Por los intereses de ustedes y los nuestros:
Una carta desde Kyiv para la izquierda en Occidente

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Crónica

Taras Bilous

Traducción al castellano por Arturo Kerbel y Tamara Gleason

Esta carta salió publicada originalmente en Open Democracy.

Escribo estas líneas en Kyiv mientras la ciudad es atacada con artillería. Hasta el último minuto esperaba que las tropas rusas no llevaran a cabo una invasión a gran escala. Ahora, sólo me queda agradecer a aquellos que filtraron la información, a los servicios de inteligencia estadounidenses.

Ayer pasé la mitad del día considerando si debería unirme a alguna unidad de defensa territorial. Durante la noche siguiente, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyi firmó una orden de movilización completa y tropas rusas se acercaron para rodear Kyiv. La decisión estaba tomada.

Antes de tomar mi puesto me gustaría comunicarles a mis camaradas de la izquierda occidental lo que opino acerca de su reacción ante la agresión de Rusia contra Ucrania.

Primero que nada, me siento agradecido con aquellos de la izquierda que sí están organizándose frente a embajadas rusas —inclusive con aquellos que se han tomado su tiempo para calificar a Rusia como el agresor en este conflicto—.

Me siento agradecido con los políticos que apoyan la idea de presionar a Rusia para que frene la invasión y retire sus tropas. Agradezco a la delegación de parlamentarios británicos, de Gales y sindicalistas que han venido a apoyarnos y escucharnos durante los días que precedieron a la invasión rusa. Agradezco también a la Campaña de Solidaridad con Ucrania  en el Reino Unido por su ayuda a través de muchos años.

Esta carta trata acerca de la otra parte de la izquierda occidental. Aquellos que imaginaron una “agresión de la OTAN en Ucrania”, y quienes no pueden ver la agresión de Rusia —como la sección de Nuevo Orleans de Democratic Socialists of America (DSA) —.

O el Comité Internacional de la DSA que publicó un penoso comunicado el cual no señala una sola palabra crítica contra Rusia (estoy muy agradecido con el profesor estadounidense y activista Dan LaBotz y sus compañeros por su crítica a este comunicado).

O quienes criticaron a Ucrania por no implementar los Acuerdos de Minsk y guardaron silencio sobre las violaciones de Rusia y las autodenominadas “Repúblicas populares”.

O aquellos que exageraron la influencia de la extrema derecha en Ucrania, pero no notaron a la extrema derecha de las “repúblicas populares” y evitan criticar las políticas conservadoras, nacionalistas y autoritarias de Putin.

Esto es parte de un fenómeno más amplio en el movimiento “anti-guerra” en occidente, usualmente llamado “campismo” por parte de críticos desde la izquierda. La autora y activista sirio-británica Leila Al-Shami le dio un nombre más fuerte: el “anti-imperialismo de los idiotas”. Lean su maravilloso ensayo del 2018 si no lo han hecho aún. Repetiré sólo la tesis principal: la actividad de gran parte de la izquierda “anti-guerra” en torno a la guerra en Siria no tenía nada que ver con frenar la guerra. Ésta sólo se oponía a cualquier interferencia occidental a la vez que ignoraba, o inclusive apoyaba abiertamente, el involucramiento de Rusia e Irán, y esto es para no mencionar nada sobre su actitud ante el régimen de Assad en Siria “legítimamente electo”.

“Un número de organizaciones anti-guerra han justificado su silencio sobre las intervenciones rusas e iraníes argumentando que “el mayor enemigo está en casa””, escribió Al-Shami.  “Esto los exenta de llevar a cabo algún tipo de análisis de correlación de fuerzas para determinar quiénes realmente son los actores centrales que conducen la guerra”.

Por desgracia, hemos visto el mismo cliché ideológico repetido para Ucrania. Inclusive tras el reconocimiento de Rusia de las “repúblicas populares” a principios de esta semana [21 de febrero de 2022], Branko Marcetic, un escritor de la revista de izquierda americana Jacobin, publicó un artículo abocado casi en su totalidad a criticar a los Estados Unidos. Cuando de las intenciones de Putin se trata, lo más que llegó a decir fue que el líder ruso “denota ambiciones poco menos que benignas”. ¿En serio?

