Recibimos la noticia de la renuncia de Carlos Romero Deschamps y se desencadenó un abundante número de pronunciamientos de trabajadores petroleros y ciudadanos ajenos al gremio, señalándolo por ser ícono de la corrupción. Ésta es una reacción esperable de una sociedad que ha sido reprimida en lo laboral durante tres décadas de neoliberalismo y que no vio ni vivió el más elemental movimiento de sus líderes y sus organizaciones tendiente a frenar la represión; una sociedad que vivió casi 100 años de sindicatos corporativos y de líderes del perfil del renunciante.
Se trata de una sociedad de trabajadores que aprendieron, en su mayoría, a pertenecer a un sindicato, pero que nunca tuvieron la oportunidad de apreciar que un sindicato les pertenezca. Como consecuencia: un escenario en el que el líder, el secretario general, es un personaje de características diferentes al trabajador, y así lo ve el trabajador mismo, para bien y para mal.
Deseamos que, una vez que pase esta etapa febril, aquellos que viven porque trabajan reparen un poco sobre el alcance de las reformas a la Ley Federal del Trabajos del 1 de mayo de 2019. Reforma que tiene como columna vertebral la reivindicación de la democracia y libertad de los trabajadores para organizarse en sindicatos, capaces de poner a los líderes con su voto y también de quitarlos. De igual importancia, capaces de establecer por voto personal y directo, en el contrato colectivo que se celebra, las reglas conforme a las que trabaja.
Romero Deschamps estaba renunciado desde tiempo antes, cuando menos desde que el 1 de julio de 2018 ganó la presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador, sobre todo porque se comprometió a que no existirían sindicatos del gobierno, y lo está cumpliendo.
El escenario que queremos que se dé es uno en el cual, quien pase a ocupar el lugar vacante no sea uno de los personajes que integraron las direcciones seccionales; porque eso nos hablaría de que renuncia Romero Deschamps pero se mantiene el corporativismo en manos que quieren ser identificadas como diferentes, mas son iguales.
Las referidas reformas serán aplicadas en etapas, pero el principio de que los trabajadores deben elegir a sus direcciones por voto universal, directo y secreto es vigente desde la publicación del primero de mayo pasado. Los sindicatos tienen que acatarla por ser Ley, y las disposiciones estatutarias que la contradicen dejaron de ser aplicables ante un mandato de Ley. Quien obtenga la mayoría de los votos de los trabajadores deberá ser la persona que dirija a este importante sindicato.
El proceso electoral que se organice deberá realizarse respetando esta regla que regresa los sindicatos a quienes les pertenecen, a los trabajadores. Que lo anterior sea una realidad dependerá de que la hagan suya los trabajadores y, por supuesto, las autoridades del trabajo; desde la Secretaría del Trabajo hasta las actuales Juntas de Conciliación y Arbitraje tienen la compleja obligación de que se cumpla le Ley.