La desmemoria en el poder. Reflexiones sobre la Caminata por la verdad, la justicia y la paz.

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Javier Sicilia se ha definido a sí mismo, basado en Stéphane Mallarmé, como la voz de una tribu de dolientes, y ha calificado al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) como la conciencia moral y política de las víctimas de la violencia en México. Estoy convencido de que es imposible entender la historia reciente del país sin esa voz ni esa conciencia. Ahí radica la importancia de conocer, al menos con una idea básica —que el presidente Andrés Manuel López Obrador parece no tener—, los profundos discursos que Sicilia ha pronunciado y las muchas movilizaciones que el MPJD ha realizado desde su conformación en 2011.

Tras caminar tres veces a lo largo del territorio nacional —una vez, de Morelos a Ciudad de México; otras dos rumbo al norte y sur del país, respectivamente—, el MPJD recorrió durante un mes, en 2012, diversas ciudades de Estados Unidos con el objetivo de visibilizar a las víctimas de la guerra contra las drogas y exigir a la nación vecina una regulación efectiva para detener el flujo ilegal de armas. Luego de esto, y tras la valiosa promulgación de la Ley General de Víctimas, el MPJD realizó durante varios años acciones de incuestionable trascendencia —los ejemplos más claros están en las fosas de Tetelcingo y Jojutla–—, pero con un perfil diferente al de las caravanas.

En este tiempo, la violencia, desde cualquier punto de vista, se intensificó y los colectivos de familiares de víctimas se multiplicaron, especialmente los de búsqueda de personas desaparecidas. Sin embargo, el triunfo electoral de López Obrador representó una esperanza de justicia y paz para muchas personas; su fracaso fue evidente luego de un año de gobierno. En ese contexto, la familia LeBarón sufrió una nueva tragedia con el brutal asesinato de un grupo de mujeres, niñas y niños en noviembre de 2019. Sicilia publicó entonces una carta dirigida a Julián LeBarón en la que recordaba cómo pensaron, ocho años atrás, que podían “detener el horror” y preguntaba si era tiempo de volver a “congregarse para sentar al poder” y obligarlo a implementar “una verdadera política de verdad, justicia y paz”. Al cabo de unos días, el poeta escribió a López Obrador para criticar su ineficaz estrategia de seguridad y anunciar que volvería a caminar hasta Palacio Nacional para exigirle retomar la agenda de justicia transicional que se comprometió a adoptar, como presidente electo, el 14 de septiembre de 2018.

La respuesta pronunciada en ese espectáculo conocido como la conferencia “mañanera” del presidente me dejó sin palabras: “Adelante la protesta, no podemos impedirla. Desde luego, no compartimos puntos de vista… Hay una oposición que quiere que se cambie la estrategia de seguridad. Nosotros decimos ‘no vamos a regresar a lo mismo’… Que caminen; yo caminé como dos o tres veces”, sentenció, como si se tratara de una competencia infantil sobre quién puede andar más lejos antes de cansarse. Además, López Obrador rechazó la posibilidad de recibir la caminata y, con un desprecio propio de las administraciones del PRI, del PAN y de todos sus partidos aliados, dijo que las eventuales notas informativas del ya refutado encuentro le darían “flojera”.

Junto a especialistas en materia de justicia transicional, Sicilia anunció los detalles de la “Caminata por la verdad, la justicia y la paz” a inicios de enero. Pasaron semanas de planeación logística y coordinación hasta que, el 23 de enero de 2020, familiares de víctimas, personas defensoras de derechos humanos y activistas que somos parte del MPJD partimos de Cuernavaca, Morelos, junto a decenas de integrantes de la familia LeBarón. No pretendo hacer una crónica de la caminata, ya de eso se encargó la prensa solidaria. Basta con decir que cada paso de las decenas de kilómetros que avanzamos fue una muestra del compromiso que mantenemos para alcanzar la justicia.

Ya el domingo 26, caminamos en silencio desde la Estela de Luz —renombrada Estela de Paz por el MPJD tras la colocación de placas memoriales con los nombres e historias de decenas de víctimas de la violencia— a lo largo de Paseo de la Reforma. En cada antimonumento alzamos la voz para exigir verdad, justicia y paz, tres de las más urgentes necesidades del país. Además, caminamos un kilómetro sin un zapato, como un homenaje a la pequeña Mackenzie —sobreviviente de la ya mencionada masacre, que caminó más de 15 kilómetros bajo esas condiciones para buscar ayuda—, gesto que inevitablemente hizo a muchas y muchos limpiar las lágrimas de sus ojos.

El recorrido presentó las complicaciones de cualquier evento de este tipo, pero ninguna que implicara un problema sustancial. Sin embargo, al llegar al Zócalo, un grupo de simpatizantes del presidente confrontó y agredió a quienes estaban en la vanguardia de la caminata. Las expresiones capturadas en muchos videos evidencian las consecuencias de la pasión irracional guiada por la idolatría hacia un partido político, hacia un caudillo. No respondimos, porque quienes caminamos somos congruentes con la demanda de paz.

Contra los estólidos deseos de estas personas, alcanzamos el templete, mismo que ocuparon familiares de víctimas. Sicilia leyó una nueva carta dirigida a López Obrador y un grupo de víctimas, acompañado por especialistas en materia de justicia transicional, entregó a las y los integrantes del gabinete de seguridad dos documentos con las propuestas en la materia y una bandera baleada, ensangrentada, invertida, oscurecida, tal como la nación se encuentra.

A la mañana siguiente, el presidente cuestionó por qué nada se dijo sobre Genaro García Luna —secretario de Seguridad Pública durante el violento sexenio de Felipe Calderón, quien está siendo juzgado actualmente en Estados Unidos—; “callaron como momias”, dijo. Tal parece que el presidente decidió olvidar que el poeta exigió la renuncia de ese criminal en el Zócalo desde el 8 de mayo de 2011; decidió olvidar que, ante la necesidad de votos, ofreció candidaturas al Senado a Sicilia y Julián LeBarón en 2012; decidió olvidar que, para ganar la simpatía de quienes han sufrido las consecuencias de la guerra, ofreció a Sicilia integrarse a su gobierno en 2018. El presidente decidió olvidar que el MPJD es parte de la reserva moral que México tiene, pero ante la desmemoria estará siempre la dignidad.

 

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