No soy fan de la OTAN. Sé que una vez terminada la Guerra Fría el bloque perdió su función defensiva y promovió políticas agresivas. Sé que la expansión de la OTAN hacia el este obstaculizó esfuerzos dirigidos al desarme nuclear y a la formación de un sistema de seguridad conjunto. La OTAN también intentó marginalizar el rol de la ONU y de la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa, y desacreditarlas como “organizaciones ineficientes”. Pero no podemos alterar el pasado, y debemos orientarnos por las circunstancias actuales cuando busquemos una salida de la situación actual.

¿Cuántas veces trajo a colación la izquierda occidental las promesas informales de los Estados Unidos al expresidente Mikhail Gorbachev acerca de la OTAN (no se expandiría “ni una pulgada hacia el este”), y cuántas veces mencionó que en el Memorándum de Budapest de 1994 se garantiza la soberanía de Ucrania?, ¿Qué tan seguido ha apoyado la izquierda occidental las “preocupaciones legítimas de seguridad” de Rusia, un Estado que posee el segundo arsenal nuclear más grande del mundo? Y ¿cuántas veces se acordó de las de Ucrania, un país que se vio en la obligación de canjear las suyas, bajo presión rusa y estadounidense, por un pedazo de papel (el Memorándum de Budapest) que Putin violó por completo en 2014?, ¿alguna vez se les ha ocurrido a quienes critican a la OTAN desde la izquierda que Ucrania es la principal víctima de los cambios desatados por la expansión de la OTAN?

Una y otra vez respondió la izquierda de occidente a las críticas contra Rusia citando las agresiones estadounidenses contra Afganistán, Iraq y otros países. Por su puesto, debemos incluir a dichos Estados en nuestra discusión, pero ¿cómo exactamente?

El argumento de la izquierda debería ser que en el 2003 otros gobiernos no presionaron lo suficiente a los Estados Unidos por Iraq. No que ahora sea necesario presionar menos a Rusia por Ucrania.

Un error obvio

Imaginen por un momento que, en 2003, cuando los Estados Unidos se preparaban para invadir Iraq, Rusia se comportara como lo hace Estados Unidos en las semanas recientes: amenazando con una escalada. Ahora imaginen lo que la izquierda rusa habría hecho en una situación así según el dogma de que “el mayor enemigo está en casa”. ¿Hubiera criticado al gobierno ruso por dicha “escalada”, argumentando que no deberían involucrarse en “contradicciones inter-imperialistas”? Es obvio para todos que dicho comportamiento en este caso sería errado. ¿Por qué no era obvio esto en el caso de agresión contra Ucrania?

En otro artículo de la revista Jacobin de principio de mes, Marcetic llegó tan lejos que dijo que Tucker Carlson estaba “completamente acertado” en lo que respecta a la “crisis en Ucrania”. Lo que Carlson hizo fue cuestionar el “valor estratégico de Ucrania para los Estados Unidos”. Inclusive Tariq Ali de la New Left Review citó de manera aprobatoria el cálculo del Almirante Kay-Achim Schönbach, quien dijo “respetar” a Putin por Ucrania era de “poco costo, o sin costo alguno” ya que Rusia podría ser un aliado útil contra China. ¿Hablas en serio? ¿Si los Estados Unidos y Rusia pudieran llegar a un acuerdo y comenzar como aliados una nueva Guerra Fría contra China, sería eso realmente lo que querríamos?

Reformando las Naciones Unidas

No soy fanático del internacionalismo liberal. Los socialistas debemos criticarlo, pero eso no significa que debemos reforzar la noción de “esferas de influencia” entre estados imperialistas. En vez de encontrar un nuevo balance entre dos tipos de imperialismos, la izquierda debe luchar por la democratización del orden internacional de seguridad. Necesitamos una política global y un sistema global de seguridad internacional. Tenemos esto último: la ONU. Sí, tiene numerosos defectos y seguido es objeto de críticas legítimas. Pero uno puede criticar ya sea para simplemente refutar o para mejorarlo. En el caso de la ONU necesitamos lo segundo. Necesitamos una visión de izquierda sobre la democratización de la ONU.

Por supuesto, esto no significa que la izquierda deba apoyar todas las decisiones de la ONU. Pero un fortalecimiento general del rol de la ONU en la resolución de conflictos armados permitiría a la izquierda minimizar las alianzas político-militares y reducir el número de víctimas. (En un artículo previo doy cuenta de cómo las fuerzas de conservación de paz de la ONU podrían haber ayudado a resolver el conflicto en Donbas. Desafortunadamente eso ya ha perdido relevancia). Después de todo, también necesitamos de la ONU para resolver la crisis climática y otros problemas globales. La reticencia de muchos izquierdistas de apelar a ella es un grave error.

