarta Internacional “La revolución socialista y la lucha por la liberación de la mujer”.
Doña Rosario: ¿cuántas posibilidades tiene la Comisión para la Verdad y Justicia 1965-1990 de cumplir su cometido? ¿Por qué como sociedad tenemos tan poco interés en este tipo de ejercicios restaurativos? No lo sé. Advierto como una de sus razones esa desconexión en la opinión pública entre la violencia de la mal llamada “Guerra sucia” a la mal llamada “Guerra contra el narco”, la cual nos condujo al infierno que hoy padecemos. Los trabajos de varios y varias investigadoras valientes así lo indican. Nos dejó su vida y sus luchas para entender que el punto de conexión fue el Estado mexicano y sobre todo sus organismos más opacos: ejército, policías, órganos y dependencias dedicados al espionaje y la inteligencia.
Ya para no abrumarla más, doña Rosario, le dejo una última pregunta. ¿Cómo no perder el rumbo? Al formulara, me acuerdo cuando nos contaban en las escuelas de cuadros del PRT aquel diálogo que tuvo con Adolfo Sánchez Vázquez en la Nicaragua sandinista –ay, Nicaragua, ¡Nicaragüita!, lo que hicieron con tu revolución–. Me imagino esos diálogos de ética política tan necesarios en estos tiempos raros. Le cuento también que ese sábado al mediodía que nos enteramos de su partida, en los grupos de celular la tristeza no se podía contener. Especialmente en uno de jóvenes veteranos de las luchas del último periodo se intercambiaban mensajes con un sentimiento de que, junto con usted, se iba también cierto activismo indómito y profundamente político que hoy no encontramos.
Cierro con una pregunta para quienes nos quedamos con su ejemplo. ¿Cuándo es el tiempo de la memoria?; ¿Cómo proyectaremos la de doña Rosario? Ahora que Ricardo Flores Magón aparece como papel membretado del Estado y José Revueltas es atractivo turístico de su antigua cárcel ¿qué plan tienen para Doña Rosario? Aunque me parece muy bien el busto que propone Elena Poniatowska afuera de Catedral, creo que no basta, que un memorial no es lo que usted quería. Termino esta serie de preguntas con un profundo deseo que pienso fue el primer y último combate de Rosario Ibarra de Piedra: que la medalla Belisario Domínguez more con usted lo más pronto posible, ya que el encargo que dejó haya sido cumplido.
*Agradezco a Ana Sofía Rodríguez el intercambio y sus consejos para la elaboración de esta columna.