Crónica

Vijay Prashad

Este artículo fue producido para Globetrotter.

El 16 de marzo de 2022 en Nursultán, capital de Kazajistán, el presidente Kassym-Jomart Tokayev pronunció un discurso sobre el estado de la nación. La mayor parte de su disertación versó sobre las reformas políticas que había realizado o planeado impulsar en el país, tras prometerlas como reparación a la inestabilidad política y las protestas contra el Gobierno kazajo durante enero de este año. También abordó el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania en Kazajistán y señaló el aumento de los precios de los alimentos y la volatilidad de la moneda como algunas de las preocupantes consecuencias económicas a las que se enfrenta el país como resultado de este conflicto.

El discurso de Tokayev fue realizado cuatro días antes de la celebración de Nauryz, que se realizó este 20 de marzo. Se trata de una fiesta de año nuevo que celebran los habitantes del cinturón que va desde las tierras kurdas hasta las kirguisas. Los hogares de todo Kazajistán se preparaban para esta celebración, aunque la inflación de los precios de los alimentos – que empezó antes de la intervención rusa en Ucrania y de las consiguientes sanciones occidentales impuestas al Kremlin – ya había empañado el ánimo de las festividades en el país. A mediados de marzo, el Banco Nacional de Kazajistán había informado que los precios de los productos alimenticios, como los productos de panadería, cereales, verduras y lácteos (los componentes importantes de una comida de Nauryz) habían aumentado un 10%.

“Kazajistán se enfrenta a dificultades financieras y económicas sin precedentes en nuestra historia moderna, como consecuencia de la escalada de la situación geopolítica”, declaró el presidente Tokayev. Las “duras sanciones” impuestas a Rusia por Occidente ya están repercutiendo en la economía mundial, dijo, y añadió: “La incertidumbre y las turbulencias en los mercados mundiales son cada vez mayores, y las cadenas de producción y comercio están colapsando”. El aumento de los precios de los alimentos y las turbulencias financieras – resultado tanto de las sanciones occidentales a Rusia como de la integración de las economías nacionales – han hecho saltar las alarmas y parecen haber aumentado la urgencia de resolver estos problemas en los países de Asia Central, como Kazajistán.

Escasez y hambre

Tokayev dedicó parte de su discurso sobre el estado de la nación a hablar de la inflación de los precios de la energía y los alimentos. Habló de la necesidad de que el Gobierno supervise la producción de equipos agrícolas, fertilizantes, combustible y las existencias de semillas. Las declaraciones de Tokayev no resultan novedosas. Otros jefes de Gobierno de Asia Central han expresado de forma similar la necesidad de que sus Gobiernos entren en el terreno de la producción de alimentos, ya que tanto el confinamiento durante el COVID-19 como la actual guerra rusa en Ucrania han demostrado las enormes vulnerabilidades de la cadena alimentaria mundial, exacerbadas por la privatización de la producción de alimentos.

Los precios de los alimentos en la Unión Económica Euroasiática (UEE) (que comprende Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, la República Kirguisa y Rusia) siguen aumentando, como consecuencia del conflicto entre Rusia y Ucrania, superando los precios mundiales de los alimentos. Aunque estos países son “fuertemente dependientes de las importaciones de Rusia”, ahora se enfrentan a una restricción temporal de las exportaciones de trigo y azúcar desde este país, debido al conflicto.

El 11 de marzo de 2022, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) publicó un informe sobre las “consecuencias del conflicto de Ucrania para la seguridad alimentaria”. El conflicto, dice el PMA, “llega en un momento de necesidades humanitarias sin precedentes, ya que un anillo de fuego rodea la tierra con la crisis climática, el conflicto, el COVID-19 y el aumento de los costos, que llevan a millones de personas más cerca de la inanición”. Rusia y Ucrania producen y “suministran el 30% del trigo y el 20% del maíz a los mercados mundiales”, según el informe del PMA, y estos dos países también representan las tres cuartas partes del suministro mundial de girasol y un tercio del suministro mundial de cebada. Mientras tanto, los puertos del Mar Negro han estado en gran medida inactivos, ya que Rusia ha bloqueado cualquier exportación desde ellos, debido a la guerra en curso. Esto ha provocado que “un estimado de 13,5 millones de toneladas de trigo y 16 millones de toneladas de maíz” estén “congeladas en estos dos países”, ya que estos granos no pueden ser transportados fuera de la región. El índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación alcanzó “un nuevo máximo histórico en febrero”.

El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, Gilbert F. Houngbo, advirtió que la continuación de la guerra entre Rusia y Ucrania “será catastrófica para todo el mundo, en particular para las personas que ya tienen dificultades para alimentar a sus familias”, según un informe de la ONU. “Esta zona del Mar Negro desempeña un papel importante en el sistema alimentario mundial, ya que exporta al menos el 12% de las calorías alimentarias que se comercializan en el mundo”, dijo Houngbo.