Tras la invasión de tropas rusas a Ucrania, el editor europeo de Jacobin David Broder, escribió que la izquierda “no debe hacer apología para oponerse a una respuesta por parte de los Estados Unidos”. Esta no era la intención de Biden de cualquier manera, como lo ha dicho múltiples veces. Pero un sector grande de la izquierda occidental debería de honestamente admitir que se metió el pie intentando formular una respuesta a la “crisis de Ucrania”.

Mi perspectiva

Voy a terminar escribiendo brevemente de mí y mi perspectiva.

Durante los últimos ocho años, la guerra de Donbas ha sido el tema principal que ha dividido a la izquierda ucraniana. Cada uno de nosotros tomó una posición bajo la influencia de la experiencia personal y de otros factores, por lo que otro izquierdista ucraniano podría escribir este artículo de forma muy diferente.

Nací en el Donbas, pero en el seno de una familia de habla ucraniana y nacionalista. Mi padre estuvo involucrado en la extrema derecha de la década de 1990 influenciado por la decadencia económica en Ucrania y por el enriquecimiento de los líderes del antiguo Partido Comunista, contra quien luchaba desde mediados de los ochenta. Por supuesto que era muy anti-ruso, pero también anti-americano. Aún recuerdo sus palabras sobre el 11 de septiembre de 2001. Mientras miraba a las Torres Gemelas caer por televisión, dijo que los responsables eran “héroes” (ahora ya no opina eso —ahora más bien cree que los estadounidenses lo hicieron a propósito—).

Cuando la guerra comenzó en Donbas en 2014, mi padre se unió como voluntario a uno de los batallones de la extrema derecha mientras mi madre huyó a Luhansk y mis abuelos permanecieron en el pueblo que cayó bajo el control de la “República Popular de Luhansk”. Mi abuelo condenó la revolución del Euromaidan. Apoya a Putin, de quien dice “restauró el orden en Rusia”. A pesar de todo, intentamos dirigirnos la palabra entre nosotros (eso sí, no de política) y ayudarnos. Trato de empatizar con ellos, después de todo, mi abuelo y mi abuela pasaron todas sus vidas trabajando en una granja colectiva. Mi padre era un trabajador de la construcción. La vida no ha sido fácil para ellos.

Los eventos del 2014 – revolución seguida por guerra – me empujaron en dirección opuesta a la mayoría de la gente en Ucrania. La guerra mató al nacionalismo en mí y me empujó hacia la izquierda. Quiero luchar por un mejor futuro para la humanidad, y no para la nación. Mis padres, con su trauma post-soviético, no entienden mi perspectiva socialista. Mi padre es condescendiente con mi “pacifismo”, y tuvimos una conversación muy fea cuando me presenté a una protesta antifascista con un letrero pidiendo la disolución del regimiento ultraderechista de Azov.

Cuando Volodymyr Zelenskyi llegó a la presidencia en la primavera del 2019, esperaba que la elección presidencial pudiera evitar la catástrofe que sucede hoy. Después de todo, es difícil demonizar a un presidente ruso-parlante que ganó con un manifiesto de paz por Donbas y cuyos chistes eran populares tanto entre ucranianos como entre rusos. Desafortunadamente estaba equivocado. El cambio de actitud de muchos ruso-parlantes con respecto a Ucrania cambió desde la victoria de Zelenskyi, esto no previno la guerra.

En años recientes, escribí acerca del proceso de paz y sobre víctimas civiles de ambos lados de la guerra de Donbas. Intenté promover el diálogo, pero ahora todo se ha ido como el humo. No habrá compromiso. Putin puede planear lo que desee, pero, aunque Rusia tome Kyiv e instale un gobierno de ocupación, resistiremos. La lucha durará hasta que Rusia se retire de Ucrania y pague por todas las víctimas y la destrucción.

Por lo tanto dirijo mis últimas palabras al pueblo ruso: apúrense, cambien al régimen de Putin. Por los intereses de ustedes y los nuestros.


Taras Bilous es historiador ucraniano y activista de la organización socialista Sotsialnyi Rukh (Movimiento Social). Es editor de Commons: Journal of social criticism (Commons: revista de crítica social) en donde cubre las temáticas de guerra y nacionalismo. 

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