Los días 12, 13 y 14 de julio de este año, el Departamento de Humanidades de la División de Ciencias Sociales y Humanidades (DCSH) de la UAM-Cuajimalpa y Revista Común organizaron conjuntamente un curso al sur de la Ciudad de México, en la librería U-Tópicas, titulado “Marxismo e inconsciente”, impartido por el catedrático José Luis Moreno Pestaña, profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Granada (España). El objetivo del curso consistió en mostrar que, además de la tradición psicoanalítica, existen otras opciones para el abordaje crítico del inconsciente, como es el caso de la tradición marxista y posmarxista; esta última enmarcada en los estudios de la teoría crítica.
La tesis principal que defendió Moreno a lo largo del encuentro que tuvimos con él halla su sustento teórico-conceptual no sólo en la filosofía y el psicoanálisis, sino también en las ciencias sociales y la historia, esto es, en la transdisciplina. El propósito trazado fue intentar comprender que existen otras maneras de pensar la realidad, la sociedad y los problemas políticos que atañen a la ciudadanía, poniendo en marcha otras prácticas y acciones colectivas que se mueven entre lo individual y subjetivo, y lo colectivo e intersubjetivo o comunitario. En este sentido, se partió de una perspectiva que, sin ir en contra de la libertad del sujeto y su inconsciente individual (típicamente freudiano), se enfoca más en el grupo y la acción colectiva, donde opera un inconsciente común o cultural-comunitario, como lo ahondó el ponente a partir del trabajo de Juan Carlos Rodríguez. De alguna manera, se trata de una forma de descolonización del imaginario lingüístico-literario, el cual da cuenta de lo mucho que inconscientemente hemos aprendido a seguir y repetir intergeneracionalmente sin cuestionarnos su validez y legitimidad, y que se replica en el resto de los ámbitos de la vida cotidiana.
Se exploró la idea del modo en que el inconsciente puede llegar a modificar radicalmente las posibilidades del sujeto de la emancipación. Para ello, se puso como ejemplo a Georg Lukács cuando afirma en su Historia y conciencia de clase (1923) que sólo hasta que una cierta masa crítica alumbra un escenario en que las cosas pueden funcionar de una manera distinta a la tradicional, y actúa en consecuencia para lograr ciertos cambios, entonces la realidad puede entrar en una fase de transformación política, moral y cultural. Y en esto coincide Nancy Fraser en su libro Los talleres ocultos del capital: Un mapa para la izquierda (2020):
Lo que parece una crisis para un observador externo no se convierte en algo históricamente generativo hasta que los participantes en la sociedad no la perciben como tal; hasta que, por ejemplo, intuyen que los problemas apremiantes que experimentan no surgen pese al orden establecido, sino que precisamente se deben a él y no pueden resolverse dentro de él. Sólo entonces, cuando una masa crítica decide que ese orden puede y debe ser transformado por la acción colectiva, un punto muerto objetivo se dota de una voz subjetiva.
Como ejemplo de lo anterior, hoy, no cabe duda de que tanto las crisis económicas como las políticas hallan sus fuerzas causales fuera de sus dominios, siendo así extraeconómicas y extrapolíticas: esto es, ideológicas, inconscientes y culturales, ético-morales, ecológicas, educativas, legales, etc.