Uno de los grandes problemas de la globalización ha sido que las vulnerabilidades de una parte del mundo repercuten casi inmediatamente en otras. En 2010, las sequías en China, Rusia y Ucrania elevaron el precio de los cereales, lo que “agudizó” la Primavera Árabe. Las ideas de “seguridad alimentaria”, frase utilizada por Tokayev durante su discurso sobre el estado de la nación, existen desde la primera Conferencia Mundial de la Alimentación, celebrada en 1974. En aquella reunión de Roma, los Estados miembros de las Naciones Unidas reflexionaron sobre la situación de hambruna en Bangladesh y pidieron medidas para garantizar la estabilidad internacional de los precios de los alimentos y responsabilizar a los Gobiernos de la abolición del hambre en sus respectivos países. La actual situación de inflación alimentaria y de inestabilidad de los alimentos en la cadena mundial de productos básicos ha vuelto a centrar la atención en la necesidad de garantizar una mayor producción nacional y regional en lugar de depender de productores lejanos y de mercados internacionales inestables.

Producción nacional de alimentos

En octubre de 2021, la Oficina de Informes Analíticos de Asia Central (CABAR, por sus siglas en inglés) celebró una reunión de expertos sobre el problema de la producción de alimentos en la región. Nurlan Atakanov, del Programa de Seguridad Alimentaria y Nutrición de la República Kirguisa, dijo que los agricultores locales no podían cultivar trigo de suficiente calidad “debido a las limitadas áreas de cultivo y a las condiciones climáticas”. Su país importa un tercio de su trigo desde las tierras vecinas de Kazajistán. Por su parte, Daulet Assylbekov, experto de Kazajistán y analista senior del Grupo BLM, afirmó que las cosechas de trigo en Kazajistán disminuyeron un 30% debido a las restricciones de la pandemia. Esto ha afectado los precios de los alimentos en toda Asia Central.

El rendimiento del trigo en Tayikistán es actualmente de 2.700 a 3.000 kg por hectárea, muy lejos del rendimiento de la región rusa de Rostov, que oscila entre 6.700 a 7.000 kg por hectárea, según CABAR. El economista Khojimahmad Umarov dijo, durante la reunión de CABAR, que si Tayikistán tuviera acceso a fertilizantes minerales y orgánicos y si mejorara sus conocimientos agrícolas, el rendimiento podría aumentar a 9.000 kg por hectárea. Pero la agricultura se ha descuidado, y países como Tayikistán han sido alentados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a importar alimentos y exportar algodón y aluminio.

El Ministerio de Agricultura de Uzbekistán ha instado ahora a sus agricultores a aumentar la producción de trigo de 6,6 millones de toneladas de grano en 2021 a 7,6 millones de toneladas este año, así como a aumentar la producción nacional de azúcar para satisfacer la demanda interna del país a pesar de la restricción temporal de las exportaciones por parte de Rusia; Uzbekistán ha dependido tradicionalmente del trigo ruso y del azúcar brasileño.

Mientras tanto, al igual que Uzbekistán, el Gobierno de la República Kirguisa importa cada año azúcar, aceite vegetal y trigo de otros países, y la actual guerra entre Rusia y Ucrania podría dar lugar a una situación sombría en cuanto a garantizar la seguridad alimentaria y frenar la inflación de los precios de los alimentos en la República Kirguisa. Al comienzo de la guerra en Ucrania, los hogares más pobres de la República Kirguisa –el segundo país más pobre de Asia Central después de Tayikistán– gastaban el 65% de sus ingresos en alimentos. La inflación actual será catastrófica para ellos. El gabinete de ministros de la República Kirguisa, dirigido por Akylbek Japarov, celebró una reunión de emergencia con empresas de procesamiento de alimentos en Bishkek para discutir cómo aumentar la producción de alimentos y evitar que aumenten los niveles de inanición en el país.

En el Foro Diplomático de Antalya, los líderes de los países de Asia Central pidieron no sólo el cese de las hostilidades en Ucrania, sino también la integración regional de sus países con el sur de Asia. El ministro de Asuntos Exteriores de Uzbekistán, Abdulaziz Kamilov, afirmó que su país está deseando desempeñar el papel de puente para unir estas zonas. El veredicto general entre los países de Asia Central es que es importante una mayor autosuficiencia – sobre todo en la producción de alimentos –, pero también que hay que hacer hincapié en el regionalismo. Uno de los problemas de la integración regional en Asia Central es que las opciones de transporte de mercancías de un país a otro son muy escasas: el trigo de Kazajistán viaja en tren hasta la República Kirguisa y luego se transporta en camiones para atravesar las duras carreteras de montaña. El regionalismo no es simplemente un concepto. Debe alcanzarse a través de la creación de plantas de procesamiento de alimentos, mejores sistemas de transporte y normas comerciales transfronterizas más sencillas.

La pandemia del COVID-19 y la guerra de Rusia contra Ucrania han alertado a los Gobiernos de Asia Central para que presten mucha más atención a la cuestión de la seguridad alimentaria. Lo que dice el FMI sobre la liberalización de las cadenas alimentarias no tiene mucho sentido hoy en día. La preocupación por el hambre, las revueltas por el pan derivadas del conflicto entre Rusia y Ucrania y la pandemia en curso son una buena llamada de atención para que los países se centren en la búsqueda de soluciones locales y regionales más sostenibles y resuelvan problemas que forman parte del tejido económico, social y político de Asia Central desde hace décadas.