Samuel Handlin. (2017). State Crisis in Fragile Democracies: Polarization and Political Regimes in South America. Nueva York: Cambridge University Press.
Hace más de 15 años, Jorge Castañeda (2006) publicó un ensayo en Foreign Affairs que, más para mal que para bien, marcaría un hito en las discusiones sobre política en América Latina. En él, el excanciller inauguraba una interpretación del “giro a la izquierda” latinoamericano como un proceso en el que confluían dos fenómenos. Por un lado, el ascenso al poder de una izquierda moderada que fortalecía la democracia en países como Chile y, por el otro, la llegada al gobierno de una izquierda populista que destruía la democracia en casos como el de Venezuela.
El relato de las “dos izquierdas” de Castañeda era y es, sin duda, ideológico y simplista. No obstante, una de las preocupaciones que lo animaban permanece vigente: ¿cómo explicar las diferencias entre las trayectorias democráticas de los distintos países latinoamericanos donde la izquierda llegó al poder a principios de siglo? En State Crisis in Fragile Democracies: Polarization and Political Regimes in South America, el politólogo Samuel Handlin nos propone una respuesta.
Publicado en 2017, este libro es un trabajo de gran riqueza teórica y empírica que tiene además especial actualidad, hoy que la región parece volver a pintarse de rojo. Quizá por ello ha sido objeto de elogios desde su lanzamiento. En ese sentido, esta reseña tiene un doble desafío: expresar con brevedad la complejidad del texto y, a la vez, emitir una crítica original. Quedará a juicio de los lectores si lo consigo.
El argumento
La obra de Handlin es un estudio comparado de los sistemas de partidos y las democracias de ocho países de América del Sur en los que la izquierda llegó al gobierno en la primera década del siglo XXI.[i] Si bien algunas de sus conceptualizaciones son problemáticas, el libro es una importante contribución a la literatura sobre el “giro a la izquierda”, la polarización y los procesos de (des)democratización. Cuenta, además, con un sólido respaldo metodológico.
Handlin construye su argumento a partir de una pregunta: ¿qué variables y mecanismos actuaron para provocar que en distintos países la izquierda alcanzara el poder de formas divergentes, primero en términos de sus sistemas de partidos y luego en sus trayectorias democráticas? Para responder, el profesor de Swarthmore College elabora una explicación en dos etapas que tiene como trasfondo la vuelta de la democracia a la región, las reformas neoliberales de la década de 1980 y la caída de la Unión Soviética.
En la primera etapa de su explicación, Handlin propone dos variables independientes: la primera, la ocurrencia de lo que llama “crisis de Estado”; la segunda, la fuerza de los partidos y movimientos de izquierda antes de esas crisis. La combinación de estas variables habría afectado a los sistemas de partidos de los países estudiados por medio de dos mecanismos: en donde ocurrió una crisis, ésta deslegitimó a los actores vinculados al statu quo en la izquierda y creó oportunidades para outsiders como Hugo Chávez, Evo Morales o Fernando Lugo. El segundo mecanismo tiene que ver con las estrategias de esos políticos, que se presentaron como reformadores ajenos al establishment: donde no hubo crisis, los outsiders fueron bloqueados por el sistema. Donde sí la hubo, se abrieron dos caminos: donde no existía una izquierda fuerte, estos nuevos actores estuvieron obligados a buscar aliados en el centro y moderarse. Por el contrario, donde sí existía una infraestructura de izquierda robusta, pudieron montarse en ella sin necesidad de moderar su discurso, a la vez izquierdista y antisistémico. Esto generó sistemas de partidos con distintos niveles de polarización.