Otro punto medular del curso fue cuando Moreno “puso” a dialogar de manera muy fina y clara las ideas de Althusser, Gramsci y Fraser. Encontramos que Fraser establece una cierta distancia del filósofo italiano cuando éste afirma en La política y el Estado moderno (1949) que la solución a la crisis de la hegemonía se encuentra dentro de los límites mismos de la totalidad social. Fraser difiere y considera que “la crisis democrática actual es una hebra de la crisis capitalista, cuyos contornos más amplios proporcionan la clave para su resolución”. En cambio, ella se aproxima a coincidir con Althusser, quien, en Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación) (1970), se refiere a los aparatos ideológicos y represivos del Estado como mecanismos socioinstitucionales para hacer alusión al “Estado ampliado”, del cual la clase dominante guarda absoluto control para manipular y reprimir (a través de la relación provechosa que se observa entre ideología e inconsciente). Así se aproxima Fraser a la cuestión:
El capital depende de los poderes públicos para establecer y hacer cumplir sus normas constitutivas. La acumulación de capital es inconcebible, […] en ausencia de un marco legal que respalde la empresa privada y el intercambio mercantil. Depende crucialmente de los poderes públicos para garantizar los derechos de propiedad, hacer cumplir los contratos y resolver las disputas; para reprimir las rebeliones, mantener el orden y gestionar la disidencia…
Si recurrimos a la historia para enumerar casos de explotación, conquistas, colonizaciones, expropiaciones, entre otras formas de dominación de unas naciones sobre otras y de las élites nacionales sobre los ciudadanos “comunes” (terminología empleada recurrentemente por Moreno), veremos que la “reificación” o “cosificación” de la vida humana asegura la continuidad de la clase dominante sobre las otras clases sociales, repartiendo, si acaso, derechos relacionados con la identidad y la pertenencia, y negando aquéllos relativos a la distribución y redistribución de libertades y derechos necesarios para mejorar el bienestar, el desarrollo, la emancipación y la vida digna de las comunidades. Gran parte de esto, como lo vimos en el curso, quedará asegurado en el inconsciente cosificado, con posibilidades mínimas o nulas de ser articulado y traducido en acciones concretas para rebelarse, luchar y resistir. ¿Por qué el interés de la clase dominante en la hegemonía del capitalismo y el ala derecha del espectro político? Porque es el imaginario, la ideología y las facticidades de éste lo que le resulta afín a sus intereses de clase y de preservación del poder; de allí que el capitalismo sea fundamentalmente antidemocrático, racista y criminal.
A lo largo del encuentro coincidimos —entre otras afinidades comunes y solidarias compartidas entre los participantes— en que se requiere a su vez de una serie de epistemologías tan legítimas como necesarias que no estén basadas en la dominación, hegemonía, neocolonialismo, clasismo, etc., que paralelamente conlleven a poblar el imaginario social (ergo, el “inconsciente colectivo”) de nuevos referentes y símbolos, de novedosas maneras de articulación social y de participación política que coadyuven a la ciudadanía a cuestionar la inercia en la cual se encuentran trepadas sus existencias, en gran parte, de manera inconsciente, porque se da por sentado que no hay otras maneras posibles y mejores de vivir la vida. Moreno nos hizo una invitación a desaxiomatizar el pensamiento, de modo que podamos ver mejor todo aquello que debe contener una democracia, para convertirla en un lugar apto para llevar una vida digna, más allá del nombre y el régimen de representación “seudodemocrático” imperante: simulado y disimulado.
A pesar de la brevedad del encuentro, la riqueza del pensamiento crítico de Moreno y el diálogo con los asistentes permiten seguir pensando lo mucho que puede aportarnos el estudio del inconsciente más allá del “ojo psicoanalítico” para comprender y precisar mejor el capitalismo contemporáneo (neoliberal, financiarizado y transnacional). Pero también para resistir los embates de éste en las diferentes esferas en las cuales acontece la vida, más allá de la emancipación del sujeto, como lo propone Nancy Fraser, multisectorial y articuladamente a través de las diversas luchas anticapitalistas llevadas a cabo por las ciudadanas y los ciudadanos del mundo, hasta vencerlo a él y a su fetiche: el neoliberalismo en todas sus versiones. Moreno coincide con esta pensadora en que la crisis de la democracia contemporánea no es otra cosa que la crisis suscitada por el capitalismo, de la cual este último no sale avante. Con el curso “Marxismo e inconsciente” quedó clara también la pertinencia, utilidad y potencia que guarda aún el pensamiento de Marx y su heredera, la teoría crítica, más allá de los pensadores posmarxistas.