La segunda etapa del argumento se centra en la manera en que los sistemas de partidos dieron forma a las dinámicas de los regímenes donde la izquierda llegó al poder. Aquí las variables son también dos: el nivel de polarización y el papel de los outsiders. En algunos países, outsiders como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales llegaron al poder en un clima polarizado y con un mandato de reforma fuerte. Esto condujo, de acuerdo con el autor, a una erosión democrática en Venezuela, Ecuador y Bolivia. En otros países, la competencia electoral ocurrió siempre entre insiders y la izquierda de Lula, Mujica y Bachelet llegó al poder con baja polarización. La consecuencia fue el fortalecimiento democrático de Brasil,[ii] Uruguay y Chile. Finalmente, en un tercer caso, outsiders de izquierda como Ollanta Humala y Fernando Lugo llegaron al poder, pero sin posibilidad de polarizar o reformar radicalmente el entramado institucional. El resultado para Perú y Paraguay fue el mantenimiento de una democracia electoral afectada por patologías que aún hoy acompañan la política de estos países.
Fortalezas de la obra
Handlin respalda su argumento con un trabajo empírico formidable, mediante entrevistas y un análisis documental en cada uno de los países que estudia. Aquí está la primera fortaleza de la obra: el número de casos contemplados y cómo se analizan sus divergencias. Handlin encuentra tres trayectorias democráticas distintas en los países de la región gobernados por la izquierda y para cada una de ellas va a estudiar dos o tres ejemplos. Esta tipología tripartita es probablemente la mayor aportación del libro, pues permite construir una nueva clasificación de los gobiernos izquierdistas de la región. Una clasificación basada en evidencia que posibilita, además, pasar página y superar el envejecido relato de las “dos izquierdas”.
Como ha señalado Rhodes-Purdy, una de las novedades del trabajo de Handlin es que construye un argumento donde la explicación es política, algo curiosamente poco común entre los politólogos. Ni el neoliberalismo ni los movimientos contra él son los protagonistas del libro, sino los partidos y el Estado. Naturalmente, Handlin toma en cuenta el peso de factores económicos, pero descarta, con base en evidencia, darles un papel preponderante.
Especial atención merece la idea acuñada por el autor de la “doble polarización” (p. 43), que captura la forma en la que los outsiders añaden una dimensión competitiva a la dinámica partidista de sus países, mediante la oposición de una política sistémica y otra antisistémica. Se trata de una disputa que no sustituye a la que existe entre izquierda y derecha, sino que se superpone a ella. La manera en la que Handlin explica cómo la polarización afecta negativamente a la democracia —un tema muy comentado pero poco analizado con seriedad— también es meritoria: el autor muestra que la polarización intensa facilita que sectores radicales de la oposición opten por vías no democráticas para derrocar a los gobiernos de izquierda.[iii] Para Handlin, se trata de una forma en la que gobiernos como el de Chávez “arrastraron a sus oponentes al fango”, en una especie de race to the bottom en la que ni oposición ni gobierno quedan ya con credenciales democráticas creíbles.
La explicación del libro no sólo es original y convincente. Además, es una buena “viajera”. La elasticidad de los argumentos y la “modularidad” de sus mecanismos quedan de manifiesto en el último capítulo, en el que Handlin los usa para explicar procesos políticos en países más allá de Sudamérica, como Indonesia, Hungría y España.
La propuesta metodológica del libro es también notable. Handlin plantea más de una decena de hipótesis y, por medio de la técnica de process tracing, va poniéndolas a prueba, de lo cual obtiene implicaciones observables y hace inferencias para establecer relaciones causales. Por último, es importante subrayar la transparencia que recorre todo el texto. Handlin explica al lector absolutamente todas sus decisiones, desde la manera de definir conceptos hasta por qué deja a tal país o partido fuera de su selección. Se podrá estar de acuerdo o no con el autor, pero tal ejercicio de honestidad merece reconocimiento.
Algunas críticas
A pesar de sus virtudes, la obra de Handlin tiene puntos criticables. El más importante es la conceptualización de la variable clave del argumento: las crisis de Estado. Para Handlin, estas crisis tienen dos componentes: uno objetivo: la falta de provisión de bienes públicos; y otro subjetivo: el descontento ciudadano. Como argumenta Mazzuca, lo que Handlin considera una crisis de Estado, especialmente en su plano subjetivo, bien podría tratarse de una crisis del régimen, de la clase política o de la democracia misma. Si estamos midiendo insatisfacción general con la política es difícil saber cuál es el destinatario específico del descontento. No es, en mi opinión, una cuestión baladí. Considerar, por ejemplo, que la crisis descrita por Handlin se origina en un alejamiento entre partidos y ciudadanos hace ineludible enfrentarse a un fenómeno, el de la cartelización de los partidos, que está extrañamente ausente del libro. Esta ausencia es llamativa, toda vez que las últimas versiones de esta tesis (Katz y Mair, 2018) vinculan a los partidos “cártel” con el surgimiento de oposiciones populistas. Oposiciones que, mutatis mutandis, son los outsiders de Handlin.
Por otro lado, la definición de izquierda del libro es también discutible. Más que ser víctima de “estiramiento conceptual”, la izquierda de Handlin es presa de un estrechamiento. Handlin define a la izquierda como aquellas organizaciones de origen socialista que tienen como centro de su agenda la lucha contra la desigualdad. Aunque buena parte de la izquierda latinoamericana puede definirse en esos términos, tal concepto olvida que nuestras izquierdas han tenido otras tradiciones, como la populista o la nacionalista. Una izquierda limitada a la corriente marxista-socialista deja fuera partidos y movimientos tan importantes como el APRA (Perú), el peronismo (Argentina) e incluso el obradorismo (México). El que no se trate de izquierdas convencionales no implica que no sean importantes en su contexto nacional. Esta conceptualización resulta especialmente problemática porque afecta la selección de casos del autor, que deja fuera del libro a Argentina por la existencia de un “excepcionalismo peronista”.
Hablando no ya de selección de casos, sino de su tratamiento, hay también un problema en la atención desigual que se dedica a los distintos países en el libro. Como he dicho, uno de los aportes principales de la obra es superar la visión de las “dos izquierdas”. Al ser así, se echa de menos un tratamiento más profundo de los casos del tercer subtipo propuesto (Perú y Paraguay), a los que Handlin dedica menos de una tercera parte del espacio que da a Brasil y Venezuela, sus casos principales. Esta desigualdad hace que uno de los mayores aportes del libro pueda quedar desdibujado.
¿Erosión o profundización de la democracia?
El libro de Handlin es toda una cátedra de investigación comparada que no sólo ofrece respuestas, sino que, además, plantea nuevas preguntas y apunta hacia uno de los puntos ciegos de la ciencia política contemporánea. Me explico: la mayoría de los trabajos que estudian la democracia hoy desde la tradición occidental son, paradójicamente, muy poco plurales a la hora de definir a este régimen, que casi siempre se entiende exclusivamente en su faceta liberal. El libro de Handlin comparte esta limitación, pero con un importante matiz: el autor reconoce que su perspectiva sobre la democracia no es la única. En su libro, Handlin usa una definición de democracia eminentemente procedimental, pero es muy consciente de que hay formas alternativas de entender y definir a este régimen político. Maneras de conceptualizar la democracia en las que lo fundamental no es el pluralismo o el equilibrio de poderes, sino la inclusión política de sectores subalternos o la redistribución de riqueza. Desde este punto de vista alternativo, sugiere Handlin, existen procesos políticos que, desde una perspectiva liberal (como es la suya), representan una erosión de la democracia, mientras que desde otras perspectivas pueden ser más bien vistos como una profundización democrática inédita en la historia de estos países.
¿Cómo resolver esta contradicción? Es una pregunta que el libro sólo plantea. Tocará a los interesados en entender nuestro “momento populista” el tratar de responderla.
Notas
[i] Los casos estudiados son Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Perú.
[ii] El análisis de Handlin se detiene justo antes del caso Odebrecht.
[iii] Por ejemplo, el golpe de Estado contra Chávez de 2002.
Referencias
Katz, Richard y Peter Mair. (2018). Democracy and the Cartelization of Political Parties. Oxford: Oxford University Press.